El Quijote es un rico acervo de enunciados metafóricos, verdaderos tesoros de sabiduría que nos acercan a la época áurea, nos aportan el significado de costumbres perdidas o aluden a alguna circunstancia histórica. Muchos de ellos perviven en la actualidad porque se han convertido en frases proverbiales, cargadas del saber ancestral tan elogiado por los erasmistas y que el mismo Cervantes derramaba en su obra en forma de refranes caídos de la boca de Sancho. Se verán algunos campos semánticos en que podemos clasificar estos enunciados metafóricos y algunas expresiones comparativas: la gastronomía, los animales, referencias espaciales y temporales, metáforas eufemísticas y burlescas. Lo que se pretende, en suma, es hacer algunas calas en una selección de metáforas y comparaciones en el Quijote, con el objetivo no sólo de agruparlas y categorizarlas sino para razonar sobre ellas y, en la medida de lo posible, documentarlas, buscando sus orígenes y significados, y las funciones que ejercen en el texto: describir personajes, compararlos con animales, lograr la comicidad de una situación, desinflar un discurso, visualizar y concretizar imágenes.
Don Quixote is a rich source of metaphoric statements, a true wealth of wisdom that brings the reader to the Spanish Golden Age, reminding us the meaning of long-lost customs or alluding to some historic circumstances. Many of them persist today among us, turned into proverbial sayings, loaded with that ancestral wisdom so praised by Erasmists that Cervantes himself expressed in his writings as adages voiced by Sancho. Some semantic fields where these metaphoric sentences and some comparative expressions could be classified into will be herein discussed: gastronomy, animals, temporal and geographical references, euphemistic and burlesque metaphors. The aim, in summary, is to make some brief explorations in a selection of metaphors and comparisons in Don Quixote, not to merely group and categorize them, but to reason on them and to document them as far as possible, searching for their origins and meanings as well as the role they play in the text: describing characters, comparing them with animals, highlighting the humor of a situation, deflating a discourse, or visualizing and concretizing images.
El título de este trabajo usa dos expresiones diferentes para un mismo plato, que a su vez eran empleadas por dos comunidades distintas de la España áurea. Don Quijote comía los sábados huevos con torreznos, que los cristianos viejos llamaban —encomiando el plato— la “merced de Dios”, y los cristianos nuevos —desestimándolo—, “duelos y quebrantos”, sinónimos de dolor y aflicción por tener que comer una comida no autorizada por su religión. La tocinofilia y la tocinofobia que “en la literatura del Siglo de Oro traza la línea divisoria entre conversos y cristianos viejos” (Goytisolo: 42) también lograron separar a la sociedad española de entonces. No hay más que echar una mirada a La lozana andaluza para saber que Rampín vomita cuando come tocino, que para su estómago debió de ser una especie de duelo o quebranto. Los huevos con torreznos o “duelos y quebrantos” se conocían también como “chocolate de la Mancha”.1 Para explicar la metáfora contenida en la “merced de Dios”, Covarrubias cuenta una anécdota:
en las casas proveídas y concertadas, de ordinario tienen provisión de tocino, y si crían sus gallinas, también hay güevos; si viene a deshora el huésped y no hay qué comer, el señor de casa dice a su mujer: “¿Qué daremos a cenar a nuestro huésped, que no tenemos qué?” y aflígese mucho. La mujer le responde: “Callad, marido, que no faltará la merced de Dios”; y va al gallinero y trae sus güevos, y dale a cenar una buena tortilla, con que se satisface. Y de allí quedó llamar a los güevos y torreznos la merced de Dios (s.v. güevo).
El Quijote es un rico acervo de enunciados metafóricos, verdaderos tesoros de sabiduría que nos acercan a la época áurea, o bien nos aportan el significado de alguna costumbre perdida o aluden a alguna circunstancia histórica. Muchas de ellas han pervivido en la actualidad porque se convirtieron en frases proverbiales cargadas del saber ancestral tan elogiado por los erasmistas y que el mismo Cervantes derramaba en su obra en forma de refranes caídos de la boca de Sancho. Veamos algunos campos semánticos en los que podemos clasificar estos enunciados metafóricos y algunas expresiones comparativas, ya que se trata de frases, y reconocemos la frase como primera unidad de significación (Ricoeur: 71). Lo que se pretende, en suma, es hacer algunas calas en una selección de metáforas y comparaciones en el Quijote, con el objetivo no sólo de agruparlas y categorizarlas sino de razonar sobre las mismas y, en la medida de lo posible, documentarlas buscando sus orígenes y significados.
