La pandemia de la enfermedad producida por el SARS-CoV-2, caracterizada por el alto nivel de contagio, ha elevado la tasa de morbilidad y mortandad entre la población mundial, sobrepasando la capacidad de control epidemiológico y la atención de los pacientes infectados en ambientes aislados, de los servicios de salud pública en los países afectados.
El número elevado de muertes que provoca el virus también viene afectando la capacidad de atención de las unidades de autopsia o morgue hospitalaria para el debido almacenamiento de los restos, la cremación oportuna de los cadáveres y la entrega de los cuerpos a los parientes, para el entierro adecuado observando los protocolos de seguridad establecidos para los servicios funerarios.
El artículo Caracterización y eventos adversos relacionados con la asistencia sanitaria en pacientes infectados por el SARS-CoV-2 fallecidos en un hospital de tercer nivel1, señala que es necesario contar con protocolos de respuesta para el tratamiento de las personas infectadas por este virus, a fin de evitar la saturación en los centros de atención. Además, según la investigación, el destino del ser humano no es ni vivir ni morir solo.
Para complementar lo señalado en el artículo es necesario que, en el proceso de la pérdida de un familiar, se elabore un plan de contingencia clínico desde la evacuación de los cadáveres de la UCI hasta la entrega a los parientes, y seguir con el reconocimiento pleno del cadáver a través del registro fotográfico, fílmico, dactilar, ficha dental, entre otras, que permita, con certeza, la entrega de las cenizas o el cuerpo de los occisos a los parientes2,3.
Por otro lado, es recurrente la publicación de noticias sobre la cremación colectiva de cadáveres, la inhumación en fosas comunes o la entrega errónea de los restos a los parientes que no corresponden, que viene provocando mucha incertidumbre y la prolongación innecesaria del periodo de duelo personal. Por ello, es un desafío pendiente mejorar los mecanismos de identificación adecuada y documentación clínica necesaria por parte de los servicios de salud y funerarios4,5.
Finalmente, el permitir el acceso a la información a los familiares con respecto a su ser querido es un derecho fundamental y el reconocimiento a la dignidad humana. Por ende, la comunicación entre los parientes y entidades encargadas de la cremación e inhumación debe ser constante, para posibilitar la obtención del certificado de defunción y tener la certeza de que el cuerpo o las cenizas corresponden al pariente fallecido. Es uno de los desafíos en este contexto pandémico.