Introducción
Ya hace tiempo que las sociedades desarrolladas reconocen en los adolescentes características propias que los hace un grupo de población muy susceptible de padecer enfermedades de transmisión sexual (ETS) y embarazos no deseados. Es durante esta época de la vida cuando existe mayor posibilidad de contagio, por la variabilidad e inestabilidad de la pareja y porque la misma fisiología de los adolescentes (menos barrera mucosa cervical, alteraciones del pH vaginal, epitelio cilíndrico inmaduro del cérvix uterino, primer contacto con enfermedades sexuales y ausencia total de inmunidad frente a éstas) los sitúa frente a un más alto riesgo de presentar una ETS o un embarazo no deseado1.
La adolescencia es considerada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el período de la vida comprendido entre los 10 y 19 años2,3. Este grupo representa en España una séptima parte de la población, cerca de seis millones de habitantes4.
Paradójicamente, mientras asistimos a un descenso de las tasas generales de natalidad, aumenta el número de embarazos en la adolescencia, con un porcentaje de madres adolescentes en nuestro país cercano al 6%5. Las causas de este aumento, entre otras, son la mayor frecuencia actualmente de relaciones sexuales a esta edad y la falta de una adecuada educación sexual que hace sean ignorantes en temas de planificación familiar y sexualidad. La tendencia a la disminución de la edad de la menarquia, los cambios en la escala de valores de la sociedad actual provocados por el crecimiento urbano y el contacto con otras culturas, debidos a la inmigración, el turismo y los medios de comunicación, son otros factores que han influido en el actual comportamiento sexual y reproductivo de los adolescentes1.
Hoy día, la mayoría de los adolescentes ha tenido experiencias sexuales y muchos de ellos tienen una actividad sexual plena y habitual, pero son pocos los que están plenamente informados de los riesgos que corren y de cómo pueden protegerse de las enfermedades de transmisión sexual y de los embarazos no deseados6. Además, y según señalan diferentes investigaciones, los jóvenes se sienten poco preocupados por su salud y presentan poco interés por las informaciones negativas y amenazantes, sintiéndose invulnerables a cualquier tipo de vivencia de riesgo, al que, por otro lado, valoran positivamente7.
A pesar de que casi la totalidad de alumnos (97,4%) percibe la necesidad de una educación sexual en la escuela8, esta manifestación no está siendo tenida en cuenta por los responsables de su planificación. A su vez, la información sobre sexualidad que reciben los jóvenes suele ser desvirtuada y parcial, con excesivo énfasis en aspectos biológicos de la reproducción que acaban haciendo que sea rutinaria o estereotipada y no ofreciendo la mayoría de las veces información sobre situaciones, matices o preocupaciones individuales, ni sobre prevención o métodos anticonceptivos. En un trabajo previo constatamos la escasa formación y conocimientos que tienen nuestros adolescentes sobre sexualidad y contracepción, concluyendo, como posible causa de esta desinformación, la falta de atención que se da, tanto a nivel sanitario como educativo, respecto de estos temas en nuestro medio9.
Aunque hay diversos estudios descriptivos recientes sobre sexualidad y contracepción en jóvenes10,11 que intentan abarcar una muestra representativa de jóvenes de la población andaluza, los comportamientos sexuales pueden variar de un sitio a otro.
Dado que en la atención a las necesidades de los adolescentes deben confluir no sólo las personas que se dedican al cuidado de la salud sino también los profesionales de la educación, creemos, junto con ellos, que sería interesante averiguar (además de los conocimientos y actitudes sobre sexualidad) los comportamientos sexuales y el uso de preservativos de los adolescentes de nuestra zona, con el fin de, a partir de ahí, establecer estrategias para intentar mejorar la información de que disponen y evitar la morbilidad en cuanto a ETS y embarazos no deseados.
