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Vol. 64.
Páginas 147-155 (mayo - agosto 2014)
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La voz y el legado sociológicos de Michel Foucault a 30 años de su muerte
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Rubén Hernández Duarte
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Han pasado 30 años desde que Michel Foucault (1926-1984), el arqueólogo del saber, el geneálogo del poder, el desmitificador de verdades históricas, murió. ¡Cuánta expectativa y cuánta retrospectiva, desde entonces, ha despertado su partida! Si la salud fuera siempre alidada de la lucidez, nos preguntamos, ¿en qué hubiera devenido su obra? Sospechamos con relativa seguridad que más años de vida para él hubieran garantizado el nacimiento de nuevos hallazgos y nuevos modos de comprender nuestro presente. Pero, al mismo tiempo, sabemos que sus dichos y sus escritos no yacen inmóviles en el pasado ni susceptibles de lecturas definitivas o unánimes. En 2014, las ideas foucaultinas están moviéndose. Su voz sigue surtiendo efectos.

Que esto ocurra resulta entendible, pues incluso Foucault mismo estuvo convencido de que –y a partir de este supuesto entendió a sus maestros muertos– la finitud de la vida y la trascendentalidad de las ideas no conforman un duelo, sino, antes bien, una mancuerna. En ese sentido, somos testigos de la ausencia de su cuerpo, de la ausencia de sus pensamientos siendo pronunciados, reiterados, reelaborados por él, y, no obstante, percibimos en esas inminentes ausencias la actualidad de sus palabras, de su legado que, a todas luces, hoy constituye e inspira diversas interpretaciones de nuestro mundo y de los regímenes de saber, de poder, de verdad, en que se organiza.

Foucault no fue sociólogo. Al menos no de manera declarada. De hecho, en Las palabras y las cosas consideró a la sociología como una ciencia humana de alcances explicativos limitados en comparación de, por ejemplo, el psicoanálisis y la etnología. Estamos hablando, vale precisar, del tiempo en que su proyecto filosófico-arqueológico era comprender la historia de la humanidad a partir de las epistemes –o modos de conocer– propias de cada época, y donde la evaluación del quehacer de disciplinas como la sociología o la economía partía de su potencialidad para explicar al humano y las representaciones desde de las que éste era susceptible de objetivación.1 Propuesta polémica que mereció múltiples cuestionamientos y que más tarde Foucault abandonaría para adentrarse –desde comienzos de los setenta y hasta su muerte– en un territorio de investigación que le valdría crecientes afinidades académicas no sólo en Francia, sino en distintos países europeos y americanos: el de la génesis moderna de las relaciones de poder y de control colectivo, corporal. Una de esas afinidades –vigente hasta hoy– sería la de la comunidad sociológica.

Vigilar y castigar, libro que había sido precedido por el curso en el Colegio de Francia sobre La sociedad punitiva, tendió el puente –o, mejor dicho, un puente de gran valor– para lo que podríamos llamar la “adopción sociológica” de Foucault. Apreciamos ahí un punto de inflexión en su trayectoria cargado por el interés de comprender la génesis institucional y de prácticas cotidianas que originaron una sociedad productora de mecanismos grupales de vigilancia y de sanción sobre los cuerpos extraños o infractores del orden.

Esto no quiere decir que el también autor de Historia de la locura en la época clásica haya querido emigrar de la filosofía –o la genealogía, con la que prefería identificarse en esta etapa– a la sociología. Más bien su investigación, focalizada en la regulación de la vida pública, la vida íntima y la constitución del Estado –tres dimensiones interdependientes– significó una invitación implícita para que sociólogas y sociólogos, sujetos históricamente dedicados a la reflexión de la regulación de la sociedad en el marco de la vida estatal, se involucraran en la propuesta, ya cuestionándola, difundiéndola o prolongándola.

Los tres tomos de la Historia de la sexualidad,2 publicados entre 1976 y 1984, abrieron aún más la invitación sociológica, pues su énfasis en la constitución subjetiva de los individuos, una de las áreas de estudio más re-elaboradas por la sociología, aportó evidencias históricas para aluzar el proceso colectivo que dio lugar a la identidad individual, al autoconocimiento y la autogestión del sí. Philippe Corcuff, en una revisión sobre Las nuevas sociologías –subrayemos: nuevas sociologías–, considera a Michel Foucault como uno de los autores que han alimentado el discurso sociológico reciente (1980-2010) en la medida en que sus estudios –justamente los trabajos antes referidos: Vigilar y castigar e Historia de la sexualidad– caracterizan a una sociedad que impone límites, sujeciones al individuo, pero donde a la vez ese mismo individuo encuentra un abanico de posibilidades para decidir. La subjetivación descrita por Foucault, en ese sentido, “sería dependiente de las normas dominantes, a la vez que autorizaría un espacio de posible inventiva por parte del sujeto”. 3

