La pandemia del coronavirus continúa afectando a la salud mental del personal sanitario en Latinoamérica (LA).
ObjetivoEstimar la prevalencia de las alteraciones psicológicas y los factores de riesgo asociados a la salud mental en el personal de salud de LA, durante el segundo año de pandemia del COVID-19.
MétodoEstudio transversal multicéntrico que incluyó una muestra total de 5.437 profesionales de la salud de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú. Se utilizó el PHQ-9, el GAD-7 junto a un cuestionario demográfico breve. Se estimó la prevalencia de ansiedad y depresión a partir de los puntos de corte de los instrumentos. Se realizaron 2 regresiones logísticas multivariantes.
ResultadosSe encontró una carga poblacional de ansiedad del 40,1% y de depresión del 62,2% en el personal sanitario de LA. En los profesionales de Argentina (OR=1,374; p<0,001), quienes trabajan en hospitales estatales (OR=1,536; p<0,003), de primera línea de atención de pacientes con COVID (OR=1,848; p<0,001), en los médicos generales (OR=1,335; p<0,001), especialistas (OR=1,298; p<0,001), se observó un mayor riesgo de sufrir trastornos mentales. A su vez, en las mujeres, el personal más joven y en los administrativos se identificó una mayor probabilidad para sufrir ansiedad y depresión.
ConclusionesLa carga de trastornos mentales en el personal de salud de LA es alarmante. Es necesario servicios de apoyo psicológico, orientados a proporcionar medidas para que los profesionales desarrollen mecanismos de afrontamiento saludables que mitiguen el impacto de la pandemia en su bienestar, y faciliten el ajuste posterior a la crisis sanitaria.
The coronavirus pandemic continues to affect the mental health of healthcare personnel in Latin America (LA).
ObjectiveTo estimate the prevalence of psychological disturbances and associated risk factors for mental health in healthcare personnel in LA during the second year of the COVID-19 pandemic.
MethodThis multicenter cross-sectional study included a total sample of 5437 healthcare professionals from Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, and Peru. The PHQ-9, GAD-7, and a brief demographic questionnaire were used. The prevalence of anxiety and depression was estimated based on the cut-off points of the instruments. Two multivariate logistic regressions were performed.
ResultsA population burden of anxiety (40.1%) and depression (62.2%) was found in healthcare personnel in LA. Among professionals in Argentina (OR=1.374; P<.001), those working in state hospitals (OR=1.536; P<.003), frontline healthcare workers for COVID patients (OR=1.848; P<.001), general practitioners (OR=1.335; P<.001), and specialists (OR=1.298; P<.001), a higher risk of experiencing mental disorders was observed. Among women, younger personnel, and administrative staff, a higher probability of experiencing anxiety and depression was identified.
ConclusionsThe burden of mental disorders on healthcare personnel in Latin America is alarming. Psychological support services are necessary, aimed at providing measures for professionals to develop healthy coping mechanisms that mitigate the impact of the pandemic on their well-being and facilitate post-crisis adjustment.
El brote del COVID-19 fue repentino e inesperado en la mayoría de los países. A pesar de las medidas de distanciamiento social y confinamiento, se convirtió en una pandemia global; generando importantes desafíos y tensión emocional para los gobiernos y profesionales que atendieron pacientes con coronavirus. Lamentablemente, el riesgo de infección aumentó de forma alarmante, generando en el personal de salud malestar emocional y trastornos psicológicos, debido a una extensa colección de factores. En primer lugar, como consecuencia del acelerado aumento de los casos de contagio y la rápida propagación del virus, se incrementó el volumen de atención de pacientes que requerían cuidados médicos especializados; disparando la demanda laboral y, por consiguiente, la extensión de la jornada laboral en clínicas y hospitales; así como la necesidad de volcar la atención y el trabajo sobre estos casos. Por su parte, el incremento de la demanda de atención clínica generó desgaste de los equipos de bioseguridad y de protección biológica; y una reducción significativa de los insumos médicos1,2; junto a un escenario incierto de vacunación al inicio de la pandemia, produjo miedo al COVID, al contagio propio y de sus familiares; con consecuencias emocionales y desgaste laboral3,4. Adicionalmente, el personal sanitario debió enfrentar de manera repetida las pérdidas de vidas humanas en soledad y sus propios dramas familiares, para lo que no estaban preparados; lo que trajo como consecuencia elevados niveles de ansiedad y de depresión5,6.
