metricas
covid
Buscar en
Cirugía Española
Toda la web
Inicio Cirugía Española Diagnóstico, manejo y tratamiento de las lesiones cervicales traumáticas
Información de la revista
Vol. 97. Núm. 9.
Páginas 489-500 (noviembre 2019)
Visitas
122975
Vol. 97. Núm. 9.
Páginas 489-500 (noviembre 2019)
Revisión sistemática
Acceso a texto completo
Diagnóstico, manejo y tratamiento de las lesiones cervicales traumáticas
Diagnosis, management and treatment of neck trauma
Visitas
122975
Patrizio Petrone
Autor para correspondencia
, Leyre Velaz-Pardo, Amir Gendy, Laura Velcu, Collin E.M. Brathwaite, D’Andrea K. Joseph
Department of Surgery, NYU Winthrop Hospital, NYU Long Island School of Medicine, Mineola, Nueva YorkEE. UU.
Este artículo ha recibido
Información del artículo
Resumen
Texto completo
Bibliografía
Descargar PDF
Estadísticas
Figuras (4)
Mostrar másMostrar menos
Tablas (3)
Tabla 1. Zonas del cuello
Tabla 2. Demografía y mecanismo de acción
Tabla 3. Número de pacientes por zonas del cuello
Mostrar másMostrar menos
Resumen

Las lesiones cervicales traumáticas suponen un 5-10% del total de las lesiones traumáticas y acarrean una alta tasa de morbimortalidad, debido a que varias estructuras vitales pueden resultar dañadas. En la actualidad existen varias corrientes de tratamiento, basadas en el manejo inicial por zonas, manejo inicial no basado en zonas y el manejo conservador de pacientes seleccionados. El objetivo de esta revisión sistemática es describir el tratamiento de las lesiones cervicales traumáticas.

Palabras clave:
Lesiones cervicales
Traumatismo
Diagnóstico
Manejo
Tratamiento
Abstract

Trauma injuries to the neck account for 5-10% of all trauma injuries and carry a high rate of morbidity and mortality, as several vital structures can be damaged. Currently, there are several treatment approaches based on initial management by zones, initial management not based on zones and conservative management of selected patients. The objective of this systematic review is to describe the management of neck trauma.

Keywords:
Neck injuries
Trauma
Diagnosis
Management
Treatment
Texto completo
Introducción

Las lesiones de cuello en pacientes que han sufrido un trauma tanto contuso como penetrante no son frecuentes, aunque su morbimortalidad es alta1,2. El manejo de estas lesiones ha evolucionado a lo largo de la historia, mejorando su supervivencia y su morbilidad. Desde que en 1522 Ambrose Paré describe la ligadura de arteria carótida como procedimiento quirúrgico para el control de una hemorragia cervical producida por la herida de una espada, a pesar de su alta morbimortalidad, esta técnica fue la de elección, incluso durante la I Guerra Mundial3,4. No fue hasta la II Guerra Mundial cuando se instauró la reparación de la arteria carótida como tratamiento5. Además, se comprobó cómo la actitud expectante había hecho que pasaran inadvertidas muchas lesiones vasculares y neurológicas, por lo que la exploración quirúrgica se convirtió en el tratamiento de elección hasta los años 90, donde empezaron a poner en entredicho este manejo ya que muchas exploraciones no evidenciaban lesiones6. También se instauró el manejo de las lesiones cervicales por zonas (fig. 1 y tabla 1)7,8, y actualmente está en discusión tanto el manejo conservador en pacientes seleccionados9, como el manejo «sin zonas»10,11. El objetivo de este trabajo fue realizar una revisión de la literatura sobre el manejo de las lesiones traumáticas de cuello, con excepción de las lesiones medulares y óseas.

Figura 1.

Zonas anatómicas del cuello. Fuente: Monson et al.69.

(0.12MB).
Tabla 1.

Zonas del cuello

Zona  Límites anatómicos  Estructuras 
Clavículas y esternón --> Cartílago cricoides  Carótida proximal, arterias vertebrales y subclavia, venas, innominada y yugular, médula espinal, nervio laríngeo recurrente y X par creaneal, tráquea, esófago, y conducto torácico 
II  Cartílago cricoides --> Ángulo de la mandíbula  Arterias carótidas y vertebrales, venas yugulares, médula espinal, nervio laríngeo recurrente y X par craneal, hipofaringe y esófago 
III  Ángulo mandíbula --> Base del cráneo  Arterias carótidas y vertebrales, venas yugulares, médula espinal, IX-XII pares craneales y tronco simpático 
Métodos

Se ha realizado una revisión sistemática de la literatura empleando la base de datos SCOPUS bajo los criterios que establecen sus revisores, realizando búsquedas tanto generalizadas como por órgano. Para ello se han utilizado las siguientes palabras clave: neck zones traumatic injuries, penetrating neck trauma, blunt neck trauma, thyroid, cervical trachea, cervical esophagus, cervical jugular, cervical carotid, combinado con management traumatic injuries. Posteriormente se realizó una revisión manual excluyendo las publicaciones no aplicadas a humanos, reportes de casos clínicos, revisiones de la literatura, pacientes en edad pediátrica, y aquellas publicaciones en idiomas diferentes al inglés y el español, realizando una revisión minuciosa desde 1960 hasta 2018 inclusive (fig. 2).

Figura 2.

Proceso de selección de artículos.

(0.58MB).
Demografía

La incidencia de las lesiones traumáticas en el cuello varía según la población estudiada y según la región en la que se realice el estudio. En nuestra revisión la incidencia fue más elevada en los hombres con una media de 30,5 años de edad (tabla 2).

Tabla 2.

Demografía y mecanismo de acción

Autor (año)  Totaln  Traumatismo penetranten  Arma de fuegon  Arma blancan  Otrosn  Traumatismo cerradon  Hombren  Mujern  Edad media 
Madsen (2018)9  76  76  10  66  67  28 
Jain (2018)12  15  15  14  11   
Sachdeva (2017)13  17  12  11  14   
Madsen (2016)14  510  510  58  452  462  48  30 
de Regloix (2016)8  55  55  31  15  46  32 
Teixeira (2016)15  161  161  29  126  143  18  26 
Schroll (2015)16  45  45  31  14      36 
Siau (2013)17  25  25  17  17  35 
Weppner (2013)18  77  77  27  49      25 
Harris (2012)19  31  31  22  29  30 
Soliman (2012)20  163  163  115  48  144  19  28 
Van Waes (2011)21  77  77  17  67        25 
Brennan (2010)22  112  112  29  77  110   
Ahmed (2009)23  225  225  58  151  16  209  16  28 
Osborn (2008)24  120  120  31  89  89  31  34 
Thoma (2008)25  203  203  42  159  184  19  30 
Bell (2007)26  134  134  31  103  89  31  34 
Fox (2006)27  63  63  13  50  62  27 
Inarva (2006)28  106  106  70  36  94  12  35 
Navsaria (2006)29  17  17  15  14  31 
Pakarinen (2006)30  85  85  77  68  17  40 
Woo (2005)31  130  130  57  66  111  19  31 
Weitzel (2004)32  240  240  60  168  12  202  38  32 
Nason (2001)33  130  130  124  109  21  29 
Sekharan (2000)34  145  145  52  90       
Biffl (1997)35  312  312  74  233  276  33  31 
Irish (1997)36  85  66  43  18  19  77  34 
Montalvo (1996)37  52  52  30  22  42  10  32 
Sofianos (1996)38  75  75  75  68  27 
Demetriades (1995)39  82  82  43  39  66  16  31 
Demetriades (1993)40  335  335  39  296  304  31  28 
Luntz (1993)41  21  21  13      27 
Mansour (1991)42  188  188  44  144  162  26  31 
Rivers (1988)43  61  61  34  27  44   
Meyer (1987)44  120  120  44  72  110  10  27 
Jurkovich (1985)45  100  100  47  53  85  15  29 
Ordog (1985)46  110  110  110  93  17  29 
Sclafani (1985)47  46  46  43  43  29 
Golueke (1984)48  160  160  81  72      28 
Narrod (1984)49  152  152  55  197  125  27  31 
Narrod (1984)50  77  77  22  51  59  18  32 
Prakashchandra (1983)51  136  136  56  76  60  121  15   
Ibraheem (2018)10  337  337  104  233  273  64  30 
Kasbekar (2017)52  63  63  30  33      33 
Bodanapally (2016)53  102  102  50  52  91  11  29 
Princhayudh (2015)11  86  86  16  64  77  27 
Cobzeanu (2013)54  27  15  15  12  21  47 
Meghoo (2012)66  199  199  199       
Walsh (1994)55  27  27  25  23  22 
Goldberg (1991)56  94  94  82       
Ngakane (1990)57  109  109  12  90  95  14  30 
Demetriades (1985)58  271  275  262      28 
Ayuyao (1985)59  257  257  119  138  240  17  33 
Metzdorff (1984)60  83  83  17  45  21  73  10  35 
Belinkie (1983)61  44  44  19  19  38  31 
Merion (1981)62  65  65  36  19  10  52  13  31 
Campbell (1980)63  108  108  106  96  29 
Knightly (1976)64  116  116  34  82  99  17   
Resultados:  7062  703099,5%  201728.7%  454964,7%  445*6.3%  36  512787,2%  75312.8%  30.5Media 
*

