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Vol. 61. Núm. 1.
Páginas 47-51 (enero 2014)
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Vol. 61. Núm. 1.
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¿Existe el obeso sano?
Are there healthy obese?
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José Luis Griera Borrás
Autor para correspondencia
jlgriera@us.es

Autor para correspondencia.
, José Contreras Gilbert
Unidad de Hipertensión y Factores de Riesgo, Servicio de Medicina Interna, Hospital Universitario Virgen Macarena, Sevilla, España
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Resumen

Se postula actualmente que no todos los obesos tienen que considerarse como individuos patológicos. Entre un 10 y un 20% de los obesos estudiados no tienen las alteraciones metabólicas habituales en este tipo de pacientes. Se acuña el término de «obeso sano» para denominar a estos y diferenciarlos del colectivo más amplio y común de obesos patológicos. A pesar de todo, no está bien acotada la definición de «obeso sano». Utilizar «obeso sano» como sinónimo de obeso sin complicaciones metabólicas es arriesgado. Se utilizan marcadores clínicos como la resistencia insulínica para identificar esta enfermedad. No está claro que el obeso sano tenga una menor morbimortalidad que el obeso patológico. Según algunos autores, el obeso sano sería un estadio inicial hacia la evolución al estado de obesidad patológica. No hay unanimidad en la necesidad o no de tratar al obeso sano.

Palabras clave:
Obesidad
Obeso sano
Obesidad Patológica
Síndrome Metabólico
Abstract

It is currently postulated that not all obese individuals have to be considered as pathological subjects. From 10% to 20% of obese people studied do not show the metabolic changes common in obese patients. The term «healthy obese» has been coined to refer to these patients and differentiate them from the larger and more common group of pathological obese subjects. However, the definition of «healthy obese» is not clear. Use of «healthy obese» as a synonym for obese without metabolic complications is risky. Clinical markers such as insulin resistance are used to identify this pathology. It is not clear that healthy obese subjects have lower morbidity and mortality than pathologically obese patients. According to some authors, healthy obese would represent an early stage in evolution towards pathological obesity. There is no agreement as to the need to treat healthy obese subjects.

Keywords:
Obesity
Healthy Obesity
Unhealthy Obesity
Metabolic Syndrome
Texto completo
Introducción

Habitualmente la obesidad coexiste con enfermedades como la diabetes mellitus tipo 2, las hiperlipidemias de varios tipos (iia, iib y iv), hiperuricemia y gota, hipertensión, enfermedad coronaria, accidentes vasculares cerebrales o algunos tipos de neoplasias. De la misma forma, se relaciona obesidad y resistencia insulínica, situación metabólica que ejerce de nexo metabólico de la mayoría de las enfermedades enunciadas antes. Sin embargo, sucede que no todos los obesos tienen alteraciones metabólicas. Hay una pequeña proporción de ellos, de un 10 a un 20%, que no presentan ni resistencia insulínica, ni trastornos del metabolismo de los hidratos de carbono, ni ninguno de los factores de riesgo que tan frecuentemente se encuentran asociados a la obesidad. En estos casos es cuando se plantea la posible existencia del individuo obeso sano. ¿Es la obesidad una enfermedad per se, cuando la persona obesa tiene como único indicador un índice de masa corporal (IMC) mayor de 30 kg/m2? Esta cuestión es la que aún no está suficientemente aclarada, y se precisa insistir en que no hay una sola obesidad. Está plenamente aceptado que tiene más riesgo la distribución de la grasa preferentemente abdominal que si lo es a nivel glúteo1,2.

Definición de obeso sano

Podríamos decir que el obeso sano es aquel individuo con un IMC > 30kg/m2 que no tiene insulinorresistencia. Los obesos sanos suponen una subpoblación de obesos que está constituida por aproximadamente un 10-25% del total de los obesos según algunos estudios3. Un estudio italiano cifra esta prevalencia en un 27,5% de sujetos obesos sin complicaciones, independientemente del grado de obesidad o de la duración de esta4, mientras que en otros llega hasta el 30%5. Estos obesos no tenían ni diabetes, ni hipertensión y la prevalencia de insulinorresistencia era relativamente baja, según el Grupo Europeo para el Estudio de la Resistencia a la Insulina6. Por tanto, este concepto de «persona obesa sana» hace referencia a aquellos individuos que, si bien tienen un IMC mayor de 30kg/m2, sin embargo, no tienen resistencia a la insulina ni ningún otro factor de riesgo añadido. Otros autores definen a la persona obesa sana como «obesos metabólicamente sanos» (OMS) o según la denominación anglosajona: «metabolically healty but obese» (MHO)7. Acuñando el término obeso insulinosensible como obeso sano frente al obeso insulinorresistente como obeso patológico, la diferencia estriba, según Blüer3 en que el individuo obeso sano es capaz de acumular el exceso de grasa a nivel del tejido adiposo subcutáneo, expandiendo o incrementando este según se necesite, mientras que, en el caso del obeso patológico, los depósitos de grasa subcutánea no se expanden lo suficiente y dicha grasa se acumula en otros lugares del organismo. Estos serían los que se denominan depósitos ectópicos, que estarían a nivel de hígado, pericardio, mesos, etc., constituyendo la denominada grasa visceral. Esta grasa está íntimamente relacionada con los factores de riesgo cardiovascular, como diabetes, hipertensión, hígado graso no alcohólico, hiperlipidemias y su nexo, la resistencia insulínica8, que conforman el síndrome metabólico (SM) según la definición consensuada recientemente9. De la misma manera, está relacionada con las complicaciones derivadas de estos factores de riesgo cardiovascular: isquemia miocárdica e infarto, isquemias cerebrales y accidentes hemorrágicos, etc. Esta posibilidad de expansión a la hora de producirse los depósitos de grasa diferenciaría al obeso sano del obeso patológico (fig. 1).