Por ello, fue casi natural y alarmante que durante el primer año de contagio se observara un aumento significativo en la carga mundial de trastornos mentales entre los proveedores de salud7–9. Se informaron altos indicadores de estrés, de ansiedad y de depresión10. Uno de los primeros estudios realizados en China, mostró una elevada prevalencia de síntomas de depresión (50,7%), de ansiedad (44,7%) y de estrés (73,4%) en los profesionales médicos11. Estadísticas que se multiplicaron en todo el mundo12–23. Latinoamérica no fue ajena a esta situación; el acelerado avance del contagio, el déficit de insumos hospitalarios, la demanda de atención médica especializada y la sobre carga de trabajo dispararon las estadísticas de trastornos mentales en estos profesionales24,25. Los primeros informes sobre la situación de salud mental del personal de salud en Brasil, mostró una incidencia de ansiedad del 45,5 y 160% de depresión26; en Argentina se informó del 76,5% de ansiedad y del 81% de depresión en una muestra de 1.059 trabajadores de la salud27. En Colombia se identificó que 4 de cada 10 médicos padeció ansiedad generalizada durante el primer año de pandemia28. En los trabajadores sanitarios del Perú se reveló que el 21,7% experimentó ansiedad severa y un 26,1% angustia mental grave29.
Lo cierto es que si bien la pandemia del COVID-19 incrementó la ansiedad y la depresión en la sociedad en general, la carga de morbilidad ha sido notablemente mayor en los profesionales de la salud8. A pesar de que ha aumentado el conocimiento sobre el virus y se ha logrado la vacunación masiva del personal sanitario, aún persisten informes que muestran elevados indicadores de trastornos mentales en estos profesionales30. Estudios realizados después de epidemias, como la SARS de Beijing en 200331,32, remarcan la cronificación de los problemas de salud mental en el personal sanitario; con altas prevalencias de síntomas estrés postraumático, trastornos por consumo de sustancias y depresión; incluso, 3 años después del punto más crítico del brote33. Revisiones recientes señalan que a pesar de que epidemias previas de SARS y MERS tuvieron mayores tasas de mortalidad que el COVID-19, la actual pandemia parece tener un mayor impacto en los niveles de estrés y ansiedad en médicos y enfermeras49. Por ello, algunos autores subrayan la necesidad de evaluar periódicamente la salud mental del personal hospitalario en miras a dirigir de forma oportuna estrategias de prevención y apoyo para esta población34–36. En este sentido, nuestro grupo de trabajo analizó los indicadores de ansiedad y de depresión en los trabajadores sanitarios de primera y segunda línea de atención de pacientes con coronavirus, durante el segundo año de pandemia en Latinoamérica, incorporando análisis de factores de riesgo y protección. Con el fin de disponer de información actualizada que permita mejorar las decisiones sanitarias y la implementación de programas de acompañamiento psicológico al personal sanitario de la región.
Materiales y métodosParticipantesEstudio transversal que incluyó a 5.437 profesionales de la salud de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, que atendieron o no pacientes contagiados con COVID-19; vinculados a clínicas y hospitales de atención pública y privada; evaluados entre julio y diciembre del año 2021, mediante un cuestionario en línea. Fueron incluidos médicos generales, especialistas, residentes, personal de enfermería, profesionales de apoyo clínico (kinesiólogos, terapeutas ocupacionales, laboratoristas, tecnólogos y auxiliares) y administrativos. El personal sanitario fue reclutado mediante redes sociales, anuncios y correos electrónicos institucionales.
