La púrpura trombocitopénica inmune (PTI) es una enfermedad autoinmune caracterizada por un bajo recuento de plaquetas y asociada a complicaciones hemorrágicas potencialmente mortales. Las vacunas, sobre todo la del sarampión-paperas-rubéola, se han asociado a un mayor riesgo de desarrollar PTI1. Esto puede explicarse por diferentes mecanismos, entre ellos una reacción autoinmune debida a mecanismos de mimetismo molecular de las partículas del virus, una respuesta mediada por el antígeno o incluso una respuesta inmunitaria a algunos de los conservantes de la vacuna2. Han sido descritos recientemente casos de PTI en el seno de infección por SARS-CoV-23 y también se han comunicado casos de PTI tras la administración de vacunas frente a la COVID-19 tanto de ARNm como de adenovirus4. Dado que la mayor parte de la población mundial acabará recibiendo una vacuna contra el SARS-CoV-2, es de vital importancia alertar y describir todos los hallazgos con relación a ellas.
Exponemos 3 casos de reagudizaciones de PTI en el contexto de vacunación frente a SARS-CoV-2. El primer caso es el de una mujer de 24 años diagnosticada de PTI en 2012 con un recuento de plaquetas estable de alrededor de 30×109/L, sin necesidad de tratamiento ni complicaciones hemorrágicas. El 1 de marzo recibió la primera dosis de la vacuna Oxford-AstraZeneca. Al cuarto día tras la vacuna la paciente presentó un recuento de plaquetas de 7×109/L, sin ningún signo de hemorragia activa. Se inició tratamiento con corticoides (prednisona, 1mg/kg al día), con lo que alcanzó una cifra de plaquetas>100×109/L a los 7 días de tratamiento.
El segundo caso es el de un varón de 75 años con diagnóstico de PTI desde 2019 con cifra de plaquetas estables en torno a 80×109/L sin necesidad de tratamiento. En analítica de control presentó trombocitopenia grave de 8×109/L al segundo día de la administración de la 2.° dosis de la vacuna Pfizer/BioNTech. Inició tratamiento con corticoides (prednisona 1mg/kg al día) con cifra de plaquetas>50×109/L al 4.° día de tratamiento.
Por último, el tercer caso es el de una mujer de 46 años a la que se diagnosticó PTI en la infancia, esplenectomizada a los 17 años, con múltiples recaídas que requirieron tratamiento con esteroides, inmunoglobulinas y sulfonas. En el momento de la vacunación con Oxford-AstraZeneca estaba bajo tratamiento con romiplostim (2μg/kg cada 15 días), con un recuento de plaquetas estable>100×109/L. A los 3 días, la paciente acudió a urgencias por metrorragia, con una cifra de plaquetas de 25×109/L. Se inició tratamiento con corticoides (prednisona, 1mg/kg al día), con una evolución favorable de>75×109/L plaquetas tras 3 días de tratamiento. Recibió la 2°. dosis de la vacuna Pfizer/BioNTech y al tercer día presentó un nuevo episodio de trombocitopenia grave (plaquetas 5×109/L) que respondió de forma precoz al tratamiento con corticoides.
Todos los casos han sido notificados a la Agencia Española de Farmacovigilancia (AEMPS). Estudios previos han mostrado la correlación entre la vacuna frente a la COVID-19 y la PTI, pero la relación con la recaída solo ha sido supuesta. El momento de aparición, la respuesta precoz al tratamiento esteroideo y la estabilidad plaquetar previa nos hacen creer en una relación causal. Según el algoritmo descrito por Naranjo et al., existe una relación probable de causalidad5. Por lo tanto, en los pacientes con PTI preexistente, sería prudente obtener un recuento de plaquetas antes y después de la vacunación para evitar eventos hemorrágicos fatales.