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Vol. 15. Núm. 60.
Páginas 141-144 (julio 2013)
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In Memoriam. Dr. Alfredo Piñeyro López
In Memoriam. Dr. Alfredo Piñeyro López
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José Roberto Mendirichaga Dalzella
a Departamento de Humanidades de la Universidad de Monterrey, San Pedro Garza García, N. L., México
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"La constante vocación de investigar y enseñar"

La presente semblanza se escribió en 2008, como resultado de tres entrevistas presenciales. El doctor Alfredo Piñeyro López revisó este texto pero ya no lo vio publicado, ya que murió el 25 de agosto de 2009. Se publica aquí en Medicina Universitaria, a ofrecimiento de su autor.

Alfredo Piñeyro López es el primogénito de una familia de cuatro hijos, nacidos del matrimonio de Alfredo Piñeyro Washington y María de Jesús López Gutiérrez, coahuilenses, el primero originario de Piedras Negras y la segunda de Músquiz, ambos finados. Si nos remontamos a los orígenes de ambas estirpes, encontramos que son familias de frontera: industriales y ganaderos. Un familiar paterno, incluso, cuando el Tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848, decidió mudarse "a este lado" del territorio, en lo que fue después Piedras Negras.

El pequeño Alfredo nació un 11 de enero de 1936 en Ciudad Anáhuac, Nuevo León, pero a los 40 días de nacido fue llevado a Piedras Negras. Sus hermanos son: Héctor (+), Rodolfo (+) y Berta Alicia. El padre era contador del Banco Nacional de Crédito Agrícola y, por esa razón, la familia hubo de sufrir frecuentes mudanzas.

Los primeros años

Cuatro fueron las ciudades en las que el niño Alfredo fue creciendo: Durango, Matamoros, Torreón y nuevamente, Piedras Negras. Lo primero que recuerda, siendo un niño de menos de tres años, es que cuando iba en el tren a Durango, éste se detuvo en Paredón. Viajaba con su madre, su abuela María y su hermano Héctor. Tuvo mucha sed y le dieron un Coca-cola® al tiempo, tan caliente que "hacía gorgoritos". En Durango, la capital de la entidad, vivió por la calle de Bruno Martínez, cerca del Santuario. Ahí permaneció la familia Piñeyro López un par de años.

De Durango, la familia se mudó a Matamoros. Era todavía el auge agrícola. Allí el niño Alfredo cursó el primero de primaria en el Colegio México. Recuerda que cuando llegaron llovía a cántaros en el puerto tamaulipeco y que para ir a la escuela le ponían unas botas de hule. Su profesora se llamaba Elvirita. Vivían a cuadra y media de la plaza principal. Frecuentemente iban a Brownsville, donde el cruce fronterizo se resolvía con una simple tarjeta de cartón concedida por el gobierno norteamericano.

Al final del primer año escolar, en Matamoros, tuvo un incidente en el colegio. Algo que desde entonces no concebía el niño Alfredo, fue que un alumno decidiera quién jugaba en recreo y quién no. Así, al ver que la maestra no intervenía para poner orden, ante queja expresa, nuestro entrevistado se enfrentó al infractor, que era un poco mayor que él, y le golpeó en la cabeza con una sillita de madera. ¿El resultado? La expulsión, lo que fue constituyéndolo en "líder de la minoría".

En Torreón, la familia Piñeyro López duró tres años. Allí cursó segundo, tercero y cuarto de primaria. Vivía por Abasolo y Calzada Colón. Perteneció a la organización de los Scouts de México. Sus compañeros se apellidaban: García, Cuevas, Marrón, Fájer, entre otros. Casi la víspera de salir para Piedras Negras, en el verano de 1945, cuando ya se había empacado todo el menaje de casa, sucedió que jugando con unos cerillos y un frasco de alcohol, provocó una explosión. Quedó rociado de combustible. Su madre lo abrazó y sofocó el fuego, pero tuvo quemaduras que lo llevaron al hospital; su mascota, un gran danés, tuvo que quedarse en esa población. En Torreón lo curaban con picrato de Butessin, amarillo, y en Piedras Negras, con violeta de genciana, así que fue "del amarillo al púrpura". Ya para esa época había leído mucho, entre otras obras, El tesoro de la juventud.

