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Vol. 30. Núm. 2.
Páginas 19-28 (Marzo 2016)
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Curso básico sobre diabetes. Tema 2. Autocontrol y medidas higiénico-dietéticas
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Beatriz Sánchez Nevadoa, Sonia Sanz Olmosa
a Farmacéuticas. CIM del COFBi
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Tabla 1. Índice glucémico de algunos alimentos.
Tabla 2. Plan de alimentación por intercambio de alimentos.
Tabla 3. Declaraciones nutricionales en el etiquetado de alimentos.
Tabla 4. Características de algunos edulcorantes.
Tabla 5. Factores de riesgo para el desarrollo de úlceras o amputaciones.
Tabla 6. Pacientes en los que está indicada la automonitorización de la glucemia capilar (AMG).
Tabla 7. Recomendaciones de frecuencia de realización de autoanálisis en diabetes.
Tabla 8. Recomendaciones de frecuencia de realización de autoanálisis en diabetes gestacional.
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La diabetes mellitus es una patología crónica y la implicación del paciente en la enfermedad es fundamental para evitar complicaciones agudas o crónicas.

La educación se considera esencial para que el diabético asuma la responsabilidad del control diario de su afección. Por ello, es conveniente que tenga conocimientos en una serie de conceptos, como aspectos generales de la diabetes y posibles complicaciones a corto y largo plazo; tratamiento (alimentación adecuada, actividad física y tratamiento farmacológico); autocontrol (autocuidados y autoanálisis); cuidados a aplicar en situaciones especiales (embarazo, infancia, viajes, celebraciones...) y actuación en caso de emergencia (hipo/hiperglucemia).

A lo largo de este tema se expondrán las principales recomendaciones para que el paciente diabético adquiera unos hábitos de vida saludables y para evitar, en la medida de lo posible, las complicaciones de la enfermedad.

Recomendaciones nutricionales

La alimentación es, junto con la medicación, uno de los pilares básicos en el tratamiento de la diabetes. Los objetivos que se pretenden lograr a través de ella son: mejorar el control glucémico, mantener un peso adecuado y disminuir el riesgo cardiovascular.

La dieta del diabético debe adaptarse a sus necesidades diarias. Para ello, hay que tener en cuenta aspectos como:

– Tipo de diabetes y farmacoterapia: la distribución de las comidas a lo largo del día dependerá de si el paciente sigue tratamiento con antidiabéticos orales o con insulina. En el primer caso, se considera suficiente realizar 3 comidas al día. En los insulinizados, hay que tener en cuenta el tipo de insulina que utilizan (rápida, intermedia o lenta). Los usuarios de insulinas de acción rápida se la deben administrar justo antes de la ingesta. Los pacientes con insulina de acción intermedia suelen necesitar tomar algún alimento 2 o 3 h después de la inyección (momento en el que esas insulinas alcanzan su máximo efecto hipoglucemiante). Las insulinas lentas no presentan un pico máximo de acción, por lo que para su administración no es necesario tener en cuenta el horario de las comidas.

– Características personales: edad, peso, actividad física e intelectual, embarazo, otras enfermedades…

– Preferencias alimentarias: para favorecer la adherencia a la dieta, se deben considerar los gustos del paciente e intentar ajustarse a ellos.

La persona diabética debe consumir preferentemente hidratos de carbono de absorción lenta para evitar alteraciones bruscas de la glucemia

Las pautas dietéticas de una persona diabética no son muy diferentes a las que debe llevar otra que no lo sea. La distribución de las calorías aportadas por los nutrientes en una dieta equilibrada deben ser del siguiente orden: 55-60% de hidratos de carbono, 15% de proteínas y menos del 30% de lípidos. Aunque los hidratos de carbono son el nutriente clave que hay que controlar en los diabéticos, no se llegan a prohibir en ningún caso, ya que la glucosa es el principal aporte de energía de nuestras células. Es importante tener en cuenta el tipo de hidrato de carbono que se consume, en función de cómo lo metaboliza el organismo.

