Hace unos pocos días nos dejó el Dr. Ignasi Poves Prim. Con 49 años era probablemente uno de los cirujanos pancreáticos españoles más conocidos y con más repercusión internacional de los últimos tiempos. Los que tuvimos la suerte de conocerlo de cerca (yo tuve la dicha de trabajar codo con codo los últimos 12 años de su intensa vida) sabemos que era un cirujano audaz, tenaz, inteligente y a la vez intuitivo, completamente entregado a su trabajo, endiabladamente vocacional, autoexigente y poco dado a la autocomplacencia. Con él cada día era un continuo desafío a la técnica quirúrgica convencional que la tildaba de una plétora de abordajes anatómicos casi desconocidos a la que se añadía una habilidad casi mágica con el porta laparoscópico. Tan es así, que prácticamente ningún procedimiento del armamentarium de un buen cirujano hepatobiliopancreático quedó fuera de su práctica quirúrgica, por supuesto por vía laparoscópica (su verdadera pasión). Sin embargo, los cirujanos, que habitualmente somos bastante dados a mitificar de una forma un tanto pueril a las figuras del quirófano solemos asumir que nacieron con una habilidad innata fuera de nuestro alcance. Nada más ajeno de la realidad, figuras geniales como Ignasi nos recuerdan una y otra vez que lo consiguieron pasito a pasito, con perseverancia, equivocándose mucho y sin tener especiales mentores a los que acudir, pero con un inconformismo y una mente abierta sin igual.
Pero todo esto ya pasó… y cuando veo desde aquí su mesa, su silla tan vacía... y sus recuerdos… me queda el consuelo de haber conocido una persona honesta y generosa… un buen amigo. Descanse en paz.