Las Encuestas Nacionales de Salud no establecen relaciones sinérgicas entre variables. El propósito del presente trabajo es profundizar en el análisis secular del índice de masa corporal (IMC) y su relación con otros parámetros contenidos en el cuestionario de menores.
Material y métodosSe analizan datos de las entrevistas realizadas (entre 1987 y 2006) a padres o tutores de escolares de 9 a 15 años. Se seleccionaron talla y peso declarados por los progenitores, calculando posteriormente el IMC. Se establecen categorías en función del sexo y edad, tiempo dedicado al sueño y a ver televisión y, por último, frecuencia de la actividad física. Mediante pruebas de ANOVA se analiza la evolución secular del IMC y su dependencia de los factores mencionados.
Resultados y conclusionesSe verifica un significativo aumento secular del peso y talla que, entre los 12 y 15 años, es de mayor intensidad en la serie masculina. Se constata la influencia de la actividad física sobre el IMC, que disminuye al aumentar las sesiones destinadas al ejercicio (p<0,001). En contraposición, dicho índice se eleva (p<0,001) con el tiempo dedicado a ver televisión. Se confirma también el papel del descanso nocturno como modulador del tamaño corporal, ya que los escolares de 9 a 11 años que duermen más de 9h tienen un IMC menor (p<0,001) que los que descansan menos. Entre los 12 y 15 años el IMC disminuye (p<0,001) a partir de las 6h de sueño.
Spanish National Health Surveys do not establish synergistic relations between variables. The purpose of this study was to perform a deeper historical analysis of body mass index (BMI) and its relation to other parameters included in the questionnaire for children.
Material and methodsData from interviews conducted (between 1987 and 2006) to parents and guardians of schoolchildren aged 9-15 years were analyzed. Height and weight reported by parents were selected and used to calculate BMI. Subjects were stratified by age, gender, time spent sleeping and watching television and, finally, frequency of physical activity. The historical trend of BMI and its dependence on the above factors were analyzed using ANOVA tests.
Results and conclusionsSignificant weight and height increases were seen, which were more marked in boys aged 12 to 15 years. Influence of physical activity on BMI was shown, but decreased (P<.001) as exercise time increased. By contrast, BMI increased (P<.001) as time spent watching television increased. On the other hand, the role of sleep as modulator of body size was confirmed, since schoolchildren aged 9-11 years who slept over 9h had lower BMIs (P<.001). In subjects aged 12 to 15, BMI decreased (P<.001) from 6h of sleep.
La obesidad es una enfermedad multifactorial que se ha convertido en un creciente problema de salud pública por su conexión con las principales causas de morbimortalidad, tanto en los países desarrollados como en los de economía emergente. Dicha enfermedad es principalmente alarmante en el caso de la infancia y adolescencia, y, por ello, se están publicando frecuentemente estudios poblacionales centrados en dichas etapas y encaminados a analizar su incidencia y evolución.
Efectivamente, podemos encontrar en España datos que provienen de diferentes investigaciones realizadas a partir del año 2000. Entre ellos citaremos el estudio de Cuenca1, que reporta cifras del orden del 26,6% de sobrepeso y 3,9% de obesidad, para escolares entre 9 y 12 años, el EnKid2, que establece los porcentajes en 12,4 y 13,9, respectivamente, en individuos de 2 a 24 años, y el proyecto Alimentación y Valoración del Estado Nutricional de los Adolescentes españoles (AVENA)3, que cuantifica el tanto por ciento de exceso de peso en 25,69 en varones y en 19,13 en mujeres, en edades comprendidas entre 13 y 18,5 años. Estudios más recientes y elaborados a partir de muestras que superan los 7.000 individuos ponen de relieve que el exceso ponderal en la población infantil no se ha frenado; así, nuestro grupo de investigación4 reseñó que el 27,4% de los chicos y el 21,5% de las chicas, entre 6 y 12 años, presentaban sobrepeso u obesidad. Del mismo modo, el estudio Alimentación, Actividad física, Desarrollo Infantil y Obesidad (ALADINO)5 establece cifras de exceso ponderal de 34,1% para los niños y de 28,6% para la niñas, entre 6 y 9 años.
