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array:22 [ "pii" => "S1405888X1500008X" "issn" => "1405888X" "doi" => "10.1016/j.recqb.2015.05.007" "estado" => "S300" "fechaPublicacion" => "2015-06-01" "aid" => "7" "copyrightAnyo" => "2015" "documento" => "article" "crossmark" => 0 "licencia" => "http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/" "subdocumento" => "ssu" "cita" => "TIP. 2015;18:71-81" "abierto" => array:3 [ "ES" => true "ES2" => true "LATM" => true ] "gratuito" => true "lecturas" => array:2 [ "total" => 3532 "formatos" => array:3 [ "EPUB" => 35 "HTML" => 2855 "PDF" => 642 ] ] "itemAnterior" => array:18 [ "pii" => "S1405888X15000078" "issn" => "1405888X" "doi" => "10.1016/j.recqb.2015.05.006" "estado" => "S300" "fechaPublicacion" => "2015-06-01" "aid" => "6" "documento" => "article" "crossmark" => 0 "licencia" => "http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/" "subdocumento" => "ssu" "cita" => "TIP. 2015;18:61-70" "abierto" => array:3 [ "ES" => true "ES2" => true "LATM" => true ] "gratuito" => true "lecturas" => array:2 [ "total" => 2406 "formatos" => array:3 [ "EPUB" => 34 "HTML" => 1919 "PDF" => 453 ] ] "es" => array:12 [ "idiomaDefecto" => true "cabecera" => "<span class="elsevierStyleTextfn">ARTÍCULO DE REVISIÓN</span>" "titulo" => "Estado del conocimiento de la durofagia en el registro fósil: interacción depredador-presa en moluscos marinos (Clases Gastropoda y Bivalvia)" "tienePdf" => "es" "tieneTextoCompleto" => "es" "tieneResumen" => array:2 [ 0 => "es" 1 => "en" ] "paginas" => array:1 [ 0 => array:2 [ "paginaInicial" => "61" "paginaFinal" => "70" ] ] "contieneResumen" => array:2 [ "es" => true "en" => true ] "contieneTextoCompleto" => array:1 [ "es" => true ] "contienePdf" => array:1 [ "es" => true ] "resumenGrafico" => array:2 [ "original" => 0 "multimedia" => array:7 [ "identificador" => "fig0010" "etiqueta" => "Figura 2" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr2.jpeg" "Alto" => 1466 "Ancho" => 1704 "Tamanyo" => 293199 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0020" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Concha de bivalvo donde se ilustran algunas de las evidencias de durofagia que se preservan en el registro fósil. A-B, Perforación. C, “Puncture”. D, Reparación de la concha. E, Marca de mordida.</p>" ] ] ] "autores" => array:1 [ 0 => array:2 [ "autoresLista" => "Catalina Gómez-Espinosa, Raúl Gío-Argáez, Miriam Carreño de la Vega" "autores" => array:3 [ 0 => array:2 [ "nombre" => "Catalina" "apellidos" => "Gómez-Espinosa" ] 1 => array:2 [ "nombre" => "Raúl" "apellidos" => "Gío-Argáez" ] 2 => array:2 [ "nombre" => "Miriam Carreño de la" "apellidos" => "Vega" ] ] ] ] ] "idiomaDefecto" => "es" "EPUB" => "https://multimedia.elsevier.es/PublicationsMultimediaV1/item/epub/S1405888X15000078?idApp=UINPBA00004N" "url" => "/1405888X/0000001800000001/v1_201507040014/S1405888X15000078/v1_201507040014/es/main.assets" ] "es" => array:19 [ "idiomaDefecto" => true "cabecera" => "<span class="elsevierStyleTextfn">ENSAYO</span>" "titulo" => "El origen geológico de la vida: una perspectiva desde la meteorítica" "tieneTextoCompleto" => true "paginas" => array:1 [ 0 => array:2 [ "paginaInicial" => "71" "paginaFinal" => "81" ] ] "autores" => array:1 [ 0 => array:3 [ "autoresLista" => "Fernando Ortega-Gutiérrez" "autores" => array:1 [ 0 => array:3 [ "nombre" => "Fernando" "apellidos" => "Ortega-Gutiérrez" "email" => array:1 [ 0 => "fortega@unam.mx" ] ] ] "afiliaciones" => array:1 [ 0 => array:2 [ "entidad" => "Instituto de Geología, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, Deleg. 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Varias decenas de cuencas alcanzarían más de 1,000<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km de diámetro, y por lo menos cuatro habrían llegado a los 3,000<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km. ¿Pudo la vida ser creada o conservada bajo este bombardeo cuyo nivel energético fue capaz de extinguir océanos enteros y erosionar un porcentaje grande de la atmósfera? Según la mayoría de los investigadores no, pero otros como Mojzsis y sus colaboradores (Abramov, & Mojzsis, 2009)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0080"><span class="elsevierStyleSup">16</span></a> han simulado numéricamente el fenómeno reforzando la posibilidad de que la vida, la cual según ellos ya existía, no haya sido extirpada por completo, sino que se refugió en el interior de la corteza terrestre, aun frente a impactos con la energía contenida (∼1028 julios) en cuerpos de hasta 300<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km de diámetro viajando a más de 20<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km/segundo y desprendida en unas cuantas horas.</p>" ] ] ] "textoCompleto" => "<span class="elsevierStyleSections"><span id="sec0005" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0025">Introducción</span><p id="par0005" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La vida para generarse y luego desarrollarse necesita de nutrientes, energía, agua en estado líquido y un tiempo relativamente prolongado para que la materia evolucione químicamente. ¿Dónde y desde cuándo existieron estas condiciones en nuestro entorno del Sistema Solar para originar la vida como la conocemos? Las rocas terrestres y particularmente las meteoritas proveen de información clave para contestar en parte estas grandes interrogantes surgidas desde que la especie humana tomó conciencia de su propia existencia. Las rocas más antiguas identificadas en la Tierra en la provincia de Labrador en Canadá tienen alrededor de 4,280 millones de años (Ma) (O¿Neil <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 2008)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a>, aunque existen minerales (zircones) separados de rocas sedimentarias en Australia con edades hasta poco más de 4,400 Ma (Wilde <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 2001)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0010"><span class="elsevierStyleSup">2</span></a>. La vida evidente (microfósiles) existe desde hace aproximadamente 3,500 Ma (Schopf, 1993)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0015"><span class="elsevierStyleSup">3</span></a>, pero indicadores isotópicos y petrológicos sugieren su existencia (Isla de Akilia en Groenlandia) desde hace más de 3,850 Ma (Mojzsis <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 1996)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0020"><span class="elsevierStyleSup">4</span></a>.</p><p id="par0010" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Por otra parte, las meteoritas son rocas formadas fuera de la Tierra en el Cinturón de Asteroides del Sistema Solar interior, las cuales periódicamente caen sobre su superficie suministrando material geológico para el estudio de los procesos naturales que les dieron origen y luego las separaron violentamente de sus cuerpos parentales cambiando su estructura y composición hasta su llegada a la superficie de la Tierra. Las meteoritas en general registraron los procesos físicos, químicos y geológicos más primitivos de formación planetaria en el Sistema Solar. La composición dominante de los tres grandes grupos de meteoritas en que se han dividido son: a) las metálicas (Fe y Ni) con algunos sulfuros (meteoritas de hierro), b) con silicatos, metales y óxidos (condritas ordinarias y acondritas) y c) mixtas, compuestas por metal Fe-Ni y olivino (silicato de magnesio). Entre las condritas se tiene un grupo muy escaso donde abundan los materiales orgánicos primordiales para la vida compuestos por elementos volátiles como carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo y azufre. Este trabajo describe brevemente aspectos básicos sobre la naturaleza de estas meteoritas, por haber conservado la historia más temprana de los grandes eventos que generaron o destruyeron las condiciones primarias para que la vida surgiera en la Tierra.