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Inicio Boletín Médico del Hospital Infantil de México Gonzalo Gutiérrez Trujillo: mexicano, pediatra, escritor
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Vol. 72. Núm. 3.
Páginas 215-221 (mayo - junio 2015)
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Vol. 72. Núm. 3.
Páginas 215-221 (mayo - junio 2015)
Salud pública
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Gonzalo Gutiérrez Trujillo: mexicano, pediatra, escritor
Gonzalo Gutiérrez Trujillo: Mexican, Pediatrician, Writer
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Onofre Muñoz Hernándeza,
Autor para correspondencia
omunozhdez@gmail.com

Autor para correspondencia.
, Jesús Kumateb, Luis E. Sarrazin Dávilac, Marcos Gutiérrez de la Barrerad, Mauricio Hernándeze, Ruy Pérez Tamayof
a Hospital Infantil de México Federico Gómez, México D.F., México
b Fundación IMSS A.C., México D.F., México
c Junta de Beneficiencia, Guayaquil, Ecuador
d División de Investigación, Hospital de Oncología, Centro Médico Nacional Siglo XXI, Instituto Mexicano del Seguro Social, México D.F., México
e Instituto Nacional de Salud Pública, México D.F., México
f Academia Mexicana de la Lengua, México D.F., México
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1Gonzalo de Jesús Gutiérrez Trujillo (mayo 1931-julio 2014)

Para los que tuvimos el privilegio de cruzarnos en el camino de Gonzalo de Jesús Gutiérrez Trujillo, este pequeño homenaje nos recuerda gratamente al hombre que dejó un profundo legado como médico, pediatra, escritor y amigo. Para quienes no lo conocieron, esta semblanza, presentada en la Academia Nacional de Medicina el 29 de abril del 2015, les dará una idea del hombre que vivió de una manera intensa las diferentes áreas de su vida.

Gonzalo Gutiérrez Trujillo nació el 1° de mayo de 1931 en el Distrito Federal. Fue descendiente de una familia de origen rural, que era su orgullo y motivo de presunción. Estudió la carrera de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y se especializó en Pediatría Médica, en el Hospital Infantil de México (HIM), donde recibió la enseñanza e influencia del Dr. Federico Gómez y del Dr. Jesús Kumate. Realizó también la Maestría en Salud Pública, donde absorbió el estilo de análisis crítico de los servicios de salud de parte del Dr. Pedro Daniel Martínez.

Su vida profesional se desarrolló en las principales instituciones de salud del país: el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en el que fue fundador del Departamento de Infectología del Hospital de Pediatría (HP) del Centro Médico Nacional (CMN), y posteriormente su Director General. Ocupó la jefatura en Enseñanza e Investigación, y después en la Unidad de Salud Pública. En la Secretaría de Salud (SSA) desempeño diferentes cargos, entre los que destacan el de Secretario Técnico del Consejo para la Prevención y Control de Enfermedades Diarreicas, del Consejo Nacional de Vacunación (CONAVA) y de la Comisión Nacional de Acción en Favor de la Infancia.

Fue profesor de Pediatría e Infectología de la Facultad de Medicina, en la UNAM; miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI); miembro titular de la Academia Nacional de Medicina; y miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM. En colaboración con el Dr. Kumate, publicó el libro de texto “Manual de Infectología”, que a la fecha cuenta ya con 18 ediciones. Logró más de 250 publicaciones científicas, además de discípulos en México y diferentes países de América Latina.

La relación con el Dr. Gutiérrez Trujillo inició en 1968, en mi internado rotatorio de posgrado. Durante los siguientes 46 años colaboramos de forma ininterrumpida, aun cuando por algunos periodos trabajamos en instituciones diferentes. Nuestra relación evolucionó de alumno a médico adscrito, compañeros de trabajo, jefe y amigos. Compartimos inolvidables experiencias; batallas en los términos que él utilizaba, tanto en el quehacer de la asistencia médica como en la docencia y la investigación. En la etapa final, emprendimos la aventura editorial del Boletín Médico del Hospital Infantil de México, en la que libró su última batalla en la lucha por la difusión del conocimiento en el campo de la pediatría.