También existen importantes investigaciones financiadas por la UE que pretenden profundizar en los aspectos genéticos y ambientales causantes de la obesidad infantil, para establecer directrices de promoción de la salud y prevención de enfermedades. Citaremos, por ejemplo, el proyecto Healthy Lifestyle in Europe by Nutrition in Adolescence (HELENA)6, que es un metaanálisis en el que se incluyen todos los trabajos indexados en PubMed publicados entre 1990 y 2007 y el denominado Identification and prevention of Dietary and lifestyle-induced health Effects In Children and infants (IDEFICS)7. La finalidad de estas ambiciosas investigaciones es establecer estrategias efectivas que, respetando las diferencias culturales en el ámbito europeo, frenen en la medida de lo posible este peligroso problema infantil.
La mayoría de los estudios epidemiológicos citados anteriormente se han llevado a cabo con un numeroso efectivo muestral y partiendo de medidas antropométricas tomadas directamente a los participantes. Este procedimiento no siempre es posible por razones de tiempo o de presupuesto y, por ello, en ocasiones se recurre a la información biométrica obtenida a partir de datos autodeclarados. Esta metodología es la que se utiliza en las llamadas Encuestas Nacionales de Salud (ENS), que se iniciaron en nuestro país en 1987 y se han publicado con desigual periodicidad hasta el año 2006.
Los estudios en población infantil o juvenil elaborados con este enfoque muestran que existe cierta discordancia entre las medidas realizadas directamente al sujeto y las percibidas por él. Así, tanto un estudio realizado en jóvenes madrileños8 como otro efectuado en población valenciana9 han observado una tendencia a subestimar el peso y a sobrestimar la estatura. Fuera de nuestras fronteras podemos mencionar también investigaciones hechas en adolescentes chinos10 y escolares israelíes11, en las que se ha constatado que los valores de IMC, a partir de datos referidos por el individuo, eran menores a los reales obtenidos directamente por antropometría. Aunque existen resultados contradictorios, la mayor parte de los trabajos mencionados apuntan que la concordancia entre los valores objetivos y los declarados fue mayor en la serie masculina.
Esta desviación entre datos reales y autodeclarados no constituye un inconveniente para lograr el objetivo que se persigue en este trabajo, ya que no se trata de estimar cifras exactas del sobrepeso o la obesidad, sino de analizar la tendencia temporal del exceso ponderal y de cuantificar la influencia de ciertos factores que lo determinan. Concretamente se pretende conocer la evolución secular del peso, la estatura y el índice de masa corporal (IMC), así como el efecto que el ejercicio físico, las horas de sueño y el tiempo destinado a ver la televisión (TV) ejercen sobre dicho indicador antropométrico.
Material y métodosSe partió de los datos contenidos en las ENS de los años 1987, 1993, 1995, 1997, 2001, 2003 y 200612, procedentes de las entrevistas efectuadas a los padres o responsables de los menores. Hay que reseñar que, en la presente investigación, se seleccionaron y analizaron únicamente los sujetos con edades comprendidas entre los 9 y 15 años. Toda la información fue solicitada al Ministerio de Sanidad y Política Social, que facilitó los ficheros en un formato de archivo de texto compacto, donde la respuesta a cada pregunta se había codificado con una cifra que ocupaba una o varias columnas. Su procesamiento resultó complejo ya que hubo que identificar la posición y el sistema de codificación de cada una de las preguntas, que, a su vez, variaban en cada edición. Se programó un guión en lenguaje Perl, específico para cada año, para procesar los archivos de datos, extrayendo las columnas correspondientes a las preguntas de interés y guardando los datos en un nuevo archivo de texto delimitado. Este se abrió con Microsoft Excel, permitiendo su inspección, y posteriormente se exportó al programa SPSS (versión 17.0) para llevar a cabo el análisis estadístico. El filtrado de datos incompletos o anómalos se realizó bien en Excel, bien en SPSS.