</p></span><span id="sec0010" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0030">Definición de vida</span><p id="par0015" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Definir la vida ha sido una tarea inconclusa y no exenta de ambigüedad, pues sus elementos y procesos son complejos y no del todo conocidos (Benner, 2010)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0025"><span class="elsevierStyleSup">5</span></a>; (Bedau, 2010)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0030"><span class="elsevierStyleSup">6</span></a>; sin embargo, una definición satisfactoria aunque elaborada podría ser la siguiente:</p><p id="par0020" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La vida como la conocemos es un fenómeno natural que caracteriza a cualquier objeto material cuya composición química esté basada en el carbón, asociado con los gases reactivos más abundantes del universo (H, O, N), y que esté integrada por moléculas organizadas en estructuras con las siguientes características: a) están confinadas por una membrana, b) pueden autoreplicarse, c) guardan, copian, transcriben y transmiten información, d) pueden sostener de manera continua procesos de transformación química (metabolismo) que toman energía del medio ambiente y e) pueden evolucionar en el sentido darwiniano. La teoría de evolución de la vida “más aceptada” propone un mundo ARN (ácido ribonucleico) anterior al mundo ADN (ácido desoxiribonucleico) actual (p. ej. Orgel, 2004)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0035"><span class="elsevierStyleSup">7</span></a>. El ARN en el mundo primitivo habría funcionado como una molécula autoreplicante hasta que eventualmente se desarrollaron estructuras con funciones catalíticas mínimas confinadas por una membrana de lípidos semi-impermeable (protocélula), donde luego se sintetizó el ADN, molécula precursora e indispensable para el funcionamiento de todos los seres vivos en el mundo celular que conocemos.</p><p id="par0025" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La evolución de la vida desde su aparición en la Tierra presenta una prolongada trayectoria de diversificación ramificada con el tiempo en tres dominios a partir de un ancestro común (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0005">Figura 1</a>), cuya estructura y origen son fuertemente debatidos, pero que no será materia de discusión en el trabajo presente.</p><elsevierMultimedia ident="fig0005"></elsevierMultimedia></span><span id="sec0015" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0035">Premisas usadas en el trabajo</span><p id="par0030" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Afortunadamente existen hechos de índoles diversas y probadas que permiten un análisis sólido sobre las posibles condiciones, mecanismos y tiempos que lograron la formación de la vida en la Tierra, los cuales integran la base en que se sustenta este trabajo:<ul class="elsevierStyleList" id="lis0005"><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0005"><span class="elsevierStyleLabel">a)</span><p id="par0035" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La estructura de la materia viva está compuesta esencialmente por seis elementos químicos: carbón, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo y azufre (CHONPS por sus símbolos químicos).</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0010"><span class="elsevierStyleLabel">b)</span><p id="par0040" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las meteoritas de cierta clase (condritas carbonosas) contienen esos elementos en gran abundancia, incluyendo algunas de las clases CI1 (tipo 1 de la meteorita de referencia Ivuna) y CM2 (tipo 2 de la meteorita de referencia Mighei) que contienen compuestos orgánicos “complejos” de importancia prebiológica.</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0015"><span class="elsevierStyleLabel">c)</span><p id="par0045" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Los planetas llamados terrestres o silicatados (Mercurio, Venus, Tierra y Marte) deben su estructura a la acreción de millones de planetesimales de composición esencialmente condrítica, como los que pueblan actualmente el cinturón de asteroides ubicado entre las órbitas de Marte y Júpiter.</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0020"><span class="elsevierStyleLabel">d)</span><p id="par0050" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Dos eventos catastróficos relacionados con la Meteorítica intervinieron e influenciaron fuertemente la evolución química de las capas más superficiales de la Tierra (litósfera, hidrósfera y atmósfera); uno definitivamente opuesto a la formación de la materia viva (la formación de la Luna) y otro (el Gran Bombardeo Tardío, GBT), cuyo carácter destructivo o constructivo de la vida está en debate, así como su existencia misma.</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0025"><span class="elsevierStyleLabel">e)</span><p id="par0055" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La vida fue evidente en la Tierra luego de transcurridos 1,100 Ma desde la condensación, a partir de un núcleo de una nube molecular precursora, de los objetos más antiguos identificados en las meteoritas conocidos como inclusiones ricas en calcio y aluminio (ICAs por sus siglas).</p></li></ul></p></span><span id="sec0020" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0040">Meteoritas</span><p id="par0060" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las meteoritas son rocas extraterrestres que conservan en su estructura la información necesaria para entender la evolución del Sistema Solar desde su origen o más allá, hasta el origen mismo y evolución de las estrellas. Esta información está guardada en su composición química y mineral, así como en sus texturas y estructuras. Por la escasez de esos materiales en la Tierra, cada hallazgo o caída que se observe se convierte en un acontecimiento importante para la ciencia. Algunas meteoritas como Orgueil (Francia, 1864), Ivuna (Tanzania, 1938), Murray (Estados Unidos, 1950) y Murchison (Australia, 1969), incluso contienen compuestos orgánicos complejos (aminoácidos, azúcares, etc.) precursores de moléculas que tal vez dieron origen a la vida al menos en la Tierra.</p><p id="par0065" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las meteoritas se clasifican en grupos diversos de acuerdo a su contenido mineral, composición química y estructura. Una revisión amplia del tema queda fuera de los propósitos del trabajo y solamente se verán con mayor detalle las del primer grupo, por ser las más primitivas, abundantes en volátiles y con un contenido químico y mineral que incluye en algunas de ellas materiales orgánicos precursores de la vida. Las <a class="elsevierStyleCrossRefs" href="#tbl0005">Tablas I y II</a> resumen las características distintivas de las meteoritas en función de su mineralogía y química elemental, lo cual proporciona información crucial sobre las condiciones de oxidación-reducción presentes durante su formación.