Aquí vale la pena notar cómo las disonancias entre filosofía y sociología se flexibilizan a luz de la compatibilidad de objetos de estudio y modos de análisis. Si bien no podemos negar que la exposición foucaultiana coloca sus pilares en la entrega de argumentos filosóficos y la inspección de documentos históricos, donde, es cierto, se prescinde de un marco de teoría sociológica, eso no parece imponer barreras de diálogo con la sociología, y más bien en el devenir del tiempo se ha llegado a asumir a Foucault no necesariamente como un sociólogo, pero sí como un afluente de la disciplina.

Ocurre con él algo similar a lo que ocurrió con la adopción de Marx como un clásico de la sociología. Es bien sabido que el autor de El Capital escribió desde la filosofía y desde la economía. Sus aportaciones, no obstante, fueron recibidas –de manera desigual– por diferentes interlocutores de diferentes comunidades académicas. La sociología fue una de ellas, y el peso que ha tenido su legado en la construcción de esta disciplina ha dejado sellada la impronta de que “si bien Marx no era un sociólogo, había mucha sociología en su obra”.4 De tal manera, la distinción disciplinar no supone ahora impedimentos mayores para la apropiación, la reflexión y la reelaboración del pensamiento marxiano en el seno de la sociología.

Pues bien, si imitamos el argumento, podemos afirmar que, aun cuando Foucault no era sociólogo, había mucha sociología en su obra. Hoy su voz confluye con la de investigadoras e investigadores que se autorreconocen como sociólogas o sociólogos. Y en buena medida este hecho se debe a que, como Bernard Lahire ha sugerido, en Foucault yace un “espíritu sociológico”. ¿Qué es esto? Que, en principio, Foucault no fue precisamente un filósofo ajustado a los cánones intelectuales que su formación le sugería, pues incluso desde que emprendió su investigación a propósito de la locura ya dejaba ver un distanciamiento respecto a –según Lahire– la práctica “pura” de la filosofía, de la producción de teorías “puras”, para preferir un acercamiento al mundo social a través de evidencias resguardadas en documentos.

Esta sensibilidad por la materialidad empírica, por los archivos, que se tradujo en rigurosos hallazgos sobre continuidades y discontinuidades históricas a las cuales Foucault asoció con la génesis de ciertos órdenes modernos como el sistema de justicia o el médico, estuvo acompañada de la actitud desmitificadora con que abordaba los hechos que incluso parecían más válidos, más convenientes. Así, su modo de trabajo dio lugar a otro rendimiento sociológico: la crítica a las verdades históricas.

Lahire se manifiesta optimista frente a la adopción de Foucault por parte de la sociología e incluso se ha atrevido a declarar que éste fue “el filósofo francés que más se acercó al pensamiento propio de los investigadores en ciencias sociales”.5 Su inter-pretación de esta apropiación es que:

Si Michel Foucault es inmediatamente legible y comprensible para muchos sociólogos es porque, de alguna manera, habla la misma lengua que ellos, y porque, como ellos, buscó siempre romper con las evidencias del sentido común (corriente o académico). Él quería volver extranjero, antes que nada a sus propios ojos, un mundo cuyas significaciones primeras se imponen como cayendo por su propio peso.6

El lazo entre Foucault y la sociología, vemos, está justificado. Las razones se pueden hallar, con diferentes argumentos, en –por sólo por citar dos referencias– los textos aludidos de Lahire y de Corcuff. Entendemos que los intereses y las rutas de estudio que seguía el nacido en Poitiers resultan ciertamente compatibles con el ejercicio investigativo que hoy realiza alguna parte de los sociólogos. Pero hay más motivos para comprender esa fuerte afinidad académica.

Sería sumamente valioso contar con un estudio sistematizado sobre las diversas redes de conocimiento –manifestadas en grupos de reflexión teórica e investigación empírica– que se inspiran en mayor o menor medida a partir de los trabajos de Foucault; sin embargo, se puede aludir por lo pronto a tres evidencias sólo ilustrativas para reafirmar el legado que aquí pretendemos reconocer.