1Metáforas gastronómicasEn el prólogo de las Novelas ejemplares, Cervantes se refiere a las mismas a través de metáforas culinarias, como si fueran los ingredientes de un guiso: “de estas novelas que te ofrezco, en ningún modo podrás hacer pepitoria, porque no tienen pies, ni cabeza, ni entrañas ni cosa que les parezca” (63). También usa la metáfora del juego: una mesa de trucos, donde cada quien puede acudir a entretenerse como quiera, o sea que privilegia la función literaria del entretenimiento por encima de la ejemplaridad, a pesar del título de sus novelas. Cervantes se apropia de otros campos ajenos: la cocina y el juego, para referirse a la literatura.
Muchas de las frases metafóricas gastronómicas son proverbiales, en las que el significante y el significado nada tienen que ver. En algunos casos hay una explicación histórica o sociológica. Generalmente han pasado a formar parte del acervo proverbial, y podrían considerarse en función de la información y el conocimiento que nos aportan sobre una época. Por ejemplo, “Hacer penitencia”2 es una frase de cortesía para invitar a comer que dicen don Quijote a Sansón Carrasco y el cura al paje (II, 3 y 50). Y hablando de penitencias, “no comer pan a manteles” (I, 10) se dice en señal de duelo hasta que se libere a alguien de algo; es una suerte de penitencia autoimpuesta hasta cumplir alguna promesa. En nuestra obra, don Quijote habla sobre el juramento del Marqués de Mantua, y Rodríguez Marín, en su edición, aduce un romance del Cid en el que doña Jimena dice al rey de Castilla:
Rey que non face justicia
Non debiera de reinare,
Ni cabalgar en caballo,
Ni con la reina folgare,
Ni comer pan a manteles,
Ni menos armas armare
(Rodríguez Marín: I, 238).
Muchos otros enunciados metafóricos aluden al hambre de amo y escudero: “estar a diente” (I, 21) es, según Covarrubias, “no haber comido” (s.v. diente), y en este caso es metafórico porque el escudero no va a gozar pronto las mercedes que podrá su amo hacerle en un futuro. Sin embargo, hay ocasiones cuando sí satisfacen su hambre, o al menos logran “cortar la cólera” (I, 21), que según el Diccionario de la Academia es “tomar un refrigerio entre dos comidas” (s.v. cólera). “Ayunarle a uno” (I, 25) es temerle o respetarle, como dice Sancho a don Quijote antes de dejarlo en Sierra Morena. “Comerse las manos tras una cosa” (II, 33 y 36) es ansiarla y desearla vivamente, y aparece dos veces para referirse al deseo de Sancho por ser gobernador. “Dar una cosa entre dos platos” (II, 16 y 53) es un enunciado metafórico que Sancho pronuncia dos veces para referirse a que no aceptará algo, aunque se lo sirvan con sumo cuidado, como un delicado manjar servido entre dos platos para que no se enfríe. “Hacer cala y cata” (I, 6) es pasar revista a algo, y según el Diccionario de autoridades es “hacer averiguación o reconocimiento de una cosa, para saber con certeza su actual estado” (s.v. cala). “Al freír de los huevos lo verá” (I, 37) quiere decir que se verá si algo tiene efecto o no; es una frase que Sancho dice a don Quijote por el temor de que el ventero les cobrará el daño que hizo en los cueros de vino. Covarrubias cuenta una anécdota sobre esta frase metafórica:
entró un ladrón en la cocina de cierta casa, y no halló a mano cosa que llevar sino una sartén, y cuando salió por la puerta topó con la güéspeda, y preguntándole qué llevaba, respondió: “Al freír de los güevos lo veréis”, y huyó con su sartén. Este refrán nos da a entender que, si con el tiempo no prevenimos y estamos advertidos de lo que nos conviene para conseguir nuestro intento, tomando el consejo de los sabios y cuerdos, que llegada la ocasión, echaremos de ver la falta que nos hace no haberlo creído (s.v. güevo).