Sujetos y método
Para conocer los comportamientos sexuales y el uso de preservativos en adolescentes realizamos, en febrero de 2001, una encuesta estructurada y anónima, autocumplimentada, previa información de los objetivos del estudio, de carácter voluntario y anónimo, a una muestra aleatoria simple de 100 alumnos de cuarto curso de Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) de un instituto de enseñanza secundaria (IES) de nuestra población (ámbito urbano). El cuestionario fue elaborado basándose en otro previamente validado10. Se han usado unas preguntas que exploran datos demográficos y de información general, a las que el sujeto debía responder eligiendo su respuesta entre varias opciones que se le presentaban, y otras, sobre comportamientos sexuales anteriores y actuales, en las que se proponían varias respuestas para que el entrevistado eligiera la que más se adecuara a su situación (anexo 1).
Se realizó una encuesta piloto que se aplicó primero a un grupo reducido de adolescentes del centro de la misma edad, y se estimaron las respuestas y se adaptaron las preguntas al lenguaje de la edad y a su comprensión.
Se recogieron datos generales demográficos, de la edad, el sexo y del nivel de estudios de los padres, de la opinión propia sobre su valoración como estudiante, los relativos a la pareja, si es que la tenían, del grado de confianza y estabilidad de la relación, y sobre comportamientos sexuales anteriores y actuales.
La encuesta fue realizada a los participantes en horas de clase con la colaboración del psicólogo orientador del centro, el mismo día a toda la muestra para evitar sesgos en la respuesta. Se distribuyeron los cuestionarios a todos los alumnos presentes en el aula, con el fin de mantener la confidencialidad y evitar sesgos de selección (que fueran los más motivados en el tema los que contestaran). Antes de la distribución de las preguntas se presentó el tema y los objetivos que pretendíamos, enfatizando el carácter anónimo de las preguntas, rogándoles la máxima sinceridad y haciéndoles saber que no había respuestas correctas o incorrectas, que todo lo que contestaran era válido siempre que reflejaran lo que ellos consideraban. El número total de encuestas recogidas fue de 85. Un cuestionario fue desechado por presentar respuestas incongruentes y disparatadas.
El análisis descriptivo de los datos, como frecuencias absolutas, frecuencias relativas en porcentaje, tablas de contingencia y significación estadística con el test de la *2, se realizó con el programa estadístico EpiInfo versión 6.0.
Resultados
La edad media de los que respondieron a la encuesta es de 16,4 años (IC del 95%, 16,2-16,6). Un 61,9% es mujer. Los estudios de los padres, especificados en superiores, medios o primarios/sin estudios, se muestran en la tabla 1. La mediana de estudios de la madre coincide con estudios primarios/sin estudios. La de los padres coincide con estudios medios. Se consideran buenos estudiantes el 16,9%, normales el 72,3% y malos estudiantes el resto (10,8%). Tiene pareja o ligue un 33,7%, considerada por ellos como estable en el 60,7%, con un grado de confianza que piensan es total o bastante en el 82,2%. Ninguno contestó que no tenía confianza con su pareja.
En cuanto a frecuencia de la edad de la primera masturbación, los varones la realizaron a los 14-16 años (46,8%) y el 100% lo ha alcanzado a los 16 años, a diferencia de las mujeres, que nunca lo realizan a esa edad en el 72,3% (p < 0,001) (tabla 2).
Respecto a la frecuencia de edad del primer beso en los labios, los varones lo realizan a los 14-16 años (46,8%) y el 100% lo ha alcanzado a los 16 años. Las mujeres lo consiguen en el 60,7% a los 14-16 años y el 92,2% a los 16 años (tabla 3).
En lo relativo a la frecuencia de la primera relación coital: el 30,1% de los varones la ha realizado a la edad de la encuesta, en tanto que en las mujeres el porcentaje fue de 22,5% (tabla 4).
El método anticonceptivo utilizado en el primer coito fue preservativo, usado en el 71,4% de las ocasiones, la «marcha atrás» en el 14,3% y ninguno en el 14,3%. Por tanto, en el 28,6% hay riesgo de contagio de ETS.
Los que han ralizado alguna vez el coito lo han hecho con el novio o la novia (el 72,7% de las mujeres y el 40,0% de los varones).
El motivo de la primera relación coital es el enamoramiento (42,9%) o el deseo (53,1%); varones y mujeres contestan prácticamente lo mism.