</p><elsevierMultimedia ident="tbl0005"></elsevierMultimedia><elsevierMultimedia ident="tbl0010"></elsevierMultimedia><span id="sec0025" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0045">Meteoritas carbonosas</span><p id="par0070" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las meteoritas carbonosas (2.8% del total), como su nombre lo indica, tienen un contenido de carbón en forma elemental (diamante, grafito, fulerenos, carbón amorfo) o bien en forma de materia orgánica y que varía entre <1% hasta >20% en peso. Este tipo de meteoritas es muy escaso entre las pétreas, pero constituye el grupo más significativo por cuanto a la información que contiene respecto a los procesos de evolución química prebiótica de la materia orgánica ocurridos durante los inicios de formación del Sistema Solar. La <a class="elsevierStyleCrossRef" href="#tbl0015">Tabla III</a> resume las características esenciales de las condritas carbonosas más estudiadas por la ciencia.</p><elsevierMultimedia ident="tbl0015"></elsevierMultimedia><p id="par0075" class="elsevierStylePara elsevierViewall">En general el carbón extraterrestre aunque está enriquecido en <span class="elsevierStyleSup">13</span>C, tiene una relación semejante de los isótopos de H (deuterio e hidrógeno). Sin embargo, el valor isotópico D/H en los 40 aminoácidos estudiados de las meteoritas Murchison y Murray (+300x10<span class="elsevierStyleSup">-6</span> a +3600x10<span class="elsevierStyleSup">-6</span>) está muy por encima del valor estándar de los materiales orgánicos y del agua terrestre, cuyo valor es de +150x10<a class="elsevierStyleCrossRefs" href="#bib0005"><span class="elsevierStyleSup">-6</span></a>. Estos valores relativamente tan elevados indican su origen en el ambiente frío de la nebulosa presolar, y por tanto una química prebiótica compleja que se dio en el medio interestelar antes de la formación de la Tierra. Es importante mencionar que de los más de 40 aminoácidos identificados en Murchison y Murray solamente ocho están presentes también en los seres vivos de la Tierra. Algunos aminoácidos de Murchison y Murray (Pizzarello & Cooper, 2001)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0045"><span class="elsevierStyleSup">9</span></a>, que son raros en la biósfera terrestre, presentan cierta quiralidad, propiedad física sin planos de simetría que caracteriza a la materia viva, y que tal vez fue producto de la polarización circular de la luz ultravioleta que se dio en la nube molecular antes de la formación del Sistema Solar, aunque también existe un debate sobre el origen de esta quiralidad.</p></span><span id="sec0030" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0050">La meteorita Allende: La madre de todas las rocas</span><p id="par0080" class="elsevierStylePara elsevierViewall">A la 1.05 a.m. de la madrugada del 8 de febrero de 1969, en la región del poblado de Allende (Ranchito de Allende, Chihuahua) centenares de fragmentos y varias toneladas de un material extraterrestre se precipitaron a lo largo de una elipse de aproximadamente 40x8<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km en dirección NNE. Apenas unos cuantos días después, su estudio científico había producido el primero (King Jr. <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 1969)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0050"><span class="elsevierStyleSup">10</span></a> de los millares de artículos que vendrían luego dando a conocer una gama impresionante de información mineralógica, petrológica, química, geocronológica e isotópica, la cual ha dado a la meteorita Allende elementos suficientes para que se le considere sin duda la madre de todas las rocas. La caída de Allende (no me refiero al héroe de nuestra independencia) transformó el conocimiento científico universal al poner a disposición de los estudiosos del tema material abundante para su análisis en prácticamente todos los centros de investigación y laboratorios del mundo. Allende representa, la meteorita carbonosa más grande registrada en la historia de la ciencia, con un peso total de sus fragmentos recuperados superior a las dos toneladas que incluyen algunos de los materiales más antiguos del Sistema Solar (∼4,567 Ma). Después de Allende, el conocimiento científico sobre la evolución de nuestro entorno galáctico avanzó de manera notable en los aspectos siguientes:</p><p id="par0085" class="elsevierStylePara elsevierViewall">a) Ahora sabemos la edad exacta del nacimiento (condensación) del Sistema Solar, b) se confirmó el estallido frecuente de supernovas en la historia galáctica como un proceso cósmico fundamental para iniciar el colapso de las nubes moleculares de donde surgen estrellas y planetas como los de nuestro Sistema Solar, c) las escalas del tiempo de condensación y formación planetaria se redujeron considerablemente con el descubrimiento en Allende de elementos radiactivos (generadores de calor) de vida muy corta como el <span class="elsevierStyleSup">26</span>Al, d) la evolución geoquímica de la Tierra se logró estandarizar con mayor rigor a partir del estudio de Allende como una muestra primordial de referencia mundial, e) con el descubrimiento en Allende de los ICAs (inclusiones ricas en calcio y aluminio) se confirmó un estado térmico muy elevado del disco solar hasta distancias de 1.5 UA (UA: unidad astronómica equivalente a 150 millones de kilómetros, que es la distancia media entre el Sol y la Tierra).</p></span></span><span id="sec0035" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0055">La formación de la Luna, un evento cósmico que despojó de todo material volátil (gases y algunos metales ligeros) a la Tierra</span><p id="par0090" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Casi al terminar de formarse la Tierra, hace ∼4,530 Ma, sufrió el impacto de un último embrión planetario (Theia, <a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0010">Figura 2</a>) que fue de enormes consecuencias para su evolución química e imposibilitando la formación de la vida durante esa época, pues el evento habría volatizado cualquier océano de agua o atmósfera que habría tenido la Tierra luego de la formación de su núcleo dejando en cambio un océano de magma activo por millones de años, donde la vida tampoco podría desarrollarse. Las simulaciones numéricas del fenómeno muestran como la Tierra (Sleep <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 2001)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0055"><span class="elsevierStyleSup">11</span></a>, (Canup & Asphaug, 2001)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0060"><span class="elsevierStyleSup">12</span></a> habría secuestrado el núcleo metálico del impactor (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0010">Figura 2</a>), mientras su manto silicatado era evaporado para después condensarse y formar la Luna. El proceso del impacto mismo pudo tomar sólo algunas horas pero la condensación de los escombros tal vez duró muchos miles de años. Otra hipótesis novedosa (Canup, 2012)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0065"><span class="elsevierStyleSup">13</span></a> considera que la colisión se dio, pero entre dos cuerpos de masa similar chocando con una velocidad de apenas 4<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km/seg, pero de consecuencias análogas al modelo anterior.