El término fracaso intestinal (o intestinal failure en inglés) fue definido por primera vez hace ya algunas décadas, pero recientemente la European Society of Clinical Nutrition and Metabolism (ESPEN) a través de una revisión exhaustiva de la literatura define y clasifica esta situación clínica de la siguiente manera1:
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El fracaso intestinal es la reducción de la función del intestino delgado hasta el mínimo necesario para la absorción de macronutrientes y/o agua y electrolitos, de manera que es necesaria suplementación intravenosa para mantener soporte vital. En muchas ocasiones se asocia a la presencia de una fistula intestinal de alto débito considerada cuando el efluente es mayor de 500ml/24h y/o de un estoma con alto débito cuando este supera los 1.500ml/24h1.
Esta situación clínica poco frecuente, comúnmente asociada a isquemia intestinal o enfermedad inflamatoria intestinal (enfermedad de Crohn) tiene una mortalidad muy elevada, normalmente alrededor del 10%, pero que puede superar el 25%2. En nuestro país, hasta donde llega mi conocimiento, no existen datos nacionales de cuál es la morbimortalidad de esta situación clínica, a excepción de varias experiencias publicadas, sobre todo en edad pediátrica o experiencias en nutrición parenteral domiciliaria3,4.
Muy recientemente la European Society of Coloproctology (ESCP) ha publicado, también, un documento de consenso como resultado de un proceso Delphi para definir cuál debería ser el mejor manejo quirúrgico para estos pacientes5. Este manuscrito, muy recomendado para todos los especialistas de cirugía y de gastroenterología, aporta información muy útil y práctica en el manejo de estos pacientes.
En el destaca la importancia de crear unidades multidisciplinarias para mejorar los resultados de morbimortalidad en estos pacientes6. De hecho este cambio permite tener un éxito del 95% en el manejo de fistulas intestinales complejas7–9. Estas unidades, presentes desde los años 70 en Inglaterra y algunos otros países de Europa, deben estar formadas principalmente por un gastroenterólogo especialista en nutrición, y a ser posible, con interés en enfermedad inflamatoria intestinal, un cirujano con especial dedicación a este tipo de cirugía generalmente especialista en cirugía colorrectal, un radiólogo con especial interés en intervencionismo, un anestesiólogo con experiencia en el manejo anestésico de estos pacientes, un especialista en enfermería con dedicación al cuidado de pacientes con estoma y otro con dedicación a pacientes con nutrición parenteral/enteral, dietista e idealmente un especialista en farmacia hospitalaria. Además, suele precisarse en algunos casos otros especialistas (por ejemplo, cirujano plástico, urólogo, especialista en microbiología, etc.).
También se definieron los indicadores de calidad de estas unidades: mortalidad hospitalaria global y a los 30 días, reintervenciones por complicaciones, recurrencia de fistula después del tratamiento quirúrgico, reingreso hospitalario y pacientes que tras 2 años de cirugía reconstructiva puede dejar, finalmente, el soporte nutricional parenteral5. Pero más importante aun en este consenso, se define cuáles son los criterios de referir estos pacientes a los hospitales con unidades especializadas desde otros centros2,5.
La realidad en España es que estos pacientes comúnmente son tratados en centros sin experiencia y sin los medios adecuados. Pero afortunadamente las guías publicadas por las distintas sociedades científicas nos permitirán avanzar en la creación de dichas unidades especializadas para el correcto tratamiento de estos pacientes. Aunque este cambio suponga una inversión económica importante en los hospitales designados para este objetivo. Con esta carta, me gustaría lanzar el reto de organizar en nuestro país dichas unidades funcionales, siguiendo los documentos de consenso, en las distintas áreas hospitalarias de nuestro país.