Hemos leído con interés la revisión de conjunto realizada por Morán López et al. En su completo trabajo, los autores subrayan la importancia del soporte nutricional perioperatorio y su impacto benéfico probado sobre la incidencia de complicaciones infecciosas y sobre la estancia hospitalaria1. Insisten también en algunos conceptos básicos que están probados científicamente desde hace años (como la mayor eficiencia de la nutrición enteral con respecto a la parenteral o la necesidad de realizar una inmunonutrición preoperatoria en pacientes intervenidos mediante cirugía digestiva mayor). Sin embargo, estas prácticas no llegan a generalizarse entre los cirujanos.
En el 2005, tras una revisión sistemática de la literatura sobre el manejo perioperatorio del enfermo quirúrgico, la Société Française de Chirurgie Digestive (SFCD) publicó una guía de práctica clínica muy concreta, en la que insistía sobre la importancia de la evaluación sistemática del estado nutricional y el interés del soporte nutricional perioperatorio2. En particular, de acuerdo con la evidencia científica de alto nivel que existía ya en aquel momento, se recomendaba la administración de inmunonutrición preoperatoria durante 5-7 días a todo enfermo intervenido de un cáncer digestivo (no solo del tubo digestivo superior, sino también colorrectal), incluso en pacientes no desnutridos. La inmunonutrición se prosigue en el postoperatorio solamente para los pacientes que estaban desnutridos antes de la cirugía. Esta recomendación explícita y formal «obligó» un año después al Ministerio de Sanidad a asumir el coste de la inmunonutrición preoperatoria (aproximadamente 175 € para una semana de tratamiento preoperatorio) con el decreto correspondiente, siempre que el producto fuera recetado por un cirujano, un oncólogo o un anestesista para un paciente operado de un cáncer digestivo3.
Las recomendaciones hechas por la SFCD en 2005 fueron luego retomadas y confirmadas por las sociedades científicas correspondientes de nutrición (SFNEP) y de anestesia-reanimación (SFAR)4. Este proceso permitió pasar en 5 años del desconocimiento total de estas prácticas en el mundo quirúrgico a un nivel de prescripción del 65% en los enfermos oncológicos, nivel que hoy es ciertamente mayor gracias a lo mucho que se ha comunicado sobre este tema5.
El motivo de esta carta es, pues, incitar a la Asociación Española de Cirujanos a iniciar un proceso similar en el que se haga aparecer a la vista de los cirujanos, y también de las autoridades competentes y de la sociedad, el interés que tienen estas prácticas para los pacientes y su beneficio probado en términos fármaco-económicos6–8. El caso de Francia es, en este tema, un claro ejemplo de cómo podemos lograr que una evidencia científica llegue a impregnar la práctica clínica.