En el presente número se discutirá el tema de la democracia en nuestras sociedades, las cuales se caracterizan por el aumento de la cultura, ciencia y la tecnología. Esto ha dado como resultado que la sociedad en su conjunto sobreponga como valores predilectos la fabricación, el trabajo, el dinero y la devoción por las máquinas. La democracia ha sufrido una enorme transformación, ya que se volvió un artefacto o una máquina institucional, que ha convertido en ruedas y en tornillos a los ciudadanos. Si bien el ideal de la democracia se concibió como una forma de gobierno de ciudadanos libres, que en el espacio público discutían abiertamente sobre las soluciones a los problemas del mundo en común, con el desenvolvimiento de las grandes transformaciones culturales de la sociedad moderna, esa idea se ha difuminado y juega ahora como un mecanismo ilusorio. Con la idea de trabajo, dinero y éxito de nuestras sociedades, el espacio público de la democracia se convirtió paulatinamente en mercado y la política cayó bajo la coacción del comercialismo y los negocios. Este proceso ha privatizado la democracia, y la política se ha transformado en un producto para el lucro. El gobierno es de unos cuantos y las elecciones son una burda pasarela donde se venden y se compran candidatos. El capitalismo denigra a la democracia, la convierte en un simple instrumento de mayor poder para las grandes corporaciones y las oligarquías, y de distracción para las masas. La democracia en la práctica ha dejado de lado su carácter contingente y plural y se ha convertido en poder totalitario.
Este número se concibió en un encuentro, en la conferencia: Filosofía, Política y Ciencias Sociales, que se llevó a cabo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (unam), el 4 de marzo del 2014, donde participaron Patrice Vermeren, Ambrosio Velasco, Arturo Chávez y Obed Frausto. Patrice Vermeren presentó su ponencia sobre la democracia y utopía resignificada con la categoría de disenso. A partir de ahí, como respuesta a la ponencia, se discutió el tema de la democracia, cuestionando su significación como una fábrica de consensos; más bien se le concibió como un frágil vínculo agónico de la sociedad que emerge en disensos y conflictos. Desde entonces, me hice a la tarea de invitar a participar a diferentes autores que han trabajado sobre el tema de la democracia.
En el presente número se reúnen ocho escritos con distintos acercamientos al concepto de democracia. El primer escrito es de Bruno Latour, titulado “Del Realpolitik al Dingpolitik o de cómo hacer a las ′Cosas′ públicas” con la traducción de Obed Frausto Gatica y Blanca Estela Carrillo Palma. Latour asienta, desde una mirada post-humana, que la política ha sido transmutada por la ciencia y la tecnología y que las democracias de hoy en día ya no sólo pertenecen a las personas sino también a los objetos. Latour considera que se debería utilizar el neologismo Dingpolitik en vez de “Realpolitik”, pues el “Ding” del Dingpolitik tiene su raíz etimológica en el “Althing” del congreso islandés que solía reunirse en medio de la falla de las placas tectónicas del Atlántico y del Pacífico. Para Latour, el Dingpolitik, en el mismo sentido, es invitar a lo no-humano, a la naturaleza y a los objetos, a las asambleas humanas donde se discuten los problemas del mundo en común entre lo humano y lo no-humano. Latour enseña que la raíz etimológica del “demos” de la democracia está relacionada con la palabra “demon”, de demonio. Así como el demonio divide a la sociedad, la democracia nos divide. Sin embargo, el demonio que persigue a la democracia hoy en día es el demonio de la unidad, mientras todos nosotros nos sentimos traicionados por los representantes. La representación es una mediación frágil y contradictoria. La política en realidad nos rebasa, nos convierte en minusválidos y en dependientes. Las prótesis se vuelven necesarias mientras hacemos política. Latour considera que es necesario establecer una asamblea de asambleas donde se integren las prótesis, los artefactos y las voces; enseguida, Latour muestra las dificultades que se tienen al llevar a cabo la asamblea de asambleas en la globalización cuando las civilizaciones se integran y se reconocen las enormes diferencias culturales. Finalmente, Latour critica a la filosofía política por su noción de la voluntad general porque, para el francés, no es posible llevarla a cabo en la política, más bien se requiere pensar el cuerpo político como un fantasma debido a su fragilidad e inconsistencia.