InstrumentosSe utilizó un formulario de Google que contenía consentimiento informado, preguntas demográficas, el Test de Ansiedad Generalizada-7 (GAD-7), adaptado al español37 y al contexto latinoamericano en pandemia38, y el cuestionario sobre salud del paciente (PHQ-9), para detectar la depresión, adaptado al español39. Ambas pruebas son medidas objetivas que permiten identificar en las últimas dos semanas la ansiedad y la depresión, junto a la severidad de los síntomas. Igualmente, emplean escalas Likert de 4 puntos, con puntuaciones totales entre 0-21 y 0-27, respectivamente. El puntaje de corte para identificar ansiedad (GAD-7) fue ≥1037 y para la depresión (PHQ-9) ≥8, basados en la propuesta de Manea, Gilbody y McMillan40.
Análisis de datosSe utilizaron pruebas paramétricas para el contraste de los factores sociodemográficos (prueba t para muestras independientes y ANOVA). Se realizaron 2 regresiones logísticas multivariantes, utilizando como variables dependientes la categoría positiva/negativo, según los puntos de corte de los instrumentos (GAD-7: ≥10; PHQ-9: ≥8). Se consideraron variables independientes: edad, sexo, país, ocupación, tipo de ocupación, sistema sanitario (público o privado) y atención de pacientes (con o sin COVID). Para el análisis estadístico se usó el software R versión 4.02 en su entorno de programación R Studio versión 1.3.595.
Aspectos éticosEl estudio se llevó a cabo siguiendo todos los procedimientos asociados al cumplimiento de los estándares éticos sobre experimentación humana, basados en la Declaración de Helsinki de 1975, revisada en 200841. Se obtuvo el consentimiento informado en línea de todos los sujetos. Terminada la evaluación, aleatoriamente, los sujetos fueron contactados por correo electrónico para corroborar las características demográficas descritas en el cuestionario en línea. Al finalizar el estudio, se entregó un informe de resultados junto a documento con orientaciones psicológicas. El estudio fue resultado de un consorcio de trabajo interinstitucional latinoamericano, liderado por la Universidad de la Costa, Barranquilla, Colombia; institución que refrendó el estudio mediante Comité de Ética institucional (Acta No 86-2020). Código del proyecto INV.140-02-004-15.
ResultadosSe incluyeron 5.437 encuestas de profesionales sanitarios de Argentina (769), Bolivia (757), Chile (879), Colombia (1.516), Ecuador (833) y Perú (683). La edad promedio fue de 40,29 años (DE=8,57). En relación con la ocupación, la mayoría de los encuestados fueron médicos (60,84%), incluyendo especialistas, residentes y médicos generales, pero también se valoraron enfermeras, personal clínico (técnicos de imágenes diagnóstica laboratorio, terapistas respiratorios y auxiliares) y personal administrativo. La mayoría de los profesionales trabajaba en clínicas y hospitales privados (57,47%), y se encontraban en contacto directo con pacientes contagiados con COVID-19 (56,3%). Ver el detalle de los resultados por país en la tabla 1.
