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Inicio Revista Médica Clínica Las Condes EFECTOS DEL EJERCICIO EN ENFERMEDADES DEL TUBO DIGESTIVO
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Vol. 31. Issue 5 - 6.
Tema central: Columna
Pages 472-480 (September - December 2020)
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Vol. 31. Issue 5 - 6.
Tema central: Columna
Pages 472-480 (September - December 2020)
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EFECTOS DEL EJERCICIO EN ENFERMEDADES DEL TUBO DIGESTIVO
The effects of excercise on gastrointestinal diseases
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Johanna Pinoa,
Corresponding author
johannakine@gmail.com

Autor para correspondencia:.
, Sebastián Gómezb, Mariela Olivaresa, Rodrigo Querac, Daniela Simiand, María José Escaffia, Patricio Ibáñezc
a Centro de Nutrición y Bariátrica, Clínica Las Condes. Santiago, Chile
b Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile
c Departamento de Gastroenterología, Clínica Las Condes. Santiago, Chile
d Subdirección de Investigación, Direción Académica, Clínica Las Condes. Santiago, Chile
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Tabla 1. Equivalentes metabólicos e intensidades de ejercicio y actividad física cotidiana. (Basada en recomendaciones del Colegio Americano de Medicina Deportiva)
Resumen

Actualmente, existe una mayor evidencia acerca de los efectos positivos de la actividad física, y en especial del ejercicio, sobre algunas enfermedades del sistema gastrointestinal, lo cual tiene relación principalmente con su rol antiinflamatorio a nivel sistémico. Sin embargo, es necesario considerar algunas variables del ejercicio, tales como el volumen e intensidad de éste. Específicamente, el realizar ejercicios de larga duración y alta intensidad, asociados a estados de deshidratación, postprandiales y con altas temperaturas ambientales, podría contribuir a la expresión fisiológica del síndrome gastrointestinal inducido por el ejercicio y a la aparición y/o empeoramiento de los síntomas en las enfermedades del tracto gastrointestinal. Si se controlan dichas variables, realizar ejercicio aeróbico de moderada intensidad y, adicionalmente, durante menos de 60 minutos, serían seguros para disminuir el riesgo y controlar de mejor manera los síntomas de algunas patologías gastrointestinales.

El Propósito De La Siguiente Revisión, Es Presentar Los Avances Respecto A Los Potenciales Beneficios Del Ejercicio Físico En El Reflujo Gastroesofágico, Cáncer Gastrointestinal, Enfermedad Inflamatoria Intestinal Y El Síndrome De Intestino Irritable, Considerando Los Mecanismos Fisiológicos Implicados, Y Establecer Las Variables Del Ejercicio Que Pueden Repercutir Negativamente En Los Síntomas Gastrointestinales.

Palabras clave:
Ejercicio
Enfermedades Gastrointestinales
Enfermedad Inflamatoria Intestinal
Síndrome de Intestino Irritable
Cáncer Colorrectal
Summary

Currently, there is an increase evidence about the beneficial effects of physical activity, particularly of physical exercise in some diseases of the gastrointestinal system, related to its systemic anti-inflammatory role. However, it is necessary to consider some of the exercise variables such as volume and exercise intensity. Specifically, the execution of long duration and high intensity exercises, together with a state of dehydration, postprandial and high environmental temperature, could contribute to the physiological expression of the exercise-induced gastrointestinal syndrome and the expression and/or worsening of gastrointestinal diseases symptoms.

Keywords:
Exercise
Gastrointestinal Diseases
Inflammatory Bowel Disease
Irritable Bowel Syndrome
Colorectal Neoplasms
Full Text
Introducción

En las últimas décadas, se ha establecido que la actividad física y el ejercicio físico estarían asociados a numerosos beneficios para la salud, favoreciendo el control del peso, de la composición corporal y una óptima condición física1. Además, se asociarían a una disminución del riesgo de enfermedades cardiovasculares, metabólicas y algunos tipos de cáncer, especialmente cáncer de mama y neoplasias del tracto gastrointestinal1,2. En este contexto, la actividad física es definida como el movimiento de un segmento corporal dado por una contracción muscular, la cual genera un gasto energético. Por otra parte, el ejercicio físico es considerado una actividad repetitiva, planeada y estructurada que posee objetivos dentro de la mantención o la mejora de la capacidad física3.