El índice glucémico es un parámetro que permite comparar la respuesta posprandrial que producen los alimentos que contienen hidratos de carbono. Se determina midiendo el aumento en la glucemia 2 h después de la ingesta de una porción fija del alimento (50 g) respecto a la respuesta producida por la misma porción del alimento de referencia (glucosa o pan blanco). Estos valores son orientativos y ayudan a predecir la respuesta glucémica. Así, los alimentos con índice glucémico alto (hidratos de carbono simples o de absorción rápida) producen un pico de glucosa en sangre rápido y son los que habrá que utilizar en situaciones de hipoglucemia. Por el contrario, los alimentos con índice glucémico bajo (hidratos de carbono complejos o de absorción lenta) producen una respuesta más sostenida y mantienen los niveles de glucosa en sangre más estables, por lo que constituyen la base de la dieta.

La persona diabética debe consumir preferentemente hidratos de carbono de absorción lenta para evitar alteraciones bruscas de la glucemia (75% de hidratos de carbono de absorción lenta y 25% de hidratos de carbono simples). El reparto de este nutriente debería ser del 30% en la mañana (desayuno – media mañana), 40% en el mediodía-tarde (comida – merienda) y 30% por la noche (cena – antes de acostarse).

También hay que tener en cuenta otros aspectos a la hora de valorar su influencia en la respuesta glucémica:

– Lo habitual es mezclar unos alimentos con otros, lo cual puede dificultar el cálculo del índice glucémico resultante.

– La grasa o la fibra que acompaña a los alimentos enlentece la absorción de los hidratos de carbono (ej. los helados, por su contenido en grasa; o las legumbres, por su contenido en fibra).

– La forma de cocinar los alimentos puede variar el índice glucémico (ej. la pasta al dente se absorbe más lentamente que la que está muy cocinada).

– Los alimentos líquidos o muy troceados se digieren más rápidamente que enteros (ej. el índice glucémico de un zumo es mayor que el de esa misma pieza de fruta entera).

Existen varios métodos para planificar la alimentación de la persona diabética, pero ninguno destaca en eficacia sobre otro:

– Método basado en menús: consiste en establecer planes de alimentación predefinidos, manteniendo unos parámetros nutricionales adecuados. Son útiles para personas a las que se les hace difícil organizarse o a quienes están en fases iniciales de la enfermedad.

– Método basado en directrices: se basa en suministrar pautas simplificadas para poder reconocer los alimentos más representativos de cada grupo y normas generales para reducir el aporte global de hidratos de carbono. Incluye el manejo de una pequeña lista de intercambio de alimentos que contienen valores semejantes de nutrientes.

– Método basado en raciones: se define el concepto de ración como la cantidad del alimento que contiene 10 g del nutriente principal (ej. 20 g de pan se considera una ración porque contiene 10 g de hidratos de carbono) y se determina el número de raciones de cada tipo de alimentos (lácteos, alimentos proteicos, verduras, hidratos de carbono, frutas y grasas) que hay que ingerir en cada comida.

La dieta resultante tiene que ser variada y equilibrada, y la mediterránea es una de las más saludables y que mejor se adapta a esta enfermedad. El patrón alimentario en el que se basa está compuesto por:

– Legumbres (garbanzos, lentejas, alubias…), 2 veces por semana.

– Hortalizas y verduras, en cada comida principal (comida y cena).

– Cereales, preferiblemente integrales (pan, arroz, pastas…).

– Frutas frescas, en porciones no excesivas y teniendo en cuenta su contenido en azúcares (fructosa), en desayuno, comida y cena.

– Pescados blancos (merluza, bacalao, gallo, dorada…) y azules (atún, bonito, sardinas, salmón, verdel).

– Leche, queso fresco y derivados lácteos desnatados o bajos en grasa.

– Carnes blancas (ave, conejo, lomo de cerdo…) retirando la grasa visible y la piel.

– Aceite de oliva para cocinar y aderezar.

– Un puñado de frutos secos al día.

Es importante recalcar que no existen alimentos prohibidos, pero sí que se debe reducir el consumo de:

– Azúcar y alimentos que la contengan: pasteles, bollería refinada industrial, frutas en almíbar, mermeladas, miel, caramelos, golosinas, chocolate…

– Frutas ricas en azúcares: uva, melón, pasas…

– Leche entera, yogures enteros, manteca de cerdo, quesos curados y grasos, mantequilla, nata…

– Refrescos y zumos industriales de frutas.

– Carnes rojas (ternera, cordero, buey), charcutería, fiambre, embutidos y vísceras.

– Salazones y ahumados.