Caracterización del personal sanitario: Estadísticas descriptivas
Variable | Argentina | Bolivia | Chile | Colombia | Ecuador | Perú |
---|---|---|---|---|---|---|
ME±DE/F (%) | ME±DE/F (%) | ME±DE/F (%) | ME±DE/F (%) | ME±DE/F (%) | ME±DE/F (%) | |
Numero | 769 | 757 | 879 | 1516 | 833 | 683 |
Edad | 41,75±9,30 | 39,73±7,88 | 40,99±8,37 | 37,65±9,68 | 40,19±8,38 | 41,48±7,85 |
Género | ||||||
Masculino | 346 (45,0) | 384 (50,7) | 407 (46,3) | 656 (43,3) | 417 (50,1) | 339 (49,6) |
Femenino | 423 (55,0) | 373 (49,3) | 472 (53,7) | 860 (56,7) | 416 (49,9) | 344 (50,4) |
Ocupación | ||||||
Administrativos | 11 (1,4) | 23 (3,0) | 43 (4,9) | 65 (4,3) | 31 (3,7) | 9 (1,3) |
Médico residente | 59 (7,7) | 54 (7,1) | 66 (20,0) | 182 (2,0) | 106 (12,7) | 35 (5,1) |
Médico especialista | 294 (38,2) | 183 (24,2) | 224 (25,5) | 412 (27,2) | 226 (27,1) | 241 (35,3) |
Médico general | 152 (19,8) | 183 (24,2) | 171 (19,5) | 392 (25,9) | 158 (19,0) | 170 (24,9) |
Enfermera/o | 213 (28,0) | 206 (27,3) | 244 (27,7) | 325 (20,5) | 224 (26,9) | 210 (30,7) |
Apoyo clínico | 40 (5,2) | 108 (14,2) | 131 (14,9) | 140 (9,3) | 88 (10,6) | 18 (2,7) |
Lugar de trabajo | ||||||
Sistema privado | 321 (41,7) | 345 (45,6) | 370 (42,1) | 820 (54,1) | 411 (49,3) | 300 (43,9) |
Sistema público | 448 (58,3) | 412 (54,4) | 509 (57,9) | 696 (45,9) | 422 (50,7) | 383 (56,1) |
Atención COVID-19 | ||||||
No | 321 (41,7) | 368 (48,6) | 358 (40,7) | 708 (46,7) | 350 (42,0) | 279 (40,8) |
Sí | 448 (58,3) | 389 (51,4) | 521 (59,3) | 808 (53,3) | 483 (58,0) | 404 (59,2) |
Considerando el puntaje de corte de los test utilizados, observamos que el 51,9% del total del personal de salud latinoamericano exhibió síntomas de ansiedad y el 62,5% depresión. El análisis por país (fig. 1), muestra que en Argentina se identificaron los mayores indicadores de ansiedad (51,5%) y depresión (39%); seguido por Chile (49,9%) y Bolivia (37,8%).
En la tabla 2 se pueden observar los niveles de severidad de los síntomas de ansiedad y depresión en los profesionales sanitarios de Latinoamérica. En Bolivia y Ecuador se encontraron los mayores indicadores de ansiedad moderada (64,7%), mientras que en Colombia indicadores de ansiedad leve (57,3%) y severa (14,5%). En cuanto a la severidad de los síntomas de depresión, nuevamente, entre los profesionales de la salud de Colombia se concentró la depresión leve (65,2%); el estadio moderado se halló en Ecuador (37,3%), moderadamente severo en Argentina (23,1%) y severo en Bolivia (16,8%).
Niveles (gravedad) de ansiedad y depresión por país
Argentina | Bolivia | Chile | Colombia | Ecuador | Perú | F | Valor de p | |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
x̄±DE/F (%) | x̄±DE/F (%) | x̄±DE/F (%) | x̄±DE/F (%) | x̄±DE/F (%) | x̄±DE/F (%) | |||
Ansiedad (GAD-7) | 9,48±5,20 | 9,38±5,17 | 9,59±5,23 | 8,83±5,17 | 9,13±5,02 | 8,40±5,35 | 6,197 | 0,000 |
Rangos clínicos (48;49): | ||||||||
Leve | 191 (24,8) | 166 (21,9) | 209 (23,8) | 868 (57,3) | 197 (23,6) | 226 (33,1) | ||
Moderado | 487 (53,3) | 490 (64,7) | 552 (62,8) | 428 (28,2) | 539 (64,7) | 393 (57,5) | ||
Severo | 91 (11,8) | 101 (13,3) | 118 (13,4) | 220 (14,5) | 97 (11,6) | 64 (9,4) | ||