El Colegio Americano de Medicina del Deporte (ACSM) ha determinado que para promover y mantener la salud, la población adulta debe alcanzar un mínimo de 150 minutos a la semana de actividad física de moderada intensidad (3-6 equivalentes metabólicos, METs) ó 75 minutos a la semana de actividad física vigorosa (6 METs), además de incluir ejercicios de fuerza de los principales grupos musculares (hombro, pecho, brazo, espalda, abdomen, muslo y pierna) al menos dos días a la semana1,4. Por otra parte, la inactividad física se caracteriza principalmente por el incumplimiento de las recomendaciones mínimas de actividad física establecidas por el ACSM. Además, el comportamiento sedentario esta compuesto por actividades que implican un gasto energético 1.5 METs por más del 60% del tiempo despierto durante un día, como es el caso de estar sentado o recostado5–7.

Recientemente se ha investigado cuáles son los potenciales beneficios de la actividad física y el ejercicio sobre el sistema gastrointestinal. Principalmente, estos efectos positivos estarían relacionados al control de los síntomas en pacientes con reflujo gastroesofágico (RGE)8, enfermedad inflamatoria intestinal (EII)9 y el síndrome intestino irritable (SII)10. Además, del rol preventivo del ejercicio en algunos tipos de cáncer, tales como el cáncer de colon y de esófago, y otras patologías de riesgo de neoplasia como el esófago de Barret11,12. Al parecer, dos variables del ejercicio físico, el volumen (cantidad de tiempo o distancia) y la intensidad (porcentaje del consumo máximo de oxigeno, VO2máx), estarían asociadas a los efectos del ejercicio sobre el sistema gastrointestinal (Tabla 1)13.

Tabla 1.

Equivalentes metabólicos e intensidades de ejercicio y actividad física cotidiana. (Basada en recomendaciones del Colegio Americano de Medicina Deportiva)

Intensidad  Variables objetivas  Variables subjetivas  Ejemplos actividades y ejercicios (METs) 
Sedentaria  < 1.6 METs     
  < 40% FCmax  Dormir (0.9)   
  < 20% FCres  PSE < 8  Estar sentado o recostado (1) 
  < 20% VO2ma  PSEmod < 1  Conducir un auto (1.5) 
Suave  1.6 < 3 METs     
  40 < 55% FCmax    Estar de pie (2) 
  20 < 40% FCres  PSE 8 – 10  Regar el jardín (2.5) 
  20 < 40% VO2max  PSEmod 1 - 2  Caminar a 3 km/h (2.5)* 
Moderada  3 < 6 METs    Lavar el auto (3) 
  55 < 70% FCmax  PSE 11 – 13  Caminar a 5 km/h (3.3)* 
  40 < 60% FCRes  PSEmod 3 - 4  Levantar pesas (6) 
  40 < 60 VO2max    “Es posible mantener una conversación” 
Vigorosa  6 < 9 METs  Caminar a 7 km/h (6.3)*  Bicicleta a 19-22 km/h (8)* 
  70 < 90 FCmax  PSE 14–16  Trotar a 8 km/h (8)* 
  60 < 85 FCres    PSEmod 5-6 
  60 < 85 VO2max  “Es difícil mantener una conversación”   
Alta  ≥ 9 METs     
  ≥ 90% FCmax  PSE ≥ 17  Trotar a 9.5 km/h (10)* 
  ≥ 85% FCres  PSEmod ≥ 7  Bicicleta a 25-30 km/h (12)* 
  ≥ 85% VO2max  Correr a 14 km/h (15)*   

METs, equivalente metabólico (1 MET = 3.5ml/min/kg); FCmax, frecuencia cardíaca máxima; FCres, frecuencia cardíaca de reserva; VO2máx, consumo máximo de oxígeno; PSE, percepción subjetiva de esfuerzo (escala Borg 6-20); PSEmod, percepción subjetiva de esfuerzo modificada (escala Borg modificada 0-10); *, sobre un terreno plano. Nota: Basada en Riebe D. et al. (Ref. 1).

