La mayoría de las disfunciones sexuales tienen una etiología multifactorial y determinadas enfermedades crónicas causan o están asociadas a disfunciones sexuales con mucha frecuencia, incluso algunos fármacos de uso común en estas enfermedades pueden generar alteraciones sexuales. La hipertensión arterial puede ser causa condicionante y, en ocasiones, determinante de la disfunción sexual en el hombre, siendo la disfunción eréctil una de las patologías más prevalentes y mejor conocidas dentro del capítulo de las disfunciones sexuales. La prevalencia de disfunción eréctil en la población hipertensa puede alcanzar el 50%, siendo más grave que en la población general. La aparición de la misma está probablemente poco relacionada con el tipo de fármaco empleado para su control y más relacionada con los valores de presión arterial y la coexistencia de otros factores de riesgo cardiovascular. En todo hipertenso se debe evaluar la función sexual en el momento del diagnóstico y tras la introducción de nuevos fármacos, ya que la disfunción eréctil afecta claramente a la calidad de vida y su aparición está asociada a la utilización de un nuevo antihipertensivo compromete la adhesión al tratamiento. La evidencia disponible indica que los diuréticos, betabloqueantes, antiadrenérgicos de acción central y vasodilatadores son los fármacos más relacionados con la disfunción eréctil y que los antagonistas de los receptores de la angiotensina y la doxazosina pueden mejorar la función sexual en pacientes hipertensos.
Sexual dysfunction (SD) is understood as a persistent or recurrent alteration in any phase of the human sexual response cycle, and which consequently renders it inadequate. Most SD’s have a multifactorial ethiology, and certain chronic diseases cause or are often associated with SD. Even certain drugs commonly used in the treatment of such diseases can provoke sexual alterations. Hypertension can be a cause which conditions and sometimes determines male SD, with erectile dysfunction (ED) being one of the most prevalent and well- known pathologies within the scope of SD. The prevalence of ED in the hypertensive population may be as high as 50%, it being more severe than in the general population. Its presence is probably less related to types of drugs used than to blood pressure values and coexistence of other cardiovascular risk factors. In all hypertensive men, sexual function should be evaluated both at time of diagnosis and after the introduction of new drugs since ED clearly affects quality of life, and its appearing in association with the introduction of a new antihypertensive drug may jeopardize adherence to treatment. Available evidence indicates that diuretics, betablockers, antiadrenergics of central action (methyldopa and clonidine) and vasodilators are those drugs more related to ED, and that both angiotensin receptor blockers and doxazosin can improve sexual function in hypertensive patients. In those controlled patients under treatment, but with ED, symptomatic treatment with 5-phosphodiesterase inhibitors must be evaluated.
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