Depresión (PHQ-9) | 9,21±5,80 | 9,12±6,11 | 8,95±5,57 | 8,31±5,72 | 8,87±5,59 | 8,23±5,75 | 4,803 | 0,000 |
Rangos clínicos (50): | ||||||||
Leve | 219 (28,5) | 224 (29,6) | 251 (28,6) | 988 (65,2) | 239 (28,7) | 243 (35,6) | ||
Moderado | 250 (32,5) | 247 (32,6) | 304 (34,6) | 291 (19,2) | 311 (37,3) | 206 (30,2) | ||
Mod. severo | 178 (23,1) | 159 (21,0) | 200 (22,8) | 171 (11,3) | 166 (19,9) | 157 (23,0) | ||
Severo | 122 (15,9) | 127 (16,8) | 124 (14,1) | 66 (4,4) | 117 (14,0) | 77 (11,3) |
Finalmente, realizamos 2 regresiones logísticas multivariantes para analizar los factores de riesgo y protección para ansiedad y depresión en los profesionales sanitarios latinoamericanos (tabla 3). En el primer modelo se observó un mayor riesgo para sufrir ansiedad en las mujeres (OR=1,154; p<0,002), los profesionales jóvenes (OR=1,243; p<0,001) y el personal administrativo (OR=1,962; p<0,001); seguido por los médicos especialistas (OR=1,298; p<0,001) y los profesionales de primera línea de atención (OR=1,848; p<0,001) que laboran en los hospitales públicos (OR=1,536; p<0,003); y quienes viven en Argentina (OR=1,374; p<0,001). Pero este riesgo bajó en los profesionales de apoyo clínico (OR=0,679; p<0,001) y en el personal de salud de Colombia (OR=0,647; p<0,00). En el segundo modelo estadístico, en las mujeres (OR=1,820; p<0,001), en el personal administrativo (OR=1,579; p<0,001) y en los jóvenes (OR=1,368; p<0,001), persiste una mayor probabilidad de experimentar sintomatología depresiva; seguido por los médicos generales (OR=1,335; p<0,001). En cambio, en menor riesgo, nuevamente se encuentran los profesionales de Colombia (OR=0,638; p<0,001) y los de apoyo clínico (OR=0,649; p<0,001).
Factores de riesgo y protección para ansiedad y depresión
Ansiedad | Depresión | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
OR | Valor de p | Inf. | Sup. | OR | Valor de p | Inf. | Sup. | |
(Intercepto) | 2,681 | <0,001 | 0,653 | 1,320 | 2,477 | <0,001 | 0,554 | 1,260 |
Edad | 1,243 | <0,001 | −0,980 | −0,193 | 1,368 | <0,001 | −0,089 | −0,138 |
Femenino | 1,154 | <0,002 | −0,183 | −0,245 | 1,820 | <0,001 | −0,314 | −0,083 |
País | ||||||||
Argentina | 1,374 | <0,001 | 1,19 | 1,87 | 0,87 | 0,64 | −0,76 | −1,19 |
Bolivia | 0,776 | 0,015 | −0,459 | −0,049 | 0,933 | 0,522 | −0,280 | 0,142 |
Chile | 0,972 | 0,774 | −0,226 | 0,168 | 0,934 | 0,512 | −0,272 | 0,136 |
Colombia | 0,647 | <0,001 | −0,613 | −0,256 | 0,638 | <0,001 | −0,637 | −0,263 |
Ecuador | 0,807 | 0,035 | −0,413 | −0,015 | 0,808 | 0,044 | −0,421 | −0,006 |
Ocupación | ||||||||
Residente | 0,971 | 0,786 | −0,245 | 0,185 | 0,722 | 0,005 | −0,554 | −0,098 |
M, especialista | 1,298 | <0,001 | 0,111 | 0,410 | 1,122 | 0,153 | −0,043 | −0,272 |
M, general | 1,114 | 0,177 | −0,049 | 0,264 | 1,335 | <0,001 | −0,128 | −0,450 |
Apoyo clínico | 0,679 | <0,001 | −0,598 | −0,177 | 0,649 | <0,001 | −0,660 | −0,204 |
Administrativo | 1,962 | <0,001 | 0,309 | 0,945 | 2,784 | <0,001 | −0,052 | 0,480 |
Atención | ||||||||
Sistema público | 1,536 | <0,003 | 1,02 | 1,64 | 1,29 | <0,002 | −1,04 | 1,61 |
Atenciones pacientes COVID | 1,848 | <0,001 | 1,60 | 2,12 | 1,23 | <0,001 | −1,07 | 1,43 |
OR: odds ratio.