El propósito de esta revisión es mostrar la evidencia respecto a los potenciales beneficios del ejercicio físico en enfermedades del tubo digestivo, considerando sus mecanismos y precauciones. Por la extensión del artículo, esta revisión no abarcará el papel de la actividad física en el manejo no farmacológico de la enfermedad hepática por hígado graso no alcohólico, el sobrepeso y la obesidad. El lector puede profundizar este punto en tres artículos publicados recientemente14–16.

La estrategia de búsqueda para esta revisión narrativa se realizó a través de las siguientes bases de datos: Pubmed, Google scholar y Scopus. Se consideraron artículos científicos de cohortes, casos y controles, estudios epidemiológicos, ensayos clínicos aleatorizados y revisiones sistemáticas de los últimos 20 años. Se utilizaron como motores de búsqueda los términos “exercise”, “physical activity”, “gastrointestinal disease”, “gastroesophageal reflux disease”, “inflammatory bowel disease” and “cancer”.

Respuestas agudas del ejercicio en el sistema gastrointestinal

En reposo, los sistemas gastrointestinal y musculoesquelético poseen aproximadamente la mitad del gasto cardíaco (24% y 21% respectivamente); sin embargo, son los que sufren los mayores cambios durante un ejercicio vigoroso. Específicamente, durante un ejercicio de resistencia aeróbica máxima, el flujo sanguíneo esplácnico se reduce a la mitad, aumenta cuatro veces el flujo sanguíneo de la piel para procesos termoregulatorios y hasta 10 veces el flujo sanguíneo muscular17.

Por otra parte, también existen respuestas neuroendocrinas que afectan al sistema gastrointestinal durante el ejercicio aeróbico en intensidades sobre el 70% del VO2máx. Lo anterior está relacionado al aumento de la actividad del sistema nervioso simpático, lo que causa trastornos sobre el vaciamiento gástrico y la motilidad intestinal, provocando además hipoperfusión esplácnica e isquemia intestinal transitoria (Figura 1)18.

Figura 1.

Respuestas neurovasculares del sistema gastrointestinal en reposo y ejercicio. Diferencia entre las respuestas neurovasculares agudas sobre el sistema gastrointestinal en estado de reposo y durante el ejercicio de resistencia aeróbica, a diferentes intensidades respecto al consumo máximo de oxígeno.

(0.46MB).

Respecto a los ejercicios de sobrecarga, se ha observado que estarían asociados a un efecto mecánico que afecta a la motilidad gastrointestinal, resultando en síntomas de reflujo gastroesofágico. Dicho efecto está dado por el aumento de la presión intraabdominal y del gradiente de presión entre el estómago y el esófago, principalmente en deportes que impliquen levantamiento de peso19.

Rol del ejercicio en el reflujo gastroesofágico

El RGE afecta aproximadamente al 20% de la población occidental20 y se caracteriza por la presencia de pirosis, regurgitación, dolor torácico y síntomas extraesofágicos a nivel respiratorio. Se ha observado que esta enfermedad se manifiesta con mayor frecuencia en atletas que realizan ejercicios que aumentan la presión intraabdominal tales como el levantamiento de pesas, el ciclismo, el remo y el running, sobre todo a intensidades mayores al 70% del VO2máx80,21. La disminución del flujo sanguíneo y del vaciamiento gástrico, en conjunto con el aumento de la actividad simpática producida por el ejercicio vigoroso, afecta considerablemente la funcionalidad del esfínter esofágico inferior y de la porción crural del diafragma, las cuales actúan como barrera anti-reflujo22,23. Específicamente, presiones a nivel del esfínter esofágico inferior de 2-3mmHg por sobre la presión intraabdominal (por ejemplo durante la maniobra de Valsalva) podrían favorecer la aparición de RGE, independiente de la posición corporal24.