Solo están contabilizados el total de traumatismos por explosivos.

Por otro lado, la incidencia en la población militar durante un conflicto armado varía entre 5% y 30%, aunque esta cifra varía debido probablemente a la mejora de las protecciones del resto del cuerpo y al uso de nuevos explosivos8,65,66. La incidencia descrita en poblaciones civiles de Europa y Estados Unidos varía entre el 1% y el 10%1,20,32,52. En estudios realizados en el Sur de África, no se especifica el porcentaje de lesiones en el cuello respecto a otras zonas. Sin embargo, sus estudios cuentan con un número elevado de pacientes, por lo que probablemente su incidencia sea mayor14,67.

Mecanismo de lesión

La mayoría de los artículos analizados hacen referencia al mecanismo penetrante, dividiendo este en heridas por arma de fuego y heridas por arma blanca. Las heridas por arma blanca son más frecuentes, y las heridas por arma de fuego tienden a ser más graves y a acompañarse de lesiones asociadas. Las explosiones son otro mecanismo de lesión penetrante descrito en estudios de poblaciones que se encuentran en conflictos armados.

Pocos estudios hacen referencia al traumatismo cerrado36, siendo el producido por estrangulamiento68 y por accidentes de tráfico36 los más frecuentes. Estos producen menos lesiones y tienen menos complicaciones que los traumatismos penetrantes36 (tabla 2).

Manejo

Las zonas anatómicas del cuello para el manejo de las lesiones traumáticas fueron descritas por Monson en 196969 (fig. 1) y en la actualidad se continúan usando para clasificar las lesiones traumáticas de cuello8 (tabla 1).

Tras los resultados obtenidos en la II Guerra Mundial con la actitud expectante, algunos estudios abogaban por realizar exploración quirúrgica en todos aquellos pacientes que presentaran lesiones traumáticas cervicales51,55,64. Sin embargo el porcentaje de exploraciones negativas era elevado (40-89%)25,30,33,42,44,45,48,52,59–62, y posteriormente se ha demostrado que el manejo conservador en pacientes seleccionados no aumenta la morbimortalidad43,45,48,49.

El manejo de las lesiones cervicales traumáticas es diferente dependiendo de la zona del cuello de que se trate, de la estabilidad hemodinámica del paciente y de los signos clínicos que presente, ya sea los denominados signos duros (sangrado activo pulsátil, hematoma expansible, ausencia de pulso carotídeo, soplo o thrill vascular, isquemia cerebral), o bien los signos blandos (historia de sangrado en la escena, trauma en territorio vascular, hematoma pequeño no pulsátil).

Su manejo inicial se realiza según el protocolo del Advanced Trauma Life Support (ATLS®) del American College of Surgeons14,19,25,26,54,55, asegurando la vía aérea y taponando las heridas con hemorragias activas12,23,35,41,42, así como también siguiendo el protocolo del Definitive Surgical Trauma Care (DSTC®), en cuyo Manual se establecen las pautas actuales de valoración y tratamiento de estos pacientes. Varios de los estudios revisados hacen referencia al manejo dependiendo de la zona anatómica en la que se encuentre la lesión. La figura 3 muestra un algoritmo de manejo para este tipo de lesiones.

Figura 3.

Algoritmo de manejo de las lesiones cervicales.

(0.15MB).
Zona I

Las lesiones en esta zona presentan una alta mortalidad (12%)36,51, ya que pueden afectar al mediastino, grandes vasos intratorácicos y el árbol traqueobronquial. Estas pueden pasar desapercibidas durante la exploración del paciente, por lo que es importante el uso de pruebas complementarias para su diagnóstico40,44,45, como la angiografía23,36,39,48–50 en caso de que el paciente esté hemodinámicamente estable. Ya que es una prueba complementaria invasiva, se propone el uso de la ecografía doppler (ED) para descartar lesiones vasculares, y realizar una angiografía solo en caso de hallazgos positivos en la ED37. Es una zona de difícil acceso quirúrgico, por lo que en caso de lesiones vasculares se aconseja el uso de Radiología Intervencionista cuando se encuentre disponible17,19,38. En caso de requerir tratamiento quirúrgico, suele combinarse el abordaje torácico y cervical26: esternotomía media, toracotomía anterior, resección clavicular o resección de la primera costilla35,42,44,46,51. Se recomienda la presencia de un cirujano cardiotorácico17.

En pacientes asintomáticos sin evidencia de lesión, está indicado el manejo conservador38 que consiste en observación durante 24-48h, sutura de heridas si fuera necesario, considerar cobertura antibiótica y vacuna antitetánica.

Zona II

Es la zona anatómica más frecuentemente afectada tanto en ámbitos civiles como en áreas de conflicto armado (tabla 3). Debido a que esta zona tiene fácil acceso, se recomienda su exploración quirúrgica en todos los pacientes sintomáticos, sin necesidad de realizar pruebas complementarias, excepto si se acompañan de lesiones en otras zonas o lesiones múltiples35,49. También se propone la ED como primera prueba diagnóstica en pacientes estables, previo al uso de la angiografía37.

Tabla 3.

Número de pacientes por zonas del cuello

Zona  Pacientes n  Porcentaje 
765  17,5 
II  2549  58,4 
III  759  17,4 
Múltiples  292  6,7 

Posteriormente, dado que esta zona está expuesta, se propone que en aquellos pacientes asintomáticos no es necesaria la realización de pruebas complementarias, ya que las lesiones ocultas en esta zona son infrecuentes (0,9%), indicando un manejo conservador selectivo34,35,38,45,49,50.

En pacientes inestables, o sintomáticos con exploración y/o pruebas diagnósticas positivas, está indicada la exploración quirúrgica abordando esta zona mediante cervicotomía paralela al borde anterior del músculo esternocleidomastoideo26,30,38,42,44,46,49.

Zona III

La exposición quirúrgica de esta zona es complicada y puede conllevar lesiones iatrogénicas que pasen inadvertidas. Las lesiones en esta zona pueden causar secuelas neurológicas centrales como coma, hemiparesia, afasia y lesiones de los pares craneales47.

En pacientes estables se aconseja realizar una angiografía23,35,39,45,47–49 para determinar si hay una lesión vascular y en caso de confirmarse, identificar su localización y planificar la intervención quirúrgica36,47. En caso de que la angiografía sea negativa, se desaconseja realizar exploración quirúrgica47. Las lesiones diagnosticadas a veces no son abordables quirúrgicamente, pero son tratables mediante Radiología Intervencionista17,19,35,47,48.

Los pacientes inestables o sintomáticos con evidencia de lesiones que requieran tratamiento quirúrgico, a veces necesitan abordajes agresivos para una buena exposición: incisión horizontal para exponer la base del cráneo, resección mandibular, dislocación mandibular e incluso craneotomía26,44. En pacientes asintomáticos se aconseja observación durante 24-48h, sutura de heridas si es necesario y considerar cobertura antibiótica y vacuna antitetánica17.