Figura 1.

Modelo diferencial entre obeso sano y obeso patológico según la adaptabilidad de los depósitos de grasa subcutánea.

(0.19MB).
Marcadores clínicos

Se puede afirmar que la resistencia a la insulina es el mejor marcador clínico de afectación metabólica en los obesos tanto sanos como patológicos. Algunos estudios apuntan a que un obeso sin resistencia insulínica es un obeso sano10. En alguna publicación se relaciona la inflamación como un posible marcador de la diferencia entre el obeso sano y el patológico11. En este sentido, se señala a un marcador inflamatorio como la proteína C reactiva como útil para la identificación del obeso sano al igual que se hace en el SM12. Se identifica, por tanto, la existencia de un grupo poblacional biológicamente distinto, en el que tener más peso del que se considera normal no supone un aumento de riesgo metabólico13–15. Es más, se ha observado que, en algunos obesos sanos, inducir una pérdida de peso puede tener efectos no esperados como el aumento del tono cardiaco parasimpático, el descenso de la presión arterial tanto sistólica como diastólica y la alteración de los niveles de cortisol16,17. La adiponectina constituye otro marcador clínico de utilidad en la obesidad. Los niveles altos de adiponectina se asocian con el fenotipo del obeso sano sin que exista resistencia a la insulina, de la misma manera que se asocia a bajo riesgo de infarto en hombres18. También se ha estudiado el papel de la ghrelina como marcador de obesidad y su relación con el obeso sano. La ghrelina es un péptido de 28 aminoácidos que se secreta en el estómago por células endocrinas principalmente19,20. Está implicada directamente en la homeostasis energética, pero se desconoce su función como tal. Los niveles de ghrelina en plasma se incrementan cuando desciende el IMC o se produce una pérdida de peso en humanos y disminuyen cuando aumenta este. Los niveles plasmáticos de ghrelina se incrementan antes de comer y disminuyen rápidamente tras la ingesta y pueden estar en relación con la sensación de hambre y saciedad, respectivamente. La función de la ghrelina en la fisiopatología de la obesidad no está suficientemente clara y no se han demostrado diferencias de concentración de ghrelina en obesos sanos versus obesos patológicos, así como tampoco están relacionadas con un aumento o disminución de enfermedades cardiovasculares21.

Otros autores señalan como marcadores de normalidad en el obeso sano parámetros como el índice homeostasis model assessment (HOMA), índice de sensibilidad insulínica, que debe ser menor de 2,6 en población española22 o de 1,95 en otras series23. Los niveles de lípidos circulantes como los triglicéridos, que deben ser menores de 1,7mmol/l (150mg/dl), el colesterol total menor de 5,2mmol/l (200mg/dl), el colesterol unido a proteínas de baja densidad (c-LDL) menor de 2,6mmol/l (100mg/dl) y el colesterol unido a proteínas de alta densidad (c-HDL) mayor de 1,1mmol/l (45mg/dl)7.

Morbimortalidad

Se cuestiona si la morbimortalidad de los individuos obesos sanos es igual a la de la persona con peso normal. Algunos estudios a 6 años indican que el obeso sano tiene menos incidencia de eventos cardiovasculares que individuos con peso normal pero insulinorresistentes24, de la misma forma que otros estudios no consideran la obesidad sin SM como una entidad benigna, sino que está asociada a la existencia de marcadores de daño cardiovascular subclínico25. No hay estudios prospectivos que anticipen el curso natural de la obesidad sana. Se desconoce si el individuo que se considera obeso sano en un momento dado puede acabar siendo un obeso patológico y desarrollar las comorbilidades propias de la obesidad26–28. Según esta apreciación, la obesidad sana sería una etapa previa al desarrollo de comorbilidades y no un tipo distinto de obesidad en la que no se desarrollarían estas alteraciones metabólicas. Sin embargo, no todos los obesos sanos se hacen patológicos.