Es importante subrayar que el formato de las ENS no sigue un criterio uniforme a lo largo de los años, de forma que, en las sucesivas ediciones, se añaden o quitan preguntas o bien se reformulan, lo que dificulta un análisis con perspectiva secular. Del mismo modo, el número de individuos que componen el efectivo muestral presenta importantes variaciones en las diferentes ediciones (tabla 1), y concretamente las series de los años 1995 y 1997 poseen un número de sujetos claramente inferior al resto. Por otra parte, en los ficheros suministrados se observaron –para algunas variables– casos claramente anómalos, lo que obligó a realizar un proceso de depuración previo al tratamiento matemático. Así, se eliminaron los individuos que no tenían asignada edad, sexo, o bien carecían de datos antropométricos fundamentales como peso y talla.
Número de individuos entrevistados en las distintas ediciones de la Encuesta Nacional de Salud
Año | Edad de 9 a 11 años | Edad de 12 a 15 años | ||||
Varones | Mujeres | Total | Varones | Mujeres | Total | |
1987 | 629 | 527 | 1.156 | 995 | 941 | 1.936 |
1993 | 365 | 370 | 735 | 566 | 567 | 1.133 |
1995 | 149 | 134 | 283 | 226 | 227 | 453 |
1997 | 129 | 149 | 278 | 242 | 241 | 483 |
2001 | 364 | 346 | 710 | 582 | 566 | 1.148 |
2003 | 616 | 565 | 1.181 | 1.041 | 981 | 2.022 |
2006 | 658 | 625 | 1.283 | 1.096 | 1.043 | 2.139 |
En estas entrevistas hay multitud de variables de las cuales, en este trabajo, se seleccionaron para el análisis solamente algunas. En concreto, talla y peso referidos responden a la pregunta hecha a los padres o responsables: ¿cuánto mide y pesa el niño? A partir de esos datos se calculó el IMC. Asimismo, se analizaron las preguntas sobre el tiempo dedicado al descanso nocturno y a ver la TV, estableciéndose 3 categorías en el primer caso (6-7, 8-9 y 10-11h de sueño) que podrían responder al criterio de escaso, normal y superior a la media. Con respecto al segundo, establecimos 5 niveles (ocasional, 1, 2, 3 y más de 3h) en función de la propia distribución de la variable. Por último, se incluyó también la práctica de ejercicio físico, para la cual se respetaron las clases asignadas por la ENS (ninguna, ocasional, varias veces a la semana o al mes).
Dividido el efectivo muestral en función del sexo y grupo de edad (de 9 a 11 y de 12 a 15 años), se calcularon los estadísticos descriptivos para las variables citadas. Posteriormente, considerando la edad como factor covariable, se llevó a cabo un ANOVA con la finalidad de estudiar los cambios seculares y comprobar el efecto que ejercen sobre el IMC las horas de sueño, las destinadas a ver TV y las dedicadas al ejercicio físico. Finalmente se efectuó un análisis de regresión múltiple tomando como variable dependiente el IMC, y como variables independientes, las horas de actividad física, las de sueño y las destinadas a ver la TV.
ResultadosEn la tabla 2 pueden observarse los cambios producidos entre 1987 y 2006 para las características antropométricas analizadas. La talla y el peso presentan un incremento significativo (p<0,001) tanto en varones como en mujeres, y en ambos grupos de edad. Sin embargo, el IMC no manifiesta variación significativa. Puede comprobarse también que, entre los 9 y 11 años, el pequeño dimorfismo sexual propio de la edad se mantiene a lo largo del mismo período, mientras que las diferencias de género entre los 12 y 15 años aumentan secularmente, como consecuencia de un mayor incremento del peso y la talla en las series masculinas.