Manejo conservador

Conforme se va demostrando que el manejo conservador selectivo es seguro, aunque las lesiones cervicales continúan clasificándose por zonas, su manejo deja de serlo, pasándose a elaborar protocolos de actuación dependiendo de los criterios de gravedad de los signos y los hallazgos de las pruebas complementarias.

El manejo continúa siendo quirúrgico en aquellos pacientes inestables y en los que presentan signos graves como sangrado activo, hematoma pulsátil o en expansión, síntomas neurológicos, hematemesis, o fuga de aire a través de la herida, sin importar la zona afectada por la lesión5,9,11,19,20,23-26,28.

Se propone manejo conservador inicial en pacientes estables, que puede variar desde la mera observación hasta la necesidad de realizar pruebas complementarias invasivas como la endoscopia y la angiografía17,19,33,41,45,46.

En los pacientes asintomáticos se propone observación únicamente, ya que muy bajo porcentaje va a necesitar posteriormente una intervención quirúrgica (0-1%)19,21,23,35,40,42,44 y la mortalidad reportada es del 0-1,6%19,21,23,25,28,30,35,38,39,44,58. Los pacientes operados con exploraciones negativas, tienen una estancia postoperatoria significativamente más larga que aquellos que han sido observados19,30,35,39,87. Aun con el manejo conservador selectivo, un 19-38% de las exploraciones cervicales fueron negativas10,19,20,28.

Pruebas diagnósticas

La angiografía comenzó siendo el gold standard para el diagnóstico de las lesiones vasculares, manteniéndose hasta 200824. Sin embargo se desestimó como método de cribado ya que muchas suelen ser negativas, tienen un alto coste económico, y presenta complicaciones como hematomas, vasoespasmo, émbolos de placas de ateroma, trombosis y disección arterial26. Posteriormente se ha instaurado la angiotomografía axial computarizada (angio-TAC) como prueba diagnóstica inicial. Tiene la ventaja de estar disponible en la mayoría de los centros, se puede realizar en 2-3 minutos, y permite explorar tanto los vasos como los tejidos blandos y los huesos. Presenta una sensibilidad y especificidad para las lesiones vasculares del 90-100%21,22,24,26 y tiene una sensibilidad del 83-100% y una especificidad del 98,6-100% para determinar qué pacientes sintomáticos necesitan una exploración quirúrgica11,16. La angio-TAC ha sustituido a la angiografía como primera prueba diagnóstica en muchos centros11,15,16,18,19,21,22,24,26.

Con el uso creciente de la angio-TAC, la necesidad de realizar pruebas complementarias invasivas disminuye de forma significativa, así como el número de exploraciones cervicales, y de estas, el número de exploraciones cervicales negativas8,19,21,24–26,28,31.

Existen algunos estudios de pacientes a los que se les había realizado una angio-TAC previa decisión de realizar exploración quirúrgica. En este grupo ninguna exploración fue negativa. Sin embargo, en el grupo restante 36-40% de las exploraciones cervicales fueron negativas16,22.

Tratamiento quirúrgico

Conforme van mejorando los protocolos de actuación para realizar un manejo conservador selectivo, el porcentaje de pacientes que no requieren exploración quirúrgica aumenta (74-78%)19,25.

La exploración física junto con la realización de pruebas complementarias parece suficiente para decidir si realizar intervención quirúrgica u observación23. Los síntomas clínicos graves como predictores de una lesión grave, tienen una sensibilidad del 96-97,2% y una especificidad del 87,4-97,2%22,23,66. Los síntomas graves junto con los hallazgos de las pruebas complementarias tienen una sensibilidad del 100%, y su ausencia tienen un valor predictivo negativo del 100%19. La angio-TAC tiene sensibilidad y especificidad para diagnosticar lesiones aereodigestivas del 76 y 97%, respectivamente53.

En aquellos pacientes que presentan sangrado activo, es útil el uso de un catéter Foley para la estabilización inicial del paciente, y así poder realizar pruebas complementarias y determinar si es necesario o no realizar una intervención quirúrgica urgente21,25,29. Aquellos pacientes en los que se controla el sangrado, y no se evidencia lesión arterial en la arteriografía, o angio-TAC, se da por supuesto que la lesión es venosa, evitándose una intervención quirúrgica urgente, y retirando el catéter a las 48-72h en quirófano9,21,25,29. Comparando los resultados del uso de catéter Foley con la presión externa junto con fármacos procoagulantes, no se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre el número de hemorragias controladas inicialmente. Sin embargo, el porcentaje de resangrado es significativamente mayor en aquellos pacientes en los que se ejerció presión externa (7% Foley vs. 26% presión externa)18.

Tratamiento por órganosLesiones en vía aérea

Para asegurar la vía aérea, se aconseja intubación orotraqueal de ser necesario, y si no fuera posible, una cricotiroidotomía urgente25, siendo más segura la técnica quirúrgica que la percutánea70. La secuencia rápida de intubación orotraqueal es la más usada tanto en al ámbito prehospitalario (69-77%)24,26,71 como hospitalario (81%)72–74, siendo considerada como una técnica segura (88-100%)73–75. Sin embargo, no se han encontrado diferencias estadísticamente significativas entre las distintas técnicas para asegurar la vía aérea76. La intubación nasotraqueal a ciegas prehospitalaria también es una opción segura32.

Las lesiones laringotraqueales son infrecuentes y son causadas principalmente por traumatismos cerrados77–84. Las lesiones de la faringe y laringe suelen ser fácilmente diagnosticadas durante la exploración. La ausencia de signos clínicos (sangre en la boca, odinofagia, disfagia, herida transcervical), tiene un valor predictivo negativo del 91 al 95%25. Evolucionan satisfactoriamente con manejo conservador (sonda nasogástrica, nutrición enteral y antibioterapia)21,25,53,83,85–89.

La fractura del cartílago tiroides es una de las lesiones más frecuentes encontradas en las exploraciones quirúrgicas tras traumatismo cerrado90. Se aconseja tratamiento quirúrgico en aquellas que presentan desplazamiento77. La glándula tiroides se daña con frecuencia; sin embargo, su lesión no pone en riesgo la vida el paciente91,92.

La mayoría de las lesiones traqueales tienen indicación de manejo quirúrgico79,80,82,93–95. Solo en las lesiones iatrogénicas y en aquellas que cumplen criterios estrictos, se justifica el manejo conservador96,97.

Lesiones esofágicas

La ausencia de disfagia y saliva en la herida, junto con resultados negativos de las pruebas complementarias (esofagograma y endoscopia) tienen un valor predictivo de 98%25. La endoscopia flexible tiene una sensibilidad del 100% y una especificidad del 94% para el diagnóstico de lesiones esofágicas tras un traumatismo98 aunque no siempre se puede realizar en estos pacientes99. Respecto a la angio-TAC, se han reportado rangos muy amplios de sensibilidad para el diagnóstico de lesiones esofágicas cervicales (50-100%)28,53.

La mayoría de los autores abogan por el tratamiento quirúrgico de estas

lesiones22,25,99–104 en menos de 24h, ya que una mayor demora acarrea un aumento de la morbimortalidad de forma significativa105–108.

Lesiones vasculares

La mayoría de los pacientes que requieren una intervención quirúrgica se debe a afectación vascular20,22,24–26,58,61. Para descartar lesiones vasculares mayores, es suficiente la exploración física25,34,40.

Las lesiones penetrantes de la carótida interna se deben intentar reparar en los pacientes no comatosos, a menos que el paciente esté inestable109–111 ya que su ligadura produce déficits neurológicos y muerte111,112. Sin embargo, las lesiones de la carótida externa o sus ramas, se pueden tratar mediante ligadura26.

Las lesiones de arterias vertebrales requieren exploración quirúrgica en pacientes inestables. Estas arterias pueden ser bien visualizadas mediante angio-TAC113–115. En caso de evidenciarse una lesión, se aconseja realizar una angiografía ya que evita exploraciones quirúrgicas innecesarias y permiten el tratamiento endovascular (morbilidad 0,5%, mortalidad 0%)116.

