En respuesta a la carta al editor escrita recientemente, con relación al artículo extraído del estudio VIH-AP1,publicado en esta revista nos gustaría hacer los siguientes apuntes:
Si bien nuestro estudio sigue, en líneas generales, las recomendaciones del Ministerio de Sanidad2 para el diagnóstico precoz del VIH, en lo referente a la oferta rutinaria de la prueba, aunque con un rango de edad más amplio y sin la limitación de residir en provincias cuyas tasas de nuevos diagnósticos sean superiores al percentil 75 para el rango de edad estudiado, hemos de resaltar también las obsoletas líneas de recomendación que el mismo documento del Ministerio de Sanidad postula para la oferta dirigida de dicha prueba, indicada por ejemplo para parejas heterosexuales con más de una pareja sexual pero, sin embargo, para todos los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres (HSH), independientemente de la monogamia que pueda tener dicho colectivo. Estas indicaciones parecen cuanto menos discriminatorias y no hacen más que perpetuar el estigma de la infección por el VIH y los anticuados grupos de riesgo, obligando una vez más al paciente a reconocer datos de la esfera privada en lugar de universalizar la prueba y normalizar su uso.
El grado de aceptación entre los médicos de atención primaria y la factibilidad del cribado fue también analizado y estamos actualmente trabajando en un segundo artículo considerando esta cuestión que esperamos pueda ser publicado en breve.
Nos gustaría hacer hincapié en el hecho de que el motivo principal de nuestro estudio fue medir la aceptabilidad de ofertar la prueba de forma oportunista, no diagnosticar casos de VIH a priori, ni realizar análisis de coste-efectividad. Por este motivo excluimos del estudio a todos aquellos pacientes cuya determinación de VIH fuese una búsqueda dirigida, esto es, embarazadas, ya que esta prueba se incluye en el protocolo habitual, y pacientes que acudiesen a consulta con motivo de una exposición de riesgo de contagio. También excluimos a aquellos que tuviesen alguna determinación serológica previa, ya que entendemos que aceptaron la prueba en su momento y podrían sesgar nuestros datos actuales. No nos centramos en analizar los casos diagnosticados a raíz de nuestro estudio porque, en términos de aceptabilidad, no era relevante el resultado de la serología. En resumen, reunimos todas las condiciones para medir puramente la aceptabilidad de la prueba, aunque esto supusiera diagnosticar menos casos de VIH, y aun así encontramos una prevalencia del 0,24%. Asumimos que la prevalencia habría sido aún mayor de haber hecho una búsqueda universal incluyendo a todos los pacientes a los que se les fuese a realizar una analítica sanguínea, por lo que podemos afirmar que el cribado es coste-efectivo en cualquier caso.
Coincidimos en que el bajo coste de la serología del VIH debería ser perfectamente asumible en cualquier analítica, sin restricciones de los organismos superiores, más aún cuando su coste-efectividad viene avalada por numerosos estudios3–5.