La tierra paterna

El así lesionado Alfredo no pudo entrar de inmediato a la escuela en Piedras Negras, porque estaba sujeto a curaciones diarias y convalecía de las quemaduras en su casa. Hubo de esperar hasta enero del siguiente año para hacerlo. De manera que fue entonces cuando empezó a leer los 24 tomos del Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano y pudo acceder a textos como: El libro de las tierras vírgenes; o Kim de la India, de Rudyard Kipling, o Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas padre.

En el Instituto del Pueblo estudió quinto y sexto de primaria. A quien recuerda como una maestra muy estricta pero, a la vez, muy justa, es a la profesora María Luisa Flores Charles, quien había establecido que quienes hicieran la tarea bien se sentaran adelante en el salón de clase. Así, todas las mañanas empezaba sus actividades en el primer banco, junto a su amigo Héctor Jasso Gutiérrez; pero a partir de las 10 horas ya se había aburrido y distraía a su compañero, por lo que la maestra lo enviaba al último lugar, con "los burros", y así convivió todos los días con los alumnos extremos. Luego pasó a la Escuela Secundaria Federal "Benito Juárez", que era una especie de Colegio Civil, pues además de la secundaria y la preparatoria, agrupaba a las escuelas de farmacia, enfermería y normal. Su director era don Fausto Z. Martínez. En casa del adolescente Alfredo había bastante libertad, pero se cuidaba mucho el lenguaje. No podía mezclarse inglés y español, en esto que se ha denominado el spanglish. Era parte del cuidado de la propia identidad, frente a la otra cultura.

Para entonces, su padre había dejado el trabajo en el banco gubernamental. Le habían ofrecido la gerencia en Chihuahua, pero él buscó mayor estabilidad para la familia, de tal manera que trabajó, junto con su hermano Raúl, manejando un almacén, que tenía desde ropa hasta artículos de ferretería. Los recuerdos que de este tiempo guarda nuestro entrevistado son todos gratos, como los que conserva de sus compañeros Héctor Jasso, Guillermo Chávez y José Luis Villarreal, al igual que su participación como presidente de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), de la cual el padre Jáuregui era el capellán.

Elección de carrera

Para que el joven Alfredo ejerciera su vocación, pues ya se advertía su claro deseo de iniciar la carrera de medicina, la familia Piñeyro López fijó su residencia en Monterrey. Su padre inició laborando en Camisas Palma, con don Miguel Marcos, en el centro de la ciudad. La familia vivió primero en Allende y Juárez, y luego en Galeana, entre Allende y Matamoros, en el llamado barrio de El Roble, muy cerca del Colegio Civil.

Decidió estudiar medicina, primero "por indicación paterna", y muy pronto por la maravilla que constituye el cuerpo humano, que es un todo; y por el deseo de procurar salud y evitar el dolor físico y moral a las personas. En 1953, el año en que ingresó a la Universidad, Monterrey tendría unos 350 000 habitantes. Era una ciudad muy tranquila y segura. La Facultad de Medicina se acababa de cambiar, de la plaza Juárez, frente a Palacio de Gobierno, a donde actualmente se encuentra. La colonia Las Mitras apenas se estaba poblando. Los muchachos se reunían en la plaza Zaragoza para ver a las muchachas y las reuniones eran casi siempre en casas, los fines de semana. A la Facultad entraron unos 280 alumnos y se graduaron 114. Estaban en cuatro grupos. De sus maestros, recuerda especialmente a los médicos César A. González, Rodolfo González, Martín Torres, Dámaso Fernández Lira y Méntor Tijerina de la Garza.

Algunos de los compañeros de generación de nuestro entrevistado fueron: Luis Eugenio Todd, Roberto Moreira, Hernán Ramírez Vela, Jorge Jerónimo González, Alfa Elena Triana, Magdalena Charbel, Francisco González, Armando Valdés e Ignacio Madrigal, entre otros. Fuera del primer año de la carrera, en donde sufrió el proceso de adaptación y arranque, el joven estudiante de medicina siempre estuvo entre los primeros lugares; y al final de la misma quedó como el segundo lugar de su generación. En quinto año, siendo nuevamente el líder de la minoría, cuando se debatía el asunto de la cuota estudiantil universitaria, perdió por 33 votos las elecciones, pero de manera insólita la mayoría que ganó decidió que él fuera el consejo alumno de la Facultad.

