Hemos leído con interés el artículo de Cano-Portero et al.1 sobre la epidemiología de la tuberculosis (TB) en España en el año 2015. Consideramos de vital importancia el trabajo desarrollado por la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, al constituir la vigilancia activa una de las líneas prioritarias en la lucha contra la TB.
Según los autores, en el 2015 se declararon 335 casos de TB en menores de 15 años en España. Sus datos difieren del Informe del ECDC del mismo año (270 casos pediátricos)2. Esta discrepancia señala la necesidad de mejorar la coordinación institucional para determinar con precisión el alcance de la TB pediátrica en nuestro país.
España es un país de baja prevalencia de TB, con una incidencia de 10,5/100.000 habitantes en 2015, y un 7% de casos pediátricos. La TB infantil todavía es un problema significativo en nuestro medio, siendo España el país de Europa Occidental con más casos pediátricos2. Durante décadas, la TB infantil ha estado desatendida por las políticas nacionales e internacionales, debido a la menor incidencia respecto a los adultos, a las dificultades diagnósticas y a su menor contagiosidad. Por el contrario, los niños son especialmente vulnerables a la TB, con mayor riesgo de desarrollar formas graves, especialmente los menores de 2 años, donde la tasa de progresión alcanza el 50%3. Los niños, además, constituyen un evento centinela de transmisión reciente en la comunidad, y son el nicho de la TB del futuro. Por tanto, es prioritario definir de forma precisa el impacto de la TB pediátrica en España, estableciendo medidas para identificar y tratar precozmente a los pacientes de riesgo.
Aprovechamos esta carta para resaltar el trabajo de la Red Española de TB Pediátrica (pTBred)4, establecida en 2014, integrada en la Red Europea pTBnet5. Entre sus líneas de trabajo, destaca el registro de casos pediátricos, que amplía la perspectiva del sistema nacional de vigilancia epidemiológica. Desde 2014, participan 83 instituciones y 141 investigadores, y se han registrado 570 casos de TB activa, siendo el 47,8% menores de 5 años.
El informe de Cano-Portero et al. recoge el país de origen del 97% de los casos, agrupado como nacido en España/nacido fuera, siendo un 30% extranjeros. El país de nacimiento de los extranjeros, sin embargo, es desconocido en un 32%. En la cohorte pTBred, hemos profundizado en el origen de los casos, conociendo el país de nacimiento del 98,4% de los niños (81,1% españoles) y del 98,2% de sus progenitores (55,9% extranjeros).
La vigilancia de las cepas de TB resistente circulantes es una de las prioridades actuales para el control epidemiológico de la TB6. La monitorización de los casos pediátricos resulta de gran relevancia, ya que la TB infantil se debe habitualmente a una primoinfección reciente, siendo rara la reactivación de cepas latentes. Cano-Portero et al. reportan un 70% de casos confirmados, aunque solo disponen de los resultados de sensibilidad del 26%, sin detallar la tasa de resistencia a isoniazida. El estudio no reporta datos disgregados por edad. En nuestro registro, la tasa de confirmación es del 36,9%, coincidiendo con la literatura7. Un 11,2% de los niños presentaron algún tipo de resistencia, siendo el 5,6% resistentes a isoniazida, y el 1% MDR. De forma destacada, el último informe anual del ECDC2 tampoco dispone de datos sobre TB resistente en España, a diferencia de otros países europeos, a pesar de ser España uno de los países con mayor inmigración procedente de Europa del Este, donde la TB MDR es un problema de gran magnitud.
Aunque la TB es una de las prioridades de Salud Pública, todavía tenemos grandes lagunas acerca de su situación en España. pTBred está trabajando intensamente para mejorar el conocimiento de la epidemiología y la utilidad de nuevas herramientas diagnósticas y terapéuticas en niños. Consideramos que los datos de esta cohorte pueden esclarecer el conocimiento de la TB pediátrica, centinela de la TB global en España, máxime cuando se aportan datos de las cepas circulantes resistentes. Coincidimos con Cano-Portero et al. en la necesidad de establecer un compromiso político y de mejorar la cooperación intersectorial, siguiendo las recomendaciones del Plan Mundial de la OMS8, para avanzar en el camino hacia el control global de la TB.