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Vol. 60. Núm. 2.
Páginas 91-93 (marzo - abril 2018)
Vol. 60. Núm. 2.
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Editorial
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Entropía, lengua vernácula y vehicular
Entropic, vernacular and vehicular
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Yves Menu
Hôpital Saint Antoine, París, Francia
Editor jefe de European Radiology
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Radiología, una publicación científica consolidada desde hace tiempo (desde el año 1912), da la bienvenida a su nuevo editor jefe, Luis H. Ros Mendoza, que sucede a José María García Santos. He tenido el privilegio de trabajar estrechamente con ambos y mi opinión personal es que la comunidad radiológica española puede estar orgullosa de contar con personas de semejante entidad dirigiendo el buque insignia de la Sociedad Española de Radiología Médica.

Bienvenido Luis, estás a punto de iniciar uno de los períodos más inspiradores de tu vida científica sirviendo a la comunidad. Adiós José María, puedes estar orgulloso de los logros conseguidos durante estos 12 años1, enorme labor que continuarás como editor adjunto de European Radiology.

«Entropía» es una palabra interesante. Viene del griego (

) y significa «transformación». Con su potencial connotación dinámica de paso a una situación diferente (¿mejor?), también ha ido adquiriendo un tono más negativo, significando en el mejor de los casos «incertidumbre de resultados», o más negativo si cabe, «energía que existe, pero que ya no es eficiente», o el significado más desesperado de todos, «tendencia al desorden y a la muerte»2. Suele ilustrarse con la imagen de un cubito de hielo derritiéndose y pasando de ser un objeto organizado y con sentido a un charco sin forma.

¿Qué es la entropía en el mundo de las publicaciones científicas? Una ley universal en el mundo científico ha sido siempre «publica o perece». Son muchas las razones; por ejemplo, de promoción personal, financiación o reconocimiento individual o institucional. Todas estas situaciones requieren métricas, pues alguien ha de decidir si el académico A es mejor que el académico B, y es aquí donde entramos en el reino de la métrica, donde el factor de impacto se sitúa en primera fila. De ahí que el sueño de todo investigador sea publicar un artículo en las revistas de mayor impacto. La ciencia debería ser vanguardista, con revisores por pares, científicos altamente dedicados, convencidos de los avances científicos. Al final, es un diálogo que se establece entre investigadores altamente cualificados. El resultado es que, en ocasiones, los artículos publicados son muy difíciles de entender para aquellos que, día a día, han de aplicar los avances científicos al cuidado de los pacientes. Aquí nos encontramos con una definición de «entropía» en virtud de la cual, bajo el manto de la ciencia, estamos transmitiendo «energía que no es eficiente». Cabe destacar que, ahora, son muchas las publicaciones que incluyen editoriales cuyo objetivo es, más o menos, ¡traducir el artículo científico publicado a un lenguaje que se entienda!

No obstante, estas revistas de alto impacto rechazan entre el 80 y el 95% de los manuscritos que reciben, mientras el número de artículos que se envían va en aumento. Sigue siendo rentable para muchas de las revistas menos destacadas tener en cuenta estos manuscritos enviados y rechazados en primera instancia. En muchos casos, los autores mejoran drásticamente sus manuscritos con vistas a un nuevo envío atendiendo a los consejos recibidos en la primera revisión por pares. Muchas revistas no solo publican sobre temas de vanguardia, sino que también desempeñan un papel importante para la comunidad al ofrecer formas de mejorar artículos que han sido rechazados. No obstante, el hecho de ir haciendo reiterados envíos de artículos a diferentes revistas sigue siendo una labor ardua y difícil. Así pues, es sumamente tentador para algunos «editores» ver en este gran número de autores potenciales clientes de publicaciones alternativas. Esto explica el cada vez mayor número de revistas que surgen, algunas de las cuales merecen el apelativo de «publicaciones depredadoras»3. Estas no siempre cumplen los principios éticos de publicación científica y, a menudo, proponen requisitos más laxos en materia de publicación, haciendo caso omiso de los principios éticos. Perder la ética cumple el principio entrópico de «tendencia al desorden y a la muerte».