Edulcorantes

La sacarosa (el azúcar de mesa) es el producto natural que se utiliza habitualmente para endulzar los alimentos, pero también es el de mayor índice glucémico y, por ello, las personas diabéticas deben restringirla para evitar picos elevados de glucosa.

Existen otras sustancias edulcorantes que se pueden clasificar según su capacidad de incrementar o no la glucemia:

– Edulcorantes calóricos (aportan calorías y elevan la glucemia): glucosa, fructosa (azúcar de la fruta y miel), maltosa (azúcar de la cerveza), lactosa (azúcar de la leche), aspartato, dextrosa, polialcoholes (sorbitol, maltitol, xilitol, manitol, etc.)…

– Edulcorantes acalóricos (no aportan calorías y no modifican la glucemia): sacarina, ciclamato, acesulfamo potásico, sucralosa…

Están permitidos tanto los edulcorantes calóricos como los acalóricos, aunque es preferible utilizar aquellos que no interfieren en el incremento glucémico y se debe tener en cuenta que algunos en exceso pueden provocar molestias intestinales (dolor abdominal, flatulencia, diarreas…). Además, se pueden encontrar alimentos en cuyo etiquetado indica que son “aptos para diabéticos”, lo que hace referencia únicamente a que contienen edulcorantes distintos a la sacarosa.

El azúcar como excipiente de medicamentos

Los azúcares son excipientes de declaración obligatoria (azúcar invertido, fructosa, galactosa, glucosa, lactosa y sacarosa), pero sólo a partir de los 5 g por toma es necesaria la advertencia a los diabéticos haciendo constar la equivalencia en aporte de glucosa. Las formas farmacéuticas a las que hay que prestar mayor atención son los jarabes y los sobres. En general, en diabéticos deben emplearse medicamentos sin azúcares; aunque usados en pequeñas cantidades, como sucede con la mayoría de los excipientes, no suelen plantear problemas.

Alcohol

No está contraindicado el consumo de alcohol en la persona diabética, salvo que existan otros criterios médicos para ello, pero hay que hacerlo de manera moderada y conociendo los efectos que tiene sobre el organismo.

A nivel metabólico, el alcohol inhibe la producción hepática de glucosa (importante en períodos entre ingestas), lo que puede provocar situaciones de hipoglucemia, incluso varias horas después de su consumo. Además, la detección de este cuadro puede estar dificultada porque el alcohol atenúa la respuesta betaadrenérgica a la hipoglucemia, anulando los síntomas iniciales (temblor, sudoración).

Nutricionalmente, aporta 7 kcal/g y algunas bebidas alcohólicas contienen azúcares. Si, además, se mezcla con refrescos o zumos azucarados, sus consecuencias sobre el metabolismo de los hidratos de carbono y lípidos serán mayores.

Ejercicio físico

El ejercicio físico practicado de manera regular es otro de los pilares fundamentales en el plan de tratamiento de la diabetes. Además de aumentar el bienestar, aporta los siguientes beneficios:

– Mejora el control de la glucemia (basal y posprandial).

– Aumenta la sensibilidad a la insulina.

– Disminuye las necesidades de insulina o de antidiabéticos orales.

– Reduce los factores de riesgo cardiovascular (perfil lipídico, hipertensión).

– Contribuye al descenso de peso.

La actividad física debe adaptarse a la edad, condición física y preferencias del paciente. En principio, se deben seguir las mismas recomendaciones de actividad física (aeróbica y anaeróbica) que en la población general. Puede que estén contraindicados ciertos tipos de ejercicios si coexisten problemas como hipertensión no controlada, neuropatía periférica grave o antecedentes de lesiones en los pies. Tampoco hay que olvidar que la propia actividad física puede conllevar algún episodio de hipoglucemia (menos frecuente en tratados con antidiabéticos orales o con inductores de la secreción de insulina), por lo que es importante que el paciente tenga en cuenta las siguientes precauciones:

– Procurar estar identificado como diabético (con una tarjeta, una pulsera o similar) y llevar un teléfono móvil para usar en caso de emergencia.

– Practicar deporte acompañado y evitar sitios solitarios y alejados.

– Evitar condiciones de frío o calor extremo.

– Respetar el horario y el número de las comidas.

– Ajustar la medicación o la ingesta antes del ejercicio para prevenir hipoglucemias.