Para conocer al Dr. Gonzalo Gutiérrez, es recomendable leer su libro “Caminando entre ruinas. Memorias de un defeño”, una autobiografía que publicó en el año 2008. En él, describe sus orígenes y analiza las etapas de su vida como una batalla por construir un lugar en la vida. Para los analistas de la Salud Pública, puede interpretarse como la suma de los esfuerzos individuales que fueron introduciendo gradualmente cambios positivos en las políticas de salud de la sociedad mexicana. Desde el punto de vista antropológico y social, puede constituirse como un testimonio del impacto de los cambios demográficos y económicos del país sobre la familia como unidad social, que recibe o sufre los cambios en el tiempo.

El Dr. Gonzalo Gutiérrez se caracterizó por su creatividad y compromiso con la salud de los niños. Su firmeza de carácter, su personalidad dura y crítica, así como su honestidad profesional, le facilitaron muchos de sus éxitos profesionales, pero también algunas frustraciones para ocupar posiciones a las que aspiró, siempre pensando como ofrecer más a nuestra sociedad. Era también sensible al dolor humano, lo que se expresó claramente en su “Plan Diego” de visita familiar de 24h para los padres de los niños hospitalizados.

El pasado solo es útil como cimiento del futuro, y el Dr. Gonzalo Gutiérrez nos dejó un modelo de vida y compromiso social por la Pediatría mexicana.

Onofre Muñoz Hernández

2Discípulo distinguido

La práctica médica se asocia a menudo con reflexiones sobre las vivencias profesionales. Es muy difícil ser un observador neutral de lo que ocurre con un enfermo, aunque los psiquiatras afirman lograrlo. En la historia de la Medicina, en todos los tiempos y civilizaciones hay ejemplos de escritos médicos, ejemplos del buen decir, como los aforismos de Hipócrates, o de Sommerset Maugham como ensayista, novelista y dramaturgo, cuya obra ha sido objeto de varias películas. En el Hospital Infantil de México, su fundador, el Maestro Federico Gómez Santos, fue autor de éxitos editoriales como “Escenas de hospital”, asequibles en farmacias, librerías y tiendas de servicio; “Isla de lobos”, relatos de viajes; y sus artículos médicos tradicionales. Otros médicos que cambiaron a ser escritores de tiempo completo fueron Enrique González Martínez y Mariano Azuela; el primero, descollante en poesía, ensayos y autobiografía. El segundo, un novelista notable en temas de la Revolución Mexicana, con “Los de abajo” como su obra fundamental. Ambos fueron candidatos al Premio Nobel de Literatura, postulados simultáneamente aunque no fueron escogidos. El Maestro, don Fernando Ocaranza, director de la Facultad de Medicina, rector de la UNAM y presidente de la Academia Nacional de Medicina, escribió “La novela de un médico” y “La tragedia de un rector”. No se debe olvidar a Manuel Acuña en “Nocturno a Rosario”.

El autor de “Caminando entre ruinas. Memorias de un defeño”, Gonzalo Gutiérrez Trujillo, fue un médico pediatra con vocación genuina por el cuidado de los niños mexicanos. Su formación profesional fue en la Facultad de Medicina, en la sede de Santo Domingo, antes de la masificación en el barrio universitario del Centro Histórico. Allí tuvo la oportunidad de atender algunas sesiones de El Colegio Nacional a menos de dos cuadras. Las cátedras por las figuras médicas de su tiempo no son sustituibles por nombramientos para cubrir el incremento del número de estudiantes. Gonzalo Gutiérrez Trujillo fue de los afortunados en reabrir la enseñanza de médicos con una formación y cultura humanista, aunque por aquel entonces eran pocos los reclutados para hacer frente a la masificación.

En su tránsito por el posgrado, nuestro novel autor tuvo la influencia de tres personajes de recia y muy definida personalidad, precisos al hablar, claros en sus artículos, con cultura clásica, amplia experiencia en la función pública producto de la cultura del trabajo perseverante, y conocedores del ser humano en la elección de colaboradores, alumnos o asociados.

La formación de pediatra le dio una oportunidad de las portunidades que ponen a prueba y califican el carácter de una persona. Le tocaron casos “raros”: una leucemia en su primera guardia de laboratorio; una hipocomplementemia (cinco episodios consecutivos de meningitis meningocóccica en un niño de 6 años) durante su estancia clínica.

El destino, o su capacidad conocida por los ejecutivos, le pusieron como iniciador de los siguientes proyectos:

  • 1.

    Un ensayo pionero: la Unidad de Investigación Extramuros del HIM, en Tlaltizapán, Morelos, 1955.

  • 2.

    Organizar el Departamento de Enfermedades Infecciosas en el nuevo Hospital de Pediatría (HP) del CMN del IMSS, en 1963.