Las lesiones venosas de grandes vasos aisladas (vena subclavia y yugular interna) pueden ser manejadas con observación en aquellos pacientes estables9,28,66, y con control del sangrado con catéter Foley en aquellos inestables, retirándolo a las 48-72 horas9. En caso de no lograr controlar el sangrado con Foley, o presentar lesiones arteriales o del tracto aerodigestivo acompañantes, requerirán una intervención quirúrgica urgente53. Aunque la ligadura de las venas inicialmente pueda producir edema, esta condición se resuelve a lo largo de los días110,117.

La trombosis arterial de los vasos cervicales tras un traumatismo cerrado es una entidad conocida aunque con baja incidencia (carótida 0,1-3%)115,118–121. La incidencia en arterias vertebrales es menor y es también menos frecuente que tengan repercusión clínica118,119,122. Se sospecha en aquellos pacientes lúcidos con hemiparesia, hemiplejia, síndrome de Horner, soplo carotídeo, con TAC cerebral normal que no explique sus déficits neurológicos, y la presencia de fracturas de cráneo y cara que afecten al territorio de la arteria carótida interna123. El dolor cervical no suele ser un síntoma relacionado con esta patología118–119. Tanto la angio-TAC como la ED pueden no mostrar alteraciones en las arterias dañadas durante las primeras 12 horas118,119,123. La resonancia magnética (RM) es capaz de diagnosticar estas lesiones de forma más precoz118. Sin embargo, la angiografía continúa siendo el gold standard118,119 debido a su sensibilidad121. La anticoagulación y/o antiagregación parece ser la terapia más beneficiosa119,120,124.

En 1999, Biffl125 propone la siguiente clasificación de lesiones vasculares tras traumatismo cerrado para su pronóstico y tratamiento:

  • -

    Grado I: 2/3 afectación íntima.

  • -

    Grado II: disección o hematoma con estenosis luminal.

  • -

    Grado III: pseudoaneurisma.

  • -

    Grado IV: oclusión completa.

  • -

    Grado V: sección.

En el caso de las lesiones carotídeas, se propone manejo conservador para aquellas de grado I y quirúrgico para las restantes. En las lesiones inaccesibles grados II, III y IV, se recomienda tratamiento con anticoagulación. En las lesiones grados II y III con reducción de la luz, el tratamiento endovascular mediante stents es seguro126,127. Las técnicas endovasculares pueden ser un recurso en caso de lesiones grado V115,125.

Las lesiones vertebrales grados I y II evolucionan satisfactoriamente sin tratamiento128. Mientras que en las lesiones de grados III y IV es necesario el tratamiento con antiagregantes y/o anticoagulantes ya que presentan una mayor tasa de accidentes cerebrovasculares (ACV)129.

Tras un traumatismo cerrado en el que sospechamos que la aorta torácica pueda estar afectada, es importante extender el estudio de angiografía a las carótidas, ya que su lesión se asocia con frecuencia y puede pasar inadvertida130.

Morbimortalidad

La mortalidad global descrita en estos pacientes se ubica entre 3-13%8,9,20,22,32,35,131. Las lesiones laringotraqueales pueden llevar a la muerte de los pacientes y a complicaciones graves como fístulas traqueoesofágicas con aspiración84,93, inmovilización de las cuerdas vocales, estenosis traqueales, disfonía y disfagia prolongada78,79,83,93,131–134.

El diagnóstico tardío de las lesiones esofágicas aumenta la morbimortalidad, provocando complicaciones infecciosas como mediastinitis, abscesos faringoesofágicos, empiemas, fístulas y sepsis73,99,102,105,135.

Aquellos pacientes con lesiones vasculares, pueden morir por exanguinación117. Si una lesión venosa requiere ligadura, pueden desarrollarse edemas en las extremidades superiores siendo más evidente al ligar la vena subclavia117. Si la lesión está en la vena cava superior, se describen edemas en brazos, cuello y cabeza, a pesar de su reparación117. El daño de la arteria carótida interna, puede llevar a lesiones neurológicas permanentes112 ya que producen accidentes cerebrovasculares (embólicos, isquémicos y hemorrágicos)136, siendo más alta la morbimortalidad en aquellos traumatismos penetrantes que en los cerrados112. Las lesiones distales de carótida interna tienen más morbimortalidad que aquellas lesiones de la carótida común112. La oclusión completa de las 2 arterias vertebrales resulta en infarto cerebeloso aunque si una arteria vertebral mantiene su flujo, es raro que esto suceda115,116.

Consideraciones especiales

Aunque la mayoría de los autores abogan por realizar exploración quirúrgica urgente tanto en pacientes inestables como en aquellos con signos graves, Madsen9 y Schroll16 dan un paso más, demostrando que realizar una angio-TAC en aquellos pacientes con signos graves, también disminuye la necesidad de exploraciones quirúrgicas, y en caso de requerirla, facilita su planificación.

Dicho esto, es importante tener en cuenta tanto los recursos del centro donde se atiendan estos pacientes, como su volumen y experiencia. En aquellos centros con bajo volumen, se justifica que el porcentaje de exploraciones cervicales sea más elevado (60%), así como también el de exploraciones negativas (65%). Sería deseable que cada hospital dependiendo de sus recursos y su incidencia, tuviera un protocolo de actuación para este tipo de lesiones y así minimizar las intervenciones quirúrgicas innecesarias30.

Otro escenario diferente para tener en cuenta son las áreas de conflicto armado, con sus peculiaridades, como el tiempo de evacuación de los pacientes a un hospital terciario28. Abogan por el manejo selectivo conservador de estos pacientes, presentando un porcentaje de exploraciones cervicales en torno al 30%, pero hay que tener en cuenta que muchos de estos pacientes requieren intervención quirúrgica urgente por inestabilidad por otras lesiones, y no se les puede realizar angio-TAC previamente22. Proponen el mismo uso de la angio-TAC que en los hospitales civiles28; sin embargo, hay que tener en cuenta que pueden presentar artefactos por fragmentos metálicos22,27. En este caso se propone el uso de ED en zona II y angiografía en pacientes con afectación de la zona I y III, o ED anormal27.

Un comentario especial merecen las lesiones por asta de toro y demás animales astados. Existen diferentes clasificaciones de estas lesiones, dependiendo del mecanismo lesional o de la gravedad de las mismas137. La región cervicofacial es una de las menos afectadas por este mecanismo. Chambres et al.138 lo ubicaron en la tercera localización (16% frente al 64% del miembro inferior). Las heridas son incisivas y contusas, por lo que tienen características especiales tales como: la apertura de entrada suele ser pequeña y rodeada por una zona de erosión; uno o más tractos profundos pueden estar presentes, usualmente con importante destrucción muscular; estas heridas están contaminadas, y múltiples cuerpos extraños pueden ser encontrados en la parte inferior de la trayectoria de la herida, incluyendo fragmentos de tela, suciedad y astas de cuerno. La profundidad dependerá de la fuerza de penetración del asta en el cuerpo como resultado del peso y la velocidad del animal. Existe una fuerza adicional debido al efecto de los fuertes músculos del cuello del animal cuando al levantar sus cuernos causa desgarros de arterias, venas y nervios en ángulo recto con relación al suelo139. Las lesiones por asta de toro son una entidad propia sin equivalente a otras etiologías traumáticas, por lo que en todos los casos deben ser considerados como pacientes politraumatizados.

Conclusiones

  • -

    El manejo inicial de estos pacientes se establece según criterios de ATLS.

  • -

    La exploración quirúrgica urgente está indicada en pacientes inestables y pacientes que presenten signos graves, teniendo en cuenta que estos últimos pueden beneficiarse de realizar una angio-TAC previamente.

  • -

    Si la inestabilidad hemodinámica es causada por una hemorragia, el taponamiento mediante sonda Foley puede ayudar a la estabilización inicial del paciente, otorgando el tiempo necesario para realizar una angio-TAC y diagnosticar el tipo de lesión a la que nos enfrentamos.

  • -

    Se aconseja realizar angio-TAC a todos los pacientes sintomáticos, ya que disminuye la necesidad de exploraciones quirúrgicas, así como sus complicaciones, y también en aquellos pacientes asintomáticos con mecanismo de lesión de alta velocidad.