El 38,1% mantiene sexo con penetración y se masturba actualmente el 46,2%.
De los que han tenido relaciones sexuales con otra persona, el número de parejas sexuales que refieren haber tenido es de 2 (22,2%), 3 (8,9%) o 4 o más (40,0%). El método anticonceptivo utilizado es el preservativo (100,0%), empleado en el 83,3% de las relaciones con penetración. La orientación sexual es heterosexual en el 98,8%.
Discusión
La mayoría de las investigaciones sobre conducta sexual en la adolescencia ponen de manifiesto la existencia actual de una mayor permisividad y liberalidad en las actitudes respecto de las conductas sexuales de los jóvenes. En este ámbito, es en el comportamiento sexual donde se manifiesta claramente el carácter problemático y transicional de la adolescencia, que sufre la presión de la sociedad con el propósito de regular y controlar las manifestaciones sexuales durante este período. Esta presión, ejercida sobre todo por padres y educadores, podría haber influido en que las respuestas dadas no sean del todo sinceras; no obstante, creemos que, en nuestro caso, se creó un ambiente de intimidad y confidencialidad que favoreció la espontaneidad de los encuestados y sobre todo su franqueza. Además, distintos autores consideran que los cuestionarios autocumplimentados sobre sexualidad en estudiantes de estas edades son fiables y válidos, aunque algunos adolescentes varones tienden a sobredeclarar su conducta sexual, al contrario que las mujeres12. A esta posible limitación del estudio se añade la propia de las encuestas transversales con bajo número de encuestados, que puede tener poca representatividad. La muestra seleccionada (100 jóvenes) supone un error muestral de aproximadamente el 2% para un nivel de confianza del 95% para datos globales. Los encuestados fueron escogidos al azar entre el alumnado de cuarto de ESO por el psicólogo orientador del IES, que generó un hueco en la actividad docente que afectaba a varias aulas. La pérdida de 16 cuestionarios --quince que no fueron entregados y uno que se desechó--, y el hecho de que, en varias encuestas, algunas cuestiones concretas no fuesen contestadas, entraña un incremento del error muestral que no desvirtúa la valoración global de las encuestas, por lo que creemos que los resultados son pertinentes y perfectamente aplicables al resto de los adolescentes de su misma edad de nuestro entorno.
Los padres suelen tener más estudios que las madres en ambos sexos, sin que esta diferencia entre ellos sea estadísticamente significativa. Tampoco encontramos diferencias en las respuestas de los que se consideraban a sí mismos normales/buenos estudiantes respecto de los que no, lo que puede explicarse por el alto porcentaje de alumnos que se consideran normales/buenos estudiantes (89,2%), que tienen mucho peso en el cómputo global de las respuestas.
Sólo un tercio de los encuestados tiene pareja o ligue, considerada como estable en más de la mitad de los casos y con un alto grado de confianza. Esto podría ser un indicador de que nuestros jóvenes no suelen tener en su mayoría pareja o ligue estable, lo que los convierte en una población de riesgo, dada la posibilidad de mantener relaciones esporádicas y variadas.
Más de la mitad de los jóvenes encuestados declara haberse masturbado en alguna ocasión. Es entre la mujeres donde se encuentra el mayor porcentaje de jóvenes que no lo ha hecho nunca (72,3%) frente a los varones, entre los que no hay ninguno que no lo haya hecho. Esta diferencia es significativa, al igual que el hecho de que los chicos son más precoces en el inicio de la práctica (a los 16 años, el 96,8% de ellos lo había hecho, frente al 23,4% de las mujeres). Estas diferencias, que coinciden con las de otros estudios10, aunque no de modo tan llamativo, pueden deberse a la distinta fisiología de ambos sexos y no tanto a la distinta formación ético-religiosa que hayan podido recibir en función del sexo, como aducían los autores referenciados, hecho que pudo haberse dado en su tiempo pero que ya no se da en nuestro medio.