  • 3.

    La jefatura de la cátedra de Clínica de Infectología en el HP, para la Facultad de Medicina de la UNAM.

  • 4.

    Coordinar la enseñanza a nivel nacional en el IMSS.

  • 5.

    Fungir como Coordinador de Asesores de un Secretario de la SSA.

  • 6.

    Ser miembro de la Junta de Gobierno de la UNAM.

  • 7.

    Conseguir la participación de los derechohabientes del IMSS en los programas de prevención PrevenIMSS.

Para conseguirlo, mostró creatividad de toda índole en las tareas a su cargo:

  • 1)

    Permitir la visita de los padres a los hijos internados en el hospital.

  • 2)

    Introducir la terapia de hidratación oral en el manejo de diarreas en el IMSS.

  • 3)

    Mejorar la terapia del absceso hepático amebiano.

  • 4)

    Mejorar la terapia de la fiebre tifoidea resistente al cloranfenicol por furazolidona.

  • 5)

    Retornar al sistema de hospitalización por edades y no por enfermedades.

  • 6)

    Introducir el servicio social de R3 en hospitales rurales.

  • 7)

    Iniciar PrevenIMSS

Fue un pediatra que vivió de primera mano en países en los que los sistemas de salud parecerían antiéticos, pero que han logrado éxito para mejorar su salud y resolver problemas.

Tuvo amplia experiencia de la realidad en el mundo occidental, de un estado emblemático de la India (Kerala), de la URSS y sus feldshers, de toda la República Mexicana y de estados fronterizos de Estados Unidos con población migrante de México.

El ejercicio privado de la Medicina le permitió conocer a la clase pudiente de México. Nunca le entusiasmó, y la dejó después de 15 años de consultorio por las tardes.

Como investigador clínico, epidemiólogo y funcionario escribió más que suficiente para tener un currículum adecuado para el SNI.

Su libro es de lectura atractiva por genuina e interesante de la vida en México en los años de paz (sin asonadas militares), de la etapa del desarrollo sustentable y de los primeros conflictos médicos de 1965, del trágico 1968 y del término del partido mayoritario.

En los años de la alternancia en México, desde el año 2000, no perdió su trabajo en puestos de responsabilidad nacional: PrevenIMSS del IMSS de 2000 a 2006 y en el HIM Federico Gómez a cargo del Boletín Médico del Hospital Infantil de México, desde 2007.

La lectura de su libro es una descripción real del ejercicio de la medicina en México; las fortalezas y debilidades de lo conseguido y de lo mucho por hacer, sobre todo en un país de oportunidades, para lograr educación universitaria y estudios de posgrado. Ilustra cómo, en nuestro tiempo, es posible formar una familia con 51 años de estabilidad conyugal, hijos con educación superior y nietos orgullosos de sus progenitores.

Gran hombre, esposo y padre, pero sobre todo excelente amigo y cómplice, ese fue mi querido y admirado Gonzalo.

Jesús Kumate

3Formador de pediatras

Cuando la conmoción de un acontecimiento irreparable nos obliga a meditar; cuando la investidura terrena yace cual última expresión de lo que fue; cuando la inconmensurable transición entre el ser y no ser nos pone más escépticos, encuentro la razón plena de esa pasión que acompañó al Maestro, Dr. Gonzalo Gutiérrez Trujillo, hasta que sobrevino su dolorosa partida.

Múltiples sentimientos generó con su presencia entre nosotros, la cual era respetada y a veces temida por la estrictez y la rígida actitud con la que manejó el Servicio de Infectología del HP en el CMN del IMSS, cuando al pasar visita se fijaba desde la manera de vestir de los residentes, hasta si había o no polvo en los muebles sobre los cuales pasaba el índice, para luego regañar a la afanadora de turno.

Meticuloso. A cuántos les tocó repetir la historia clínica por faltas de ortografía, ya que él decía: “antes de ser un profesionista, el ser humano debe ser culto” o por haber sobrepasado por dos o tres milímetros la línea que separaba las notas de evolución del campo reservado para las prescripciones médicas.