Por otra parte, la obesidad e inactividad física se han correlacionado directamente con la prevalencia de RGE. Djarv et al.25 demostraron que existen diferencias en la prevalencia de RGE entre sujetos normopeso, sobrepeso y obesos según la frecuencia del ejercicio físico semanal. Se observó que en pacientes con obesidad que realizaban ejercicio con una frecuencia intermedia (mínimo 3 veces por semana), se reducía en aproximadamente un 60% la presencia de RGE respecto a una baja frecuencia de ejercicio (una vez por semana) (OR 0,41; 95%IC 0,22-0,77), mientras que en sujetos no obesos, la frecuencia del ejercicio no influyó en la manifestación de RGE.

Si bien la evidencia que asocia al ejercicio con la presencia de RGE es limitada, es posible plantear que el ejercicio de moderada intensidad (30-60% VO2máx) mejoraría el vaciamiento gástrico disminuyendo de esta manera el riesgo de RGE8. Esto en población que no realice actividad física intensa mayor al 70% de VO2máx, de duración prolongada mayor a 60 minutos, y/o aquellas que aumenten la presión intraabdominal, ya que en estos sujetos existen factores propios de la actividad física realizada que podrían favorecer la presencia de RGE.

Rol del ejercicio en el cáncer gastrointestinal

La Sociedad Americana del Cáncer y el ACSM establecen que los volúmenes, tipo e intensidades de actividad física y ejercicio físico recomendados para la población adulta se asocian a la reducción del riesgo de desarrollar algunos tipos de neoplasias, tales como el cáncer de mama, esófago, gástrico, páncreas, colorectal y de próstata3,26. El cáncer colorrectal (CCR) es la tercera causa de muerte por cáncer en el mundo (aproximadamente un 9%), por debajo del cáncer de pulmón y el cáncer de mama3. En Chile la realidad es similar, siendo el CCR también la tercera causa de muerte por neoplasia después del cáncer de vesícula y de estómago27. En este contexto, la evidencia respecto a los beneficios del ejercicio físico en los diferentes tipos de neoplasias es limitada y controversial.

Aunque la literatura ha planteado los beneficios del ejercicio físico en la prevención del cáncer del tracto gastrointestinal, esta ha sido mostrada principalmente con el cáncer de colon12. En relación al cáncer de recto, no hay una clara evidencia que asocie la actividad física con su desarrollo28.

Dentro de las causas del CCR, independiente de aspectos genéticos o ambientales, se encuentran factores modificables como el control del peso corporal, hábitos nutricionales, niveles de actividad física y comportamiento sedentario29. Se estima que la inactividad física y el sedentarismo contribuyen aproximadamente en un 15% a la mortalidad por este tipo de cáncer30–32. Algunos estudios observacionales y meta-análisis han demostrado que realizar entre 1-2 horas de actividad física de moderada-vigorosa intensidad estarían asociados a una disminución de aproximadamente un 25-40% del riesgo de CCR26,29,30,33.

Los posibles mecanismos biológicos del efecto positivo del ejercicio en el CCR están asociados por una parte a la disminución del tejido adiposo visceral y la subsiguiente reducción de factores pro-inflamatorios (Interleuquinas (IL-6) y (IL-1ß), factor de necrosis tumoral (TNF-α), entre otros), factor de crecimiento similar a la insulina (IGF), modulación de la respuesta inmune y aumento del tránsito intestinal31,32. Adicionalmente, la producción de mioquinas por el músculo esquelético en ejercicio, tales como la interleuquina (IL-6) muscular y la irisina, poseen un papel fundamental en contrarrestar la respuesta de las citoquinas pro-carcinógenicas presentes en patologías como resistencia a la insulina, dislipidemias y obesidad, factores frecuentes en el desarrollo y progresión tumoral en el sistema gastrointestinal34,35.