Evolución secular del peso, talla e índice de masa corporal (datos declarados)
Años | Edad (9-11 años) | Edad (12-15 años) | ||||||||||
Peso (kg) | Talla (cm) | IMC | Peso (kg) | Talla (cm) | IMC | |||||||
X¯ | DE | X¯ | DE | X¯ | DE | X¯ | DE | X¯ | DE | X¯ | DE | |
Mujeres | ||||||||||||
1987 | 35,7 | 7,3 | 139,8 | 12,4 | 18,3 | 3,3 | 48,2 | 8,7 | 157,2 | 9,7 | 19,5 | 2,8 |
1993 | 37,6 | 7,9 | 141,5 | 12,3 | 18,9 | 4,2 | 49,3 | 9,1 | 157,9 | 9,3 | 19,7 | 3,0 |
1995 | 37,6 | 8,3 | 142,0 | 11,3 | 18,6 | 3,3 | 49,8 | 8,1 | 158,9 | 7,1 | 19,7 | 2,6 |
1997 | 38,1 | 7,8 | 143,2 | 12,0 | 18,6 | 3,2 | 50,8 | 9,4 | 160,3 | 8,9 | 19,7 | 3,1 |
2001 | 39,0 | 8,5 | 143,2 | 11,5 | 19,1 | 3,6 | 49,7 | 9,5 | 158,6 | 8,6 | 19,7 | 3,0 |
2003 | 38,7 | 8,9 | 144,0 | 10,6 | 18,6 | 3,5 | 51,0 | 9,1 | 159,9 | 8,0 | 19,9 | 3,1 |
2006 | 39,1 | 9,9 | 143,7 | 11,3 | 18,9 | 3,9 | 51,4 | 10,0 | 159,5 | 8,2 | 20,1 | 3,2 |
F=9,47; p<0,001 | F=8,12; p<0,01 | F=1,88; NS | F=11,04; p<0,001 | F=7,98; p<0,001 | F=1,60; NS | |||||||
Varones | ||||||||||||
1987 | 36,6 | 7,5 | 140,9 | 12,0 | 18,5 | 3,5 | 50,1 | 10,9 | 159,2 | 11,7 | 19,7 | 3,1 |
1993 | 38,5 | 8,5 | 142,1 | 13,6 | 19,2 | 4,1 | 51,6 | 11,4 | 159,9 | 12,2 | 20,1 | 3,6 |
1995 | 38,0 | 8,5 | 143,4 | 11,0 | 18,4 | 3,2 | 54,2 | 12,5 | 161,3 | 11,6 | 20,7 | 3,3 |
1997 | 37,5 | 7,7 | 141,1 | 10,9 | 18,9 | 3,6 | 53,0 | 11,8 | 162,1 | 10,6 | 20,0 | 3,3 |
2001 | 39,7 | 8,7 | 143,7 | 10,4 | 19,1 | 3,2 | 53,2 | 12,0 | 161,2 | 10,7 | 20,3 | 3,4 |
2003 | 38,6 | 9,0 | 143,7 | 10,5 | 18,6 | 3,3 | 54,7 | 13,0 | 163,4 | 11,5 | 20,3 | 3,5 |
2006 | 39,3 | 9,1 | 143,3 | 10,0 | 19,1 | 3,8 | 56,3 | 13,4 | 164,6 | 11,6 | 20,6 | 3,6 |
F=9,47; p<0,001 | F=8,12; p<0,001 | F=2,29; NS | F=9,24; p<0,001 | F=9,24; p<0,001 | F=1,03; NS |
NS: no significativo.