Romántico, soñador, caritativo, febril y tremendamente apasionado; el amor por el IMSS, y particularmente por su Servicio, se grabó con cincel y martillo en el alma de cada uno de nosotros, y quedará flotando a través del piélago infinito. Su mano firme, su actitud espartana, dura casi siempre pero muchas veces cariñosa, humana y eminentemente constructiva, fue un norte para quienes fuimos cincelados por él, al haber honrado la carrera de Hipócrates, tratando de imitar y seguir fielmente los inolvidables valores que promulgó y que hicieron de nosotros, modestia aparte, pediatras en toda la extensión de la palabra. ¡Corta es la vida! y como dijera Osler: “Gonzalo Gutiérrez no amó la obscuridad, nunca sofisticó la verdad, no se afligió con desilusiones, no lo venció el temor”.

Los que todavía navegamos sorteando las bullentes olas; los que contemplamos tanto naufragio y claudicaciones; los que nos dolemos ante la alteración de las normas éticas; los que vemos con horror la frialdad, la pérdida de los principios morales, la deshumanización y monetarismo que aplasta a la humanidad toda; y los que nos mantenemos en el recto sendero trazado con mística y esfuerzo, te decimos: “Maestro, tu partida no pasará al olvido, puesto que significarás para nosotros los médicos, la llama votiva que nos enrumbará por siempre hacia el cumplimiento del sagrado deber profesional”. Fue el mentor del Programa de Capacitación de Personal para el Hospital del Niño de Guayaquil, Ecuador, al haber propiciado la formación de 18 enfermeras pediátricas, 8 pediatras y sendos profesionistas en 28 especialidades.

El espíritu generoso de Gonzalo Gutiérrez Trujillo cruzó el imponente pórtico que separa la vida de la muerte, adentrándose en las regiones de la inmortalidad; dejando, en este sabio y eminente profesional así como leal amigo, el esplendoroso recuerdo de sus virtualidades que serán por siempre lección, ejemplo y enseñanza para quienes vinimos a beber de la que era en ese entonces la mayor fuente de expresión de la Pediatría mexicana.

Retornó en los últimos años a su alma mater, el HIM, entregando todo su saber, experiencia y dotes académicas, a la publicación de su revista, cual ícono de la literatura pediátrica latinoamericana.

Al rendir homenaje a un sabio maestro, a un hombre justo, a un cultivador infatigable de la ciencia, a un perseverante combatiente contra las fuerzas del mal, las dolencias humanas, la ignorancia y la injusticia —al saber, que mientras hayan hombres que actúen como este ilustre varón honra y prez de esta hermosa tierra feraz y aguerrida—, nuestra esperanza no muere, nuestra fe se aviva y nuestra confianza en los valores permanentes del espíritu se agrandan.

Decía Rafael Ramos Galván, gran nutriólogo mexicano: “Todo pensamiento que no se transforma en palabra, es un mal pensamiento; y toda palabra que no se convierte en acción, es una mala palabra”.

Gonzalo Gutiérrez Trujillo pensó incansablemente, habló permanentemente y volcó su pasión de servicio a lo largo de la vida en favor de propios y extraños.

Adiós Gonzalo, hombre de ciencia, maestro y gran amigo, que partió en medio de la silenciosa pureza de los valores auténticos.

Luis E. Sarrazin Dávila

4El médico en la familia

El remembrar en comunidad, además de ser una búsqueda de completar la despedida, si es que eso es posible, es más un intento por recrear o revivir todo el legado, la herencia que Gonzalo nos dejó, para verla más claramente, poder vivirla, usarla y disfrutarla mejor.

Gonzalo investigó, platicó y escribió mucho de sus orígenes. Encontraba en las raíces campesinas por el lado paterno, motivos de orgullo, pero muchos más en el gran salto cultural que su padre había dado al evitar su aparente destino de ser campesino o sacerdote, pues con trabajo, pero sobre todo con estrategia, guiado e impulsado por su madre, consumó una carrera de leyes, primero en Guadalajara y después en la Escuela Libre de Derecho en la Ciudad de México.

Sin embargo, para Gonzalo, la elección de la carrera de medicina, según nos platicó, fue prácticamente un designio de su abuela materna, María Elisa Quirós. La familia que ella formó con Ricardo Trujillo se vió desafiada por varias enfermedades: tres de sus diez hijos fueron sordomudos y su esposo murió de una úlcera gástrica. Ella respondió a estos retos con dedicación y estrategia, que llevaron a la familia a sobreponerse basándose en el desarrollo de cada uno de los individuos. No es difícil imaginar que ella visualizara a un médico entre sus descendientes, como otra forma más de lucha contra la adversidad.