Rol del ejercicio en la enfermedad inflamatoria intestinal

La EII es una condición de inflamación crónica y progresiva del tracto digestivo, principalmente a nivel del íleon, colon y recto. Está compuesta principalmente por la enfermedad de Crohn (EC) y la colitis ulcerosa (CU). Se caracteriza por períodos de actividad y remisión de sus síntomas, lo cual repercute en la calidad de vida y en la funcionalidad física del paciente36. Si bien su causa específica es aún desconocida, se piensa que existe una combinación de agentes ambientales (países industrializados), cambios en el estilo de vida y susceptibilidad genética, sumado a la presencia de alteraciones de la respuesta inmune y de la microbiota intestinal37. La prevalencia actual en EE.UU. es de aproximadamente 1,6 millones de personas, lo cual está asociado a importantes costos en salud38. Si bien no existen datos epidemiológicos actuales en Chile, estudios han observado una tendencia al alza en el diagnóstico de EII mayores en CU que en EC (tasa de 2,9/1 casos respectivamente)39,40; siendo similares a lo descrito en Latinoamérica41,42.

Los efectos positivos del ejercicio físico en la EII podrían atribuirse a los efectos anti-inflamatorios de las mioquinas producidas por el músculo esquelético. Dichas sustancias peptídicas como la inteleuquina (IL-6), interleukina (IL-15) e irisina, controlarían directamente los efectos de las citoquinas pro-inflamatorias resultantes del aumento del tejido adiposo visceral infiltrado de linfocitos T y macrófagos, sobretodo en la EC43. Otras de las manifestaciones extraintestinales de la EII beneficiadas por el ejercicio son las patologías articulares, osteoporosis y atrofia muscular44, además del control de la composición corporal y la disminución del riesgo de CCR45. Persson et al.46 determinaron que existe un menor riesgo de desarrollar EC al realizar ejercicio físico diario de moderada intensidad (RR 0,5 IC95% 0,3-0,9). Adicionalmente, los sujetos con una capacidad cardiorespiratoria disminuida para la edad, tendrían un mayor riesgo de desarrollar EII en un plazo de 15 años, es decir, en un 31% en el caso de la EC (HR 1,31 IC 95% 1,00-1,70), y en un 25% en CU (HR 1,25 IC95% 1,04-1,51)47.

Por otra parte, se ha recomendado que realizar ejercicio aeróbico de moderada intensidad (40-60% VO2máx) como mínimo tres veces por semana entre 20-60 minutos durante 10-12 semanas, en conjunto con entrenamiento de sobrecarga 2-3 veces por semana y a intensidades progresivas entre el 50-80% de 1 RM (Repetición Máxima), tendría efectos positivos sobre la capacidad cardiorespiratoria, mineralización osea, trofismo muscular, manifestaciones gastrointestinales y calidad de vida en pacientes con EC48–50. Junto con ello, existe una disminución significativa del riesgo de activación de los sintomas en aproximadamente un 30% de los casos con EC (RR 0,72 IC95% 0,55-0,94); y en un 20% en CU (RR 0,78 IC95% 0,54-1,13)51.

Recientemente, se ha destacado el potencial rol del ejercicio sobre la composición de la microbiota intestinal en el desarrollo de la EII. Tanto en estudios con animales52, como en humanos53, la actividad de la microbiota intestinal se encuentra disminuida en estados de inactividad física, comportamiento sedentario y trastornos del ritmo circadiano54. Al evaluar la diversidad taxonómica de bacterias intestinales en sujetos fisicamente inactivos que realizan ejercicio aeróbico y de sobrecarga de moderada intensidad durante 8 semanas, se ha observado que el ejercicio posee un efecto discreto en la normalización de la actividad y población de la microbiota intestinal. Esta mejora estaría asociada a la estabilidad del epitelio intestinal, disminuyendo su permeabilidad y la posterior translocación de bacterias, lipopolisacáridos y sustancias reactivas de oxígeno que gatillarían respuestas inflamatorias e inmunes, las que son comunes en pacientes con EII. Por lo tanto, el ejercicio principalmente de moderada intensidad y realizado de manera habitual pareciera generar cambios en la composición y funcionalidad de la microbiota intestinal53. Aunque la evidencia del rol del ejercicio en EC es clara, en CU la asociación es más controversial. Revisiones y estudios han planteado que el factor protector solo sería para EC9,48,49. Sin duda la calidad retrospectiva de la mayoría de los estudios y la presencia de numerosos factores ambientales, genéticos y de la microbiota intestinal, deben ser considerados al momento de sacar conclusiones. Sin duda, estudios prospectivos permitirán definir con mayor claridad el rol de la actividad física en la EC y CU.