Abundan los enunciados con el término ‘pan’, usado en diversos sentidos metafóricos: “ser una cosa tortas y pan pintado” es una expresión popular que emplean Sancho, don Quijote y el mismo Cervantes (I, 17 y II, 17, 63 y 68) para referirse a algo fácil, como hoy decimos “eso es pan comido”. En cambio, “buscar pan de trastrigo” (I, 7 y II, 67) es todo lo contrario: emprender cosas imposibles, justo lo que la sobrina reprocha a don Quijote, en lugar de estar tranquilo en su casa; Sancho, quien es casto, con esta expresión indica que no va a meterse a casas ajenas a buscar otras mujeres, que con Teresa tiene bastante. “Valer un pan por ciento” (II, 34) es hacer un buen negocio, aprovecharse de algo; el duque se la dice a Sancho al acabar su disertación sobre los beneficios de la cacería. “No estar para dar migas a un gato” (II, 66) es estar para muy poco, que lo dice don Quijote a Sancho para que él responda en su lugar por traer “alborotado y trastornado el juicio”. “Hacer buenas migas” (II, 59) es vivir acordes entre sí. “No cocérsele a uno el pan” (II, 25, 52 y 65) se dice por el ansia y la curiosidad de saber algo, es estar impaciente por algo, lo cual ocurre tanto a don Quijote como a la duquesa y a don Antonio, quienes se impacientan por diversas causas. Se trata, según Rosenblat, de “expresiones figuradas familiares” que contrastan “de manera cómica con la situación o con el personaje” (52); por ejemplo, en el caso del Quijote sirven para desinflar el discurso caballeresco cuando se insertan en el mismo. Muchas de ellas perviven en nuestros días con el mismo significado. Es decir, son frases hechas, que dejan de ser originales porque se han vuelto clichés. En cambio, la costumbre palaciega de “hacer la salva” (II, 59) para tomar el primer bocado de la comida ha perdido todo sentido en la actualidad porque ya no existen los maestresalas que probaban la comida o la bebida antes que sus señores, para así salvarlos de un posible envenenamiento. En El espejo (1460), de Jaume Roig, se dice “comí por salva mi primer pasto y fui engañado”, pero en un sentido metafórico para indicar que probó a su mujer, pero ella no era virgen ya cuando llegó al matrimonio (55).
2Metáforas espaciales y temporalesLa cala efectuada en este tipo de metáforas nos muestra que son de época y que acaso se volvieron proverbiales en su tiempo, pero han perdido toda vigencia en la actualidad, y eso las vuelve curiosas y entendibles sólo en su contexto. Entre las espaciales, el “Aranjuez de sus fuentes” (II, 50) se dice de las úlceras o incisiones que la duquesa se hacía en las piernas para purificarse de malos humores. Los Jardines de Aranjuez, famosos por sus huertas, jardines y fuentes, se convierten en el vocablo que designa cualquier cosa que mane, y es que “era creencia vulgar que el tener focos supurativos servía para limpiar la sangre y dar belleza” (Caballero: 265). A “los palacios de Galiana” (II, 55) se refiere Sancho al caer a la sima, que para él es tenebrosa y para su amo sería lujosa, como ponderando el lujo de los palacios que, según la leyenda, Carlomagno mandó construir para su amada mora Galiana y que se situaban a las afueras de Toledo, a orillas del Tajo. Esta metáfora, de acuerdo con Rodríguez Marín, se convirtió en frase proverbial: “los que no se contentan con el aposento que les dan, quieren ‘los palacios de Galiana”’ (VIII, 12). El “Campo de Agramante” (I, 45 y 46) es metáfora por lugar de confusión para calificar a la venta de Palomeque. Tomada del Canto XXVII del Orlando furioso, se refiere de acuerdo con Martín de Riquer a la pendencia entre los jefes moros que sitiaban a Carlomagno en París y peleaban por obtener la espada Durindana, el caballo Frontino y el escudo del águila blanca. Ya se ha vuelto frase proverbial para hablar de discordia (Martín de Riquer: 497). “Por los cerros de Úbeda” (II, 33 y 43), la única con vigencia actual, se refiere a algún despropósito, a algo fuera de lugar o lejos de la verdad, como decir refranes que no vienen a cuento, que le reprocha don Quijote a Sancho. Explica Covarrubias que como son unos montes que “van discurriendo por muchas partes y toman diversos nombres, según los lugares por donde pasan, de aquí nació un proverbio, cuando uno se va despepitando por términos extraordinarios y levantados” (s.v. Úbeda).