En el segundo artículo titulado “Humanismo, ciencia y democracia desde una filosofía política de la ciencia iberoamericana”, Ambrosio Velasco intenta resolver el dilema entre democracia participativa y ciencia, a través del cambio de la concepción de la racionalidad de la ciencia y del conocimiento para que ésta resulte compatible con la noción de democracia participativa. Según Velasco, el problema es que la ciencia se ha basado en la idea de un método preciso y algorítmico inspirado en el método cartesiano del conocimiento, que tiene la característica de cuestionar los métodos dialécticos y retóricos utilizados por el humanismo filosófico. El método cartesiano no sólo fue utilizado por la ciencia, sino que comenzó a utilizarse en la política. Esto se observa, según Velasco, en el pensamiento político de Thomas Hobbes, quien utilizó el método de la precisión de la ciencia para conformar una política precisa, geométrica y ordenada. El problema es que hay una idea de verdad dentro de la ciencia que es exclusiva para aquellos que tienen una formación científica: si la ciencia es exclusiva para sólo algunos cuantos, termina siendo antidemocrática; debido a que el espíritu de la democracia participativa presupone que hay derecho para todos a participar sin exclusividad. No obstante, lo que ha sucedido es que la exclusividad de la verdad de la ciencia provocó una redefinición de la democracia, lo anterior con un enfoque más liberal se ha consagrado la exclusividad de la política a los representantes. Este proceso se consuma con la victoria de los federalistas ante los antifederalistas en los debates por la constitución política en los Estados Unidos de América en el siglo xviii. En contraposición, Velasco muestra que el pensamiento latinoamericano es de suma importancia por su resistencia contra la idea de ciencia y democracia autoritaria que emergió en los países desarrollados. Velasco señala que fue en las fracturas históricas en Latinoamérica donde comienza a emerger un pensamiento en disputa contra la hegemonía europea quienes despreciaban a las culturas y etnias locales. El pensamiento en disputa era de quienes respetaban los valores y los principios enseñados por los pueblos originarios bajo una lógica de pluralidad, disidencia y emancipación. Velasco explora las ideas de pensadores que reivindican los valores republicanos y multiculturales en Iberoamérica tales como fray Alonso de la Veracruz, Bartolomé de las Casas, Juan José Eguiara y Eguren, Francisco Javier Alegre y Francisco Javier Clavijero, José María Vigil, Pablo González Casanova, Luis Villoro, Boaventura de Sousa Santos y finalmente Bolivar Echeverría.
En el artículo “Tecnificación de la democracia: ambivalencias de la ciencia y la política”, de Obed Frausto Gatica se presenta una reflexión filosófica de la ambivalencia entre la ciencia y la política en lugar de pensarlas de forma separada y diferenciada. Frausto considera que para entender el argumento científico se tendrían que comprender los presupuestos políticos ocultos que hay detrás de éste y del mismo modo observar las consecuencias políticas que generan las razones científicas. El autor cuestiona la distinción de Max Weber, y utiliza la interpretación filosófica de Giordano Bruno al mito del cazador Acteón como una forma para comprender las imbricaciones políticas de la ciencia. El autor ilustra en cinco diferentes momentos histórico-sociológicos cómo opera la ambivalencia entre la ciencia y la política.