</p><elsevierMultimedia ident="fig0010"></elsevierMultimedia><p id="par0095" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Entre las evidencias más relevantes que se han dado para justificar la hipótesis se cuentan: a) la edad de la Luna es muy joven (4,500 Ma) para ser un embrión planetario capturado por la Tierra, b) la Luna en esencia es anhidra, pues nació devolatizada por la energía asociada al impacto de su formación, c) el potasio en la Luna es deficiente, pues a pesar de ser un metal, también se habría volatizado durante el impacto, d) la relación de masa Luna/Tierra es muy alta (1/81) comparada con otras lunas y sus planetas respectivos en el Sistema Solar, y e) el momento angular Luna-Tierra se explica mejor asumiendo un origen común de ambos cuerpos durante un impacto.</p></span><span id="sec0040" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0060">El Gran Bombardeo Tardío (GBT)</span><p id="par0100" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Luego de formada la Luna, la Tierra y todos los cuerpos interiores del Sistema Solar 530-480 Ma después probablemente sufrieron el impacto tardío de millares de cuerpos asteroidales (planetesimales) y/o cometas kilométricos, evento que pudo tener consecuencias enormes para originar la vida o provocar su extinción, si es que ya había surgido antes de este evento (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0015">Figura 3</a>). El suceso más importante después de terminada la acreción planetaria con la formación de la Luna, fue la llegada de una lluvia de objetos menores, asteroides y cometas, que bombardearon todos los cuerpos del Sistema Solar interior durante una época más o menos bien determinada entre 4,000 y 3,850 Ma. El hecho de que esta superficie craterizada por los impactos no se manifieste en la Tierra actual (su cráter grande más antiguo es el de Vradefort en África del Sur, con una edad aproximada de 2,020 Ma) se debe a la actividad tectónica continua que ha borrado casi todo el registro de procesos anteriores a los 4,000 Ma. Sin embargo, las edades absolutas y relativas de rocas (<span class="elsevierStyleItalic">in situ</span> y meteoritas) y vidrios lunares, así como una meteorita (ALH84001), la presencia de cráteres en todos los cuerpos del Sistema Solar interior, capas gruesas con esférulas de vidrio en el registro Arqueano de la Tierra (>2500 Ma), y el exceso de gases nobles en la hidrósfera y atmósfera terrestres con relación a su manto, constituyen evidencias acumuladas que apuntan en la dirección de la existencia real de ese fenómeno, cuyo pico habría ocurrido hace 3,900 Ma. La intensidad del fenómeno se calcula entre 200 y 1,000 veces el flujo actual de grandes impactores (Chicxulub, por ejemplo), y que habría durado entre 200 y 60 Ma depositando una masa de 8.4 x 10<span class="elsevierStyleSup">18</span> kg en la Luna, lo que implica por lo menos una masa añadida de 1.2 x 10<span class="elsevierStyleSup">21</span> kg para la Tierra (aproximadamente la seis milésima parte de su masa total). Este material extraterrestre equivale al depósito de 200 ton/m<span class="elsevierStyleSup">2</span> en su superficie terrestre con una energía total asociada de alrededor de 2.5x10<span class="elsevierStyleSup">29</span> julios (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0020">Figura 4</a>), suficiente para fundir, si toda la energía fuese transferida a la superficie rocosa, una masa mayor a los 10<span class="elsevierStyleSup">23</span> kilogramos, o bien un volumen equivalente de 3.3x10<span class="elsevierStyleSup">10</span> km<span class="elsevierStyleSup">3</span>, que es aproximadamente igual al de toda la corteza de la Tierra.</p><elsevierMultimedia ident="fig0015"></elsevierMultimedia><elsevierMultimedia ident="fig0020"></elsevierMultimedia><span id="sec0045" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0065">Los cráteres más antiguos y más grandes de la Tierra</span><p id="par0105" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Los cráteres más antiguos preservados en el registro geológico de la Tierra son Vradeford, Sudáfrica con 250-300<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km de diámetro, una geometría multianillada y una edad de 2023 ± 4 Ma, y el Suavjarvi en Karelia con 16<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km de diámetro y 2,400 Ma de edad.</p><p id="par0110" class="elsevierStylePara elsevierViewall">El gran debate que se plantea entre los que postulan el GBT como un evento real en la historia temprana de los planetas incluye las interrogantes siguientes: ¿Fueron los cometas y/o los asteroides (meteoritas <span class="elsevierStyleItalic">sensu lato</span>) los objetos que importaron de regreso a la Tierra el material volátil perdido durante la formación de la Luna? O bien, ¿la Tierra se ha desgasificado gradualmente desde el interior a partir del material volátil conservado en los silicatos (olivino, granate y piroxenas) nominalmente anhidros? En este sentido, las estimaciones basadas en la relación D/H (deuterio/hidrógeno) del manto terrestre profundo (400-3,950<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km) asignan los posibles porcentajes de procedencia para el agua actual en los mares terrestres (D/H x10<span class="elsevierStyleSup">-6</span>)=149) siguientes (Dauphas <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 2000)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0075"><span class="elsevierStyleSup">15</span></a>: desde el interior de la Tierra, 50-90% (D/H x10<span class="elsevierStyleSup">-6</span>)=128-153); por los asteroides, 0-50% (D/H x10<span class="elsevierStyleSup">-6</span>)=159-181); y por los cometas, 0-10% (D/H x10<span class="elsevierStyleSup">-6</span>)=311±13).</p><p id="par0115" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Sin embargo, la causa y duración del fenómeno no se han aclarado de manera general, pues prevalecen las escuelas gradualista y la catastrofista (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig0025">Figura 5</a>). La primera establece que los grandes impactos sólo representan un segmento de una curva de acreción planetaria que disminuía exponencialmente y de manera continua, mientras que la escuela catastrofista especifica la concentración en un pico definido entre los 4 y 3.85 Ga (giga años), el cual interrumpió la continuidad decreciente de la curva de evolución planetesimal. El peso mayor de la evidencia actualmente favorece a la escuela catastrofista, y esa temporalidad del evento (3.9-3.8 Ga) curiosamente corresponde al mismo periodo en que aparentemente se han encontrado los vestigios químicos más antiguos de vida en el planeta (Mojzsis <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 1996)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0020"><span class="elsevierStyleSup">4</span></a>.