Entre las temporales, “al canto del gallo primo” (I, 11) es a la medianoche. Se refiere al primer canto del gallo. “Señalar un día con piedra blanca, o con negra” (II, 10 y 63), pregunta don Quijote a Sancho para sopesar el éxito de la supuesta embajada a Dulcinea a las puertas del Toboso como señales de buen o mal augurio. Rodríguez Marín, citando a Clemencín, dice que los romanos señalaban los días felices con piedra blanca y los aciagos con negra. Dicha costumbre no pasó a España, pero sí su recuerdo, que fue citado retóricamente por los escritores (Rodríguez Marín: V, 185) y llegó a convertirse en frase proverbial, que también dice el general de la galera por haber conocido a don Quijote. “Buenas son mangas después de Pascua” (I, 31) es un refrán que el caballero manchego dice a Sancho cuando éste le cuenta que Dulcinea no le dio joya de oro sino un queso ovejuno, con lo cual don Quijote defiende a Dulcinea sobre que siempre es bueno que se cumpla algo muy deseado, aunque sea tarde. “Se dice cuando lo que deseamos se viene a cumplir algo después de lo que nosotros queríamos” (Covarrubias, s.v. manga). “Aún hay sol en las bardas” (II, 3) es otra metáfora temporal con la que don Quijote amenaza a Sansón Carrasco por dudar de la ínsula prometida a Sancho, para asegurarle de que aún hay tiempo para hacerlo gobernador.
3Metáforas y comparaciones de animales3Es remarcable la acumulación en el Quijote de metáforas y comparaciones cinegéticas, sobre todo las referidas a la caza de altanería: don Quijote, a lomos de Clavileño, dice a Sancho que van “tomando puntas” (II, 41) para caer sobre el reino de Candaya, y se compara en su vuelo con el del “sacre o el neblí sobre la garza para cogerla por más que se remonte” (II, 41). Tomar, dar, coger, hacer puntas “es volar el ave de cetrería de un lado para otro, en diversas direcciones, esperando sazón para caer sobre el animal en que quiere hacer presa” (Rodríguez Marín: VII, 84). Otras expresiones comparativas de cetrería son “gobernar como gerifaltes” (II, 32, 34 y 50), que dicen don Quijote, Sancho y la duquesa en tres ocasiones para referirse al gobierno de Sancho. Sin duda es una expresión insólita pero que puede aludir a la agudeza del ave para vislumbrar a su presa, pero más insólita aún es “zapatear como gerifaltes” (II, 62), que dice Sancho a don Quijote en el baile en casa de don Antonio. Un ejemplo más de aves cetreras versa sobre la hermosura, que es comparada con un “señuelo gustoso” sobre el que se “abaten águilas reales y los pájaros altaneros; pero si a la tal hermosura se le junta la necesidad y estrecheza, también la embisten los cuervos, los milanos y las otras aves de rapiña” (II, 22). Desde el Libro de buen amor podemos encontrar esta clase de metáforas y comparaciones, en las que la mujer es el ave de presa a merced de los varones: la liebre y el falcón, animales de la caza, sirven para caracterizar a la dueña que caerá en el señuelo de la vieja.
Sobre la presunción hay una expresión metafórica: “deshacer la rueda” (II, 41), que quiere decir conocerse y humillarse. Alude al momento cuando el pavo real abre su cola como una rueda y se llena de orgullo, pero cuando se mira los pies tan feos deshace la rueda. Cervantes la aplica a Sancho y a sus feos pies, con el antecedente de haber sido porquero. Tenemos un ejemplo de Pedro de Medina, quien pone en boca de la Verdad:
Mas ya los hombres estáis impuestos en vestidos y ropas curiosas por hacer con ellas la rueda de la honra como el pavón, y en medio de esta rueda ponéis por punto pequeño un poco de vanagloria, de lo cual trae el demonio una raya de pena perpetua hasta la circunferencia del infierno que carece de fin (288).
