Sr. Editor: Hemos leído con sumo interés el artículo de Altés et al1 en el que se describe una alta prevalencia de sobrecarga férrica en la población adulta de Cataluña. Según sus resultados, entre los individuos mayores de 50 años, el 20,4% de los varones y el 9,4% de las mujeres presentan una ferritina sérica superior a 300 y 200 µg/l respectivamente. Sus resultados coinciden con otros estudios en países occidentales en los que se describe un incremento progresivo de la prevalencia de la sobrecarga férrica en las últimas décadas2,3. Al analizar las causas de estos resultados, los autores no encuentran una única causa que pueda explicarlos, si bien mencionan como posibles explicaciones la alta prevalencia de infección por el virus de la hepatitis C en la población catalana, alrededor del 2,5%, la presencia de enfermedades inflamatorias en las que la ferritina actuaría como un reactante de fase aguda y el síndrome de sobrecarga férrica ligado a alteración metabólica descrita por Moirand et al4 en 1997, en el que el aumento de ferritina se asocia a las alteraciones propias del síndrome metabólico como la obesidad, la dislipemia y las alteraciones del metabolismo hidrocarbonado.
Existe cada vez más evidencia de que la inflamación desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la diabetes, donde la ferritina se comportaría como un reactante de fase aguda. Si bien es cierto que varios trabajos han observado un aumento de la concentración sérica de ferritina en los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 (DM2)5, los estudios en muestras autópsicas no han conseguido demostrar que los pacientes con DM2 presenten un mayor depósito de hierro intrahepático que los sujetos no diabéticos6. En este sentido, recientemente hemos comunicado que el aumento de las concentraciones séricas de ferritina en la DM2 no se acompaña de una disminución concomitante de la concentración del receptor soluble de transferrina (sTfR)7. Éste se regula de forma recíproca con la concentración de ferritina y se considera un buen índice para estimar los depósitos de hierro en pacientes con procesos inflamatorios, ya que no se comporta como un reactante de fase aguda. Con ello, nuestros resultados refuerzan la idea de que en la DM2 el incremento de la concentración sérica de ferritina es secundario al proceso inflamatorio subyacente a la diabetes, más que a un verdadero aumento de los depósitos de hierro.
Por otra parte, queremos llamar la atención sobre la coincidencia entre los resultados de Altés et al1 y la prevalencia de la DM2 en nuestra población. En el estudio de Castell et al8 se describe una prevalencia de DM2 entre los 50 y 69 años del 14,8% en varones y del 14,0% en mujeres. Además, si analizamos las encuestas de salud de Cataluña, entre los años 1994 y 2002 la prevalencia de DM2 en los mayores de 64 años aumentó del 11,5 al 19,7% en varones y del 12,2 al 18,6% en mujeres9. Así pues, al igual que la sobrecarga férrica, la prevalencia de la diabetes se ha incrementado en la última década, aumenta con la edad y es discretamente mayor en el sexo masculino.
Por todo ello, creemos que una explicación plausible para comprender la alta prevalencia de sobrecarga férrica detectada en nuestra población es que la ferritina pueda elevarse como respuesta al proceso inflamatorio subyacente descrito en la DM2, comportándose así como un reactante de fase aguda, sin ser un buen reflejo de los depósitos de hierro en la población general. Por lo tanto, en la práctica clínica habitual, la DM2 debería ser una variable a considerar cuando se desee estudiar el metabolismo del hierro en la población general.