En la contribución de Miguel Zapata Clavería, titulada “Convertir la Zoé en bíos: Democracia, representación y animales”, se propone cuestionar la posición filosófica del antropocentrismo que supone la superioridad intelectual, moral y biológica del ser humano sobre otras especies y la naturaleza. El autor muestra que también se ha utilizado la figura de la animalidad para negar el status social y moral de comunidades humanas con el propósito de justificar la exclusión, la esclavitud y, en muchos casos, el exterminio. Además, se reflexiona sobre la categoría de biopolítica de Giorgo Agamben que: en el constante asedio del estado de excepción se ejerce poder y dominio sobre el cuerpo y la vida. Zapata reflexiona sobre las posibilidades de pensar a los animales como dotados de palabra, tal como lo ha pensado Bruno Latour. Son las disciplinas científicas quienes otorgan voz a lo no-humano. La representación política casi del mismo modo otorga voz a las comunidades humanas. La representación política es más rica cuando existe la inclusión de diversidad de voces; en el mismo sentido, para incluir a los animales en la democracia se requiere romper el monopolio de la ciencia como los que otorgan la voz a lo no-humano.
En el artículo “República y democracia deliberativa: claves para su convergencia teórica”, de Sergio Ortiz Leroux y de Jesús Carlos Morales Guzmán consideran fundamental comprender la tradición del republicanismo, que coloca en las leyes y en las virtudes cívicas el ideal del buen funcionamiento del gobierno en las sociedades. Ante el olvido de los principios republicanos en las democracias modernas y a la falta de legitimidad y aceptación de la democracia en nuestras sociedades, los autores se proponen demostrar que la deliberación democrática es fundamental en la definición de la República y en los procesos institucionales. Las democracias requieren estar sustentadas en las leyes y en la deliberación y participación de los ciudadanos bajo el principio de libertad como “no-dominación”.
En el texto de Mercedes Betria, titulado “El concepto de democracia representativa de Esteban Echeverría” se desarrolla el concepto de democracia de uno de los más importantes pensadores de la generación argentina de 1837. Betria muestra la influencia del eclecticismo francés en el pensamiento de Esteban Echeverría, permitiéndole concebir una categoría de democracia más allá de una forma de gobierno, sino como un dispositivo de construcción social y como derecho ilustrado del gobierno de los sabios.
El siguiente artículo: “Ayotzinapa: nuestro retrato frente al espejo”, de Matthew James Lorenzen Martiny y Zulia Yanzadig Orozco Reynoso, se propone explicar el acontecimiento desafortunado y brutal de los ataques y desapariciones contra los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero. El artículo aporta información valiosa para mostrar el clima de violencia y crimen generalizado en México y, en particular, en el estado de Guerrero, México. Además, el artículo describe que este hecho demuestra que la democracia en México no existe y encubre una macabra realidad donde la delincuencia es la que gobierna.
Finalmente, en el texto de Angélica Montes Montoya “La diversidad cultural colectiva en tensión sostenida: una mirada desde la democracia agonista de Mouffe” se presenta una reflexión sobre las problemáticas concernientes a la identidad étnica y racial de los estados democráticos. La autora incorpora la categoría de Chantal Mouffe de la tensión sostenida donde se reconoce el carácter plural de la sociedad y de la tensión cultural constante de las diversas perspectivas que podrían ampliar el sentido de la democracia. Además la autora se propone pensar a la democracia como un espacio de tensiones y confrontaciones necesarias para salir de la unidimensionalidad de la política.
La idea con el presente número es significar a la democracia en un crisol de visiones que al final lleguen a un punto: a la posición originaria que supone que la democracia es más bien una asociación humana (animales parlantes), de objetos, y en relación con la naturaleza. Éstos últimos comparten el arte de la palabra tanto para el reconocimiento del otro y del mundo, como para la comprensión de diversas ideas y de los diferentes mundos humanos de modo que se puedan desarrollar virtudes para aprender a vivir en un mundo compartido y para entender en el disenso “un mundo todos juntos”. La política tendría que ser pensada como diversidad y pluralidad que a través del poder emancipatorio de la utopía nos ayude a imaginar mundos distintos. Los ciudadanos –las ruedas, los tornillos y las máquinas– tendríamos que volvernos “máquinas románticas utópicas” que encuentren en la memoria, en el pasado y en la crítica, formas de resistencia del mundo mecanizado.
Foto: Luz Elena Pérez, México.