  • -

    La observación es segura en el resto de los pacientes asintomáticos, y en aquellos en que la angio-TAC es negativa, no requieren tratamiento.

  • -

    La angiografía y la Radiología Intervencionista puede ser una herramienta tanto diagnóstica como terapéutica en pacientes con lesiones vasculares, evitando intervenciones quirúrgicas innecesarias.

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

Bibliografía
[1]
J.L. Nowicki, B. Stew, E. Ooi, management. Penetrating neck injuries: a guide to evaluation, R. Ann.
Coll Surg Engl., 100 (2018), pp. 6-11
[2]
R.K. Sethi, E.D. Kozin, P.J. Fagenholz, D.J. Lee, M.G. Shrime, S.T. Gray.
Epidemiological survey of head and neck injuries and trauma in the United States.
Otolaryngol Head Neck Surg., 151 (2014), pp. 776-784
[3]
W.L. Watson, S.M. Silverstone.
Ligature of the common carotid artery in cancer of the head and neck.
[4]
Makins GH. Gunshot Injuries to the Blood Vessels. Bristol, England: John Wright and Sons, Ltd, 1919.Disponible en formato E-Book: https://play.google.com/store/books/details?id=V2oSAAAAYAAJ&rdid=book-V2oSAAAAYAAJ&rdot=1).
[5]
K.B. Lawrence, L.M. Shefts, J.R. McDaniel.
Wounds of the common carotid arteries, report of seventeen cases from World War II.
Am J Surg., 76 (1948), pp. 29-37
[6]
E.R. Thal, D.M. Meyer.
Penetrating neck trauma.
Curr Probl Surg, 29 (1992), pp. 1-56
[7]
D.V. Feliciano.
Penetrating cervical trauma Current concepts in penetrating trauma.
World J Surg, 39 (2015), pp. 1363-1372
[8]
S.B. De Régloix, L. Baumont, Y. Daniel, O. Maurin, A. Crambert, Y. Pons.
Comparison of penetrating neck injury management in combat versus civilian trauma: A Review of 55 Cases.
Mil Med, 181 (2016), pp. 935-940
[9]
A.S. Madsen, J.L. Bruce, G.V. Oosthuizen, W. Bekker, G.L. Laing, D.L. Clarke.
The selective non-operative management of penetrating cervical venous trauma is safe and effective.
World J Surg., 42 (2018), pp. 9-3202
[10]
K. Ibraheem, M. Khan, P. Rhee, A. Azim, E. O’Keeffe, A. Tang, et al.
No zone” approach in penetrating neck trauma reduces unnecessary computed tomography angiography and negative explorations.
J Surg Res., 201 (2018), pp. 113-120
[11]
S. Prichayudh, J. Choadrachata-anun, S. Sriussadaporn, R. Park-art, S. Sriussadaporn, K. Kritayakirana, et al.
Selective management of penetrating neck injuries using “no zone” approach.
Injury., 46 (2015), pp. 1720-1725
[12]
R.K. Jain, P. Charkraborty, P. Joshi, S. Pradhan, R. Kumari.
Penetrating neck injuries: from ER to OR.
Indian J Otolaryngol Head Neck Surg., (2018),
[13]
K. Sachdeva, A. Upadhyay.
Neck trauma: ENT prospects.
Indian J Orolaryngol Head Neck Surg., 69 (2017), pp. 52-57
[14]
A.S. Madsen, G.L. Laing, J.L. Bruce, D.L. Clarke.
A comparative audit of gunshot wounds and stab wounds to the neck in a South Africa metropolitan trauma service.
Ann R Coll Surg Engl., 98 (2016), pp. 488-495
[15]
F. Teixeira, C.A.M. Menegozzo, S.D.C. Netto, R.S. Poggeti, F.S.C. Silva, D. Birolini, et al.
World J Em Surg., 11 (2016), pp. 32
[16]
R. Schroll, T. Fontenot, M. Lipcsey, J.B. Heaney, A. Marr, P. Meade, et al.
Role of computed tomografphy angiography in the management of Zone II penetrating neck trauma in patients with clinical hard signs.
J Trauma Acute Care Surg., 79 (2015), pp. 943-950
[17]
R.T.K. Siau, A. Moore, T. Ahmed, M.S.W. Lee, P. Tostevin.
Management of penetrating neck injuries at a London trauma centre.
Eur Arch Otorhinolaryngol., 270 (2013), pp. 2123-2128
[18]
J. Wepner.
Improved mortality from penetrating neck and maxillofacial trauma using Foley catheter balloon tamponade in combat.
J Trauma Acute Care Surg., 75 (2013), pp. 220-224
[19]
R. Harris, C. Olding, C. Lacey, R. Bentley, K.M. Schulte, D. Lewis, et al.
Changing incidence and management of penetrating neck injuries in the South East London trauma centre.
Ann R Coll Surg Engl., 94 (2012), pp. 240-244
[20]
A. Soliman, S. Ahmad, D. Roy.
The role of aerodigestive tract endoscopy in penetrating neck trauma.
Laryngoscope., 124 (2014), pp. 1-9
[21]
O.J. Van Waes, K.C.A.L. Cheriex, P.H. Navsaria, P.A. van Riet, A.J. Nicol, J. Vermeuen.
Management of penetrating neck injuries.
Br J Surg., 99 (2012), pp. 149-154
[22]
J. Brennan, M. Lopez, M.D. Gibbons, D. Hayes, J. Faulkner, W.C. Dorlac, et al.
Penetrating neck trauma in Operation Iraqi Freedom.
Otolaryngol Head Neck Surg., 144 (2010), pp. 180-185
[23]
A. Ahmed.
Selective observational management of penetrating neck injury in Northern Nigeria.
S Afr J Surg., 47 (2009), pp. 80-85
[24]
T.M. Osborn, B. Bell, W. Qaisi, W.L. Long.
Computed tomographic aniography as an aid to clinical decision making in the selective management of penetrating injuries to the neck: a reduction in the need for operative exploration.
J Trauma., 64 (2008), pp. 1466-1471
[25]
M. Thoma, P.H. Navsaria, S. Edu, A.J. Nicol.
Analysis of 203 patients with penetrating neck injuries.
World J Surg., 32 (2008), pp. 2716-2723
[26]
R.B. Bell, T. Osborn, E.J. Dierks, B.E. Potter, W.B. Long.
Management of Penetrating neck injuries: A new paradigm for civilian trauma.
J Oral Maxillofac Surg., 65 (2007), pp. 691-705
[27]
C.J. Fox, D.L. Gillespie, M.A. Weber, M.W. Cox, J.S. Hawksworgh, C.M. Cryer, et al.
Delayed evaluation of combat-related penetrating neck trauma.
J Vasc Surg., 44 (2006), pp. 886-893
[28]
K. Inaba, F. Murena, M. McKenney, L. Rivas, M. de Moya, H. Bahouth, et al.
[29]
P. Navsaria, M. Thoma, A. Nicol.
Foley catheter balloon tamponade for life-theratening hemorrhage in penetrating neck trauma.
World J Surg., 30 (2006), pp. 1265-1268
[30]
T.K. Pakarinen, A. Leppaniemi, E. Sihvo, K.-M. Hiltunen, J. Salo.
Management of cervical stab wounds in low volume trauma centres: systematic physical examination and low threshold for adjunctive studies, or surgical exploration.
[31]
K. Woo, D.P. Magner, M.T. Wilson, D.R. Margulies.
CT angiography in penetrating neck trauma reduces the need for operative neck exploration.
Am Surg., 71 (2005), pp. 754-758
[32]
N. Weitzel, J. Kendall, P. Pons.
Blind nasotracheal intubation for patients with penetrating neck trauma.
[33]
R.W. Nason, G.N. Assuras, P.R. Gray, J. Lipschitz, C.M. Burns.
Penetrating neck injuries: analysis of experience from a Canadian trauma centre.
J Can Chirurgie., 44 (2001), pp. 122-126
[34]