Con connotaciones negativas encontramos tres metáforas: “Ser la vaca de la boda” (II, 69), una expresión que dice Sancho cuando quieren cargarle la mano para que sea la víctima, y que Rodríguez Marín explica como una antigua costumbre rústica de celebrar las bodas aldeanas capeando a una vaca topona (VIII, 260). “No querer perro con cencerro” (I, 23) es un refrán metafórico que significa no querer cosas que puedan perjudicar; también la dice Sancho cuando explica que no quiso tomar la maletilla de Cardenio por no tener después consecuencias funestas. Covarrubias explica que el perro no podía llevar cencerro porque servía “para guardar y sentir los ladrones”, y por tanto no debían sentirlo a él (s.v. cencerro). El Marqués de Santillana aduce el refrán completo: “Aunque mi suegro sea bueno, no quiero perro con cencerro” (López de Mendoza: 182). “Ir por canario” (I, 22) es una metáfora del condenado a galeras por músico; es decir, por confesar (cantar) en el ansia; cantor es “el que declara en el tormento” (Hidalgo, Bocabulario, s.v. cantor).
Es curiosa y digna de resaltar aquí la utilización de metáforas y comparaciones de animales de mal agüero diseminadas en varios lugares de la obra, como en algunos versos de la canción desesperada de Grisóstomo:
El rugir del león, del lobo fiero
el temeroso aullido, el silbo horrendo
de escamosa serpiente, el espantable
baladro de algún monstruo, el agorero
graznar de la corneja, y el estruendo
del viento contrastado en mar instable;
del ya vencido toro el implacable
bramido, y de la viuda tortolilla
el sentible arrullar; el triste canto
del envidiado búho, con el llanto…
(I, 14)
Los animales de funestos presagios, sobre todo la corneja y el búho; el toro, relacionado con la tormenta por su mugido asimilado al trueno, y la viuda tortolilla, tópico de la fidelidad amorosa, están representando las penas del enamorado que luchan por salir del pecho.
Otro animal considerado de mal augurio es la liebre con que se encuentran amo y escudero de regreso en la aldea y que se refugia bajo las patas del rucio (II, 73). Ambos disertan sobre la mala señal que es ver a la liebre perseguida por galgos y cazadores, y el propio Sancho desarrolla la metáfora: la liebre es Dulcinea y los galgos los malandrines encantadores. Sin embargo, ladrar los perros de noche es señal favorable según la tradición peninsular (Rodríguez Marín: V, 164), pero don Quijote, la noche en que entran al Toboso, tiene “a mal agüero” los ladridos de perros, el rebuzno de un jumento, el gruñido de los puercos y el maullido de los gatos (II, 9). Ambos casos están relacionados con Dulcinea y los temores del enamorado caballero ante su posible encuentro. Y si evocamos de nuevo la canción desesperada de Grisóstomo podríamos analogar los dos campos semánticos: el de los animales agoreros y el amoroso.
Las comparaciones se supeditan a la metáfora; en cierto modo, son metáforas por analogía. Veamos algunas que conciernen a animales del bestiario medieval. Cuando se compara la amistad entre los animales de amo y escudero, en boca del narrador brota un minibestiario con las cualidades de varios seres, a manera de exemplum y con las cosas que los humanos han aprendido de ellos: “de las cigüeñas, el cristel; de los perros, el vómito y el agradecimiento; de las grullas, la vigilancia; de las hormigas, la providencia; de los elefantes, la honestidad, y la lealtad, del caballo” (II, 12). Se trata de conocimientos difundidos entre los contemporáneos de Cervantes, que solían citar con frecuencia. Proceden de la Historia natural de Plinio y se encuentran también en la Silva de varia lección, de Pero Mexía, y en el Tesoro de Covarrubias (Martín de Riquer: 663). Covarrubias nos dice del cristel de la cigüeña o ibis que Plinio, lib. 8, cap. 27, “cuenta deberse esta medicina del clister a una ave que se cría en Egipto, dicha ibis, porque sintiéndose embarazado el vientre, hinchendo el cuello de agua, mete el largo pico que tiene por su trasero y hinche el vientre de agua, con que se purga, enjugándole y lavándole con ella” (s.v. cigüeña). Otros animales del bestiario que aparecen a lo largo de la obra funcionan como comparaciones o ejemplos: el basilisco, en la historia de Grisóstomo, sirve para referirse a la ingrata