</p><elsevierMultimedia ident="fig0025"></elsevierMultimedia></span><span id="sec0050" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0070">Efectos inmediatos y prolongados sobre el ambiente asociados con los grandes impactos</span><p id="par0120" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Los impactos entre grandes cuerpos celestes desprenden siempre cantidades enormes de energía (≥10<span class="elsevierStyleSup">27</span> julios) debido a las masas (trillones de toneladas) y velocidades (10-70<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km/seg) involucradas. Esta energía, al desprenderse súbitamente en el ambiente, se transforma en calor y deformación, todo lo cual funde, volatiza y remueve las rocas afectadas, cava grandes cráteres, arroja volúmenes considerables de escombros alrededor del impacto y calienta océanos y atmósferas al grado de erosionar o vaporizar parte de esas esferas planetarias esenciales para la vida. Pero también pueden tener efectos benéficos (Cockell, 2006)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0085"><span class="elsevierStyleSup">17</span></a> como la adición de volátiles reductores: el CH<span class="elsevierStyleInf">4</span>, NH<span class="elsevierStyleInf">3</span>, CO, y HCN, considerados como nutrientes prebióticos, y desde luego modificar profundamente las condiciones y velocidad de las reacciones químicas en los sistemas terrestres superficiales (océano, suelo, hidrósfera y atmósfera). Sin embargo, estos efectos pueden en situaciones extremas (energías superiores a los 10<span class="elsevierStyleSup">27</span> julios) conducir a la extirpación de cualquier paleobiósfera que existiese en el momento del impacto (p. ej. Levy & Miller, 1998)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0090"><span class="elsevierStyleSup">18</span></a> o sólo lograrlo parcialmente si la vida se refugiase en el subsuelo profundo, como proponen otros autores (p. ej. Abramov & Mojzsis, 2009)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0080"><span class="elsevierStyleSup">16</span></a>.</p></span></span><span id="sec0055" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0075">La vida bajo condiciones extremas</span><p id="par0125" class="elsevierStylePara elsevierViewall">La delicada estructura y complejidad química de la materia viva está formada esencialmente por elementos más volátiles como son los gases H, O, y N, y desde luego por el elemento sólido denominado carbón (C), todo lo cual, aunado a la abrumadora cantidad de componentes atómicos y moleculares que tienen los compuestos químicos esenciales para la vida como son las proteínas y los ácidos nucleicos (ARN y ADN), impone límites severos para su estabilidad termodinámica bajo cualquier ambiente dado de la naturaleza. La <a class="elsevierStyleCrossRef" href="#tbl0020">Tabla IV</a> ilustra de manera sucinta los límites impuestos por factores ambientales físicos y químicos como son humedad, temperatura, presión, acidez/alcalinidad, salinidad y concentraciones tóxicas de metales, o también la radiación de altas energías (ultravioleta y cósmica). Cualquiera de esos valores límite, o una combinación de ellos, aún si se exceden por tiempos muy cortos, impedirían la formación y el desarrollo de la vida. En este marco termodinámico es posible e importante comparar esas condiciones físicas y químicas con las que pudieron darse durante y después de los eventos catastróficos que acompañaron a los grandes impactos meteoríticos al principio de la vida del planeta Tierra.</p><elsevierMultimedia ident="tbl0020"></elsevierMultimedia><p id="par0130" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Considerando que la variable más importante en relación con el origen de la vida es la temperatura, ya que ésta impone al agua sus límites inferior y superior que le permiten permanecer líquida (-22<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>°C a presión de 2,100 atmósferas, y 374<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>°C a la presión crítica de 220 atmósferas), los hábitats para la formación de la vida necesariamente fueron global o regionalmente destruidos durante la mayoría de los impactos cuya energía alcanzó más de 10<span class="elsevierStyleSup">27</span> julios. Al respecto, las opiniones basadas en estudios teóricos y simulación numérica difieren entre los que consideran que después de la formación de la Luna (2x10<span class="elsevierStyleSup">31</span> julios), los impactos más grandes (asteroides o cometas con diámetros hasta de 300<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km) no fueron capaces de extirpar la vida por completo si ésta ya existía (p. ej. Abramov & Mojzsis, 2009)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0080"><span class="elsevierStyleSup">16</span></a>, y los que consideran (p. ej. Sleep <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 1989)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0095"><span class="elsevierStyleSup">19</span></a> que océanos completos eran evaporados y que temperaturas por encima de los 200<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>°C prevalecieron por miles de años en la superficie del planeta, luego de un gran impacto como los millares que sufrió la Tierra hace unos 3,900 Ma, justo cuando se habría comenzado o regenerado la vida en este planeta.</p><p id="par0135" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las <a class="elsevierStyleCrossRefs" href="#fig0030">Figuras 6 y 7</a> ilustran gráficamente la evolución de los grandes eventos de los mundos físico, químico y biológico que marcaron el nacimiento del planeta Tierra, la única región del universo conocido donde hay vida.</p><elsevierMultimedia ident="fig0030"></elsevierMultimedia><elsevierMultimedia ident="fig0035"></elsevierMultimedia></span><span id="sec0060" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle" id="sect0080">Conclusiones</span><p id="par0140" class="elsevierStylePara elsevierViewall"><ul class="elsevierStyleList" id="lis0010"><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0030"><span class="elsevierStyleLabel">1.</span><p id="par0145" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las meteoritas (<span class="elsevierStyleItalic">sensu lato</span>) conservaron desde el principio de la formación del Sistema Solar los ingredientes químicos necesarios que pudieron contribuir al reservorio de compuestos orgánicos complejos necesarios para la formación de los primeros seres vivos.</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0035"><span class="elsevierStyleLabel">2.</span><p id="par0150" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las meteoritas pudieron ser los agentes renovadores de la mayoría de los compuestos y elementos químicos volátiles necesarios para formar la vida en la Tierra, incluyendo el agua, elementos que se habrían perdido catastróficamente (en unas 48 horas) al formarse la Luna.</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0040"><span class="elsevierStyleLabel">3.</span><p id="par0155" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Las meteoritas y sus impactos asociados han generado durante la evolución geológica de la Tierra sistemas dinámicos plenos de energía y nutrientes para acelerar los procesos de evolución química prebiótica hasta la vida.</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0045"><span class="elsevierStyleLabel">4.</span><p id="par0160" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Los impactos meteoríticos más grandes pudieron ser también factor de extinción de esos sistemas vitales.</p></li><li class="elsevierStyleListItem" id="lsti0050"><span class="elsevierStyleLabel">5.</span><p id="par0165" class="elsevierStylePara elsevierViewall">Geología y Meteorítica implican procesos naturales intrínsecamente ligados con la historia temprana de la Tierra, los cuales lograron generar la vida sólo 1,000 Ma después de formado el planeta.