J. Sekharan, J.W. Dennis, H.C. Veldenz, F. Miranda, E.R. Fykberg.
Continued experience with physical examination alone for evaluation and management of penetrating zone 2 neck injuries: Results of 145 cases.
J Vasc Surg., 32 (2000), pp. 483-489
[35]
W.L. Biffl, E.E. Moore, D.H. Rehse, J.P. Offner, R.J. Franciose, J.M. Burch.
Selective management of penetrating neck trauma based on cervical level of injury.
Am J Surg., 174 (1997), pp. 678-682
[36]
J.C. Irish, R. Hekkenberg, P.J. Gullane, D.H. Brown, L.E. Rotstein, P. Neligan.
Penetrating and blunt neck trauma: 10-year review of a Canadian experience.
Can J Surg., 40 (1997), pp. 33-38
[37]
B.M. Montalvo, S.D. LeBlang, D.B. Nuñez, E. Ginzburg, J. Klose, J.L. Becerra, et al.
Color Doppler sonography in penetrating injuries of the Neck.
Am J Neuroradiol., 17 (1996), pp. 943-951
[38]
C. Sofianos, E. Degiannis, M.S. VandenAadweg, R.D. Levy, M. Naidu, R. Saadia.
Selective surgical management of zone II gunshot injuries of the neck: A prospective study.
Surgery., 120 (1996), pp. 785-788
[39]
D. Demetriades, D. Theodorou, E. Cornwell, F. Weaver, A. Yellin, G. Velmahos, et al.
Penetrating injuries of the neck in patients in stable condition.
[40]
D. Demetriades, D. Charalambides, M. Lakhoo.
Physical examination and selective conservative management in patients with penetrating injuries of the neck.
Br.J. Surg., 80 (1993), pp. 1534-1536
[41]
M. Luntz, S. Nusem, J. Kronenberg.
Management of penetrating wounds of the neck.
Eur Arch Otorhinolaryngol., 250 (1993), pp. 369-374
[42]
M.A. Mansour, E.E. Moore, F.A. Moore, T.A. Whitehill.
Validating the selective management of penetrating neck wounds.
Am J Surg., 162 (1991), pp. 517-521
[43]
S.P. Rivers, Y. Patel, H. Delany, F.J. Veith.
Limited role of arteriography in penetrating neck trauma.
J Vasc Surg., 8 (1988), pp. 112-116
[44]
J.P. Meyer, J.A. Barret, J.J. Schuler, P. Flanigan.
Mandatory vs selective exploration for penetrating neck trauma.
[45]
G.J. Jurkovich, W. Zingarelli, J. Wallace, P.W. Curreri.
Penetrating neck trauma: diagnostic studies in the asymptomatic patient.
J Trauma., 25 (1985), pp. 819-822
[46]
G.J. Ordog, D. Albin, J. Wasserberger, T.B. Schlater, S. Balasubramaniam.
110 Bullet Wounds to the neck.
[47]
S. Sclafani, T. Panetta, A. Goldstein, T. Phillips, G. Hotson, J. Loh, et al.
The management of arterial injuries caused by penetration of zone III of the neck.
[48]
P.J. Golueke, A.S. Godstein, S. Sclafani, W. Mitchell, G. Shaftan.
Routine versus selective exploration of penetrating neck injuries: a randomized prospective study.
J Trauma., 24 (1984), pp. 1010-1014
[49]
J.A. Narrod, E.E. Moore.
Initial management of penetrating neck wounds-a selectiveapproach.
J Emerg Med., 2 (1984), pp. 17-22
[50]
J.A. Narrod, E.E. Moore.
Selective management of penetrating neck injuries.
[51]
M. Prakashchandra, F.K. Bhatti, J. Gaudino, R. Ivatury, N. Agarwal, M.N. Nallathambi, et al.
Penetrating injuries of the neck: criteria for exploration.
[52]
A.V. Kasbekar, E.J. Combellack, S.G. Derbyshire, A.C. Swift.
Penetrating neck trauma and the need for surgical exploration: six year experience within a regional trauma centre.
J Laryngol Otol., 131 (2017), pp. 8-12
[53]
U.K. Bodanapally, K. Shanmuganathan, D. Dreizin, D. Stein, A.K. Reddy, S.E. Mirvis, et al.
Penetrating aerodigestive injuries in the neck: a proposed CT-aided modified selective management algorithm.
Eur Radiol., 26 (2016), pp. 2409-2417
[54]
M.D. Cobzeanu, D. Palade, C. Manea.
Epidemiological features and management of complex neck trauma from a ENT surgeon‘s perspective.
Chirurgia., 108 (2013), pp. 360-364
[55]
M.S. Walsh.
The management of penetrating injuries of the anterior triangle of the neck.
[56]
P.A. Goldberg, J.D. Knottenbelt, J.W. VanDerSpuy.
Penetrating neck wounds: is evidence of chest injury an indication for exploration?.
[57]
H. Ngakane, D.J.J. Muckart, F.M. Luvuno.
Penetrating visceral injuries of the neck: results of a conservative management policy.
Br J Surg., 77 (1990), pp. 908-910
[58]
D. Demetriades.
Penetrating injuries of the neck.
Ann R Coll Surg Engl., 67 (1985), pp. 71-74
[59]
A.M. Ayuyao, Y.L. Kaledzi, M.H. Parsa, H.P. Freeman.
Penetrating neck wounds. Mandatory versus selective exploration.
Ann Surg., 202 (1985), pp. 563-567
[60]
M.T. Metzdorff, D.K. Lowe.
Operation or observation for penetrating neck wounds?. A retrospective analysis.
Am J Surg., 147 (1984), pp. 646-649
[61]
S.A. Belinkie, J.C. Russell, J. DaSilva, D. Becker.
Management of penetrating neck injuries.
[62]
R.M. Merion, K. Harness, S.R. Ramsburgh, N.W. Thompson.
Selective management of penetrating neck trauma.
[63]
F.C. Campbell, J.V. Robbs.
Penetrating injuries of the neck: a prospective study of 108 patients.
Br J Surg., 67 (1980), pp. 582-586
[64]
J.J. Knightly, A.P. Swaminathan, B.F. Rush.
Management of penetrating wounds of the neck.
Am J Surg., 126 (1973), pp. 575-580
[65]
B.A. Feldt, N.L. Salinas, T.E. Rasmussen, J. Brennan.
The joint facial and invasive neck trauma (J-FAINT) Project Iraq and Afghanistan 2003-2011.
Otolaryngol Head Neck Surg., 148 (2013), pp. 403-408
[66]
C.A. Meghoo, J.W. Dennis, C. Tuman, R. Fang.
Diagnosis and management of evacuated casualties with cervical vascular injuries resulting from combat-related explosive blasts.
J Vasc Surg., 55 (2012), pp. 1329-1337
[67]
A.S. Madsen, G.L. Laing, J.L. Bruce, G.V. Oosthuizen, D.L. Clark.
An audit of penetrating neck injuries in a South African trauma service.
[68]
W.S. Line, R.B. Stanley, J.H. Choi.
Strangulation:a full spectrum of blunt neck trauma.
Ann Otol Rhinol Laryngol., 94 (1985), pp. 542-546
[69]
D.O. Monson, J.D. Saleta, R.J. Freeark.
Carotid vertebral trauma.
[70]
M. Helm, B. Hossfeld, C. Jost, L. Lamp, T. Böckers.
Emergency cricothyroidotomy performed by inexperienced clinicians-surgical technique versus indicator-guided puncture technique.
Ann Emerg Med J., 30 (2012), pp. 646-649
[71]
J.T. Eggen, R.C. Jorden.
Airway management, penetrating neck trauma.
Ann Emerg Med J., 11 (1993), pp. 381-385
[72]
D.P. Mandavia, S. Qualls, I. Rokos.
Emergency airway management in penetrating neck injury.
Ann Emerg Med., 35 (2000), pp. 221-225
[73]
R.D. Levy, A. Kantarovsky, E. Degiannis, K. John, C. Hatzitheophiou, R. Saadia, et al.
Management of penetrating injuries of the cervical trachea.
