Por muy diferentes razones, los pacientes no utilizan una parte importante de los fármacos prescritos. Esta situación genera, por una parte, un importante problema medioambiental1 ya que sólo se recicla el 30% de los fármacos que no se consumen y, por otra, contribuye al crecimiento constante del gasto farmacéutico, que podría comprometer en un futuro la sostenibilidad de nuestro sistema de salud.
En nuestro centro de salud disponemos de un cajón donde todos los profesionales depositan fármacos y material sanitario para su posterior reciclado. Nos pareció que sería interesante realizar una valoración del material depositado en éste, con el objetivo de conocer los fármacos y el material que se desechaba y estimar su coste2. Con el fin de evitar sesgos, no se advirtió previamente a los profesionales.
Se analizó el material depositado en el cajón durante el mes de febrero de 2008. Se establecieron 3 categorías: fármacos entregados por usuarios, muestras proporcionadas por la industria farmacéutica y material de autoanálisis de glucemia capilar. Se tuvo en cuenta la integridad del envase, la caducidad, el importe y la financiación.
Recogimos 119 elementos, con un valor aproximado de 2.740 euros. Setenta y ocho envases procedían de devoluciones de pacientes (el 47% íntegros y el 56% no caducados), con un valor de 1.444 euros. Aunque sólo 3 envases pertenecían a fármacos de diagnóstico hospitalario, su importe ascendía a 645 euros.
Se depositaron 22 muestras, 18 íntegras y 16 no caducadas. Su valor total ascendía a 208,60 euros, y el grupo de los antihipertensivos era el más gravoso.
De los 13 glucómetros recogidos, 4 no se habían estrenado. Si hacemos referencia a las tiras, 3 de los 4 envases permanecían íntegros y todos ellos habían caducado, y supusieron un coste de 908 y 180 euros, respectivamente.
Los resultados de esta experiencia indican que los productos farmacéuticos desechados suponen un importante coste sanitario. Es necesario profundizar tanto en los motivos de la falta de utilización de los medicamentos como en los cambios de material de autoanálisis. Deberíamos plantearnos también la correcta gestión de las muestras farmacéuticas.
Nos gustaría que esta experiencia, que representa tan sólo la punta de un iceberg (nos da vértigo multiplicar un mes por 12 y un centro de salud por cientos), contribuyera a modificar el comportamiento de los que, de una u otra forma, estamos implicados en que parte de los fármacos prescritos terminen en la basura: médicos, pacientes, farmacéuticos, etc.: este fármaco no lo compro, aunque no me suponga un desembolso directo, porque no lo voy a utilizar; este fármaco no lo prescribo por complacencia.
Como médicos de atención primaria estamos en un lugar privilegiado para transmitir a nuestros pacientes que el uso racional de los medicamentos3 supone un beneficio para todos los ciudadanos, para el medio ambiente y para la sostenibilidad del Sistema Nacional de Salud.
Trabajo presentado como póster, “Fármacos a la basura: ¿nos lo podemos permitir?”, en las XVI Xornadas Galegas de Medicina Familiar y Comunitaria 2009.