Chi-cuadrado: 121,192; p<0,001; R2=0,016. Variable de referencia: Perú y personal de enfermería.
Nos propusimos investigar las condiciones de salud mental de los profesionales sanitarios latinoamericanos, durante el segundo año de pandemia por COVID-19. Nuestro estudio reveló que una proporción considerable de los participantes tenía problemas psicológicos, clínicamente significativos, en términos de síntomas de ansiedad (40,12%) y depresión (62,28%). Al respecto, las estadísticas globales durante este mismo periodo de tiempo son heterogéneas20,21,42–45. En la revisión sistemática y meta analítica, durante la segunda ola de contagio, Batra et al.46 estimaron una prevalencia combinada de ansiedad del 34,4%, de depresión del 31,8% y de agotamiento laboral del 37,4% en los trabajadores de la salud. En cambio, en la revisión general de metaanálisis, Sahebi et al.47, describieron una carga de ansiedad y depresión del 24%. Sheraton et al.48, en una revisión sistemática mundial, informaron una carga significativa de angustia psicológica. Por su parte, Brier et al.49, en una revisión sistemática rápida confirmaron que los trabajadores sanitarios expuestos al coronavirus estaban en riesgo de desarrollar problemas de salud mental; describiendo una amplia gama de resultados que interactuaban, pero con indicadores de salud mental muy diversos. En el 2021 Sahebi et al.47, estimaron prevalencias del 24,94 y 24,83% de ansiedad y depresión, respectivamente; y de forma consistente al inicio del 2022, en una revisión integral de 44 metaanálisis, Dragioti et al.34, identificaron prevalencias del 29,9 y 28,4% de ansiedad y de depresión, respectivamente; revelando que los trastornos mentales en los profesionales de salud persistían y debían seguir siendo foco prioritario de la monitorización y de la atención.
Al parecer, esto implicaría que en Latinoamérica nos encontramos con indicadores muy altos de incidencia de trastornos mentales. En algunos casos, superando las estadísticas globales. Posiblemente, este fenómeno esté relacionado con algunos problemas que se experimentaron en la salud publica en la región, como las dificultades que existieron para controlar la propagación del virus y la atención de los afectados; retrasos y malos manejos denunciados en los procesos de vacunación50,51; y el aumento significativo del número de muertes por millón de habitantes, durante la segunda de contagio25. Otros estresores psicosociales y laborales que fueron identificados en la región, fue la estigmatización al personal de salud44. Igualmente, las condiciones laborales del personal sanitario se precarizaron, debido a la crisis económica que experimentaron los sistemas de salud al dejar de ofrecer servicios clínicos declarados innecesarios durante los periodos de confinamiento; generando despidos, retrasos en los salarios y comprometiendo las prestaciones sociales; frente a lo cual, varios gobiernos de la región no lograron dar una rápida respuesta, para respaldar al capital humano en salud, dada la carga económica que significó la pandemia para los países y las difíciles condiciones económicas de los países latinoamericanos25,51. Todo esto, aunado a los déficits en los repertorios de afrontamiento y los antecedentes de psicopatología previa a la crisis52,53, se constituyó en un panorama desalentador para la calidad de vida de los profesionales de la salud.