Ann R Coll Surg Engl, 79 (1997), pp. 195-197
[74]
P. Vassiliu, J. Baker, H. Shawn, K. Alo, G. Velmahos, D. Demetriades.
Aerodigestive injuries of the neck.
Am Surg., 67 (2001), pp. 75-79
[75]
D.P. Mandavia, S. Qualls, I. Rokos.
Emergency airway management in penetrating neck injury.
Ann Emerg Med., 35 (2000), pp. 221-225
[76]
V.E. Shearer, A.H. Giesecke.
Airway management for patients with penetrating neck trauma: a retrospective study.
Anesth Analg, 77 (1993), pp. 8-1135
[77]
J.P. Bent, E.S. Porubsky.
The management of blunt fractures of the thyroid cartilage.
Otolaryngol Head Neck Surg., 110 (1994), pp. 195-202
[78]
C.H. Sheely, K. Mattox, A.C. Beall.
Management of acute cervical traqueal trauma.
Am J Surg., 128 (1974), pp. 805-808
[79]
D.J. Mathisen, H. Grillo.
Laryngotracheal trauma.
Ann Thorac Surg., 43 (1978), pp. 254-262
[80]
G.P. Reece, C.H. Shatney.
Blunt injuries of the cervical trachea: review of 51 patients.
South Med J., 81 (1988), pp. 7-1542
[81]
D.S. Verschueren, R.B. Bell, S.C. Bagheri, E.J. Dierks, B.E. Potter.
Management of laryngo-tracheal injuries associated with craniomaxillofacial trauma.
J Oral Maxillofac Surg., 64 (2006), pp. 203-214
[82]
S. Jalisi, M. Zoccoli.
Management of laryngeal fractures-a 10-year experience.
J Voice., 25 (2011), pp. 473-479
[83]
J.P. Kim, S.J. Cho, H.Y. Son, J.J. Park, S.H. Woo.
Analysis of clinical feature and management of laryngeal fracture: recent 22 case review.
Yonsei Med J., 53 (2012), pp. 992-998
[84]
J.P. Kelly, W.R. Webb, P.V. Moulder, C. Everson, B.H. Burch, E.S. Lindsey.
Management of airway trauma I: tracheobronchial injuries.
Ann Thorac Surg., 40 (1985), pp. 551-555
[85]
J.P. Bent, J.R. Silver, E.S. Porubsky.
Acute laryngeal trauma: A review of 77 patients.
Otolaryngol Head Neck Surg., 109 (1993), pp. 441-449
[86]
P. Yugueros, J. Sarmiento, A. García, R. Ferrada.
Conservative management of penetrating hypopharyngeal wounds.
[87]
G. Barnoaras, P.H. Navsaria, D. Serna-Gallegos, A.J. Nicol, S. Edu, A. Saayari, et al.
Blunt pharyngoesophageal injuries: current management strategies.
Scand J Surg., (2017),
[88]
S.L. Goudy, F.B. Miller, M. Bumpous.
Neck crepitance: evaluation and management of suspected upper aerodigestive tract injury.
Laryngoscope., 112 (2002), pp. 791-795
[89]
R.B. Stanley, W.B. Armstrong, B.L. Fetterman, M.L. Shindo.
Management of external penetrating injuries into the hypopharyngeal-cervical esophageal funnel.
[90]
P.K. Parida, R. Kalaiarasi, A. Alexander.
Management of laryngotracheal trauma: a five-year single institution experience.
Iranian J Otolaryngol., 30 (2018), pp. 283-290
[91]
H. Al-Thani, A El-Menyar, S. Mathew, M. Khawar, M. Asim, H. Abdeira, et al.
Patterns and outcomes of traumatic neck injuries: A population-based observational study.
J Emerg Trauma Shock., 8 (2015), pp. 154-158
[92]
H.R. Harach, J.A. Cabrera, E.D. Williams.
Thyroid implants after surgery and blunt trauma.
Ann Diagn Pathol., 8 (2004), pp. 61-68
[93]
O.B. Harrington, A.C. Beall, M.E. DeBaey.
Traumatic injuries to the cervical trachea.
Am J Surg., 103 (1962), pp. 541-543
[94]
A. Mussi, M.C. Ambrogi, A. Ribechni, M. Lucchi, F. Menomi, C.A. Angeletti.
Acute major airway injuries: clinical features and management.
Eur J Cardiothorac Surg., 20 (2001), pp. 46-52
[95]
A. Gómez-Caro, P. Ausín-Herrero, F.J. Moradiellos-Díez, V. Díaz-Hellín, E. Larrú-Cabrero, J.A. Pérez-Antón, et al.
Manejo médico-quirúrgico de las lesiones traqueobronquiales traumáticas no iatrogénicas.
Arch Bronconeumol., 41 (2005), pp. 249-254
[96]
A. Gómez-Caro, F.J. Moradiellos-Díez, P. Ausín-Herrero, V. Díaz-Hellín, E. Larrú-Cabrero, E. deMiguel-Porch, et al.
Successful conservative management in iatrogenic tracheobronchial injury.
Ann Thorac Surg., 79 (2005), pp. 1872-1878
[97]
A. Gómez-Caro, P. Ausín-Herrero, F.J. Moradiellos Díez, V. Díaz-Hellín, E. Larrú-Cabrero, J.A. Pérez-Antón, et al.
Role of conservative medical management of tracheobronchial injuries.
J Trauma., 61 (2006), pp. 1426-1435
[98]
R. Srinvasan, T. Haywood, B. Horwitz, R.F. Buckman, R.S. Fisher, B. Krevsky.
Role of flexible endoscopy in the evaluation of possible esophageal trauma after penetrating injuries.
Am J Gastroenerol., 95 (2000), pp. 1725-1729
[99]
R.G. Yap, A.G. Yap, F.N. Obeid, P. Horan.
Traumatic esophageal injuries: 12-year experience at Herny Ford Hospital.
J Trauma., 24 (1984), pp. 623-625
[100]
E. Triggiani, R. Belsey.
Oesophageal trauma: incidence, diagnosis, and management.
Thorax., 32 (1977), pp. 241-249
[101]
M.S. Glatterer, R.S. Toon, C. Ellestad, A.S. McFee, W. Rogergs, J.W. Mack.
Management of blunt and penetrating external esophageal trauma.
[102]
W.B. Armstrong, M.T.R. Detar, R.B. Stanley.
Diagnosis and management of external penetrating cervical esophageal injuries.
Ann Otol Rhinol Laryngol., 103 (1994), pp. 863-871
[103]
R.B. Stanley, W.B. Armstrong, B.L. Fetterman, M.L. Shindo.
Management of external penetrating injuries into de hypopharyngeal-cervical esophageal funnel.
[104]
M. Aghajanzadeh, N.F. Porker, H. Ebrahimi.
Cervical esophageal perforation: a 10-year clinical experience in North of Iran.
Indian J Otoralyngol Head Neck Surg., 67 (2015), pp. 34-39
[105]
J.A. Asensio, J. Berne, D. Demetriades, J. Murray, H. Gomez, A. Falabelia, et al.
Penetrating esophageal injuries: time interval of safety for preoperative evaluation-How long is safe?.
[106]
J.A. Asensio, S. Chahwan, W. Forno, R. MacKersie, M. Wall, J. Lake, et al.
Penetrating esophageal injuries: Multicenter study of the American Association for the Surgery of Trauma.
J Trauma., 50 (2001), pp. 289-296
[107]
A. Eroglu, C. Kurkcuoglu, N. Karaoglanoglu, C. Tekinbas, Ö. Yimaz, M. Basoglu.
Esophageal perforation: the importance of early diagnosis and primary repair.
Dis Esophagus., 17 (2004), pp. 91-94
[108]
A. Aiolfi, K. Inaba, G. Recinos, D. Khor, E.R. Benjamin, L. Lam, et al.
Non-iatrogenic esophageal injury: a retrospective analysis from the National Trauma Data Bank.
World J Emerg Surg., 12 (2017), pp. 19
[109]
P.C. Clifford, E.J. Immelman.
Management of penetrating injuries of the internal carotid artery.
Ann R Coll Surg Engl., 67 (1985), pp. 45-46
[110]
J.D. Simmons, N. Ahmed, K.A. Donnellan, R.E. Schmieg, J.M. Porter, M.E. Mitchell.