Gonzalo fue médico de muchos en la familia. Como pediatra, formó con la familia una cohorte en sí misma: trató por supuesto a sus tres hijos y nos trató a sus 23 sobrinos, y luego a buena parte de la siguiente generación, de sobrinos-nietos. El vigiló nuestro desarrollo y nuestra vacunación, elemento primordial de la medicina preventiva que él se enorgullecía de garantizar desde la aplicación a sus pacientes hasta el diseño de los esquemas nacionales.

  • ¿Y cuál antibiótico le doy?

  • No, antibióticos no. Agua y reposo, y me llamas mañana.

Después de una valoración completa, esa era, en una muy buena proporción de las ocasiones, su respuesta a una angustiada madre, incluidas hermanas, cuñadas y sobrinas, ante cuadros respiratorios o gastrointestinales relativamente menores.

  • ¿Y qué le doy para la tos?

  • La tos es un mecanismo de defensa; en principio, no hay que apagarla.

Estas respuestas resultaban ser una prueba de fuego con la que se definía si esa familia seguía o no a Gonzalo como pediatra, y en realidad así fue que se seleccionó una cohorte de familias lideradas por mamás que se alineaban a las evidencias, pero que requerían, de cualquier manera, ser aguantadoras. Sin embargo, estas indicaciones eran parte de su lucha constante, de todos los días. Una lucha a favor de los pacientes por contener la resistencia a los antibióticos, por frenar el abuso de los medicamentos, por frenar el abuso de la tecnología en la medicina.

Su lucha por la salud de los niños la dio con cada paciente, con cada familia, en las instituciones, en el Hospital de Pediatría, en la UNAM, en la Secretaría de Salud. Y a su familia, siempre nos hacía partícipes de su lucha.

En los niños veía la posibilidad de un futuro mejor. Y su labor era cuidar ese futuro. Por eso encontraba que, como grupo, los niños eran frecuentemente marginados, en sus necesidades, en su acceso a la salud, justamente en sus posibilidades de desarrollo. Encontraba, así, injusticia contra los niños. Vibraba entonces la necesidad de combatir por las instituciones, y de librar batallas, que por cierto disfrutó, contra la simulación, contra las burocracias que acaban imponiendo intereses ajenos a su esencia.

Gonzalo siempre comentaba de los libros que estaba leyendo. Pero recuerdo muy bien que una ocasión me comentó especialmente de uno que no pudo terminar de leer, por parecerle la descripción de la explotación y la injusticia de una verdad y crudeza intolerables: “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, quien murió hace pocos días.

Gonzalo escribió sobre la muerte. Escribió sobre la muerte de amigos. Acerca de cómo ocurrió, cómo ellos trataron de evitarla, o facilitarla, o de cuando ella les sorprendió.

En su último internamiento, que ocurrió aquí en CMN SXXI en el Hospital de Cardiología, por el problema que resultó su evento final, al saber que el diagnóstico era una tromboembolia pulmonar masiva, y con gran falta de aire para hablar nos dijo:

  • Bueno, pues me voy a mi casa.

  • No, hay que tratarte. Te van a infundir una sustancia para disolver los trombos.

  • Bueno, pues que me la administren, y terminando me voy a mi casa.

  • Pero es que este procedimiento requiere vigilancia.

  • Sí, por eso, me vigilo en mi casa.

  • No… Vigilancia en el hospital, uno o dos días.

  • No, de ninguna manera, yo tengo muchas cosas que hacer. Estoy conduciendo una serie de entrevistas a mis compañeros, y tengo mucho que escribir.

Marcos Gutiérrez de la Barrera

5Gonzalo Gutiérrez, un campeón de la salud pública

Tuve la oportunidad de conocer a Gonzalo en una etapa temprana de mi vida, cuando era estudiante de preparatoria, gracias a la familia Armendares. Gonzalo había sido el pediatra de mi mejor amigo, Pedro Enrique Armendares, hijo de Salvador Armendares, con quien Gonzalo tuvo una amistad de muchos años. No volví a tener contacto personal con Gonzalo hasta que, por sugerencia del mismo Salvador, logré inscribirme en su curso de Infectología en el Hospital de Pediatría del CMN, como alumno de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Gonzalo impartía este curso junto con Onofre Muñoz y Juan Ruiz Gómez, basado en el texto clásico de Kumate-Gutiérrez: “Infectología clínica”. A partir de esa experiencia, tuve hacia Gonzalo el reconocimiento y agradecimiento que se tiene a los grandes maestros. Fue un curso que dejó una agradable y duradera huella en mi formación como médico.