Las lenguas vernáculas y vehiculares son el motor de nuestras vidas profesionales. Nos guste o no, el inglés se ha convertido en el lenguaje vehicular de la ciencia. El inglés es la lengua oficial de 67 países. Es la lengua nativa de, aproximadamente, 350 millones de personas, otros 850 millones de personas lo hablan con fluidez y, en total, 1500 millones de personas se comunican en este idioma. No obstante, en algunos países, solo una minoría de la población es capaz de mantener una conversación en inglés. Esto también puede aplicarse a España y Francia, aunque esta proporción, afortunadamente, esté aumentando en la generación más joven. No obstante, podemos cuestionarnos la definición exacta de lo que llamamos «inglés». Oscar Wilde, en El fantasma de Canterville, describe a la Sra. Otis, una norteamericana de Nueva York que acaba de comprar la casa encantada, en los siguientes términos: «A decir verdad, era completamente inglesa en muchos aspectos y era un ejemplo excelente para sostener la tesis de que lo tenemos todo en común con América hoy día, excepto la lengua, como es de suponer»4.

Más allá de esta provocativa cita, está bien aceptado que el inglés «internacional» difiere, notablemente, del original5. Términos recientes, como Chinglish, Spanglish y Globbish, son reflejo de la realidad hasta cierto punto. En un congreso internacional, todo el mundo habla inglés y todos se entienden fácilmente porque se utilizan pocas palabras distintas y se hace un uso repetitivo de frases básicas. Quizá los nativos ingleses sean más difíciles de entender porque utilizan un vocabulario más rico y expresiones modernas propias del lenguaje hablado, no necesariamente del lenguaje escrito, más clásico, que es el que leemos y solemos aprender.

Hoy en día, la comunicación científica se apoya en el inglés técnico. Buena parte del lenguaje medico básico procede del griego y del latín, y es más o menos compartido por muchas lenguas. A mediados del siglo xix, los médicos daneses seguían escribiendo notas en latín a sus pacientes. Para muestra, el editorial de Wulff6, que hace un recorrido por la historia del lenguaje médico y describe la tendencia actual de desarrollar neologismos basados en el inglés, tales como bypass, clearance o screening. Algunas de estas palabras ya están asimiladas en la lengua vernácula. Incluso las abreviaturas están, comúnmente, adoptadas según la versión inglesa, tal como ocurre con el acrónimo PET (Positron Emission Tomography), que sustituye a las siglas TEP en español (Tomografía por Emisión de Positrones) y en francés (Tomographie par Emission de Positrons). Otros ejemplos, ya habituales, en español son el Indice Ponderado de Dosis en Tomografía Computarizada (CTDI) y el Producto Dosis-Longitud (DLP)7,8.

En cualquier caso, el español es la lengua oficial de 20 países, lo utilizan 400 millones de nativo-hablantes y es la lengua materna en otros tantos países, incluida una minoría cada vez más grande (13%) en los Estados Unidos. Esto hace que el español sea la segunda lengua nativa más hablada del mundo, solo superada por el mandarín, y por delante del inglés. El español es, también, la tercera lengua más estudiada del mundo. Es un nexo obvio entre Europa y Latinoamérica.

¿Qué papel desempeña una publicación como Radiología en un mundo de entropía y qué concesiones puede hacer entre lengua vehicular y vernácula?

La respuesta a la entropía es la calidad y la ética. Radiología, como muchas publicaciones, está inmersa en una lucha diaria por atraer artículos de alto nivel. Sin embargo, lo hace con mucha honestidad, sin tentar a autores frustrados con revisiones por pares poco rigurosas. El editorial del Prof. García Santos viene a decir que no importa lo difícil que sea el camino, no hay alternativa a la calidad ni a la ética1. Es obvio que la tasa de rechazo no llega a los niveles de las publicaciones más destacadas, pero esto no quiere decir que los artículos aceptados sean de baja calidad. En todas las revistas recibimos artículos con información científica útil que, en ocasiones, carecen de rigor en la organización de los datos o en la presentación e interpretación de los resultados; manuscritos que las publicaciones más importantes se permiten rechazar, ya que reciben otros muchos. Para Radiología, la revisión por pares no debería ser una herramienta de rechazo, sino un apoyo constructivo para la mejora del contenido. Afortunadamente, el comité editorial está formado por expertos de reconocido prestigio internacional que están en constante proceso de mejora, tanto ellos como el papel que tienen dentro de su propia comunidad nacional. Otro importante aspecto por el que ha de velar una revista en el ámbito nacional es la formación y los temas de índole profesional. Por ejemplo, los artículos sobre recomendaciones o temas de gestión publicados en revistas internacionales no terminan de adaptarse, con acierto, a los diferentes países. La razón es muy simple: de un país a otro hay enormes diferencias en materia de organización y bagaje cultural, lo que hace que las excelentes guías que se publican en las revistas más importantes se vean como si vinieran de otro planeta. A pesar de la tendencia reinante por armonizar y estandarizar, cuestiones tales como la organización básica de la radiología (hospital frente a individuos, privado frente a público), los principios formativos y la relación con los pacientes, entre otras, deberían de adaptarse a la realidad y la historia de cada país.

