En las últimas décadas numerosos estudios prospectivos y randomizados han mostrado cómo el tratamiento antihipertensivo reduce la mortalidad y morbilidad cardiovascular del paciente hipertenso. Menos atención se ha prestado a si este tratamiento modifica el curso del daño vascular en el parénquima renal (nefroangiosclerosis). Resultados más bien recientes indican claramente que un control adecuado de la presión arterial, especialmente de la presión arterial sistólica e independientemente del fármaco usado para ello, ejerce efectos nefroprotectores en términos de lentificar el deterioro de la función renal y descender la proteinuria. Hay también evidencias de que un descenso de la presión arterial por debajo de lo que se considera adecuado para otras patologías cardiovasculares ejercen un mayor efecto beneficioso en el riñón. Posiblemente ciertos fármacos antihipertensivos, sobre todo los que bloquean el sistema renina-angiotensina-aldosterona, tienen un efecto nefroprotector adicional. En este caso, un inhibidor de la enzima conversora de la angiotensina es el fármaco inicial más indicado en la nefroangiosclerosis, diabetes tipo 1 y otras nefropatías no diabéticas, del mismo modo que un antagonista del receptor de la angiotensina II lo sería en la diabetes tipo 2. Por último debemos hacer hincapié en que para diseñar una óptima estrategia de prevención o protección de la insuficiencia renal es preciso, en primer lugar, un precoz y buen control de las cifras de presión arterial a niveles inferiores a 130/80 mmHg, o inferiores si la proteinuria es superior a 1 g/ día, y en segundo lugar, normalizar o disminuir un 50 % la proteinuria, y es en este momento cuando es más importante el tipo de fármaco usado.
In recent decades, numerous prospective and randomized studies have shown that antihypertensive treatment reduces cardiovascular morbidity and mortality in hypertensive patients. Less attention has been paid to whether such treatment modifies the evolution of vascular damage in the renal parenchyma (nephroangiosclerosis). Quite recent results clearly indicate that adequate blood pressure (BP) control, especially that of systolic BP and independently of which antihypertensive drug are used, exerts nephroprotective effects of slowing deterioration or renal function and lowering proteinuria. There is also evidence to suggest that reductions in BP levels to those below which are deemed acceptable for other cardiovascular pathologies also hold benefits for the kidney. It is possible that certain antihypertensive drugs, above all those which block the renin-angiotensin- aldosterone system, exert additional nephroprotector effects. This being the case, angiotensin converting enzyme inhibitors (ACEI) are the primary drugs of choice for nephroangiosclerosis, type 1 diabetes and other nondiabetic nephropathies. Likewise, angiotensin II receptor antagonists (ARA) are those for type 2 diabetes. Finally, it must be emphasized that an ideal strategy for protecting against or preventing renal insufficiency would include: early and satisfactory control of BP values to levels below 130/80 mmHg (or lower still if proteinuria is higher than 1 g/day), and stabilization or reduction of proteinuria by 50 %. It is here when particular attention should be given to the type of drug used.