La artrodesis vertebral, fusión más o menos extensa de 2 o más vértebras, es un procedimiento quirúrgico dirigido a inmovilizar un segmento vertebral doloroso, deforme o inestable1–3. Este cambio en la biomecánica del raquis condiciona alteraciones colaterales como, entre otras, la degeneración de espacios vecinos con dolor recurrente. Por ello, en los últimos años han aparecido alternativas a las artrodesis vertebrales, y también al propio procedimiento quirúrgico de artrodesis, con notables y certeros avances en la inmovilización mediante osteosíntesis1–2, además de alternativas al autoinjerto como método de estimular la fusión ósea, aunque algo más discutibles y, desde luego, no superiores1–2. Un buen ejemplo que combina ambas propuestas es el de las cajas intersomáticas, con variantes en su composición material, en la vía de acceso quirúrgico para su colocación e incluso en su relleno. Sin embargo, lejos de ser una alternativa considerable al autoinjerto tricortical, las líneas de investigación sobre las cajas siguen vagando sin una estrategia clara de aproximación a un buen resultado a largo plazo1–2. Con o sin cajas se han descrito múltiples procedimientos y sustancias biológicas para estimular la fusión y mejorar la tasa de éxitos que el autoinjerto consigue, básicamente para evitar la morbilidad que la toma de este genera1–3.
La bibliografía reciente muestra que la alternativa natural a la artrodesis, como en otras articulaciones, es la artroplastia. Tras una búsqueda bibliográfica exhaustiva en PubMed hasta el mes de agosto de 2012, aparecen más de 600 referencias sobre resultados de artroplastia vertebral. Sin embargo, el análisis detallado de ellas muestra que además de que muy pocas utilizan criterios reales de evidencia científica a pesar de utilizar tal denominación, los seguimientos son muy cortos, y los resultados a largo plazo van deteriorándose con el paso del tiempo. Al intentar una estratificación de sus variables se observa que resultados aparentemente benignos no dejan ver qué grupo de población se beneficiaría de una artroplastia4–10. Incluso complicaciones como la osificación heterotópica muestran resultados dispares11–13.
No es baladí la advertencia que un reciente artículo en la revista Spine señala de los fines comerciales que las publicaciones en Internet muestran cuando se trata de artroplastias de raquis14. ¿Por qué el raquis habría de librarse de las leyes del mercado? Indudablemente la utilización de procedimientos quirúrgicos en humanos debe estar precedida de evidencias experimentales incontestables, de ensayos clínicos por fases con grupos bien diseñados y variables exactas que permitan controlar sesgos y errores metodológicos que acaben en conclusiones sin validez.
Hasta que las alternativas terapéuticas a la artrodesis del raquis muestren una superación de sus resultados, este procedimiento es de elección para tratar de conseguir una importante mejoría permanente en muchos pacientes aquejados de diversas enfermedades de la columna vertebral. Distinto es su uso indebido y, en estos casos, los malos resultados son atribuibles al cirujano y no al procedimiento15,16. La ética actual consistente en que es mejor actuar que no actuar cuando un paciente sufre una enfermedad incita a realizar procedimientos que acaban en fracaso, muchas veces más por la mala indicación que por la naturaleza del propio procedimiento.
La enseñanza apropiada del diagnóstico y tratamiento de las enfermedades del raquis sigue siendo una asignatura pendiente en España y en todo el mundo. Los resultados del examen final voluntario de los jóvenes médicos especialistas españoles muestra que las calificaciones obtenidas y evaluadas por expertos en el módulo de raquis distan mucho de las conseguidas en la extremidad superior, la inferior, sea cirugía reconstructiva o traumatológica, e incluso en el de la propia patología infantil17. Propuestas interesantes se han publicado ya en nuestra revista18, pero estas deben llegar no solo a los jóvenes sino también a los expertos colegas que se lanzan a la práctica de una técnica nada más publicarse los primeros resultados por aquellos cirujanos que trabajan como consultores al servicio de la industria. Los deletéreos resultados con reintervenciones mayores que pueden sufrir los pacientes requieren una reformulación ética.