La tabla 3 muestra que los varones, principalmente los mayores, dedican más tiempo que las chicas a la práctica deportiva,y que, sobre todo en el sexo femenino, aumenta con la edad la proporción de personas que no realizan ninguna actividad física. En ambos sexos y grupos de edad se puede apreciar que hacer algo de ejercicio tiene gran influencia en el IMC, como puede verse claramente en el grupo de menores (fig. 1). Así, se constata que dicho índice estaturo-ponderal disminuye progresiva y significativamente en función del tiempo dedicado a la actividad física. Por ejemplo, en los varones de 9 a 11 años los datos de IMC oscilan entre 21,2 (de aquellos que no realizan ningún tipo de actividad física) y 18,6 (los que hacen ejercicio intenso).
Porcentaje de escolares que realizan actividad física
Actividad física | Edad de 9 a 11 años | Edad de 12 a 15 años | ||
Varones (%) | Mujeres (%) | Varones (%) | Mujeres (%) | |
1 | 4,89 | 10,37 | 8,55 | 17,60 |
2 | 28,10 | 39,48 | 25,69 | 36,19 |
3 | 33,90 | 29,86 | 31,95 | 28,11 |
4 | 33,11 | 20,30 | 33,80 | 18,10 |
1=no hace ejercicio; 2=ocasionalmente; 3=regularmente (varias veces al mes); 4=intensa (varias veces a la semana).
Es evidente que ver la TV es un hábito que tiene mucho que ver con el sedentarismo. Los resultados aquí obtenidos muestran que, en ambos sexos, disminuye con la edad el tiempo dedicado a permanecer delante del televisor, aunque la tendencia es más evidente en la serie femenina. Sin embargo, si se analizan ambos sexos separadamente, se observa (tabla 4) que el número de horas sentado frente a la TV influye significativamente sobre el IMC (p<0,001), en ambos sexos y grupos de edad, tal y como puede verse en la figura 2.
Porcentaje de escolares según el tiempo dedicado a ver la televisión
Tiempo diario frente a la televisión | Edad de 9 a 11 años | Edad de 12 a 15 años | ||
Varones (%) | Mujeres (%) | Varones (%) | Mujeres (%) | |
1 | 4,78 | 6,97 | 4,11 | 38,20 |
2 | 26,92 | 28,83 | 49,83 | 16,18 |
3 | 43,06 | 41,17 | 27,11 | 27,03 |
4 | 17,61 | 17,04 | 12,57 | 12,44 |
5 | 7,62 | 5,98 | 6,38 | 6,15 |
1=ocasional; 2=menos de 1h; 3=entre 1 y 2h; 4=entre 2 y 3h; 5=más de 3h.
Al centrarse en las horas de descanso nocturno se puede comprobar (tabla 5) que los datos son muy semejantes, tanto en un sexo como en otro, para un mismo grupo de edad. Sin embargo, como es lógico, se observa que los mayores duermen menos que los pequeños. Del mismo modo, al relacionar ahora esta variable con el IMC se percibe que dicho índice disminuye significativamente (p<0,001) al aumentar el tiempo dedicado al sueño, tanto en varones como en mujeres (fig. 3). Cabe precisar también que esta situación se manifiesta en los más jóvenes a partir de las 9h de sueño, mientras que en los mayores la disminución es siempre progresiva.
Porcentaje de escolares según el tiempo dedicado al descanso nocturno
Tiempo diario de sueño | Edad de 9 a 11 años | Edad de 12 a 15 años | ||
Varones (%) | Mujeres (%) | Varones (%) | Mujeres (%) | |
1 | 2,17 | 1,69 | 4,79 | 5,49 |
2 | 51,94 | 53,12 | 69,39 | 70,27 |
3 | 45,88 | 45,19 | 25,82 | 24,24 |
1=de 6 a 7h; 2=de 8 a 9h; 3=de 10 a 11h.
El análisis de regresión mostró que cuando se analiza de manera simultánea el efecto del ejercicio, del sueño y del tiempo destinado a ver TV se mantiene el mismo patrón que sigue cada variable de forma aislada. Así, al aumentar el tiempo dedicado a las 2 primeras actividades mencionadas se disminuye significativamente el IMC, mientras que ver TV aumenta el valor de dicho índice estaturo-ponderal (horas de actividad física: β=-0,309, p<0,001; horas de sueño: β=-0,194, p<0,001; horas de TV: β=0,257; p<0,001).