Management of traumatic vascular injuries to the neck: a 7-year experience at a level I Trauma Center.
Am J Surg., 78 (2012), pp. 335-338
[111]
V.A. Reva, A.A. Pronchenko, I.M. Samokhvalov.
Operative management of penetrating carotid artery injuries.
Eur J Vasc Endovasc Surg., 42 (2011), pp. 16-20
[112]
A. Nanda, P.S.S.V. Vannemreddy, B.K. Willis, M.K. Baskaya, A. Jawahar.
Management of carotid artery injuries: Louisiana State University Shreveport Experience.
Surg Neurol., 59 (2003), pp. 184-190
[113]
J.W. Stuhlfaut, G. Barest, O. Sakai, B. Lucey, J.A. Soto.
Impact of MDCT angiography on the use of catheter angiography for the assessment of cervical arterial injury after blunt or penetrating trauma.
AJR., 185 (2005), pp. 1063-1068
[114]
M.C. Wick, R.J. Weiss, M. Lill, W. Jaschke, M. Rieger.
The “Innsbruck emergency algorithm” avoids the underdiagnosis of blunt cervical vascular injuries.
Arch Orthop Trauma Surg., 130 (2010), pp. 1269-1274
[115]
C.W. Wei, W. Montanera, D. Selchen, J. Lian, C. Stevens, L. NoëldeTilly.
Blunt cerebrovascular injuries: diagnosis and management outcomes.
Can J Neurol Sci., 37 (2010), pp. 574-579
[116]
B.P. Mwipatayi, P. Jeffery, S.J. Beningfield, P. Motale, J. Tunnicliffe, P.H. Navsaria.
Management of extra-cranial vertebral artery injuries.
Eur J Vasc Endovasc Surg., 27 (2004), pp. 157-162
[117]
R. Nair, J.V. Robbs, D.J. Muckart.
Management of penetrating cervicomediatinal venous trauma.
Eur J Vasc Endovasc Surg., 19 (2000), pp. 65-69
[118]
A. Bok, J. Peter.
Carotid and vertebral artery occlusion after blunt cervical injury: the role of MR angiography in early diagnosis.
[119]
A.P. Punjabi, B.R. Plaisier, R.H. Haug, M.A. Malangoni.
Diagnosis and management of blunt carotid artery injury in oral and maxillofacial surgery.
Oral Maxillofac Surg., 55 (1997), pp. 1388-1395
[120]
R. Englund, J.P. Harris, J. May.
Blunt trauma to the internal carotid artery.
Ann Vasc Surg., 2 (1988), pp. 362-366
[121]
H. Kobata.
Diagnosis and treatment of traumatic cerebrovascular injury: pitfalls in the management of neurotrauma.
Neurol Med Chir., 57 (2017), pp. 410-417
[122]
K.M. Hughes, B. Collier, K.A. Greene, S. Kurek.
Traumatic carotid artery dissection: a significant incidental finding.
Am Surg., 66 (2000), pp. 1023-1027
[123]
Y.L. Lo, T.C. Yang, C.C. Liao, S.T. Yang.
Diagnosis of traumatic internal carotid artery injury: the role of craniofacial fracture.
J Craniofac Surg., 18 (2007), pp. 361-368
[124]
A.G. Vishteh, F.F. Marciano, C.A. David, V.I. Schievink, J.M. Zabramski, R.F. Spetzler.
Long-term graft patency rates and clinical outcomes after revascularization for symptomatic traumatic internal carotid artery dissection.
Neurosurg., 43 (1998), pp. 761-767
[125]
W.L. Biffl, E.E. Moore, P.J. Offner, K. Brega, R.J. Franciose, J.M. Burch.
Blunt carotid arterial injuries: implications of a new grading scale.
[126]
R. Seth, A.M. Obuchowski, G.H. Zoarski.
Endovascular repair of traumatic cervical internal carotid artery injuries: a safe and effective treatment option.
Am J Neuroradiol., 34 (2013), pp. 1219-1226
[127]
R.P. Morton, M.R. Levitt, S. Emerson, B.V. Ghodke, D.K. Hallam, L.N. Sekhar, et al.
Natural history and management of blunt traumatic pseudoaneurysms of the internal carotid artery. The Harborview algorithm based off a 10-year experience.
Ann Surg., 263 (2016), pp. 821-826
[128]
W.W. Scott, S. Sharp, S.A. Figueroa, C.J. Madden, K.L. Rickert.
Clinical and radiological outcomes following traumatic Grade 1 and 2 vertebral artery injuries: a 10-year retrospective analysis from a Level 1 trauma center.
J Neurosurg., 121 (2014), pp. 450-456
[129]
W.W. Schott, S. Sharp, S.A. Figueroa, A.L. Eastman, C.V. Hatchette, J. Maddden, et al.
Clinical and radiological outcomes following traumatic Grade 3 and 4 vertebral artery injuries: a 10-year retrospective analysis from a Level I trauma center. The Parkland carotid and vertebral artery injury survey.
J Neurosurg., 122 (2015), pp. 1202-1207
[130]
W.C. Methodius-Ngwodo, A.B. Burkett, P.V. Kochupura, E.D. Wellons, G. Fuhrman, D. Rosenthal.
The role of CT angiography in the diagnosis of blunt traumatic thoracic aortic disruption and unsuspected carotid artery injury.
Am Surg., 74 (2008), pp. 580-586
[131]
A. Madani, N. Pecorelli, T. Razek, J. Spicer, L.E. Ferri, D.S. Mulder.
Civilian airway trauma: a single-institution experience.
World J Surg., 40 (2016), pp. 2658-2666
[132]
S. Pookamala, R. Kumar, A. Thakar, C.V. Karthikeyan, A.S. Bhalla, R.C. Deka.
Laryngotracheal stenosis: clinical profile surgical management outcome.
Indian J Otolaryngol Head Neck Surg., 66 (2014), pp. 198-202
[133]
B.E. Mostafa, L.E. Fiky, M.E. Sharnoubi.
Non-intubation traumatic laryngotracheal stenosis: management policies and results.
Eur Arch Otorhinolaryngol., 263 (2006), pp. 632-636
[134]
D.R. Randall, L.R. Rudmik, C.G. Ball, J.D. Bosch.
External laryngotracheal trauma: incidence, airway control, and outcomes in a large Canadian center.
Laryngoscope., 124 (2014), pp. 123-133
[135]
I. Ökten, A.K. Cangir, N. Özdemir, S. Kavukcu, H. Akay, S. Yavuzer.
Management of esophageal perforation.
Surg Today., 31 (2001), pp. 36-39
[136]
D.M. Steint, S. Boswell, C.W. Sliker, F.Y. Lui, T.M. Scalea.
Blunt cerebrovascular injuries: Does treatment always matter?.
J Trauma., 66 (2009), pp. 132-144
[137]
J.L. Crespo Escudero, J. Arenaz Búa, R. Luaces Rey, A. García-Rozado, J. Rey Biel, J.L.et al. López-Cedrún.
Herida por asta de toro en el área maxilofacial: revisión de la literatura y presentación de un caso.
Rev Esp Cir Maxilofac., 30 (2008), pp. 353-362
[138]
O. Chambres, C. Giraud, J.M. Gouffrant, C. Debry.
A detailed examination of injuries to the head and neck caused by bullfighting, and other surgical treatment: the role of the cervico-facial surgeon.
Rev Laryngol Otol Rhinol., 124 (2003), pp. 221-228
[139]
A.S. Gajbhiye, A. Shamkuwar, A. Bokade, V. Nasare, K. Jehughale, A. Agrawal.
Surgical management of bull horn injury.
Int Surg J., 3 (2016), pp. 2041-2045
Copyright © 2019. AEC
Descargar PDF
Opciones de artículo
es en pt

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?

Are you a health professional able to prescribe or dispense drugs?

Você é um profissional de saúde habilitado a prescrever ou dispensar medicamentos

Quizás le interese:
10.1016/j.ciresp.2021.06.009
No mostrar más