</p></li></ul></p></span></span>" "textoCompletoSecciones" => array:1 [ "secciones" => array:14 [ 0 => array:3 [ "identificador" => "xres529662" "titulo" => "Resumen" "secciones" => array:1 [ 0 => array:1 [ "identificador" => "abst0005" ] ] ] 1 => array:2 [ "identificador" => "xpalclavsec549702" "titulo" => "Palabras clave" ] 2 => array:3 [ "identificador" => "xres529663" "titulo" => "Abstract" "secciones" => array:1 [ 0 => array:1 [ "identificador" => "abst0010" ] ] ] 3 => array:2 [ "identificador" => "xpalclavsec549703" "titulo" => "Keywords" ] 4 => array:2 [ "identificador" => "sec0005" "titulo" => "Introducción" ] 5 => array:2 [ "identificador" => "sec0010" "titulo" => "Definición de vida" ] 6 => array:2 [ "identificador" => "sec0015" "titulo" => "Premisas usadas en el trabajo" ] 7 => array:3 [ "identificador" => "sec0020" "titulo" => "Meteoritas" "secciones" => array:2 [ 0 => array:2 [ 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extra-terrestres hoy llamados meteoritas y representa la materia prima principal formadora de los planetas rocosos como Mercurio, Venus, Tierra y Marte. Este registro incluye el material químico precursor de la vida, así como aquellos eventos altamente energéticos cuya naturaleza pudo acelerar el proceso de evolución química de ese material hasta la vida, o bien retrasar su formación.</p><p id="spar0010" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Por otra parte, la geología es la ciencia que estudia los objetos y procesos naturales que han marcado la evolución planetaria del Sistema Solar interior y en consecuencia se liga estrechamente con la ciencia de la Meteorítica. Este trabajo analiza esta relación considerando primero las características químicas y mineralógicas de las poblaciones actuales de meteoritas, ya que representan restos de los objetos (planetesimales) cuya coalescencia formó a los planetas en las primeras etapas de la historia del Sistema Solar, y luego analiza las consecuencias negativas o positivas de ese proceso de crecimiento planetario para la generación de la vida en la Tierra.</p><p id="spar0015" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Como conclusión final del trabajo, se puede decir que Geología y Meteorítica estudian procesos naturales intrínsecamente ligados con la historia temprana de la Tierra, los cuales lograron generar la vida sólo 1,000 millones de años (Ma) después de formado el planeta.</p></span>" ] "en" => array:2 [ "titulo" => "Abstract" "resumen" => "<span id="abst0010" class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><p id="spar0020" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">The origin of life is rooted in the most primitive events of planetary evolution, events which were faithfully registered by the extraterrestrial bodies today called meteorites, and which formed the main constituent of rocky planets, such as Mercury, Venus, Earth and Mars. This register includes the chemical compounds precursors of life, as well as those high-energy events, whose nature could have accelerated the process of chemical evolution leading to life or delaying it.</p><p id="spar0025" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">On the other hand, Geology is the science that studies those objects and processes which have marked the planetary evolution of the interior of the Solar System, and consequently it is closely interrelated with the science of Meteoritics. This work analyses this intrinsic relationship by firstly considering the chemical and mineralogical properties of the actual meteorite populations because they represent the remaining of the objects (planetesimals), the coalescence of which formed the planets at the beginnings of the Solar Systems, and then deals with the negative or positive consequences of that accretionary process for the generation of life on Earth. As the main conclusion of this work thus, it may be stated that Geology and Meteoritics comprise the study natural processes intimately related with the early history of the Earth leading to the appearance of life only 1,000 million years (Ma) after the formation of the planet.</p></span>" ] ] "multimedia" => array:11 [ 0 => array:7 [ "identificador" => "fig0005" "etiqueta" => "Figura 1" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr1.jpeg" "Alto" => 1220 "Ancho" => 1707 "Tamanyo" => 94626 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0030" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Diagrama que muestra los grandes eventos de la evolución de la vida a partir de un ancestro común (primera célula) en los tres bio-dominios actuales de los seres vivos.</p>" ] ] 1 => array:7 [ "identificador" => "fig0010" "etiqueta" => "Figura 2" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr2.jpeg" "Alto" => 2303 "Ancho" => 3580 "Tamanyo" => 728182 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0035" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Simulación numérica del impacto que habría formado hace unos 4,500 Ma a la Luna por colisión de un planeta embrionario llamado Theia (madre de la luna) (0.05% de la masa terrestre) a una velocidad de 20<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km/seg), contra una Tierra ya construida (figura modificada después de Cuk & Stewart, 2012)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0070"><span class="elsevierStyleSup">14</span></a>. La parte negra representa el núcleo y la tonalidad gris el manto de la Tierra en el momento de ser impactada por Theia; el proceso se habría completado en 48 horas, pero la luna se condensaría en un periodo mucho más prolongado a partir del manto evaporado de ambos cuerpos planetarios.</p>" ] ] 2 => array:7 [ "identificador" => "fig0015" "etiqueta" => "Figura 3" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr3.jpeg" "Alto" => 2864 "Ancho" => 3580 "Tamanyo" => 1567935 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0040" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Superficies craterizadas de varios cuerpos planetarios del interior del Sistema Solar y el rango estimado de sus edades. En la Tierra como en Venus, por su actividad geológica sostenida desde su formación, se ha borrado casi toda la evidencia del proceso.</p>" ] ] 3 => array:7 [ "identificador" => "fig0020" "etiqueta" => "Figura 4" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr4.jpeg" "Alto" => 1744 "Ancho" => 1711 "Tamanyo" => 179708 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0045" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Imagen del estado posible en que podría haber quedado la Tierra después del GBT en términos del desarrollo de cráteres con diámetros mayores que 300<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km. Varias decenas de cuencas alcanzarían más de 1,000<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km de diámetro, y por lo menos cuatro habrían llegado a los 3,000<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km. ¿Pudo la vida ser creada o conservada bajo este bombardeo cuyo nivel energético fue capaz de extinguir océanos enteros y erosionar un porcentaje grande de la atmósfera? Según la mayoría de los investigadores no, pero otros como Mojzsis y sus colaboradores (Abramov, & Mojzsis, 2009)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0080"><span class="elsevierStyleSup">16</span></a> han simulado numéricamente el fenómeno reforzando la posibilidad de que la vida, la cual según ellos ya existía, no haya sido extirpada por completo, sino que se refugió en el interior de la corteza terrestre, aun frente a impactos con la energía contenida (∼1028 julios) en cuerpos de hasta 300<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km de diámetro viajando a más de 20<span class="elsevierStyleHsp" style=""></span>km/segundo y desprendida en unas cuantas horas.