Hacer concesiones entre la lengua vernácula y la lengua vehicular es necesario. Como efecto secundario de cierto «linguicismo», una contracción entre lenguaje e imperialismo9, los nativo-hablantes ingleses tienen una evidente ventaja sobre otros autores menos versados. Radiología ha decidido publicar algunos artículos en inglés, una buena decisión que amplía su número de lectores al incluir a aquellos que no hablan español. Hoy en día, la mayoría de los investigadores acceden a la literatura médica a través de dos importantes herramientas: PubMed y Google Scholar. Los artículos publicados en inglés en Radiología están ya disponibles a través de ambas herramientas. Sería bueno que los autores ayudasen al comité editorial elaborando artículos con un nivel de inglés aceptable. Quizá un día se acepte un inglés menos pulido en artículos escritos, tal como sucede con las presentaciones orales que se hacen en los congresos de medicina (si bien es cierto que estas son, siempre, mal valoradas). No obstante, hemos de saber que, en la actualidad, los hablantes no nativos de inglés son medidos por el mismo rasero que los nativo-hablantes. Es poco probable que una revista desarrolle, por sí sola, un potente servicio de edición lingüística, razón por la cual hemos de animar a los autores, cuando así lo necesiten, a que recurran a profesionales. Incluso hoy, esta sigue siendo una opción razonablemente asequible.

El objetivo es lograr una indexación formal que en sí misma anime a los jóvenes investigadores a publicar en una revista. Este es el círculo vicioso, y por otra parte inevitable, de las publicaciones.

Por otro lado, una comunidad grande y fuerte no debería abandonar su propio idioma. Además del justificado orgullo histórico, la lengua es un apoyo esencial del entendimiento mutuo y un factor vital tanto al principio como a lo largo de nuestra formación. Sea cual sea el nivel que tengamos de una lengua extranjera, siempre entenderemos mejor los matices de la comunicación en nuestra lengua materna. Además, ahora puede accederse a los artículos publicados en español a través de Google Scholar.

Es por ello por lo que valoramos el continuo trabajo desarrollado por el anterior equipo editorial que, cimentado sobre principios éticos y de calidad, ha contribuido a que Radiología se convierta en una herramienta científica y formativa para la comunidad hispanohablante. Al mismo tiempo, en su momento optó por abrir la revista a otros lectores y autores, en parte, con la adopción del inglés, una iniciativa que abona el terreno para futuros proyectos. Como editor jefe de European Radiology, solo puedo impulsar el desarrollo de esta publicación. Espero y deseo que el Prof. Ros Mendoza y su equipo tengan un maravilloso viaje como editores. Es una tarea difícil, pero gratificante. ¡Animo a toda la comunidad española a apoyar la voz de Radiología!

Agradecimientos

Katrin Deininger ha revisado y editado este manuscrito.

Bibliografía
[1]
J.M. García Santos.
Un resumen para despedir y agradecer doce años de Radiología.
Radiologia., 59 (2017), pp. 463-468
[2]
Merriam-Webster Dictionnary. Disponible en: https://www.merriam-webster.com/dictionary/entropy
[3]
O’Donnell M. Understanding Predatory Publishers. Disponible en: http://instr.iastate.libguides.com/predatory
[4]
O. Wilde.
The Canterville Ghost.
The Court and Society Review, (February 1887),
[5]
Erard M. How English is evolving into a language we may not even understand? Disponible en: https://www.wired.com/2008/06/st-essay-23/
[6]
H.R. Wulff.
The language of medicine.
J R Soc Med., 97 (2004), pp. 187-188
[7]
R. Oca Pernas, C. Delgado Sánchez-Gracián, G. Tardáguila de la Fuente, A. Fernández del Valle, N. Silva Priegue, M. González Vázquez, et al.
Comparación de la calidad de imagen y dosis de radiación en angio-tomografía computarizada de arterias periféricas con 80 y 100kV.
Radiologia., 56 (2014), pp. 541-547
[8]
D. Andisco, S. Blanco, A.E. Buzzi.
Dosimetría en tomografía computada.
Revista Argentina de Radiologia., 78 (2017), pp. 156-160
[9]
R. Phillipson.
Linguistic imperialism.
Oxford University Press, (1992), pp. 55
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