Los resultados del estudio, además, permitieron identificar que el personal sanitario latinoamericano que trabaja en el sector público tiene un riesgo significativamente mayor de desarrollar depresión. Como se ha visto, el temor al contagio, largas horas de trabajo, sensación de vulnerabilidad, pérdida de control y preocupaciones sobre la propagación del virus, la salud de la familia y el aislamiento, entre otros16,54,55, viene afectando el bienestar físico y mental de estos profesionales. Además, la evidencia disponible muestra que los proveedores de servicios públicos han estado experimentando significativos niveles de síntomas de estrés postraumático, ansiedad y depresión durante la pandemia56; mayor que los profesionales que laboran en clínicas y hospitales privados57. Esta situación es más compleja si se considera la infraestructura y las condiciones de funcionamiento de las clínicas y hospitales públicos en Latinoamérica; en clara desventaja frente a los servidores privados de salud58. La disponibilidad de los elementos de protección personal y de bioseguridad fue más baja durante la pandemia; aumentando el temor al contagio por la cercanía a los pacientes en estos centros públicos de atención59. Además, varios informes dejan ver la situación de precariedad de los sistemas sanitarios estatales en Latinoamérica. Con lo cual, los profesionales pudieron estar experimentar de forma significativa una variada sintomatología psiquiátrica; agudizada por las características de la pandemia54.
Otro hallazgo relevante del estudio revela un mayor grado de malestar emocional en el personal sanitario joven y en las mujeres. La interacción entre el sexo y la edad ha sido informada en estudios previos que indican un mayor riesgo de padecer síntomas de ansiedad y depresión en jóvenes60,61. La evidencia actual viene confirmando que la edad avanzada, asociada a más años de experiencia laboral, es un factor protector para los trastornos psicológicos en el personal de salud7 Al parecer, en los profesionales jóvenes existe menos experiencia de resiliencia y afrontamiento14,62. Según parece, debido a la escasa experiencia de vida y laboral en los jóvenes se observan menos recursos profesionales y psicológicos, para hacer frente a las sobredemandas de estrés asociadas con la crisis sanitaria.
En cuanto a las mujeres, la evidencia reciente está confirmando de manera consistente que son en general más vulnerables a los trastornos de ansiedad que los varones11,63,64. Esto debido, probablemente, al incremento del riesgo de contagio en sus hogares, dada su actividad laboral en los centros sanitarios. Igualmente, las mujeres han debido enfrentarse a un aumento de sus responsabilidades domésticas, en paralelo a su actividad profesional; lo que les dejaría menos tiempo para cuidarse a sí mismas51,65. Otra razón potencial de la diferencia de género podría estar asociada a la aparición de hostilidad doméstica durante el confinamiento. En todo el mundo, desde el inicio de la pandemia, las mujeres han estado bajo un mayor riesgo de violencia doméstica, incluido el maltrato emocional, físico y sexual34,66–69.
En cuanto a la carga de trastornos mentales distribuidos por los países de la región, en los proveedores médicos de Argentina se observó un mayor riesgo de experimentar ansiedad, pero sin aumentar la probabilidad de sufrir depresión. Algunos estudios previos relacionaron estas alteraciones emocionales, con la etapa de pandemia en que fueron evaluados los sujetos. Giardino et al.27 describieron, en personal sanitario de Argentina, una alta prevalencia de ansiedad del 76,5% y de depresión del 81,0%, durante la primera ola de contagio. Factores existenciales como la incertidumbre sobre el trabajo y el riesgo de infección por COVID y la cobertura mediática, pudo intensificar el sentimiento general de ansiedad frente a esta enfermedad al inicio de la crisis65. Estudios previos identificaron cambios significativos en la salud mental de ciudadanos comunes y distintos trabajadores sanitarios al comienzo del brote65,70. Por ello, consideramos que estos cambios, probablemente estén asociados al aprendizaje sobre los cuidados de protección y el inicio de la vacunación de los profesionales de primera línea en este país. Sin embargo, el caso llamativo estuvo en las estadísticas que muestran en Colombia el menor riesgo de padecer trastornos mentales. Es un hallazgo interesante, considerando la fragilidad laboral de estos profesionales. Fenómeno que merece seguir siendo estudiado.