– Monitorizar los niveles de glucosa antes y después del ejercicio para aprender sobre la respuesta glucémica en diferentes condiciones de ejercicio, y así realizar los ajustes necesarios antes, durante o después del mismo (especialmente en diabetes mellitus tipo 1).

– Tener a mano caramelos u otros productos que aporten azúcares de absorción rápida para utilizar en caso de hipoglucemia.

– No realizar ejercicio si la glucemia es superior a 250-300 mg/dl o si presenta cetosis, por el efecto inmediato del ejercicio aumentando la glucemia y por el riesgo de acidosis ante la deficiencia de insulina.

– Mantener un aporte de hidratos de carbono cuando se realice más ejercicio del habitual o cuando sea de larga duración (ej. tomar una pieza de fruta o una unidad de pan cada hora).

– Hidratarse adecuadamente con líquidos que no contengan azúcar.

– Ejercitarse, en lo posible, todos los días y a la misma hora.

De forma general, el ejercicio físico ideal para cualquier paciente diabético es caminar entre 30 y 60 minutos al día, de 3 a 5 veces a la semana.

Pie diabético

El pie es una de las partes del cuerpo que más problemas puede ocasionarle al diabético. Por la evolución de la enfermedad, puede verse afectada la sensibilidad (neuropatía) y la circulación (enfermedad arterial periférica). Esto favorece que se produzcan lesiones tisulares o úlceras a partir de pequeños traumatismos. El cuadro puede llegar a agravarse y pueden aparecer infecciones recurrentes, osteomielitis, gangrena e, incluso, amputaciones.

El paciente debe ser responsable del cuidado de sus pies, y seguir una serie de recomendaciones, especialmente si presenta otros factores de riesgo:

– Inspeccionar los pies una vez a la semana (diariamente aquellos con mayor riesgo) para comprobar que no hay enrojecimiento, heridas, ampollas… Si tiene problemas de visión, limitaciones de movilidad u otro problema que le dificulte evaluarlos, requerirá la ayuda de otra persona.

– Lavarse diariamente los pies con agua templada y jabón. Al finalizar, secarlos bien, especialmente entre los dedos, para evitar el reblandecimiento y el maceramiento de la piel.

– Hidratar correctamente la piel con crema hidratante, vaselina o aceite.

– Mantener las uñas limpias y cortas. Se deben cortar en línea recta, después del lavado para que esté más blandas, utilizando unas tijeras de punta roma (sin punta). Se recomienda limarlas para evitar que el roce de los bordes pueda causar heridas. Se debe acudir al podólogo si es dificultoso su corte.

– No utilizar callicidas, ni instrumentos afilados o cuchillas para cortar los callos, durezas o verrugas. Puede haber un riesgo de ulceración, por lo que debería realizarse bajo control estricto de un podólogo.

– No aplicar fuentes de calor o frío directamente a los pies (manta eléctrica, bolsa o botella de agua caliente o fría).

– Utilizar calzado adecuado. Debe ser cómodo, preferiblemente de piel natural, amplio, cerrado por detrás y con poco de tacón. Las zapatillas deportivas con suela de goma gruesa con cámara de aire o de gel ayudan a amortiguar los pies y redistribuyen la presión.

– No utilizar todos los días los mismos zapatos. Cambiarlos 2 o más veces a la semana.

– Revisar periódicamente la parte interna del zapato en busca de aristas o pliegues que puedan producir roces, y la suela del zapato para observar si sufre un desgaste inadecuado que pueda suponer un incremento de la presión del pie. En algún caso (deformidades en los pies) puede ser necesario la utilización de un calzado terapéutico, valorando las zonas de presión del pie y otros parámetros para adaptarlos a las necesidades de la persona.

– Evitar calcetines ajustados que opriman la circulación.

– Caminar diariamente y nunca descalzo (ni en casa, playa o piscina) para evitar heridas.

– En caso de detectar heridas complicadas, acudir al médico.

Una vez desarrollada una úlcera en un pie diabético, el tratamiento es específico y debe ser multidisciplinar. Se basa en:

– Desbridamiento para eliminar el tejido necrótico, con mucho cuidado de no dañar el tejido viable. Hay varios métodos, pero principalmente suele ser: quirúrgico, mecánico o enzimático (mediante estreptoquinasa, estreptodornasa, tripsina y fibrolisina).

