En un interesante artículo de Gómez-Rosado et al.1, publicado recientemente en esta revista, se analiza la importancia que tiene la redacción y cumplimentación correctas de los informes de alta hospitalaria (IAH) en la gestión de los servicios quirúrgicos. Como los autores señalan, el informe es un derecho de los pacientes y un deber de los facultativos responsables. Aunque existe una normativa sobre requisitos mínimos que ha de contemplar el IAH y que constituyen el conjunto mínimo básico de datos (CMBD), se ha comunicado una amplia variabilidad en su confección2. Probablemente no hay suficiente conciencia sobre la trascendencia y valor de un buen informe, tanto en su fondo como en su forma. Nos gusta decir a los residentes que un paciente quirúrgico se lleva 2 cosas a su casa: una herida y un informe; la herida la muestran a los familiares y el IAH lo enseñan al médico de cabecera y otros especialistas. Eso es, en muchas ocasiones, lo que queda de un proceso quirúrgico, del más simple al más complejo: una cicatriz y un documento. Ambos aspectos transmiten la imagen del facultativo y de su servicio; ambos deben tratarse con esmero y no ser realizados con desgana, inexperiencia o prisa.
A mayor abundamiento, la codificación clínica que se realiza en los hospitales para obtener el GRD de los pacientes y finalmente la casuística de los servicios, se basa mayoritariamente en los datos que aparecen en el IAH. Así, lo que no aparezca en el informe no se trasladará al GRD final real, que quedará erróneo o sin codificar. ¿Qué ocurriría si se financiara un centro en función de sus GRD? La calidad de la información ha sido una de las preocupaciones de Gómez-Rosado, al estudiar (sobre 713 altas) 24 casos outliers de los cuales 4 informes eran poco claros, 9 insuficientes y 5 claramente inválidos. Lo anterior supuso, en ocasiones, un cambio de GRD. Hubiera sido interesante conocer el resultado del análisis de los 689 informes restantes, resultado que, los autores apuntan, debería ofrecer mejores cifras al no ser casos extremos, pero está por asegurar.
Convendría implementar auditorías periódicas o muestreos para conocer la correlación entre la codificación obtenida a partir del los IAH y el gold standard que supone la historia clínica completa. A este respecto, nosotros realizamos una investigación sobre el grado de correlación de la comorbilidad y de las complicaciones postoperatorias que aparecían en el IAH y en la historia completa3. La expresión de la comorbilidad era mejorable en el 5% de los informes, en tanto que las complicaciones lo eran en el 12%. Si mediante una abstracción comparáramos un hospital con un restaurante, un IAH insuficientemente codificado sería como una factura de una comida en la que no se ha incluido la bebida o el postre. En el ambiente de exigencia de justificación de costes, presupuesto y financiación de servicios públicos estos aspectos adquieren, cada vez más, la mayor importancia.