Lo cierto es que, contrario a lo reportado en la literatura actual, en Latinoamérica no son los médicos especialistas y las enfermeras quienes presentaron el mayor riesgo de ansiedad y depresión9,35. En nuestra investigación, el personal administrativo fue el que experimentó la mayor probabilidad de estar padeciendo ansiedad y depresión; seguidos por los médicos especialistas (solo ansiedad) y los médicos generales (solo depresión). Es posible que esta situación esté asociada al mayor nivel de exposición del personal administrativo; en muchos países de la región el rol de estos profesionales es significativo, estando en constante contacto con pacientes y familiares; incrementando el riesgo de contagio y carga emocional. Además, en las primeras jornadas de vacunación en Latinoamérica, médicos especialistas y enfermeras fueron los primeros beneficiados71; reduciendo eventualmente, el riesgo de síntomas psicológicos. Vacunas que no alcanzaron para todos los profesionales de primera línea y la restricción en la vacunación para los profesionales de segunda línea72. Sin embargo, a pesar de la vacunación, la evidencia disponible reciente ha confirmado que en los profesionales de primera línea persisten las alteraciones emocionales73,74.
A pesar de lo llamativo de los resultados de este estudio, la investigación no está exenta de limitaciones. En primer lugar, se trata de un estudio transversal que no permite precisar las relaciones de causalidad, ni la dirección de los efectos entre las variables. Además, para el diagnóstico de ansiedad y de depresión se tomaron como referencia los puntos de corte de las pruebas lo que puede restarles precisión a los diagnósticos. Diseños metodológicos más robustos permitirían confirmar los diagnósticos, valorar la evolución de los síntomas y precisar la fuerza de predicción de factores como la sobrecarga laboral y las experiencias traumáticas asociadas a la pandemia, incluyendo las pérdidas de los compañeros de trabajo. Por otra parte, al tener un muestreo intencional es posible que se tenga una mayor representatividad de personal sanitario que experimentaba mayores alteraciones emocionales (p. ej., más jóvenes), y no se pueden profundizar en los análisis intragruprales, entre las diferentes ocupaciones o gremios. Es pertinente mejorar las condiciones de selección de la muestra, y garantizando la representatividad del personal ubicado en zonas rurales, de cada país, de forma que se pueda tener una imagen más fidedigna de las condiciones de salud mental del personal de salud de la región. Finalmente, la respuesta a la pandemia no es homogénea entre los países de la región, lo cual podría llegar a explicar los hallazgos encontrados. Recomendamos profundizar en el análisis de estos factores para hacer un estimado más preciso.
En este estudio se describe la situación de salud mental de los trabajadores de la salud en Latinoamérica, durante el segundo año de contagio por COVID-19. Nuestros datos aportan información actual y preocupante sobre la situación de los proveedores de salud. Continúa aumentando la prevalencia de síntomas de ansiedad y depresión en el personal de salud latinoamericano. Siendo los profesionales que están en contacto directo, atendiendo pacientes COVID, de hospitales estatales y de Argentina, quienes presentan mayor riesgo de sufrir trastornos mentales. Así mismo, las mujeres, el personal de salud con menos experiencia; de forma especial y más severa los administrativos, quienes desempeñan labores de contacto directo y sostenido con los pacientes contagiados con COVID y sus familias; seguido por los médicos generales y especialistas, estén experimentando una sustantiva carga de malestar emocional. Analizar e intervenir sobre este fenómeno debe ser una prioridad de los Estados y sistemas de salud, considerando que las alteraciones psicológicas y psiquiátricas asociadas a la pandemia por el COVID-19 han demostrado generar agotamiento laboral y afectación cognitiva.
FinanciaciónUniversidad de la Costa, Barranquilla- Colombia (Acta N° 86-2020). Código del proyecto de investigación: INV.140-02-004-15.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.