– Manejo del exudado mediante apósitos. Éstos pueden utilizarse únicamente con función protectora o pueden estimular la actividad celular y factores de crecimiento, para mejorar la infección y promover la cicatrización de las úlceras.

– Férulas y dispositivos para aliviar la presión, sólo en casos específicos y tras un buen adiestramiento en la técnica de uso.

– Control de la infección mediante antibioterapia cuando hay signos clínicos de infección, no únicamente cuando exista una úlcera con cultivo positivo. Según la gravedad, se utiliza la vía oral o la vía intravenosa.

Otras modalidades terapéuticas: terapia con presión negativa, tratamiento con oxígeno hiperbárico

Autoanálisis de glucemia

La introducción de la monitorización de la glucemia capilar por parte del paciente a finales de los años 70 supuso un gran cambio en el tratamiento de la diabetes mellitus (DM) y actualmente se considera una parte esencial del tratamiento para los pacientes tratados con insulina (tanto DM tipo 1 y tipo 2). Aporta información complementaria a la de la determinación de la hemoglobina glicosilada (HbA1c) y mejora el control de la enfermedad.

La determinación de HbA1c (patrón de referencia para valorar el control glucémico a largo plazo) refleja los niveles medios de glucosa en sangre en los últimos 2-3 meses, pero no aporta información sobre el perfil glucémico a lo largo del día. La automonitorización de la glucemia, en cambio, permite determinar los niveles de glucosa en ayunas y posprandial, detectar precozmente y prevenir las descompensaciones hipo/ hiperglucémicas, aportando información sobre los efectos inmediatos de la comida, el ejercicio físico y la medicación. Así, conduce a un mejor conocimiento de los factores que afectan a la enfermedad y repercute en una mayor motivación para la adopción de las medidas necesarias en caso de desajustes metabólicos, además de la mejora en el cumplimiento terapéutico. Se asocia con mejores resultados en el perfil glucémico y, especialmente, se relaciona con reducción de HbA1c.

Sistemas de automonitorización de la glucemia en sangre capilar

Para la realización del autoanálisis en sangre capilar es necesario disponer de un glucómetro, tiras reactivas y un dispositivo de punción (pinchador y lancetas). En la actualidad, los glucómetros utilizan tiras reactivas que son más precisas y menos sensibles a posibles interferencias.

Los diferentes sistemas disponibles en el mercado pueden cubrir las necesidades específicas de determinados colectivos de pacientes. Así, para aquellas personas con limitaciones físicas o psíquicas, se elegirá un dispositivo que se caracterice por su sencillez, mientras que otros pacientes pueden beneficiarse de los avances tecnológicos y utilizar sistemas con capacidad de almacenar los resultados en su memoria, gestionando dichos resultados a través de conexión al ordenador u otros dispositivos. Incluso para pacientes con problemas de visión, algunos sistemas pueden proporcionar instrucciones y dar los resultados por voz.

Cómo se realiza la automedida de glucemia capilar

Al realizar la medición, es preciso seguir una serie de pautas básicas:

– Lavar las manos para evitar lo que se conoce como “dedos dulces”, es decir, restos de azúcar de diferentes productos como frutas, zumos que pueden dar resultados más altos que los reales.

– Secar las manos para evitar que la gota de sangre se diluya, dando un valor de glucemia más bajo que el real.

– Si tiene las manos frías, calentarlas para que la gota de sangre salga con más facilidad.

– Introducir la tira reactiva en el glucómetro hasta que haga contacto.

– Cargar el dispositivo de punción, elegir un dedo, pinchar y con la otra mano apretar el dedo para extraer una buena gota de sangre.

– Pinchar en los laterales de los dedos, alternando de uno a otro dedo (el pinchazo en la yema del dedo es más doloroso y se puede perder sensibilidad).

– Tocar la gota con la tira y esperar a que ésta absorba la cantidad de sangre necesaria.

– Anotar el resultado en el cuaderno de control si este se realiza de forma manual.

– Retirar y desechar la tira.