La posibilidad de que exista otra opción como entidad no patológica viene determinada por el hecho de que en los obesos sanos los niveles de grasa visceral son menores que en los obesos patológicos. La grasa abdominal es la responsable de la mayoría de las complicaciones metabólicas de los obesos patológicos. Clásicamente se describen de 2 fenotipos de obesidad según la distribución de la grasa, según se trate de predominio visceral (también denominada obesidad central o andrógina), o bien de predominio glúteo o ginoide es admitida a todos los niveles29. En algunos obesos, los niveles de adiponectina, que habitualmente se incrementan al aumentar el IMC, serían similares a los de los individuos con peso normal, estos podrían ser los relacionados con fenotipo de obeso sano18. Esta distribución de la grasa tiene menos riesgo cardiovascular que la central24. Esto podría apuntar al hecho de que algunos individuos con obesidad ginoide podrían ser obesos sanos30. Por otra parte, no está claro que sujetos obesos sanos puedan mantener a lo largo de toda su vida un grado alto de sensibilidad a la insulina.

Tratamiento del obeso sano

Esta diferenciación entre obeso sano y obeso patológico tiene especial interés a la hora del planteamiento del tratamiento. Es incuestionable que el obeso patológico se beneficiará de un programa de dieta y ejercicio encaminado a conseguir disminuir el IMC. Este descenso en el peso conlleva una disminución de factores de riesgo cardiovascular en el obeso patológico evidente, pero no está tan claro que en el caso del obeso sano ocurra lo mismo31. Metabólicamente el obeso sano no tiene alteraciones, por lo que la pérdida de peso solo reportará eso, pérdida de peso exclusivamente. Puede beneficiarse a nivel osteomuscular y locomotor, pero no habrá cambios metabólicos puesto que no hay alteraciones de este tipo.

Una vez planteada, con reservas, la existencia del obeso sano, nos plantearemos la indicación o no, de tratarlo. Si no se considera patológico, ¿por qué habría que tratarlo?32. ¿Es necesario hacer bajar peso a un individuo obeso sano solo por el hecho de no estar en los percentiles de peso «normales»? Es posible que a nivel locomotor se pueda beneficiar de una pérdida de peso, pero metabólicamente un individuo sano no mejoraría su perfil que, por otra parte está, dentro de parámetros normales. Lo mismo ocurriría en una persona con peso normal que perdiese uno o 2 kilos, pero en este caso, ni nos planteamos esta posibilidad porque la consideramos sana. Todas estas preguntas no tienen una respuesta clara. Puesto que no todos los autores están de acuerdo en la existencia del obeso sano25, difícilmente puede haber consenso sobre el tratamiento. De cualquier forma, teniendo en cuenta la multitud de alteraciones que acompañan a la obesidad, incluso en el caso de tener un perfil cardiometabólico normal, como son el síndrome de apnea obstructiva del sueño33, alteraciones músculo-esqueléticas, incremento del riesgo de desarrollar ciertos tipos de neoplasias (aunque algunos estudios indican que los obesos sanos no tienen menor incidencia de tumores que los obesos insulinorresistentes)4,34, anormalidades reproductivas o alteraciones de la propia imagen corporal y disfunciones psicológicas por este motivo, el tratamiento de estos individuos con patrón de obeso sano debería estar garantizado5.

Conclusiones

Está por dilucidar aún la existencia del obeso insulinosensible y consensuar su definición. Como se ha mencionado, la definición de la normalidad metabólica de los obesos no es unánime, aunque gira en torno a la existencia o no de SM35. Si para consensuar la definición clínica del SM han hecho falta varios años hasta conseguir aunar posturas9, lo mismo puede pasar con la definición del obeso sano y su aceptación como entidad clínica independiente.

A la vista de estos estudios y observaciones podemos afirmar que no todos los obesos padecen una enfermedad metabólica, como habitualmente ocurre en los obesos que suelen tener factores de riesgo cardiometabólicos concomitantes. A pesar de esta observación, no está clara, o no todos los autores están de acuerdo, la existencia de una entidad clínica independiente que defina al obeso sin resistencia a la insulina. En el caso de que se acepte como tal esta entidad, habría una serie de marcadores clínicos que la identificarían en la práctica habitual, como serían: la insulinorresistencia (que llegaría a ser parte de la definición de obesidad sana), los niveles de ghrelina, quizás alguna adipocina (adiponectina), la proteína C reactiva o la ausencia de los distintos factores de riesgo cardiovascular más habituales en la obesidad. Se postula la posibilidad de que la situación clínica de obesidad sana no sea sino un paso intermedio hacia el establecimiento de una obesidad patológica con todas sus alteraciones comunes. En el caso de que existiera el obeso sano como entidad metabólicamente normal, este tendría aparejado afecciones no metabólicas como problemas locomotores y osteomusculares, alteraciones psicológicas de la autoestima o de la percepción de la propia imagen que harían dudar de la «normalidad» de esta entidad. De cualquier forma no está claro tampoco si el paciente obeso sano se beneficiaria de un tratamiento específico y, por tanto, de la necesidad de este.

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

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