DiscusiónEl problema de las ENS es que recogen una amplísima información que no ha sido procesada y analizada con la suficiente profundidad, ya que los resultados publicados son fundamentalmente descriptivos y no establecen, en muchas ocasiones, relaciones sinérgicas entre diferentes variables. Además, algunas de las medidas biométricas que recogen estas entrevistas no responden a datos directamente tomados al sujeto, sino referidas por el encuestado, y, por ello, pueden desviarse de la realidad. Esta posible desviación ha sido puesta de manifiesto en múltiples investigaciones, unas centradas en las propias ENS13 y otras realizadas tanto en población española14 como americana15,16.
Sin embargo, dichas eventuales alteraciones pueden ser irrelevantes según la finalidad del estudio; así, algunos autores han explotado los datos de estas entrevistas estudiando, por ejemplo, los cambios acaecidos en la talla en nuestro país a partir de los 16 años17, o bien analizando la prevalencia de obesidad adulta a partir de la ENS de 198718. También en este estudio dicho problema es intranscendente porque su objetivo es, además de examinar la evolución del peso e IMC desde 1987 a 2006, establecer el influjo de factores concretos, determinantes de dicho exceso ponderal.
Obviando estos inconvenientes resulta sumamente interesante aprovechar la valiosa información contenida en todas las ediciones de estas ENS para llevar a cabo nuevos análisis con perspectiva longitudinal y multivariante. Por esta razón la presente investigación ha profundizado en este terreno y, centrándose en el estudio de los datos contenidos en los cuestionarios de menores, ha desembocado en los resultados expuestos en el epígrafe anterior.
Los datos obtenidos aquí, respecto a la disminución del IMC en función del tiempo dedicado a la actividad física, están en consonancia con lo publicado en 2 trabajos anteriores por este mismo grupo de investigación, donde se puso de manifiesto el efecto de la práctica del ejercicio sobre la reducción de los niveles de adiposidad. En uno de ellos19, en el que se analizaron los somatotipos, se demostró que los escolares de ambos sexos reducían el componente endomórfico en función de las horas de ejercicio, y que los varones incrementaban además significativamente su mesomorfia. En el otro, mucho más reciente20, se reflejó una disminución significativa del porcentaje de grasa corporal en las adolescentes de 13 a 19 años, en función del tiempo dedicado al ejercicio, que variaba entre 26,9% en las más sedentarias y 20,7% en aquellas más activas, es decir, que practicaban más de 9h semanales. Otras investigaciones, en las que se han aplicando acelerómetros para estimar el nivel de actividad física, también han reseñado su efecto positivo sobre la reducción del tejido adiposo. Así, en un amplio estudio sobre adolescentes norteamericanas21 se observó que solo 1min de dicha actividad de forma vigorosa suponía 0,05kg/m2 de descenso en el IMC y 0,12% de disminución de grasa.
Relacionado con lo anteriormente expuesto, ha quedado demostrado en esta investigación que el sedentarismo influye significativamente en el IMC. En este sentido, las horas delante de la TV es un factor que predispone al exceso de peso. En efecto, tal y como se ha indicado y debatido en algún artículo22, la TV es mediadora entre el consumismo y la obesidad, dada la costumbre sumamente extendida de comer frente al televisor y el hábito de «picar» mientras se contempla. Moreno y Toro22 constatan que un 81% de los niños mexicanos en edad escolar aprovechan para ver la TV mientras comen y un 80% «picotean» algo mientras la miran. Parecida situación se ha verificado en numerosas investigaciones; una de las primeras23 analizó una población infantil estadounidense y mostró diferencias significativas para el IMC entre los niños que estaban delante del televisor más de 4h diarias y los que lo hacían menos de 2. Otras investigaciones24 han trabajado en la misma línea, de modo muy pormenorizado, estudiando la influencia de la TV sobre los hábitos dietéticos y el sobrepeso infantil e incluso estableciendo su relación con la aparición de trastornos del comportamiento alimentario.