Tipos de errores que pueden detectarse en la automonitorización de la glucemia capilar

En muchas ocasiones, los errores que se detectan en las mediciones son debidas a: un mal uso del medidor, una inadecuada conservación de las tiras reactivas o al uso de tiras caducadas. Otro error frecuente es el debido a una codificación incorrecta de los glucómetros. Los glucómetros facilitan el valor de la glucemia en mg/dl o mmol/l, siendo la primera unidad de medida la utilizada con mayor frecuencia en nuestro país. Este es un dato a tener en cuenta en aquellas personas que hayan podido comprar el glucómetro en otro país o que hayan cambiado involuntariamente la configuración del aparato, ya que si las unidades de medida son mmol/l se obtendrán valores numéricos muy bajos que pueden inducir erróneamente a pensar en la existencia de una hipoglucemia (por ejemplo 1mmol/l=18mg/dl).

También es importante resaltar las falsas hiperglucemias que se pueden detectar por no lavarse las manos antes de realizar la prueba, debido al fenómeno de dedos dulces comentado en el apartado anterior.

Sistemas de monitorización de la glucemia en líquido intersticial

Monitorización continua de glucosa

Mientras que los autoanálisis de glucemia capilar solo proporcionan una medida puntual de glucosa justo en el momento de la prueba, la monitorización continua de glucosa (MCG) ofrece una información constante de los niveles glucémicos.

Existen sistemas de medición que determinan la concentración de glucosa en el fluido intersticial usando un sensor electroquímico enzimático que se inserta vía subcutánea. El sensor se conecta a un transmisor que cada pocos minutos envía los resultados de las mediciones continuas a un receptor de manera inalámbrica. Este receptor, que lleva consigo el paciente, muestra las glucemias en tiempo real y la evolución de las mismas. Además, dispone de un sistema de alertas de hipoglucemias e hiperglucemias. Para su calibración es necesario realizar mediciones de glucemia capilar.

Existen sistemas de medición que determinan la concentración de glucosa en el fluido intersticial usando un sensor electroquímico enzimático que se inserta vía subcutánea

Sistema flash de monitorización de glucosa

Recientemente, se ha comercializado un sistema denominado monitorización flash de glucosa, indicado para medir los niveles de glucosa del fluido intersticial en personas mayores de 18 años.

Consta de un sensor de pequeño tamaño (35 mm de diámetro y 5 mm de grosor) en cuyo centro dispone de una microaguja que es la que permanece en contacto con el líquido intersticial. Se coloca en la parte posterior del brazo y se deja adherido a la piel de forma permanente hasta su recambio (cada 2 semanas). La mayoría de las personas no refieren dolor con su utilización. Es resistente al agua (hasta una profundidad de 1 m), por lo que quienes lo utilizan se pueden bañar, nadar y hacer ejercicio. Para la determinación de la glucemia, es necesario acercar un lector al sensor, a una distancia entre 1 y 4 cm, y en 1 segundo se obtiene el resultado.

Es necesario realizar una prueba de punción digital con un sistema de control de glucosa en sangre cuando:

– Los valores obtenidos cambian rápidamente.

– Los niveles de glucosa en líquido intersticial no reflejan con precisión los de glucemia.

– El sistema informa de hipoglucemia o hipoglucemia inminente.

– Los síntomas no se corresponden con las lecturas que aporta el sistema.

Proporciona gráficos con un resumen del histórico del nivel de glucosa. Almacena los resultados de las mediciones de los últimos 90 días, siempre y cuando el sensor se cambie cada 14 días y se haga un escaneo al menos una vez cada 8 h.

Determinación de cetonas

La hiperglucemia con cetosis constituye una complicación aguda de la DM tipo 1, derivada de la falta de insulina y puede requerir ingreso hospitalario. Cuando se da esta situación, el organismo no puede utilizar la glucosa como fuente de energía y en su lugar emplea las grasas para obtener energía. Como consecuencia de este metabolismo se producen cetonas o cuerpos cetónicos, que al acumularse acidifican la sangre dando lugar a la denominada cetoacidosis diabética. Estas moléculas se eliminan a través de la orina (cetonuria) y la respiración, provocando un aliento con olor a fruta. Al mismo tiempo, el exceso de glucosa en sangre también se intenta eliminar a través de la orina (glucosuria). Para confirmar la presencia de hiperglucemia con cetosis es necesario que se presenten a la vez una glucemia superior a 250 mg/dl, además de glucosuria y cetonuria positivas.