Rol del ejercicio en el sindrome intestino irritable

El SII, afecta entre un 10-25% de la población mundial55. En Chile, existe una prevalencia similar de aproximadamente un 28%, sin embargo estos resultados han sido reportados por estudios locales y observacionales56. El SII se caracteriza por síntomas de dolor, distensión e incomodidad abdominal, asociados a períodos de constipación o diarrea los cuales afectan la calidad de vida57. Si bien su causa no está del todo determinada, se asocia a factores genéticos, ambientales y psicosociales, entre los cuales se incluyen cuadros post infecciosos a nivel intestinal, situaciones de estrés emocional y estilo de vida sedentaria58.

En este contexto, existen alteraciones biológicas en la mucosa intestinal, asociados a factores neurales e inmunes, causando una respuesta inflamatoria mediada por interleuquina (IL-1) y (IL-8), linfocitos T, linfocitos B y mastocitos sobre la microbiota intestinal59.

Se ha visto que la actividad física tiene efectos positivos sobre la distensión abdominal y el tránsito intestinal en sujetos que presentan períodos de constipación crónica60. Además, se ha observado que el aumento de la actividad física disminuye la severidad del SII, sobretodo en aquellos aspectos relacionados a la calidad de vida. Considerando lo anterior, los sujetos que realizan ejercicio físico de moderada intensidad de 20-60 minutos al menos 3 veces por semana parecieran mejorar la sintomatología del SII respecto a los sujetos físicamente inactivos61. Esto se fundamenta por un menor incremento de los síntomas del SII en el grupo de ejercicio físico (8%) vs el grupo control (23%) según la escala de severidad de SII. Sin embargo, los mecanismos involucrados no están del todo claros61. Los beneficios del ejercicio podrían estar asociados a respuestas neuroendocrinas, viscerales y circulatorias favorables en el sistema gastrointestinal, los cuales repercutirían en las manifestaciones del SII62. Sin embargo, es necesario aclarar las características exactas y el tipo de ejercicio específico que genere los mejores efectos positivos sobre el SII en población activa, sedentaria o físicamente inactiva.

En la actualidad es evidente que la microbiota intestinal juega un papel clave en la patogenia del SII. Es así como episodios de gastroenteritis aguda secundarios a patógenos conocidos puede precipitar el desarrollo de un SII post-infeccioso63. Por otra parte, estudios han demostrado que la microbiota intestinal no solo puede modificarse con el tipo de SII (diarreico, constipación o mixto)64 sino también con la gravedad de éste65. Aunque cada vez existe más evidencia del efecto del ejercicio físico en la modulación de la microbiota intestinal, aún faltan estudios prospectivos que evalúen su rol en los distintos escenarios del SII, los que incluyen tanto el subtipo como gravedad de los síntomas.

Precauciones del ejercicio en el sistema gastrointestinal

Durante el ejercicio, en ocasiones se presentan problemas gastrointestinales tales como RGE, náuseas, molestias estomacales, diarrea, entre otros; especialmente durante ejercicios de larga duración y/o alta intensidad13,66. Estos trastornos se han incluido dentro del término denominado “Síndrome gastrointestinal inducido por el ejercicio” (SGIE), el cual se considera como una respuesta fisiológica que afecta al tracto gastrointestinal y puede estar determinado por factores cardiovasculares y neuroendocrinos. Dichas respuestas están asociadas a una redistribución del flujo sanguíneo hacia la circulación periférica y musculoesquelética67.

Durante el ejercicio de resistencia aeróbica, se manifiestan los siguientes síntomas y signos: regurgitación, sensación de aumento de volumen abdominal, dolor epigástrico, náuseas, acidez, hemorragia digestiva, diarrea, entre otros. La incidencia de estos síntomas y signos varía entre un 20-50% en la población adulta occidental y depende tanto de factores intrínsecos (tipo de ejercicio, intensidad, duración, edad, género, condición física actual y presencia de síntomas en reposo) como extrínsecos (altas temperatura ambientales)68,69. Al parecer, el volumen, la intensidad y el tipo de ejercicio, además de factores asociados a la temperatura ambiental, hidratación, postprandiales y consumo de carbohidratos durante el ejercicio, podrían estar asociados a la incidencia de este síndrome. Se ha observado que realizar ejercicios de resistencia aeróbica por más de 2 horas al 60% del VO2máx y por más de 1 hora al 70% del VO2máx contribuyen al desarrollo del SGIE67.