Casi al término de la carrera, se abrieron tres plazas en el Departamento de Fisiología, a cargo del doctor José Pisanty Ovadía. Se postularon: Roberto Moreira, Luis Eugenio Todd y Alfredo Piñeyro. Fue al estar en ese Departamento y como interno de pregrado en el Hospital Universitario que, cubriendo una guardia en la primavera de 1959, se presentó ese fin de semana una intoxicación masiva con alcohol metílico. La dirección del Hospital le delegó la conducción terapéutica. Este caso quedó registrado en la revista nacional Medicina, de junio de ese año.

Allí decidió cuál habría de ser su especialidad. Sucedió que un vagón-tanque de ferrocarril traía alcohol metílico, pero sufría la unidad una fuga, por lo que fue desenganchado y llevado a los patios. Allí alguien, entre los vecinos, comentó que se trataba de whisky. Fueron las gentes y empezaron a colectarlo. Los estudiantes internos recibieron durante esas horas en el Universitario a 81 intoxicados, 12 de los cuales murieron. Como antídoto, aplicaron alcohol etílico en suero glucosado por vía intravenosa, habiendo logrado la mortalidad más baja hasta esa época en este tipo de casos.

Formar la propia familia

En septiembre de 1960 fue el examen profesional de Alfredo Piñeyro. Era director de la Facultad, el doctor Méntor Tijerina de la Garza. Poco tiempo después, el ya médico Alfredo Piñeyro conoció a quien un año después sería su esposa: Ofelia Garza Sepúlveda, la compañera de su vida.

Sus hijos son siete: Ofelia (psiquíatra), Alfredo (oftalmólogo), María Isabel (psiquíatra), Everardo (doctor en ciencias), María Úrsula (dermatóloga), María Blanca (médica del deporte) y María del Carmen (oftalmóloga). Ya son 15 nietos y "viene uno más para septiembre". Como familia, se reúnen generalmente los domingos y, a veces, salen a Isla del Padre a vacacionar. Meses antes de presentar su examen profesional fue cuando lo designaron jefe provisional del Departamento de Farmacología, donde estuvo por espacio de 44 años, hasta que lo nombraron profesor emérito en el 2004.

Para el doctor Piñeyro López, la vida en familia se combina con el mundo del trabajo. En casa, la mayor parte del tiempo libre lo dedica a la convivencia, la lectura, la fotografía y el cuidado a los perros. Recientemente trajo de León, España, unos mastines de esa raza. De joven leyó mucho a Sir Arthur Conan Doyle, Julio Verne, Emilio Salgári; luego, a Mika Waltari (Sinué el egipcio, Marco el romano y El etrusco); y posteriormente a Ignace Lepp (Psicología del amor, Psicología de la amistad) y a Lazlo Pazut (El dios de la lluvia llora sobre México).

Vida académica

Desde septiembre de 1959 hasta su nombramiento como profesor emérito de la Universidad Autónoma de Nuevo León en 2004, el doctor Alfredo Piñeyro ha sido maestro de la Facultad de Medicina, catedrático de Farmacología y Toxicología, para Médico Cirujano y Partero; Toxicología y Química Legal, para Químico Clínico Biólogo; y desde 1990, en el Doctorado en Ciencias, con especialidad en Farmacología y Toxicología. Como alumnos suyos destacados menciona, entre otros, a los doctores en ciencias: Magdalena Gómez Silva, Sachiko Leo Wong, Martha Elizabeth Salazar y a su propio hijo, Everardo Piñeyro Garza.

En su amplia actividad docente y de investigación, Piñeyro López ha presentado unas 350 publicaciones en congresos; cerca de 70 artículos en revistas indexadas; y tiene una veintena de patentes, obtenidas en Estados Unidos, Canadá, Europa, Corea del Sur y, desde luego, en México. Igualmente, ha dirigido cinco tesis de licenciatura, dos de maestría y cinco de doctorado.

De 1963 a 1965, obtuvo una beca para hacer su posgrado en la Universidad de Tubinga. A Alemania se fue sin dominar el idioma, pero allá lo aprendió en el Instituto Goethe. Lo acompañaban su esposa y su primogénita; y allí nació su segundo hijo (Alfredo). Siempre le ha atraído la cultura alemana. De hecho, es miembro del Centro Cultural Alemán A.C. aquí en Monterrey, del que fue presidente de 1978 a 1988; actualmente es presidente vitalicio del mismo. La República Federal Alemana le impuso la condecoración de la Orden al Mérito, considerando que había fortalecido las relaciones entre ambos países.