Posteriormente, reencontré su amistad en el famoso Club de la Cantina, al que convocaba mi muy querido maestro y amigo, Ruy Pérez Tamayo. En los últimos años logramos recuperar a Gonzalo para las tertulias mensuales de los amigos, donde sus opiniones enérgicas y siempre liberales eran muy apreciadas. No tuve el privilegio de trabajar directamente con él, pero sí la fortuna de contar con su amistad y su consejo en etapas profesionales complejas y difíciles, y como muchos de sus colaboradores, no me escapé de un buen insulto al contrariarlo.

Hablar de Gonzalo Gutiérrez Trujillo es recordar a un gran mexicano, a un amigo entrañable que tuvo muchas facetas en su vida profesional. Gonzalo tuvo el talento y la inteligencia para transformar la salud de millones de mexicanos con sus ideas y a través de su trabajo. Médico pediatra infectólogo y gran salubrista —por usar un término en el cual él mismo enmarcaba su labor—, se graduó de la Escuela de Salud Pública de México en 1959, y desde entonces llevó en alto el nombre de nuestra escuela. En justa retribución, fue reconocido por esta en 2013 con la “Medalla al Mérito en Salud Pública”, un reconocimiento que nació con el nombre de “Campeón de la Salud Pública”, y que le fue concedido por su trayectoria e importantes logros a favor de la salud de los mexicanos.

Gonzalo nos dejó un gran legado en diferentes áreas de la medicina. Este quedó plasmado, entre otros ámbitos, en 270 artículos científicos y de divulgación en revistas nacionales e internacionales, así como en capítulos de libros médicos y manuales técnicos diversos. Pero quisiera referirme en particular a su aporte en el área de la salud pública.

Gonzalo tuvo una participación destacada en el control de las epidemias de sarampión, en 1989, y de cólera, en 1991. En esta última, su involucramiento fue crucial para implementar el programa de rehidratación oral y la prevención de la diarrea aguda en menores de cinco años, lo que resultó determinante en la reducción de mortalidad por esta causa. También promovió anticipadamente las encuestas seroepidemiológicas, que constataron de manera inequívoca las bajas tasas en la cobertura de vacunación y motivaron esfuerzos muy importantes para su corrección, los cuales culminaron con la creación del Consejo Nacional de Vacunación (CONAVA). Estas mismas encuestas fueron base para la creación del Sistema Nacional de Encuestas de Salud, que se llevan a cabo desde el Instituto Nacional de Salud Pública.

En materia de vacunación, promovió exitosamente la prevención de la difteria en adolescentes mayores de 12 años y en adultos con el impulso a la modificación de la presentación del toxoide tetánico a su forma combinada para la prevención del tétanos y la difteria. Bajo su liderazgo se sustituyó la aplicación de las primeras tres dosis de la vacuna DPT por la vacuna pentavalente de células completas, y durante su gestión en el CONAVA se impulsó la capacitación en atención integrada hacia menores de cinco años a través los centros estatales y regionales de capacitación.

Sin embargo, a mi modo de ver, el proyecto en el que Gonzalo cristalizó su experiencia profesional en salud poblacional y el que constituyó su mayor contribución con la salud pública nacional fue la creación de PrevenIMSS. Al reincorporarse al IMSS, a invitación de Onofre Muñoz, Gonzalo detectó que los programas de salud pública se habían fragmentado y complicado en demasía, que operaban en forma desarticulada y competían entre sí por los escasos recursos. Las actividades de estos reflejaban más la relativa importancia y niveles de autoridad de los directivos responsables de cada programa que las prioridades institucionales o de salud pública. En el anecdotario de PrevenIMSS se cuenta:

“Cuando llegó a la Coordinación, preguntó que cuántos programas de medicina preventiva había. Le dijeron que veintitantos y dijo: ‘a mi edad ya no me los puedo ni quiero aprender, vamos a agruparlos’. Posteriormente, reconoció que esta idea había nacido de sus pláticas con Héctor Guiscafré Gallardo, de quien siempre lamentó el Parkinson que lo alejó tempranamente de la vida profesional.”

Más allá de la anécdota, y en reconocimiento al pensamiento crítico que siempre lo caracterizó, es justo decir que Gonzalo se daba cuenta no solamente de la complejidad de la desarticulación, sino también de la dificultad implícita en comunicar la importancia de las actividades preventivas o de promoción de la salud tanto a los trabajadores como a la población. ¿Cómo motivar a los trabajadores? y ¿cómo motivar a la población a llevar a cabo las tareas relacionadas con el cuidado de su salud? fueron interrogantes que lo ocuparon intensamente esos años durante la creación, diseño y puesta en marcha de PrevenIMSS.

