La enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) constituye una de las infecciones ginecológicas más graves en mujeres no embarazadas en edad fértil1, pudiendo desencadenar complicaciones como infertilidad tubárica, embarazo ectópico, dolor abdominal y absceso tubo-ovárico1–3. Neisseria gonorrhoeae y Chlamydia trachomatis son los agentes etiológicos más comunes, siendo la vía sexual la principal vía de transmisión3. La inserción de un dispositivo intrauterino (DIU) y los procedimientos ginecológicos invasivos representan importantes factores de riesgo e implican a microorganismos de la microbiota habitual del tracto genital, principalmente especies de Streptococcus, Enterococcus, Peptostreptococcus y Bacteroides2,3. Eikenella corrodens y Finegoldia magna forman parte de la microbiota orofaríngea, gastrointestinal y genitourinaria, cuya implicación en infecciones intraabdominales y ginecológicas es poco frecuente3. Presentamos el caso de un absceso tubo-ovárico por E. corrodens y F. magna en una paciente sin factores de riesgo.
Mujer de 23 años, no portadora de DIU y sin antecedentes ginecológicos de interés, que consulta por dolor en hipogastrio y secreción vaginal abundante. En la exploración y en la ecografía transvaginal no se objetivan signos patológicos. La paciente regresa 10 días después por dolor intenso y fiebre de hasta 38,3°C. Se realiza ecografía transvaginal, visualizándose en la zona retrouterina una masa compatible con absceso tubo-ovárico. Se instaura tratamiento con clindamicina, ampicilina y gentamicina, y se realiza cirugía por laparotomía. Durante la intervención se rompe el absceso, se recoge muestra para cultivo microbiológico y se realiza salpingectomía izquierda. En el postoperatorio inmediato la paciente presenta fiebre, procalcitonina elevada (2ng/l), leucocitosis (22,8×103/l) y signos compatibles con sepsis, ingresando en la unidad de cuidados intensivos. Se extraen hemocultivos y se modifica la antibioterapia a piperacilina/tazobactam y doxiciclina. Tras la favorable evolución, la paciente se traslada a la planta de ginecología.
Con relación al estudio microbiológico del absceso, la tinción de Gram mostró abundantes leucocitos polimorfonucleares, bacilos gramnegativos y cocos grampositivos. En el cultivo aerobio se aislaron colonias grisáceas pequeñas, catalasa negativa, oxidasa positiva, que producían una ligera depresión en agar chocolate. Por otro lado, tras incubación en anaerobiosis se observaron colonias grises pequeñas en agar Schaedler y agar feniletilalcohol. E. corrodens se identificó mediante tarjeta NH del sistema Vitek®2 (bioMérieux), confirmándose por espectrometría de masas en el sistema Vitek® MS (bioMérieux). La galería API® rapid ID 32 A (bioMérieux) identificó a F. magna. El antibiograma para ambos microorganismos se realizó mediante difusión en gradiente E-test (bioMérieux) y se interpretó siguiendo los criterios del Clinical and Laboratory Standards Institute (CLSI). E. corrodens presentó resistencia a azitromicina y sensibilidad a meropenem, ceftriaxona, ciprofloxacino, levofloxacino, tetraciclina, ampicilina y amoxicilina/ácido clavulánico. Las CMI de gentamicina y piperacilina/tazobactam fueron 6 y<0,016/4mg/l, respectivamente (sin interpretación CLSI). F. magna mostró resistencia a metronidazol y sensibilidad a meropenem, cefotaxima, clindamicina, penicilina, ampicilina, amoxicilina/ácido clavulánico y piperacilina/tazobactam (CMI=0,032mg/l). En función de estos resultados se mantuvo 10 días antibioterapia con piperacilina/tazobactam. La paciente evolucionó favorablemente, encontrándose asintomática al alta.
La mayoría de las infecciones por E. corrodens son polimicrobianas4,5. En nuestro caso, se aisló junto a F. magna, no encontrándose esta asociación en la bibliografía revisada.
Por otra parte, son escasas las infecciones ginecológicas causadas por E. corrodens, relacionándose principalmente con EIP en portadoras de DIU4–6 y corioamnionitis7. En el caso presentado, destacamos su participación junto con F. magna en la producción de un absceso tubo-ovárico en ausencia de factores de riesgo. La antibioterapia con clindamicina y gentamicina es uno de los tratamientos empíricos recomendados por las guías clínicas2,8. En nuestro caso se añadió ampicilina, por haber mostrado esta combinación buenos resultados en el tratamiento de abscesos tubo-ováricos9. Debido a la rotura del absceso durante la cirugía y aparición de signos de sepsis, se modificó el tratamiento a piperacilina/tazobactam, siguiendo las recomendaciones para el manejo de infección intraabdominal en pacientes de alto riesgo10. Además, se añadió doxiciclina como cobertura antibiótica frente a C. trachomatis. Tras la obtención de los resultados microbiológicos, se decidió no modificar el tratamiento por ser bajas las CMI de piperacilina/tazobactam frente a ambos microorganismos y por la evolución favorable de la paciente. Debido a la variedad de infecciones graves que puede causar E. corrodens y sus posibles complicaciones, consideramos importante realizar un correcto aislamiento e identificación del microorganismo, así como valorar su participación como agente causal de infecciones obstétricas y ginecológicas.