Para la determinación de glucosa y cuerpos cetónicos en orina se utilizan tiras reactivas que miden simultáneamente ambos parámetros y que el paciente siempre debe llevar consigo. La orina que se utiliza para la determinación debe ser aquella formada recientemente en la vejiga, ya que de lo contrario, no habría certeza del momento en el que se formaron las cetonas y podrían estar diluidas, dando lugar a falsos negativos. El uso de ácido acetilsalicílico y el consumo excesivo de zumos ricos en vitamina C también puede dar lugar a falsos negativos. Es importante la adecuada conservación de las tiras reactivas, cerrando correctamente los envases y teniendo siempre presente la fecha de caducidad de las mismas.

Algunos glucómetros también realizan la medición de cetona en sangre capilar, mediante tiras específicas que determinan concretamente el beta-hidroxibutirato. A partir de 0,6 mmol/l se incrementa claramente el riesgo de cetoacidosis diabética y es necesario ponerse en contacto con un profesional sanitario; se debe consultar con urgencia si los valores superan 1,5 mmol/l.

Es recomendable la medición de cetonas en orina en las siguientes situaciones:

– Enfermedad aguda que se acompañan de fiebre e infección.

– Glucemia superior a 250 mg/dl durante más de 2-3 h.

– Síntomas de deficiencia de insulina (nauseas, vómitos, cansancio, dolor abdominal, aliento con olor afrutado).

– Regularmente durante el embarazo.

Y se deberá acudir al servicio de urgencias hospitalarias en caso de:

– Glucemia superior a 500 mg/dl o una cetonuria intensa.

– Vómitos incontrolados o imposibilidad de asegurar la ingesta.

– Cetonuria de más de 24 h de duración.

– Glucemia que no haya mejorado después de 3 dosis extras de insulina.

Otras recomendaciones

• Dejar de fumar. El tabaco es, por sí mismo, un factor de riesgo cardiovascular importante y contribuye a la aparición de las complicaciones microvasculares por diabetes (retinopatía, nefropatía y neuropatía). Por ello, es importante que la persona diabética adquiera conciencia de la importancia de dejar de fumar. Para aumentar las posibilidades de éxito, el abandono debe encuadrarse dentro de un programa de deshabituación tabáquica, ya que un consejo puntual no garantiza resultados.

• Realizar revisiones oculares. La retinopatía diabética es una de las complicaciones de la enfermedad que puede producir cataratas o ceguera. Es conveniente acudir al oftalmólogo para que realice una exploración del fondo del ojo periódicamente, y siempre que se experimenten cambios visuales (problemas para leer, manchas negras, luces destellantes ).

• Mantener una buena higiene buco-dental. Algunas alteraciones periodontales son más frecuentes en pacientes diabéticos (xerostomía, úlceras orales, glositis romboidal, cicatrización retardada, candidiasis). Lavarse los dientes tras las comidas y acudir periódicamente al odontólogo pueden ayudar a prevenir estos problemas.

• Vacunarse frente a la gripe. Las personas diabéticas son uno de los grupos de riesgo a los que se les recomienda la vacunación antigripal para evitar las complicaciones si contraen la infección. Por una parte, la fiebre puede producir elevaciones de los niveles de glucosa y disminuir el apetito, por lo que el control de la diabetes en estos procesos es algo más complejo. Por otro lado, el diabético tiene mayor riesgo de sufrir infecciones ya que su inmunidad está alterada.

• Controlar el perfil lipídico. Niveles elevados de colesterol (LDL) y triglicéridos pueden contribuir a la patología cardíaca y circulatoria, por lo que una alimentación equilibrada también aportará beneficios en este aspecto.

• Controlar la tensión arterial. Como recomendación general, unas cifras de presión arterial inferiores a 140/90 mmHg disminuyen el riesgo de padecer problemas cardíacos y vasculares.

• Consultar en caso de disfunción sexual. Problemas como la disfunción eréctil en los hombres o la dificultad para lograr el clímax en las mujeres pueden estar causados por trastornos circulatorios (vasculopatía causada por diabetes), situaciones de hipo o hiperglucemia, fármacos o agentes externos a la patología diabética (alteraciones emocionales, problemas hormonales).

• Planificar los viajes. Es importante mantener la rutina en los cuidados habituales. Se recomienda llevar algún tipo de documentación donde se especifique la patología y el tratamiento que se recibe. La medicación debe estar identificada, correctamente conservada y disponible (llevarla en el equipaje de mano en caso de viaje en avión). Además, hay que llevar el material necesario para el autocontrol (glucómetro, tiras reactivas, lancetas ).

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