Los cambios demográficos y del estilo de vida han situado a la demencia (DE) y a la diabetes mellitus tipo2 (DM2) entre los retos más importantes de los sistemas sanitarios. Se postula que la DM2 podría ser un precursor del deterioro cognitivo1. Las personas que viven con la DM2 tienen una probabilidad de 1,5 a 2,5 veces mayor de desarrollar deterioro cognitivo2. El deterioro cognitivo dificulta el autocuidado e incrementa el riesgo de hipoglucemia, por lo que aumenta la comorbilidad, los ingresos hospitalarios y los costes de la DM2.
Varios autores sugieren que la glucotoxicidad provoca un aumento en la resistencia neuronal a la insulina, un deterioro en la señalización de la insulina, un estado proinflamatorio, disfunción mitocondrial y daño vascular, lo que conduce a la deposición de proteínas β-amiloide y tau3,4.
La Asociación Americana de Diabetes (ADA), en su consenso publicado en 2023, recomienda, con una evidencia de nivelB, la detección temprana del deterioro cognitivo leve (DCL) o el deterioro cognitivo para adultos mayores de 65años en la visita inicial, anualmente, y en caso de que la persona muestre un deterioro significativo en su estado clínico debido a un aumento en las dificultades con las actividades de autocuidado, como errores en el cálculo de la dosis de insulina, dificultades para contar hidratos de carbono, omitir comidas, omitir dosis de insulina y problemas para reconocer, prevenir o tratar la hipoglucemia5. En este documento, abogan por el uso de tres herramientas de detección sin preferencia por ninguna de ellas (Examen Cognitivo Mini-Mental, Mini-Cog y la Evaluación Cognitiva de Montreal).
En el contexto de un ensayo clínico, llevamos a cabo un estudio transversal prospectivo. Se reclutaron 219 pacientes consecutivos con DM2 mayores de 60años, el 54,1% eran varones, con DM2 de larga evolución (más de 10años) en el Hospital Universitario Son Llàtzer (Islas Baleares, España) desde marzo de 2022 hasta enero de 2023. A estos pacientes se les suministró un cuestionario de Montreal Cognitive Assesment (MoCA) y ajustamos los puntos de corte por género, raza/etnia y años de estudio, según sugieren Milani et al.6, para realizar la sospecha diagnóstica de función cognitiva no afectada, DCL y DE. Los resultados se reflejan en la tabla 1.
Informamos de una prevalencia más alta de lo esperado de DCL y DE. You et al.,7 en una revisión sistemática y metaanálisis, mostraron en un análisis de subgrupos que la prevalencia de DCL en pacientes mayores de 60años era del 44,3%. En España, en una base de datos, seleccionaron pacientes con DM2 de 60años o más ingresados en hospitales españoles desde 2011 hasta 2020 y encontraron una prevalencia de demencia del 8,31%8. En nuestro trabajo informamos de una prevalencia de DCL del 53,88% y una prevalencia de DE del 16,43%. Obviamente, nuestra muestra es pequeña y se trata de un estudio transversal de un solo centro; por lo tanto, nuestros hallazgos deben interpretarse con cautela. Sin embargo, si el cribado de la función cognitiva se convirtiera en rutina, quizá nos haría ver que estamos subestimando el deterioro cognitivo en personas que viven con la DM2. Legdeur et al.9, en un estudio que incluyó a 442.428 individuos mayores de 65años sin demencia, reportan que los trastornos vasculares ya no representan un factor de riesgo para la demencia en personas de edad avanzada (>65años).
Al igual que se realiza un fondo de ojo o se solicita un coeficiente microalbuminuria/creatinina en orina de forma anual y rutinaria a la persona con diabetes, deberíamos incluir la realización de una evaluación cognitiva anual a las personas de más de 60años que viven con la diabetes, si bien no existen terapias específicas y efectivas para el tratamiento/prevención del deterioro cognitivo en personas con DM2. Por tanto, nos vemos ante la necesidad de crear líneas de investigación que permitan identificar las características clínicas y epidemiológicas de los pacientes con DM2 con alto riesgo de sufrir de DE, a la vez que crear e iniciar líneas de investigación futuras para aportar soluciones a nuestros pacientes.
FinanciaciónEl estudio que permite la realización de esta carta ha sido financiado por el Instituto de Salud CarlosIII a través del proyecto «PI20/0471» (cofinanciado por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional/Fondo Social Europeo «Una manera de hacer Europa»/«Invertir en tu futuro»).
Consideraciones éticasEl estudio que permite la realización de esta carta ha sido aprobado por el Comité de Ética e Investigación Clínica de las Islas Baleares (CEI-IB) con el número «IB4719/21». El estudio se llevó a cabo de acuerdo con los estándares de Buena Práctica Clínica y las Directrices de la Conferencia Internacional sobre Armonización [ICH].
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener conflicto de intereses.