Marcela, a quien Ambrosio increpa como “fiero basilisco destas montañas” (I, 14) cuando se aparece en lo alto de una peña durante el entierro de Grisóstomo, y le pregunta si ha venido a ver manar la sangre de las heridas del cadáver. La creencia germánica según la cual un hombre asesinado sangra en presencia del asesino es un motivo que aparece también en El Caballero del León, de Chrétien de Troyes (Martín de Riquer: 141). También aparece en Plinio el Viejo, Historia natural, XXVIII, 3, además de que es un motivo literario comparar al basilisco con la amada, cuyos ojos pueden matar. El castor (I, 21) es comparado con el barbero de la bacía, a quien don Quijote cree un pagano que ha robado el yelmo de Mambrino, y al acometerlo con su lanza huye. Según Covarrubias, “cuando se ve perseguido de los cazadores, alcanzando por natural distinto le persiguen por los testículos, que son a propósito para ciertos remedios en medicina, se los corta, y con esto escapa la vida” (s.v. castor). El hipogrifo aparece en varias ocasiones: don Quijote lo compara con Rocinante (I, 25) cuando da la libertad a éste en Sierra Morena, e iguala en ligereza a su caballo con el hipogrifo de Astolfo y con el caballo de Bradamante —aunque es Rodamonte quien robó a Frontino, que pertenecía a Rugero, pero ambos caballos son del Orlando furioso—; en otra ocasión (II, 58) el caballero manchego se queja de no ser transportado por los aires en alguna nube o algún hipogrifo, porque los bueyes que conducen la carreta donde va encantado son perezosos y tardíos. La tercera mención ocurre en la plática con Sancho sobre los agüeros (II, 58), donde sostiene que si alguien se encuentra con un grifo debe volver las espaldas y regresar a casa por ser de mal augurio, cualidad ésta del grifo que no está registrada en bestiario alguno. El arminio aparece en un ejemplo de misoginia dentro de la novela El curioso impertinente: “la honesta y casta mujer es arminio, y es más que nieve blanca y limpia la virtud de la honestidad” (I, 33). Cervantes y Covarrubias se refieren a este animal en términos muy semejantes, lo cual indica la difusión de su leyenda: “Dicen deste animalito que si alrededor de donde tiene su estancia lo cercan de barro, estiércol o cosa que se haya de ensuciar, se deja primero tomar del cazador que manchar su piel” (s.v. castor). Del bestiario ígneo, Cervantes alude a dos animales: el ave fénix, que aparece cuando Dorotea, en su papel de Micomicona, dice que se ha de cumplir la profecía que su padre, Tinacrio el Sabidor, tiene hecha sobre que ella había de casarse con el caballero que mate a Pandafilando de la Fosca Vista y la restituya en su reino, pero don Quijote responde que no es posible casarse, “aunque fuese con el ave fénix” (I, 30). Por otra parte, la salamandra, que se inserta en la enumeración de comparaciones que profiere la mujer que pide justicia al gobernador Sancho: “y yo, siempre dura como un alcornoque, conservándome entera como la salamanquesa en el fuego, o como la lana entre las zarzas” (II, 45). La salamanquesa es uno de los nombres comunes de la salamandra, animal ígneo del que se dice que la fuerza de las llamas es incapaz de dañarla; entonces el símil se establece entre el animal capaz de conservarse entero y sin daño alguno en las llamas y la mujer casta y pura.
Del bestiario medieval, difundido ampliamente en los siglos siguientes, pasamos al ámbito de la leyenda, de donde Cervantes extrae la del peje Nicolás o Nicolao (II, 18, 711) para establecer una comparación con el caballero, que entre muchas otras habilidades debe saber nadar como tal pez, sobre el que nos ilustra Martín de Riquer, quien alude a una leyenda de fines del siglo xii acerca de una especie de anfibio que vivía en los mares de Sicilia y fue identificado con San Nicolás de Bari. Esta leyenda cobra auge de nuevo en los siglos xvi y xvii. Riquer cita una Relación de cómo el Pece Nicolao se ha parecido de nuevo en el mar, en 1608, en Barcelona (711). Rodríguez Marín dice que “fue, a lo que cuentan, un sujeto que vivió en el siglo xv, y estaba más tiempo en agua que en tierra, pasando con frecuencia de Sicilia al continente y del continente a Sicilia. De este hombre pez trató, entre otros, Pero Mejía, en su Silva de varia lección” (V, 330).