La inmensa mayoría de los jóvenes ha besado intensamente en los labios en el momento de la encuesta. A los 13 años, alrededor de un tercio de los chicos y chicas ha realizado esta práctica, sin que se encontraran diferencias respecto al sexo del encuestado, los estudios de los padres o el hecho de tener o no pareja estable. Esta precocidad en el beso difiere de la obtenida en otras encuestas anteriores10, que hablan de los 15 años como edad de inicio de la práctica. Creemos que nuestros jóvenes son más precoces en la actualidad debido al cambio de costumbres y a la permisividad de la sociedad actual.
Los indicadores recogidos en la práctica cotidiana de los programas especiales para adolescentes en diferentes países y distintas encuestas sobre la conducta sexual en la adolescencia consideran que a los 15 años, un 25-30% ya ha tenido como mínimo una relación sexual con coito1. En nuestro caso, la cuarta parte de los jóvenes encuestados dice que ha practicado alguna vez el sexo con penetración, lo que coincide con dichos estudios. Aunque sin diferencias significativas, a los 16 años hay un mayor porcentaje de chicos que han realizado el coito que de chicas, lo que también coincide con los otros estudios que aludimos. En nuestra encuesta, la edad media aproximada de la primera relación coital fue de 15 ± 1 años, sin diferencias respecto al sexo, algo menor que la media habitual de otros estudios5,13, que es de 16 ± 1 para los chicos y de 17 ± 1 para las chicas. Es llamativo el hecho de que antes de los 13 años sólo un chico refiera haber tenido una relación sexual completa, siendo a partir de esa edad cuando los coitos se dan tanto en chicos como chicas en un porcentaje escaso. Los intercambios sexuales en su inicio suelen ser esporádicos y poco frecuentes; más de la mitad de los varones lo ha hecho con un ligue esporádico. Entre las mujeres que han realizado el coito, más de la mitad dicen que lo hacen con el novio; el motivo que mayoritariamente aducen es el deseo y, menos, el enamoramiento. Es importante reseñar que casi un tercio de las primeras relaciones sexuales se practican sin protección, lo que hace que sea una población de riesgo muy susceptible de contagio de ETS o de embarazos no deseados. A esta edad, la información posiblemente no baste, por lo que habrá que actuar también en otras variables, como el adiestramiento en métodos anticonceptivos y prevención de ETS y, sobre todo, en favorecer un buen equilibrio psicoafectivo y emocional, salvaguardando la estabilidad de la pareja y la orientación respecto de los planes de futuro y procurando el desarrollo de una estrategia que dé valor y fundamento a la identidad sexual de los jóvenes. En este sentido, un adolescente con problemas afectivos, por ejemplo, puede tener poca o ninguna motivación para evitar un embarazo. De todos modos, el hecho de tener o no pareja estable no ha influido en las respuestas, lo que puede explicarse por la falta de madurez y poca consistencia de las relaciones personales que acaso hay a esta edad. Preguntados por el mantenimiento de relaciones sexuales plenas en la actualidad, alrededor de un tercio de los encuestados aseguran que las tienen, sin diferencias entre los chicos y chicas, lo que pone de manifiesto que se trata de una población sexualmente activa. Si a esto añadimos que casi la mitad de ellos ha tenido varias parejas sexuales y que, aunque el método anticonceptivo utilizado exclusivamente es el preservativo, éste no es empleado en el 16,7% de las ocasiones en que hay penetración, podemos deducir que todo esto los hace muy vulnerables a contagios de ETS y embarazos no deseados.
Respecto de la orientación sexual, en nuestra encuesta, la inmensa mayoría se declara heterosexual. En este aspecto coincidimos con otros estudios14,15, que hablan de la escasa expresión de la homosexualidad a esta edad, lo que se explica porque la orientación sexual en los adolescentes está aún poco definida y hay que esperar hasta edades más maduras, 25 años, según los autores referenciados, para poder hablar con precisión de la orientación sexual.
Agradecimiento
A Jacinto Ceacero Cubillo, psicólogo y orientador del IES San Juan de la Cruz de Úbeda, sin cuya colaboración no hubiera podido hacerse este trabajo.