Hace cuarenta años, una persona con discapacidad intelectual era prácticamente invisible. No existía, porque no la veíamos.
El esfuerzo, la tenacidad y el trabajo inagotable de padres y profesionales que defendieron la visibilidad y la capacidad de estas personas dio como fruto que, a día de hoy, las vemos por la calle, paseando, como compañeros de clase, trabajando en la empresa ordinaria, o haciendo turismo.
Entre estos defensores de la capacidad de las personas y de su necesidad de inclusión se encontraba Josep Maria Jarque. Desde muy joven ya mostró una visión vanguardista que apostaba por la educación de todos los niños, y creía en las capacidades inherentes de todo ser humano. Es más, se indignaba ante las situaciones de injusticia que hemos vivido, y todavía vivimos, todos los que nos dedicamos a esta causa. Porque él ejercía la pedagogía como un artista ejerce su arte, con creatividad, meticulosidad, ritmo y muchos colores, ya que, como él bien decía, la educación debe estar al servicio de los niños y por eso debe adaptarse y personalizarse según el niño.
Josep Maria no tenía suficiente con una sola causa. Polifacético e inquieto, pedagogo, maestro, teórico, poeta, mediador, político, excelente padre de familia ¡y un gran asesor! Son pocas las personas que reúnen tantas cualidades juntas, que él ponía generosamente a disposición de quien lo precisara.
Fue en el año 2000 cuando recibí su llamada diciéndome, entusiasmado, que tenía en las manos un libro de un joven filósofo suizo con parálisis cerebral que estaba traduciendo, y me proponía que, junto con la Fundación, lo presentáramos. Juntos acogimos a Alexandre Jollien todas las veces que lo invitamos a Barcelona.
Este proyecto común permitió que Josep Maria y yo nos conociéramos de una manera más cercana y personal. Como asesor de la Fundación Catalana Síndrome de Down, no tengo más que palabras de agradecimiento por su apoyo. Ante los momentos más difíciles, siempre he sabido que podía contar con él, con su buen criterio y con su ánimo.
Josep Maria nos ha ayudado a todos a ver las capacidades de todas las personas, más allá de las etiquetas. Nos ha dado fuerza y esperanza, a todos los que nos dedicamos a la educación, porque su sabiduría, su carácter y su dedicación incondicional nos han reforzado y, a la vez, nos han dado seguridad.
Lo echamos mucho de menos. Niños, padres, familiares y profesionales hemos perdido a un referente en este camino de largo recorrido. Gracias, Josep Maria, por dejarnos el amor por el trabajo hecho con pasión, por defender una escuela para todos, por una filosofía de vida y de trabajo que en la Fundación compartimos al cien por cien.
¡Este legado nos seguirá sirviendo de guía y de luz por el camino que tenemos por delante!
Como él solía decirnos siempre a todos... ¡¡Adelante!!
Josep Maria Jarque (1935-2016) pedagogo y maestro. Dedicó su vida a preservar y divulgar los derechos de las personas con discapacidad intelectual, y a impulsar activamente la escuela inclusiva.
Al inicio de su carrera ejerció de maestro, y fundó el primer centro ocupacional para personas con discapacidad intelectual en Cataluña. De 1980 a 1987 fue jefe del Servicio de Educación Especial del Departamento de Educación de Cataluña, donde también trabajo como asesor entre 1982 y 1999. Formó parte de la comisión parlamentaria que elaboró el proyecto de la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI). Participó en calidad de experto en la ONU y en la OCDE.
En el año 2000 recibió la Creu de Sant Jordi por su trabajo a favor de las personas con discapacidad y, en 2001, la Medalla de la Ciutat de Terrassa. Desde 1999 hasta su muerte fue asesor de la Fundación Catalana Síndrome de Down.