Entre los numerosos estudios sobre el tema cabe destacar el llevado a cabo por el grupo HELENA25, que confirma el hecho de que la TV ejerce un efecto más pernicioso que los videojuegos o el ordenador sobre el desarrollo del sobrepeso infantil. Cano Garcinuño et al.26, trabajando en consultas de atención primaria de Palencia, analizan el posible impacto de numerosos aspectos socioeconómicos y familiares sobre el riesgo de obesidad infantil. Sus conclusiones señalan que el estar sentado frente al televisor más de 2h diarias es, junto con el sobrepeso paterno, casi el único factor con influencia significativa. Santomauro et al.27 comprobaron el efecto combinado del ejercicio físico moderado y la disminución del tiempo destinado a ver TV o videojuegos sobre la reducción del IMC y ciertas comorbilidades asociadas a la obesidad, como es la presencia de hígado graso, en adolescentes con exceso ponderal sometidos a un programa de cambio en el estilo de vida a lo largo de un año.
También ha quedado demostrado en el apartado anterior que existe una asociación inversamente proporcional entre la duración del sueño y la predisposición al sobrepeso durante la infancia y juventud. Diversos investigadores han llegado a la misma conclusión; así, un estudio longitudinal28 ha puesto de manifiesto que un descanso nocturno inferior a 12h, durante los 2 primeros años de vida, está relacionado significativamente con un mayor grosor de los pliegues cutáneos y un más elevado IMC a la edad de 3 años. En la misma línea, los metaanálisis llevados a cabo en preescolares29,30 y las investigaciones de otros autores en colegiales con edades comprendidas entre los 30 meses y los 15 años31–33 ponen de relieve un incremento significativo del riesgo de obesidad en función de la disminución de las horas de sueño.
Llegados a este punto cabe preguntarse cuál es la verdadera relación entre la falta de sueño y la tendencia al sobrepeso u obesidad. Esta cuestión se la han planteado autores34 que apuntan que el descanso nocturno de los niños obesos es de peor calidad frente al de los que tienen normopeso. Por otro lado, otras investigaciones35–37 han demostrado que los sujetos que duermen menor cantidad de horas presentan niveles bajos de leptina y elevados de grelina, hormonas que están implicadas en los mecanismos de regulación hipotalámica del apetito.
ConclusionesLas ENS son una buena herramienta para establecer un panorama global de la relación existente entre el modo de vida y el tamaño corporal, expresado a través del IMC. También permiten analizar comparativamente el comportamiento de dicha asociación a lo largo de los años. Sin embargo, la falta de criterios uniformes en el muestreo y en el diseño de las preguntas en las diferentes ediciones limita, en parte, su explotación para realizar investigaciones de carácter secular.
A pesar de ello, en este trabajo los datos extraídos de las ENS ponen de manifiesto un aumento significativo del peso y la talla referidos de los escolares analizados entre 1987 y 2006, aumento que es mayor en la serie masculina que en la femenina. Ello supone que las diferencias de género para el IMC se incrementen a lo largo del período estudiado.
Queda probada, en ambos sexos, la repercusión del ejercicio en el IMC, que disminuye progresivamente al aumentar las sesiones destinadas habitualmente a la práctica de la actividad física. En contraposición, dicho índice estaturo-ponderal se eleva significativamente en función del número de horas dedicadas a ver la TV. Por otra parte, se confirma el papel que desempeña la duración del sueño como elemento modulador del tamaño corporal, ya que se aprecia que los escolares de 9 a 11 años que duermen más de 9 horas tienen un IMC significativamente menor que los que descansan menos. Entre los mayores (de 12 a 15 años) el efecto del descanso nocturno se manifiesta antes, de manera que el IMC disminuye a partir de las 6h de sueño.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de interés.