Primera evidencia. En 1998, la isa (International Sociological Association) realizó una consulta, en el marco del xiv Congreso Mundial de Sociología, con objeto de que sus miembros indicaran cuáles habían sido “los cinco libros de sociología publicados en el siglo xx que habían sido más influyentes en su trabajo como sociólogos”.7 En la lista, encabezada por Economía y sociedad, de Max Weber, Vigilar y castigar ocupó el lugar 16, y, sólo por sugerir algunas comparaciones relevantes, superó en votos a Sociología, de Georg Simmel; La sociedad del riesgo, de Ulrich Beck, y El sistema social, de Niklas Luhmann. Por supuesto, a partir de esa votación no valdría la pena atribuir la entera importancia de los autores y de sus obras para el escenario sociológico, toda vez que, además de ser un ejercicio meramente exploratorio y representativo, el legado de un investigador no sólo se elabora a partir de textos de largo aliento: Existen escritos breves que han significado verdaderas revelaciones para la ciencia y, asimismo, no puede desconocerse el potencial de las exposiciones orales para difundir y dialogar el conocimiento. Foucault, en ese sentido, resulta valioso para la sociología en gran medida por su trabajo sobre la sociedad punitiva, pero es recordado y reinterpretado, además, gracias a otros documentos (tanto breves como extensos) y a múltiples exposiciones orales que sostuvo durante entrevistas, reuniones y conferencias.8

Segunda evidencia. No es raro encontrar el nombre de Michel Foucault en reportes sobre los autores más citados en ciencias sociales y humanidades. Dependiendo de los criterios de cada conteo y de las discusiones académicas vigentes, su posición puede variar, pero, en el mejor de los casos, ha encabezado algunos listados. En 2007, por ejemplo, la empresa Thomson Reuters dio cuenta de que fue el investigador de humanidades más referido del año a propósito de sus libros. 9 Esta información no puede ser significativa, empero, si no sirve de ventana para estimar el amplio nivel de lectura y de resonancia del legado foucaultiano: mientras que la bibliografía básica ha sido reeditada, traducida, reimpresa, para contribuir a la vigencia de Foucault, la bibliografía secundaria ha hecho lo suyo poniéndolo en movimiento y multiplicando su espacio de discusión. En la Ciudad de México, por ejemplo, la probabilidad de encontrar un trabajo de Foucault en una librería de amplia comercialización es casi tan probable como encontrar un trabajo a propósito de él, de su obra. Ni se hable de las revistas académicas, donde son todavía mayores las expectativas. Eso demuestra que su voz no ha sido sepultada y sigue prolongándose con la ayuda de nuevos alientos humanos.

Tercera evidencia. Si a lo anterior añadimos el dato difícil de estimar de las discusiones orales que Foucault inspira en lugares como las universidades que imparten la carrera de sociología, intuimos una resonancia todavía mayor. En la fcpyS de la UNAM, por ejemplo, se sabe que determinados textos de nuestro autor son discutidos en algunos cursos de Teoría sociológica contemporánea, poniéndolo así en el mismo nivel de interlocución que reconocidos sociólogos como Niklas Luhmann o Zygmunt Bauman. En la uam Xochimilco sucede algo similar, pues Foucault está considerado dentro de la “bibliografía necesaria o recomendable” de la asignatura de Poder y procesos políticos, correspondiente al plan de estudios de la licenciatura en sociología. 10 Y como éstos podrían citarse más datos para constatar su presencia en las aulas, en la iniciación de los investigadores sociales.

¿Cuál es, después de todo, el diagnóstico a propósito de la adopción sociológica de Michel Foucault? Que de manera innegable su voz está jugando un lugar destacado en los debates actuales de la ciencia de la sociedad. Que su legado filosófico bien puede ser interpretado como un legado sociológico. Que a 30 años de su muerte siguen siendo pertinentes sus observaciones y sus maneras de interrogar al orden social, y eso se manifiesta, en cierta medida, a través de las ramas que han nacido de sus palabras con la ayuda de múltiples interlocutores sociólogos.

Durante su conferencia inaugural en el Colegio de Francia, Foucault echaba de menos a su maestro Jean Hyppolite, que había muerto en 1968, pero en el mismo acto asumía que lo que en ese día podía pronunciar estaba en cierta manera inspirado por la voz de su antecesor. Hyppolite se mantenía presente a través del discurso aun cuando su cuerpo había perecido tres años atrás. Él existía, según Foucault, a manera de una voz que le precedía, lo invitaba a hablar e introducía sus enunciados.

Hoy Michel Foucault ocupa justo ese lugar que le atribuyó a su profesor. Tal vez no sabríamos deducir con qué magnitud orienta la investigación sociológica, pero es un hecho que su discurso sigue con nosotros y nos invita a tomar la palabra.