Abundan las comparaciones de humanos con animales, pero porque los animales en efecto poseen esa cualidad y se trata de expresiones comparativas que siguen teniendo vigencia en la actualidad. Son frases cargadas de cotidianidad y que ya están acuñadas lingüísticamente para referirse a la ligereza: “más ligera que un alcotán” (II, 10), “más ligero que un gamo” (I, 20); a la piel resbaladiza: “se desliza entre las manos como una anguila” (II, 18); al movimiento en conjunto: “numerosos... como enjambres de abejas” (II, 5); a la pereza: “haraganes... como zánganos en las colmenas” (II, 49), “más sueño que un lirón” (II, 14), o a la oscuridad: “como boca de lobo” (II, 48). Otra expresión que sigue vigente en la actualidad: “Allí como moscas a la miel le acudían y picaban pensamientos” (II, 57) la dice el narrador cuando la pareja protagonista va de regreso de Barcelona a la aldea manchega. La comparación con la miel es apropiada porque esos pensamientos le van a llevar a la nueva vida en el mundo pastoril que habrá de seguir en adelante, pues ha dado palabra a su vencedor, el Caballero de la Blanca Luna, de no tomar armas durante un año. En el mismo sentido elige Sancho refranes que tengan que ver con el ambiente pastoril cuando habla de su hija Sanchica, que les llevará la comida al hato; dice: “no querría que fuese por lana y volviese trasquilada”, aludiendo al oficio de los pastores y al peligro en que la joven se vería entre ellos, pues “es de buen parecer”, y sigue: “y también suelen andar los amores y los no buenos deseos por los campos, como por los reales palacios, y por las pastorales chozas”. En ese mismo lugar, ya de noche, a don Quijote se le ocurre otro refrán, muy apropiado para el ambiente bucólico. Bajo los árboles, con luna y después de haber soñado con la nueva vida pastoril, don Quijote se admira de cómo se expresa Sancho acerca del sueño y le dice: “no con quien naces, sino con quien paces”. Todos estos ejemplos nos hablan de la perfecta adecuación que lleva a cabo Cervantes entre el contenido y la expresión.
4Metáforas y comparaciones de personasLa comparación es una metáfora desarrollada (Ricoeur: 43), y entonces las comparaciones enumerativas serán la suma de varias metáforas. La comparación es un elemento imprescindible para la descripción en sus distintos tipos, ya sea la etopeya o la topografía (Beristáin: 97). En nuestro caso, Cervantes acude a este procedimiento para definir a algunos de sus personajes, y entonces la enumeración comparativa se vuelve etopéyica: la hija de doña Rodríguez “canta como una calandria, danza como el pensamiento, baila como una perdida, escribe como un maestro de escuela, y cuenta como un avariento” (II, 58). De Sancho dice un labrador que “ha hablado como un bendito y sentenciado como un canónigo” (II, 66); a don Quijote, Quiteria y Basilio lo tenían “por un Cid en las armas y por un Cicerón en la elocuencia” (II, 22); “Marisancha es tan grande como una lanza, tan fresca como una mañana de abril, y tiene una fuerza de un ganapán” (II, 13), y Dulcinea, a juicio de don Quijote cuando la defiende ante los mercaderes de Toledo, dice que es “más derecha que un huso de Guadarrama” (I, 4). Explica Rodríguez Marín que de las hayas de la sierra de Guadarrama se hacían los husos (I, 128-129). Un caso más, a manera de prosopopeya, es el enunciado metafórico “mujer borracha y antojadiza, y sobre todo, ciega” (II, 66), que refiere a la Fortuna.
5Metáforas eufemísticasEntendemos por metáforas eufemísticas aquellas que enmascaran algún término del enunciado metafórico que no quiere pronunciarse, y casi podemos imaginar a quienes las pronuncian tratando de taparse la boca. Entre los personajes cervantinos, los venteros y la familia de Sancho son muy dados a utilizar expresiones eufemísticas que denotan temor o superstición, al no querer nombrar algo directamente; o sea, la metáfora estaría funcionando como un disfraz para ocultar la verdadera palabra. Por ejemplo, las metáforas: “el enemigo de la concordia” (I, 45), “el émulo de la paz” (II, 61) o “El malo” para no nombrar al diablo conviven con las expresiones exclamativas populares: “¡Oxte, puto!”, equivalente a “¡vade retro, Satanás!” (II, 10); “Dios lo oiga y el pecado sea sordo” (II, 65), en la que ‘pecado’ está sustituyendo a ‘diablo’. Otra metáfora semejante es la que encubre a la palabra ‘muerte’: “es imposible que nos pueda apartar otro suceso que el de la pala y el azadón” (II, 33), dice Sancho cuando ya se ha encariñado con don Quijote y no puede dejarlo a pesar de sus locuras. ‘Pala y azadón’ son metáfora por sustitución de la palabra ‘muerte’. Sancho dice en otra ocasión “aquí sea mi hora” (I, 21) por la hora de la muerte, que no quiere pronunciar.
