A pesar de la demostrada eficacia del abundante arsenal farmacológico disponible hoy día para el tratamiento de la hipertensión arterial crónica, las tasas de control siguen siendo bajas, si bien existe una lenta y progresiva mejoría. Las causas de esta falta de control son múltiples, pudiendo citar como principales la escasa adherencia por parte de los pacientes y la actitud conservadora de muchos médicos a la hora de medicar. Ello entra en franca discrepancia con lo que desde las principales guías sobre hipertensión se propugna en el sentido de buscar objetivos más estrictos de presión arterial. Dada la ausencia de nuevos fármacos a aparecer en un futuro inmediato, la estrategia antihipertensiva con asociación temprana de antihipertensivos aparece como la forma más inmediata de optimizar el tratamiento antihipertensivo. Aunque la información al respecto de las asociaciones de antihipertensivos son consecuencia de la extrapolación de estudios realizados con monoterapia. A la espera de ensayos específicos comparativos entre monoterapia y asociación y entre asociaciones, la lógica fisiopatológica debe guiar nuestra actuación. La combinación de antihipertensivos debe basarse en la búsqueda de la complementariedad de mecanismos antihipertensivos que permita el empleo de dosis menores sin merma en la eficacia antihipertensiva y consecuente mejora de tolerabilidad. La elección final de la terapia combinada determinada ante un hipertenso concreto deberá seguir los mismos principios de individualización que rigen la elección de la monoterapia. Para un futuro inmediato cabe plantear la asociación con fármacos no directamente antihipertensivos pero con efectos potenciadores de los antihipertensivos como estatinas y glitazonas, y tal vez antioxidantes y antiagregantes, así como de estrategias como la cronoterapia y la farmacogenética como una forma de optimizar el tratamiento de combinación.
In spite of the demonstrated efficacy of a wide range of drugs currently being used in the treatment of chronic essential hypertension, and while there is evidence of a slow but steady improvement, overall blood pressure (BP) control continues to be poor. There are many reasons for this principal among them being inadequate patient adherence to drug regimes and conservative attitudes of many doctors in prescribing medication. This would seem to undermine those basic hypertension guidelines which promote the setting of stricter goals regarding BP. Given the absence of any new drugs appearing in the near future, it seems that the most optimal antihypertensive strategy would be one which streses the earliest possible use of drugs in combination. Unfortunately, information regarding antihypertensive drug combinations are extrapolations from monotherapeutic studies. Waiting for studies comparing not only monotherapy versus combination therapy, but also different combination therapies, sound physiopathological decisions should be taken. Antihypertensive drug combinations should be selected with a view toward complementing antihypertensive mechanisms which allow the use of small doses, without any reduction in antihypertensive efficacy and with increasing tolerability. The final selection of a particular hypertensive patient’s combination therapy should adhere to those tenets regarding individualized treatment which would govern the choice of a monotherapy. For the near future, it would be necessary to consider combinations employing those drugs not directly antihypertensive but with effects potentiating the antihypertensive ones. Statins and glitazones are examples of such drugs, as well as perhaps antioxidants and antiagregants. The employment of strategies such as chronotherapy and pharmacogenetics as methods of optimizing combination treatment would be also necessary.