En respuesta a estas preguntas y bajo su liderazgo se generó la idea de programas integrados de salud, un abordaje que facilitaría no solamente la integración de los programas y trabajadores en acciones conjuntas, sino también la participación empoderada e informada por parte de la población. De esta manera, los más de 30 programas que se desarrollaban en el IMSS se agruparon en un marco lógico de acciones a lo largo de la vida y en cinco programas integrados de salud: 1. Salud del niño; 2. Salud del adolescente; 3. Salud de la mujer; 4. Salud del hombre; y 5. Salud del adulto mayor. Para fines de difusión, estos programas se identificaron con el acrónimo PrevenIMSS, un término que resultó tan exitoso que ahora existen OncoIMSS, DiabetIMSS y hasta PrevenISSSTE.

La idea de Gonzalo era que los programas integrados de salud acercaran la promoción de la salud, la nutrición, la prevención y la salud reproductiva a la población, mediante un instrumento de empoderamiento: las cartillas de salud. Las cartillas de salud se convirtieron en un instrumento educativo claro y accesible a todos, principalmente a los derechohabientes. Y, dado que la cartilla empodera a la población para hacerse cargo de su salud, se dio especial importancia a la entrega informada. Las cartillas eran el instrumento donde se plasmaban las responsabilidades del programa y donde los derechohabientes podían verificar su cumplimiento. El lanzamiento de las cartillas se acompañó de numerosos manuales de operación y capacitación para los médicos y enfermeras de la fuerza de trabajo de PrevenIMSS.

¿Por qué los colores de las cartillas? Gonzalo lo explicaba de esta manera: “niños, verde, porque el verde es frescura y el color de todo lo que nace; adolescentes, azul, el color de la ilusión; mujeres, rojo, el color de la pasión; hombres, gris, de la fortaleza que tiene el metal; y adultos mayores, dorado, porque es la edad de ser valioso como el oro”.

A decir de sus colaboradores cercanos

“…a Gonzalo Gutiérrez le gustaba reunirnos en la mesa de trabajo con un videoproyector al centro, y dictaba a su asistente para ir escribiendo en conjunto, renglón por renglón, objetivos, metas, estrategias, componentes y tareas. De mente ágil, todos veíamos la pantalla llenarse de significado al que era fácil aportar, no sólo porque sabía dirigir, sino también porque su fuerte personalidad hacía imposibles las distracciones y la actitud pasiva.”

Las intervenciones del programa se seleccionaron con base en criterios de magnitud, trascendencia, vulnerabilidad y factibilidad. En el diseño participó el personal normativo nacional responsable de los programas de salud pública y de las 37 delegaciones del Instituto. Así se desarrollaron las cartillas de salud y, a través de la entrega informada, se incorporó a los derechohabientes, se organizaron los grupos de autoayuda y se lanzó una gran campaña de comunicación social para promover los servicios relacionados con PrevenIMSS y la participación de la población.

Bajo la guía y el liderazgo de Gonzalo también se modernizaron los sistemas institucionales de información estadística, y se modificó la manera de registrar las acciones: del palomeo tradicional a la captura por derechohabiente. Esto posibilitó la estimación de coberturas de acciones preventivas por médico familiar, unidad y adscripción.

En la actualidad, el legado de Gonzalo aún cuida y mantiene la salud de más de 50 millones de mexicanos de todas las edades, y sienta las condiciones para una mejor salud de las futuras generaciones. Gonzalo fue un salubrista incansable, que con su trayectoria y logros nos hace recordar el gran valor que tiene la salud pública. Fue, sin duda, un campeón de la salud pública, y su vida es un modelo para las generaciones futuras de salubristas.

Algunos de sus colaboradores directos me han contado que Gonzalo citaba con frecuencia a Faulkner: “La sabiduría suprema es tener sueños bastante grandes para no perderlos de vista mientras se persiguen”. Ciertamente, Gonzalo Gutiérrez persiguió sueños muy grandes que nos dejaron, para fortuna de todos, logros de igual dimensión que constituyen un gran legado para la salud pública nacional.