6Metáforas burlescasPero como la creación cervantina no está exenta de la burla y la parodia, en varias ocasiones Cervantes se burla de ciertas metáforas petrarquistas, acaso por demasiado manidas en su época. Recordemos a Sancho encomiando a Dulcinea con ojos de perlas en lugar de dientes, y don Quijote, quien ha captado perfectamente la burla, le recrimina el confundir los dientes con los ojos y haberle puesto a su amada ojos de besugo: “Y esas perlas quítalas de los ojos y pásalas a los dientes” (II, 11). “Partir el sol” es una metáfora usual en los libros de caballerías que se refiere a la ceremonia donde los jueces en los desafíos colocaban a los contendientes de manera que no les molestara el sol al reflejarse en las armas, tal y como aparece en la batalla entre don Quijote y el lacayo Tosilos: “Partióles el maestro de las ceremonias el sol” (II, 56); sin embargo, en otro lugar, Cervantes se burla de esta metáfora “se ha de partir y hacer tajadas al sol” (II, 6), y entonces el efecto visual aumenta porque asociamos al sol con una sandía. Por último, señalemos una metáfora continuada del sol en forma de vocativos, que a su vez conforman una parodia del amanecer mitológico: “¡Oh perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del mundo, ojo del cielo, meneo dulce de las cantimploras, Timbrio aquí, Febo allí, tirador acá, médico acullá, padre de la Poesía, inventor de la Música” (II, 45).
La metáfora absurda como metamorfosis o transformación tiene cabida en el libro que está preparando el Primo: los Metamorfoseos, o el Ovidio español, a lo burlesco, en donde explica quiénes son la Giralda de Sevilla, las fuentes de Leganitos y Lavapiés y los Toros de Guisando y Sierra Morena, entre otros. “Y esto, con sus alegorías, metáforas y translaciones, de modo que alegran, suspenden y enseñan a un mismo punto” (II, 22). Este enunciado de un libro en progreso que está haciendo el Primo se presenta realmente un capítulo adelante, cuando Montesinos explica que Merlín tiene encantados en la cueva a Durandarte, Belerma y a otros caballeros y servidores, pero también algunos espacios geográficos manchegos sobre los cuales construye una leyenda que es una metáfora: Guadiana es un escudero de Durandarte convertido en río; Ruidera es una dueña que tiene siete hijas y dos sobrinas, convertidas en lagunas. Se trata de una metáfora continuada o alegoría, en la que todos los términos son metafóricos.
Este trabajo no ha pretendido más que hacer pequeñas calas en diferentes campos semánticos, pero han faltado muchos más; por ejemplo, el del juego, el de los números, el de la vestimenta o el del cuerpo, que ya publiqué en otro lugar (Rodilla, 2011: 365-378). Todos ellos dan cuenta de la maestría cervantina en el empleo del lenguaje a la hora de describir personajes, compararlos con animales, lograr la comicidad de una situación, desinflar los discursos, visualizar y concretizar imágenes, y tantas otras funciones que cumplen estos geniales enunciados metafóricos e ingeniosas comparaciones. Beristáin, 2008, Caballero, 1970, Cervantes, 1982, Covarrubias, 2006, Diccionario, 1739, Diccionario de la lengua española, 2014, Goytisolo, 1977, Hidalgo, 1737, Insúa Cereceda, 2005, López de Mendoza, 1737, Medina, 1944, Ricoeur, 1980, Roig, 2010 and Rosenblat, 1971.
Rodríguez Marín en su edición del Quijote (Cervantes, 1975: I, 50). En adelante pondré algunas de sus anotaciones en el texto entre paréntesis, con el volumen en números romanos, y la página en arábigos.
Cervantes, 1980; todos los ejemplos están tomados de esta edición, de la que es responsable Martín de Riquer.
Una vez terminado este trabajo me llegó la noticia de dos semejantes, que no pude revisar a tiempo, pero que no dejaré de citar aquí: Arellano, 2000: 9-32; Insúa 2005: 97-107.