Pacientes y métodos. Se estudiaron, con carácter prospectivo y seleccionados al azar, 30 pacientes con obesidad mórbida, 14 incluidos en el grupo gastroplastia vertical anillada y 16 en el grupo derivación biliopancreática, ambos de edades y pesos semejantes. Se analizaron conjunta e individualmente según el tipo de obesidad, la evolución ponderal absoluta, el índice de masa corporal y la pérdida de sobrepeso, así como las secuelas nutricionales, reconversiones y modificaciones de la calidad de vida a los 5 años como mínimo de la intervención.
Resultados. El peso medio y el índice de masa corporal final fueron mayores en el grupo gastroplastia vertical anillada (114 ± 59 kg; 44 ± 14 kg/m2) que en el grupo derivación biliopancreática (92 ± 19 kg; 36 ± 14 kg/m2). En los pacientes superobesos ambos parámetros fueron claramente mejores en el grupo tratado con derivación biliopancreática (100 ± 15 kg; 40 ± 6 kg/m2) que en el tratado con gastroplastia vertical anillada (127 ± 25 kg; 50 ± 7,4 kg/m2). En la valoración individual, el 25% de los obesos mórbidos tratados con gastroplastia vertical anillada alcanzaron un índice de masa corporal inferior a 35, frente al 100% de los tratados con derivación biliopancreática, mientras que ninguno de los superobesos del grupo gastroplastia vertical anillada tuvo un índice de masa corporal inferior a 40 frente al 71% de los intervenidos con derivación biliopancreática. Considerando el porcentaje de éxitos y fracasos respecto al índice de masa corporal, el 50% de los obesos mórbidos y el 100% de los superobesos intervenidos con gastroplastia vertical anillada se clasificaron como fracaso, frente al 0% de los obesos mórbidos y 38% de los superobesos intervenidos con derivación biliopancreática. Teniendo en cuenta la pérdida de sobrepeso, el 90% de los pacientes del grupo gastroplastia vertical anillada serían considerados como fracaso, frente al 25% del grupo derivación biliopancreática, y separados respecto al grado de obesidad, el 75% de los obesos mórbidos y el 100% de los operados con gastroplastia vertical anillada fracasaron frente al 0% de los obesos mórbidos y el 30% de los superobesos intervenidos con derivación biliopancreática.
Tres de los pacientes operados mediante gastroplastia vertical anillada con grapado mediante TA bariátrico fueron intervenidos por fístula gastrogástrica, el 35% presentaron vómitos diarios o semanales y el 25% reflujo sintomático que requirió tratamiento médico. Ningún paciente operado con derivación biliopancreática fue reintervenido por secuelas graves, y en un 18% se apreció esteatorrea-diarrea no invalidante. El porcentaje de anemia-ferropenia, hipozinquemia e hipoavitaminosis A subclínica fue similar en ambos grupos. En los tres pacientes con gastroplastia vertical anillada reconvertidos a derivación biliopancreática se obtuvieron resultados excelentes.
Conclusiones. La derivación biliopancreática supera claramente a largo plazo a la gastroplastia vertical anillada, técnica que no debería ser ofrecida nunca a pacientes superobesos o con un índice de masa corporal superior a 45. La técnica de elección es, en nuestra opinión, la derivación biliopancreática, que con experiencia y un adecuado seguimiento produce unas secuelas específicas mínimas mucho más tolerables que las aparecidas con gastroplastia vertical anillada. La determinación individual del índice de masa corporal y de la pérdida de sobrepeso permite valorar me
Patients and methods. A series of 30 randomly selected patients with morbid obesity were studied prospectively. VBG had been performed in 14 and BPD in 16. The two groups were similar in terms of age and weight. The patients were compared according to group and individually in terms of type of obesity, changes in ponderal index, body mass index (BMI) and weight loss, as well as dietary sequelae, cases of conversion and changes in quality of life at least five years after the surgical procedure.
Results. The mean weight and the final BMI were greater in the VBG group (114 ± 59 kg and 44 ± kg/m2, respectively) than in the BPD group (92 ± 19 kg and 36 ± 14 kg/m2). Superobese patients treated with BPD presented clearly better results in these two parameters (100 ± 15 kg and 40 ± 6 kg/m2, respectively) than those subjected to VBG (127 ± 25 kg and 50 ± 7.4 kg/m2). When the patients were assessed individually, 25% of those treated with VBG reached a BMI of less than 35, versus 100% of those treated with BPD. While none of the superobese patients in the VBG group came to have a BMI of less than 40, this outcome was achieved by 71% of those who underwent BPD. In terms of the final BMI, treatment was considered to have been a failure in 50% of the morbidly obese and 100% of the superobese patients subjected to VBG, while in the BPD group, failures were recorded in none of the morbidly obese patients and in 38% of the superobese. When weight loss was considered, the failure rates were 90% in the VBG group and 25% in the BPD group. Assessment of the patients in these two groups according to the degree of obesity revealed failure rates of 75% and 100% in the morbidly obese and superobese patients, respectively, treated with VBG, while these figures were 0% and 30%, respectively, in the BPG group.
Three of the patients subjected to VBG by means of a bariatric technique involving stapling required subsequent surgery to treat gastric fistula. Thirty-five percent of the patients present daily or weekly vomiting episodes and 25% complain of symptomatic reflux requiring medical treatment. None of the patients in the BPD group have required surgery to treat severe sequelae, although 18% have developed nondisabling steatorrhea and/or diarrhea. The incidences of iron deficiency anemia, zinc deficiency or vitamin A deficiency are similar in the two groups. The outcome in the three patients in which VBG was converted to BPD is excellent.
Conclusions. The long-term results with BPD are clearly superior to those of VBG, a technique that should never be offered to superobese patients or those with BMI of more than 45. In our opinion, the technique of choice is BPD which, when performed by an experienced surgeon and correctly monitored postoperatively, produces much more tolerable specific sequelae than those associated with VBG. BMI and weight loss are valuable factors in the assessment of the outcome