</p>" ] ] 4 => array:7 [ "identificador" => "fig0025" "etiqueta" => "Figura 5" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr5.jpeg" "Alto" => 1801 "Ancho" => 3580 "Tamanyo" => 280501 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0050" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Diagrama energía/tiempo que muestra dos conceptos opuestos sobre la historia geológica de los eventos de acreción planetaria y las posibilidades ambientales para la aparición de la vida en la Tierra. La escuela gradualista sostiene que dicha acreción ocurrió de manera continua, disminuyendo exponencialmente su energía hasta permitir por una sola ocasión la generación de la vida entre 4 y 3.85 Ga, mientras que la escuela catastrofista argumenta que la energía de acreción permitió en tiempos mucho más remotos (4.4 Ga) su generación, para ser luego destruida por el Gran Bombardeo Tardío (barra gris del diagrama). La vida, según esta escuela, habría vuelto a formarse luego que cesó el evento hace unos 3.85 Ga.</p>" ] ] 5 => array:7 [ "identificador" => "fig0030" "etiqueta" => "Figura 6" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr6.jpeg" "Alto" => 1761 "Ancho" => 3580 "Tamanyo" => 382782 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0055" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Cuadro sinóptico que marca la evolución geológica de los principales sistemas naturales del planeta Tierra durante sus 4,570 Ma de historia integral.</p>" ] ] 6 => array:7 [ "identificador" => "fig0035" "etiqueta" => "Figura 7" "tipo" => "MULTIMEDIAFIGURA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "figura" => array:1 [ 0 => array:4 [ "imagen" => "gr7.jpeg" "Alto" => 2046 "Ancho" => 3580 "Tamanyo" => 411689 ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0060" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Síntesis gráfica de la evolución de los sistemas vivos del planeta en relación con la coevolución de los océanos y atmósferas terrestres, sistemas que dieron refugio y alimento a la vida cuando colosales catástrofes cósmicas amenazaron su formación o desarrollo.</p>" ] ] 7 => array:7 [ "identificador" => "tbl0005" "etiqueta" => "Tabla I" "tipo" => "MULTIMEDIATABLA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "tabla" => array:1 [ "tablatextoimagen" => array:1 [ 0 => array:2 [ "tabla" => array:1 [ 0 => """ <table border="0" frame="\n \t\t\t\t\tvoid\n \t\t\t\t" class=""><thead title="thead"><tr title="table-row"><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Clase \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Metales (%) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Sulfuros (%) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Silicatos + vidrios + óxidos (%) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Abundancia relativa (%) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th></tr></thead><tbody title="tbody"><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Metálicas \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">>90 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">0-10 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top"><1 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">4.5 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Pétreas \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">15-20 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top"><10 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">>80 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">94.5 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Mixtas \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">30-40 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top"><1 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">40-70 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">1.0 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr></tbody></table> """ ] "imagenFichero" => array:1 [ 0 => "xTab853606.png" ] ] ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0065" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">. Clasificación y abundancia de los tres grandes grupos de meteoritas encontradas en la Tierra en función de su composición mineral, con un total publicado hasta 2005 de 17,108 muestras (Trot <span class="elsevierStyleItalic">et al.</span>, 2005)<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib0040"><span class="elsevierStyleSup">8</span></a></p>" ] ] 8 => array:7 [ "identificador" => "tbl0010" "etiqueta" => "Tabla II" "tipo" => "MULTIMEDIATABLA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "tabla" => array:1 [ "tablatextoimagen" => array:1 [ 0 => array:2 [ "tabla" => array:1 [ 0 => """ <table border="0" frame="\n \t\t\t\t\tvoid\n \t\t\t\t" class=""><thead title="thead"><tr title="table-row"><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Condritas (%) del total \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Hierro Total \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Hierro Metálico \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Óxidos de Hierro \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th></tr></thead><tbody title="tbody"><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">H (45) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Dominante \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Abundante \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">L (40) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Abundante \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">LL (10) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Dominante \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">E (2) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Dominante \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Carbonosas (3) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Variable \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Muy escaso \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr></tbody></table> """ ] "imagenFichero" => array:1 [ 0 => "xTab853607.png" ] ] ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0070" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Clasificación de las meteoritas en función de su contenido relativo y absoluto del elemento hierro</p>" ] ] 9 => array:7 [ "identificador" => "tbl0015" "etiqueta" => "Tabla III" "tipo" => "MULTIMEDIATABLA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "tabla" => array:1 [ "tablatextoimagen" => array:1 [ 0 => array:2 [ "tabla" => array:1 [ 0 => """ <table border="0" frame="\n \t\t\t\t\tvoid\n \t\t\t\t" class=""><thead title="thead"><tr title="table-row"><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Meteorita (% C) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Año \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Lugar \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Clasificación \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Orgánicos principales \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">d D% \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">d <span class="elsevierStyleSup">13</span>C % \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col" style="border-bottom: 2px solid black">Masa (kg) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th></tr></thead><tbody title="tbody"><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Orgueil (3.75 a 20) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">1864 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Pirineos, Francia \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">CI1 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Formaldehido, aminoácidos quirales, ácidos carboxílicos etc. \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+602 a +1270 