Mauricio Hernández

6El escritor

En este homenaje a la memoria de Gonzalo Gutiérrez, el Dr. Onofre Muñoz me invito a hablar muy brevemente sobre su obra como escritor. Como soy muy disciplinado y obediente, eso es lo que voy hacer. Para introducir todo lo que sigue, diré que Gonzalo y yo nos conocimos hace ya muchos años, que fuimos muy buenos amigos, y que coincidimos en muchas cosas, de las que solo mencionaré dos: ambos fuimos fieles miembros de la Junta de Gobierno de la UNAM en la década de los 80-90, y también ambos fuimos miembros del celebrado Club de la Cantina, aunque Gonzalo lo fue en forma irregular.

La faceta de escritor de Gonzalo Gutiérrez se inició un poco tarde en su vida, aunque en más de uno de sus libros nos dice que cuando joven quería ser poeta, lo que lo confirma como miembro de la especie Homo sapiens, una de cuyas características especificas es la poesía, porque hasta donde yo sé, no hay chimpancés, árboles o bacterias poetas. Gonzalo descubrió que era un escritor nato cuando se retiró de sus muchas otras actividades más o menos profesionales, que ya han sido relatadas. Creo recordar que fue en los años en que coincidimos como miembros de la Junta de la UNAM (entre 1983 y 1993) que Gonzalo y yo descubrimos que padecíamos de la misma enfermedad, conocida desde los tiempos clásicos como insanabile scribendis cacoethes, y que a partir de la invención de la imprenta por Guttenberg se tradujo a varios idiomas. En español se conoce como “horror a la página en blanco”. Esta enfermedad es crónica, progresiva e incurable, y se caracteriza porque los sujetos que la sufren no toleran una página no escrita (hoy debemos agregar a la pantalla vacía de la computadora), y arremeten de manera incontrolable en contra de ella llenándola de toda clase de letras, páginas y hasta garabatos y figuras.

Cuando yo lo conocí, Gonzalo sufría de una forma benigna de esta enfermedad, y creo que se acercó a hablar sobre el tema conmigo porque diagnosticó (con su habitual ojo clínico) que yo la padecía de manera casi dominante, y a veces hasta paroxística. De este acercamiento surgió una amistad entrañable, claramente fraternal, aunque yo era unos años mayor que él. Desde entonces me habló de su interés por escribir, de su pasión por la poesía (en especial, la de Ramón López Velarde) y hasta me enseñó algunos de sus sonetos juveniles. Pero la urgencia de Gonzalo no era poética, sino más bien en prosa; no de ficción, sino más bien histórica; y no de los hechos sociales y políticos del mundo ancho y ajeno, sino más bien de los orígenes de su familia, de los de su esposa, y sobre todo de él mismo, como causa y consecuencia de toda su experiencia como individuo inmerso en su profesión, en su cultura y en la historia de su país, particularmente la que le había tocado vivir. Había leído con devoción los textos de Luis González y González sobre la microhistoria, y estaba convencido de que uno de sus principales deberes cívicos era dejar constancia de su experiencia y de su análisis crítico de nuestra realidad.

¿Cómo lo hizo? ¿Cómo cumplió Gonzalo con esa tarea personal autoimpuesta, con esa meta que trató de alcanzar en las dos últimas décadas de su vida? En mi opinión, lo hizo muy bien, maravillosamente bien, en los cinco libros que escribió: “Caminando entre ruinas. Memorias de un defeño” (2009); “Caminando entre ruinas. Memorias de un defeño. Segunda parte” (2013); “Un peregrino en busca de sus raíces” (2011); La guerra de Nahui Olín y otros Amores” (2011); “Los muertos que no olvidamos” (2012). En estos textos Gonzalo aparece con sombrero de charro, retratado con sus nietos y con sus caballos, con sus hermanos y miembros de su familia, y también incluye fotos de las ruinas de las haciendas que les pertenecieron, de las calles de Tacubaya, donde vivió parte de su infancia y juventud, y una foto encantadora del día de su boda con Gina. Estos libros no se tratan solamente de él, de sus ancestros y de su familia antigua y más reciente, de sus hijos y de sus nietecitos, sino de todos nosotros, los mexicanos que coincidimos en el tiempo con él.

Por último, felicito a la Academia Nacional de Medicina por haber patrocinado este homenaje a Gonzalo Gutiérrez Trujillo. Agradezco a Onofre Muñoz su invitación para participar en él en tan grata compañía. Y termino diciendo que creo que a Gonzalo le hubiera dado mucho gusto estar aquí hoy.

Ruy Pérez Tamayo

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