La evolución del hemitiroides residual y la recidiva del bocio tras la realización de una hemitiroidectomía por bocio nodular único es un aspecto controvertido y no resuelto. Con el fin de intentar analizar el problema se ha realizado una revisión bibliográfica, y se aportan los resultados preliminares de 2 estudios prospectivos a largo plazo sobre la evolución de la hiperplasia del lóbulo residual y el efecto del tratamiento supresor con tiroxina.
Tras una hemitiroidectomía por bocio nodular único, folicular o coloide, sin datos de sospecha de enfermedad autoinmunitaria, el 47,7% de los pacientes presentan signos ecográficos de hiperplasia, generalmente micronodular. Las formas macronodulares presentan una mayor tendencia a la progresión, que ocurre en el 72,7% de los casos y es dependiente del tipo de bocio operado, pues en los casos de adenoma folicular se observa progresión en el 17,6% y en los nódulos coloide en el 57,1% de los casos.
El 54% de los pacientes operados requieren tratamiento con hormona tiroidea, en el 27,7% por hipotiroidismo subclínico, que es más frecuente tras cirugía por nódulo coloide (45,8%) que por adenoma folicular (17%). El tratamiento supresor con hormona tiroidea realizado a partir de los 6 meses del diagnóstico de la hiperplasia controla la evolución en el 86% de los casos operados por adenoma folicular frente a tan sólo el 38,5% de los operados por nódulos coloides; su utilización debe valorarse de acuerdo con el criterio riesgo/beneficio especialmente en pacientes mayores de 60 años.
Por todo ello, la hemitiroidectomía por nódulo único debe diseñarse de acuerdo con una correcta valoración preoperatoria de los datos clínicos, hormonales, ecográficos y citológicos, y no debe plantearse en todos los casos como una intervención estándar; en las revisiones clínicas debe incluirse siempre, además de los estudios hormonales, una ecografía con determinación de volumen del hemitiroides residual.
The follow-up of residual thyroid tissue and goiter recurrence after hemithyroidectomy for solitary nodular goiter is a controversial issue that has not been resolved. To analyze the problem, we performed a literature review. The preliminary results of two long-term prospective studies on the evolution of hyperplasia of the residual lobe and the effect of thyroxine suppression therapy are reported.
After hemithyroidectomy for solitary nodular goiter, whether follicular or colloid, 47.7% of patients without suspected autoimmune disease show ultrasonographic signs of hyperplasia, usually micronodular. These forms have a greater tendency to progress, which occurs in 72.7%. Progression depends on the type of goiter resected since it occurs in 17.6% of follicular adenomas and in 57.1% of colloid nodules. Fifty-four percent of patients who undergo surgery require thyroid hormone treatment. This therapy is required for subclinical hypothyroidism in 27.7%, which is more frequent after surgery for colloid nodules (45.8%) than follicular adenomas (17%). Thyroid hormone suppression therapy starting 6 months after diagnosis of hyperplasia controls progression in 86% of patients who undergo surgery for follicular adenoma compared with only 38.5% of those who undergo surgery for colloid nodules. The risk/benefit ratio of this therapy should be evaluated, especially in patients aged more than 60 years.
In view of the above, hemithyroidectomy for solitary nodules should be performed after careful preoperative evaluation of clinical, hormonal, ultrasonographic and cytological data. It should not be performed in all patients as a standard procedure and, in addition to hormone studies, follow-up should always include ultrasonography with determination of residual thyroid volume.