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+4 a -20 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">14 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Murray (2.1 a 12.5) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">1950 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Kentucky, USA \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">CM2 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Alcoholes, aminoácidos (17 no son terrestres), etc. \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+312 a +994 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">∼+40 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">12.6 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Murchison (2.5 a 12.2) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">1969 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Victoria, Australia \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">CM2 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">>240 aminoácidos, alcoholes, ácido fórmico, etc. \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+660 a +2024 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+ 32.5 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">100 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Allende (0.3 a 0.17) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">1969 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Allende, Chihuahua \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">CV3 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Fulerenos, >40 compuestos orgánicos (1969), PAHs, etc. \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+120 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">-16 a -17 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">>2,000 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Tagish Lake (4.5 a 13.5) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">2000 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">British Columbia, Canadá \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">C2 (sin grupo) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Aminoácidos, piridina, ácidos carboxílicos, fulerenos, PAHs, etc. \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+930 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">+5.5 a +22.9 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">10 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr></tbody></table> """ ] "imagenFichero" => array:1 [ 0 => "xTab853609.png" ] ] ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0075" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Las meteoritas carbonosas más estudiadas del mundo cuya caída fue observada</p>" ] ] 10 => array:7 [ "identificador" => "tbl0020" "etiqueta" => "Tabla IV" "tipo" => "MULTIMEDIATABLA" "mostrarFloat" => true "mostrarDisplay" => false "tabla" => array:1 [ "tablatextoimagen" => array:1 [ 0 => array:2 [ "tabla" => array:1 [ 0 => """ <table border="0" frame="\n \t\t\t\t\tvoid\n \t\t\t\t" class=""><thead title="thead"><tr title="table-row"><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col">Parámetros físico-químicos \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col">Humedad \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col">Temp. ¿C \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col">Presión (atmósferas) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col">pH \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col">Salinidad (αH<span class="elsevierStyleInf">2</span>O) \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th><th class="td" title="table-head " align="left" valign="top" scope="col">Metalicidad \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</th></tr></thead><tbody title="tbody"><tr title="table-row"><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Límites tolerables \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Agua en estado líquido \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">-18 a 104 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">0.1 a 1,400 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">-2 a 12 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">1 a 0.7 \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td><td class="td" title="table-entry " align="left" valign="top">Variable, según el tipo de metal \t\t\t\t\t\t\n \t\t\t\t</td></tr></tbody></table> """ ] "imagenFichero" => array:1 [ 0 => "xTab853608.png" ] ] ] ] "descripcion" => array:1 [ "es" => "<p id="spar0080" class="elsevierStyleSimplePara elsevierViewall">Condiciones físico-químicas límite principales para la supervivencia de la vida en la Tierra</p>" ] ] ] "bibliografia" => array:2 [ "titulo" => "Referencias" "seccion" => array:1 [ 0 => array:2 [ "identificador" => "bibs0005" "bibliografiaReferencia" => array:19 [ 0 => array:3 [ "identificador" => "bib0005" "etiqueta" => "1" "referencia" => array:1 [ 0 => array:2 [ "contribucion" => array:1 [ 0 => array:2 [ "titulo" => "Neodymium-142 evidence for Hadean mafic crust" "autores" => array:1 [ 0 => array:2 [ "etal" => false "autores" => array:4 [ 0 => "J. O¿Neil" 1 => "R.W. Carlson" 2 => "D. Francis" 3 => "R.K. Stevenson" ] ] ] ] ] "host" => array:1 [ 0 => array:2 [ "doi" => "10.1126/science.1161925" "Revista" => array:7 [ "tituloSerie" => "Science" "fecha" => "2008" "volumen" => "321" "numero" => "5897" "paginaInicial" => "1828" "paginaFinal" => "1831" "link" => array:1 [ 0 => array:2 [ "url" => "https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/18818357" "web" => "Medline" ] ] ] ] ] ] ] ] 1 => array:3 [ "identificador" => "bib0010" "etiqueta" => "2" "referencia" => array:1 [ 0 => array:2 [ "contribucion" => array:1 [ 0 => array:2 [ "titulo" => "Evidence from detrital zircons for the existence of continental crust and oceans on the Earth 4.4 Gyr ago" "autores" => array:1 [ 0 => array:2 [ "etal" => false "autores" => array:4 [ 0 => "S.A. Wilde" 1 => "J.W. Valley" 2 => "W.H. Peck" 3 => "C.M. 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2024 Noviembre | 19 | 10 | 29 |
2024 Octubre | 296 | 171 | 467 |
2024 Septiembre | 189 | 40 | 229 |
2024 Agosto | 94 | 13 | 107 |
2024 Julio | 71 | 14 | 85 |
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2024 Mayo | 178 | 14 | 192 |
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2024 Enero | 136 | 73 | 209 |
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2022 Abril | 29 | 15 | 44 |
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2020 Octubre | 51 | 8 | 59 |
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2020 Mayo | 49 | 8 | 57 |
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2020 Marzo | 51 | 5 | 56 |
2020 Febrero | 46 | 11 | 57 |
2020 Enero | 33 | 5 | 38 |
2019 Diciembre | 42 | 7 | 49 |
2019 Noviembre | 28 | 10 | 38 |
2019 Octubre | 39 | 4 | 43 |
2019 Septiembre | 48 | 14 | 62 |
2019 Agosto | 46 | 7 | 53 |
2019 Julio | 29 | 3 | 32 |
2019 Junio | 74 | 16 | 90 |
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2019 Marzo | 27 | 6 | 33 |
2019 Febrero | 35 | 10 | 45 |
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2018 Diciembre | 20 | 7 | 27 |
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2017 Noviembre | 49 | 4 | 53 |
2017 Octubre | 38 | 8 | 46 |
2017 Septiembre | 46 | 11 | 57 |
2017 Agosto | 31 | 9 | 40 |
2017 Julio | 26 | 2 | 28 |
2017 Junio | 61 | 17 | 78 |
2017 Mayo | 58 | 1 | 59 |
2017 Abril | 20 | 5 | 25 |
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2016 Diciembre | 53 | 14 | 67 |
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