La Rectoría, máxima distinción

Para el doctor Alfredo Piñeyro, la rectoría de la Universidad Autónoma de Nuevo León ha sido "la más alta distinción a la que se puede aspirar como universitarios". No ha abandonado jamás el ejercicio de la cátedra, incluso en el periodo durante el cual fue rector de la Máxima Casa de Estudios.

El doctor Piñeyro fue de 1971 a 1974, miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad Autónoma de Nuevo León; de 1974 a 1977, subdirector de la Facultad de Medicina, cuando era director de la misma el doctor Fernando Ovalle Berumen y rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León, el doctor Luis E. Todd. Luego, de diciembre de 1977 a septiembre de 1979, fue director de la misma Facultad. Y llegó a la rectoría, por decisión de la Junta de Gobierno y ratificado anualmente por el Consejo Universitario, el 12 de septiembre de 1979, para un primer periodo de tres años. Fue reelecto para un segundo periodo de otros tres años.

La Universidad había superado la más tensa de las crisis recientes, la de la Ley Orgánica, que coincidió con la renuncia del gobernador licenciado Eduardo A. Elizondo. El ingeniero Héctor Ulises Leal fue nombrado rector con una participación exigua de maestros y estudiantes. "Él hizo que se unificaran para sobrevivir, por primera vez, las izquierdas y derechas", señala Piñeyro. Para el momento en que el doctor Piñeyro fue electo rector, se había suavizado esta pugna, pero aún se mantenían elementos de discusión y confrontación, la mayor parte de ellos como luchas de facciones en disputa por el poder universitario.

Como logros del rectorado de Alfredo Piñeyro López, podrían mencionarse: el plan único de bachillerato; la creación de los primeros programas doctorales; la suscripción de convenios con varias prestigiadas universidades del extranjero, principalmente alemanas; el incremento del acervo bibliográfico; la vinculación con el sector productivo de la entidad; la aprobación del Estatuto General de la Universidad; la emisión del Reglamento del Personal Docente; el Reglamento General de Estudios de Posgrado; los festejos del 50 aniversario de la Universidad; y la construcción de 180 000 metros cuadrados, con nuevos edificios, restauraciones o ampliaciones, para dar servicio al crecimiento de la población escolar (102 145 estudiantes a 1984).

En el recuento a su obra, habría que incluir, igualmente, la creación del campus Linares, con la compra de la exhacienda Guadalupe junto a la presa Cerro Prieto; la adquisición de un terreno inicialmente de 217 hectáreas y que luego creció a 1 200, a siete kilómetros de la ciudad de Linares; y la también adquisición de 800 hectáreas en el cañón de Iturbide, para el bosque-escuela, donde se dan todos los climas y tipos de tierra del estado de Nuevo León. La creación de las Facultades de Geología (hoy Ciencias de la Tierra) y Silvicultura (hoy Ciencias Forestales) se hizo bajo un nuevo modelo, a partir de la contratación de profesores de posgrado, con sus programas doctorales y sus estudiantes. Y la otra obra importante fue la compra de la exhacienda San Pedro, en Zuazua, para el funcionamiento del Centro de Cultura Regional y el entrenamiento del equipo Tigres, el que también ha sido mejorado por otros rectores.

Cuestionado por algunos por su exigencia y disciplina, el doctor Alfredo Piñeyro López señaló en su último Informe a la comunidad universitaria, correspondiente a 1984, que "el objetivo de toda autoridad es mantener el justo equilibrio entre la iniciativa individual y la cohesión del conjunto". Y acerca de lo que es y debe ser la Universidad, en el mismo texto ha dejado claro que "la Universidad somos nosotros: los maestros y los estudiantes; no sus edificios ni sus instalaciones. Ahí donde estemos, ahí está ella. Somos nosotros los que le damos su calidad y su creatividad".

El doctor Alfredo Piñeyro López falleció en la ciudad de Monterrey el 25 de agosto de 2009 a la edad de 73 años, como homenaje póstumo la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León impuso el nombre del doctor a su Centro Regional de Información y Documentación en Salud, en el natalicio de su 77 aniversario el 11 de enero de 2013.


Recibido: Mayo 2013.

Aceptado: Julio 2013

Correspondencia:

Av. Dr. Ignacio Morones Prieto N° 4500 Pte, Colonia Jesús M. Garza, C.P. 66238, San Pedro Garza García, N.L., México.

Teléfono: 8215 1416.

Correo electrónico: jose.mendirichaga@udem.edu.mx

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