Considerando lo anterior, el flujo sanguíneo portal disminuye un 20% a los 10 minutos y en un 80% posterior a una hora de correr al 70% del VO2máx, efecto que se mantiene 1 hora post ejercicio67,68. Además, se ha evidenciado que la práctica de correr genera una mayor incidencia de SGIE en comparación al ciclismo o la natación, sobretodo si se realiza en ambientes con temperaturas mayores a 30°C y durante estados de deshidratación69,70. Esta hipoperfusión y posterior isquemia esplácnica producida por el ejercicio vigoroso causa alteraciones de la barrera epitelial y mucosa intestinal, resultando en una disminución de la motilidad y de la absorción de nutrientes71. Además, se genera un aumento de la permeabilidad intestinal, promoviendo la translocación de bacterias a nivel epitelial que producen endotoxinas que inician una cascada inflamatoria local por liberación de sustancias pro-inflamatorias tales como interleuquina (IL-1ß) y (IL-6), factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α) y sustancias reactivas de oxígeno (ROS)72.

Según lo anterior, y considerando las manifestaciones del SGIE, la evidencia sugiere que el ejercicio de moderada intensidad (<60% del VO2máx), realizados con un mínimo de 30 minutos postprandiales, durante tiempos menores a 60 minutos, y en un ambiente con temperaturas inferiores a 30°C reducen la incidencia de síntomas gastrointestinales.

Conclusión

Existe una mayor evidencia respecto a que la actividad física y sobretodo el ejercicio de moderada intensidad, es decir, entre el 40-60% del VO2máx, están asociados a wla disminución del riesgo de algunos tipos de neoplasia gastrointestinal, principalmente el CCR. Además, se han presentado efectos positivos, aunque menos estudiados, en otras patologías gastrointestinales, específicamente sobre el RGE, EII y SII. El ejercicio entre el 40-60% del VO2máx se define como aquel ejercicio aeróbico (bicicleta, caminata, elíptica, natación, baile, entre otros) que se realiza a una intensidad moderada. Esta intensidad se logra cuando el esfuerzo del ejercicio acelera la respiración, pero permite mantener una conversación. Por otra parte, un ejercicio de mayor intensidad y/o prolongado, es decir, a intensidades mayores al 60% del VO2máx y a duraciones sobre los 60 minutos, se ha asociado a un deterioro de los síntomas de éstas patologías y a la aparición del SGIE. Otros factores podrían intensificar estos trastornos, como la realización de ejercicio físico a temperaturas sobre los 30°C, estados de deshidratación y postprandiales.

Según lo descrito en esta revisión y basado en la fisiología, el ejercicio debiera ser recomendado y utilizado por los profesionales de la salud en el manejo de pacientes que presenten enfermedades gastrointestinales. Sin duda, un manejo multidiciplinario que abarque estrategias no farmacológicas individualizadas permitiría mejorar la respuesta terapéutica y con ello la calidad de vida de estos pacientes. Finalmente, es necesario futuros estudios que evaluen el impacto de las distintas modalidades de ejercicio en este tipo de pacientes.

If these variables are controlled, the American College of Sports Medicine recommendations of activity and physical exercise would be adequate to reduce the risk and control the symptoms of gastrointestinal pathologies.

Therefore, performing moderate intensity aerobic exercise between 40-60% of VO2max for less than 60minutes would be safe to avoid and reduce the manifestations of some gastrointestinal diseases.

The purpose of the following literature review is to present the current scientific advances regarding the potential benefits of physical exercise in gastroesophageal reflux, gastrointestinal cancer, inflammatory bowel disease and irritable bowel syndrome, considering the physiological mechanisms involved; and to establish those that can negatively affect gastrointestinal symptoms.

Declaración de conflicto de interés

Los autores declaran no tener conflictos de interés

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