La voz foucaultiana cohabita, junto con una multitud de voces sociológicas, el campo de las ideas que forjó y sigue forjando nuestra comprensión actual de la sociedad. Pero así como la voz de Hyppolite sembró particulares enseñanzas y sus atributos podían ser distinguidos entre el espesor de la biblioteca mental de Foucault, la voz de Foucault recuerda especificidades que nosotros, sus herederos, no podemos dejar de reconocerle. Las historias de la sexualidad y del poder son, sin duda, piezas clave de su obra. Sin embargo, si pudiéramos referir a una enseñanza que englobara la amplitud de su legado, acaso optaríamos por hallarla diciéndonos que dudemos del presente con ayuda de del análisis de la historia. Foucault nos propondría: “Desmitifica tu presente cuestionando la manera en que participas en él. Encuentra los eslabones que te encadenan con la historia. La historia no está desvinculada de quien eres”. Su voz no nos recomendaría ocupar un lugar pasivo en nuestras interpretaciones de la actualidad, como si las instituciones, el poder, las verdades se realizaran por sí mismas, prescindiendo de nosotros.

Existen dominios de nuestra vida colectiva que producen placer y existen otros tantos que no lo producen o que incluso lo desalientan, pero a los que no siempre podemos renunciar debido a la manera tan fuerte en que nos engarzamos a ellos. Si en este 30 aniversario luctuoso estamos conscientes de esa paradoja tal vez se deba a que Foucault está hablando a través de nosotros.

Fuentes consultadas
[Corcuff, 2013]
Philippe Corcuff.
Las nuevas sociologías,
[Foucault, 2008]
Michel Foucault.
Las palabras y las cosas,
[Ritzer, 1993]
Geroge Ritzer.
Teoría sociológica clásica,
[Lahire, 2006]
Bernard Lahire.
El espíritu sociológico de Michel Foucault.
El espíritu sociológico, pp. 109-124
[Lamo de Espinosa, 2001]
Emilio Lamo de Espinosa.
La sociología del siglo xx.
Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 96 (2001), pp. 21-49
[S/a, “Most cited authors of books in the humanities, 2007]
S/a, “Most cited authors of books in the humanities, 2007” (en línea). Recuperado de: http://www.timeshighereducation.co.uk/405956.article (Consulta: 16 de marzo de 2014)
[UAM-Xochimilco]
uam-Xochimilco, Programa de estudios de la asignatura de Poder y procesos políticos (en línea). Recuperado de: http://dcsh.xoc.uam.mx/sociologia/Documentos/TrimVII.pdf (Consulta: 14 de marzo de 2014).

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la FCPyS de la UNAM.

Una de las observaciones que Foucault realizó a propósito de las ciencias humanas, incluida la sociología, era que éstas “van de aquello que se da a la representación a aquello que la hace posible, pero que todavía es una representación. A tal grado que tratan menos, como las otras ciencias, de generalizarse o precisarse, que de desmitificarse sin cesar: pasar de una evidencia inmediata y no controlada a formas menos transparentes, pero más fundamentales”. Foucault, Michel (2008), Las palabras y las cosas, Siglo XXI, México, p. 353.

Existe un cuarto volumen, intitulado Las confesiones de la carne, que permanece inédito. Foucault falleció antes de concluir su revisión.

Corcuff, Philippe (2013), Las nuevas sociologías, Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 109-110.

Paráfrasis de Ritzer a los comentarios de Henri Lefebvre. Cfr. Ritzer, Geroge (1993), Teoría sociológica clásica, McGraw-Hill, Madrid, p. 166.

Lahire, Bernard (2006), “El espíritu sociológico de Michel Foucault”, en El espíritu sociológico, Manantial, Buenos Aires, p. 109.

Ibid., p. 113.

Lamo de Espinosa, Emilio (2001), “La sociología del siglo XX”, en Reis. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, Madrid, núm. 96, p. 23. Cursivas añadidas.

De ahí que surgieran diversas iniciativas para editar y publicar tanto trabajos extensos (los cursos impartidos en el Colegio de Francia) como intervenciones breves (por ejemplo, las declaraciones y los artículos recuperados en Dichos y escritos) que forman parte de las diversas etapas del desarrollo intelectual de Foucault.

S/a, “Most cited authors of books in the humanities, 2007” (en línea). Recuperado de: http://www.timeshighereducation.co.uk/405956.article (Consulta: 16 de marzo de 2014).

UAM-Xochimilco, Programa de estudios de la asignatura de Poder y procesos políticos (en línea). Recuperado de: http://dcsh.xoc.uam.mx/sociologia/Documentos/TrimVII.pdf (Consulta: 14 de marzo de 2014).

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