El turismo es un sector importante de la economía en México y desde hace varias décadas distintos gobiernos promueven su expansión como estrategia de desarrollo, en particular en zonas del litoral caracterizadas por alta marginalidad y fragilidad socio ambiental. Tomando como referencia la costa sur de Oaxaca este trabajo describe el complejo proceso de producción social de un destino turístico –Zipolite– y analiza las presiones dinámicas que, derivadas de la expansión turística, producen condiciones de fragilidad socio ambiental y riesgo. Tomando como eje la construcción del riesgo, se ofrece un panorama de las observaciones y preocupaciones públicas sobre la dinámica ambiental y climática con la finalidad de identificar los daños presentes, definir los obstáculos e imaginar alternativas de desarrollo socio ambientalmente incluyentes y justas.
Tourism is an important sector of Mexico's economy and for several decades’ governments have promoted its expansion as a development strategy. This happens particularly in coastal areas characterized by high marginality and socio-environmental fragility. Taking as reference the southern coast of Oaxaca, this work describes the complex process of social production of a tourist destination –Zipolite– and analyzes the dynamic pressures that, derived from the tourist expansion, produce socio-environmental fragility and risk. Taking the risk construction as its axis, it provides an overview of public observations and concerns about environmental and climatic dynamics in order to identify the present damages, to define obstacles and to imagine alternatives for socially and environmentally inclusive and fair development.
O turismo é um setor importante da economia no México e daqui muitas décadas atrais, diferentes governos promovem sua expansão como uma estratégia do desenvolvimento, especialmente nas áreas do litoral que tem sido caraterizado por alta marginalidade e fragilidade sócio ambiental. Como referência a Costa Sur de Oaxaca, nesse trabalho descreve o complexo processo da produção social num destino turístico. –Zipolite– e também analisa as pressões dinâmicas que, derivadas das expansão turística, produzem condições da fragilidade sócio ambiental e risco. Tendo como eixo a construção do risco, pode se ofrecer um panorama das observações e preocupações públicas sobre a dinâmica ambiental e climática, isso com a finalidade de identificar os danos presentes, definir os impedimentos e também, para imaginar alternativas do desenvolvimento sócio ambiental inclusivo e justo.
En las tres últimas décadas, la costa sur de Oaxaca se ha convertido en un destino turístico nacional e internacional que atrae decenas de miles de visitantes al año. Los poco más de 100 kilómetros de la carretera costera que conectan los dos principales polos de atracción del corredor turístico, Puerto Escondido y Huatulco, atraviesan algunas pocas planicies y cortan el agreste paisaje compuesto de una secuencia más o menos homogénea de bahías y playas, densa vegetación y poblados poco pintorescos y en algunos casos definitivamente pobres. La carretera costera articula una multitud de pequeñas localidades y rancherías asentadas sobre la costa pacífica con las cabeceras y pueblos situados en el pie de monte donde se organiza el mercado y la administración. Sobre esta vía corren taxis a toda velocidad y transitan camionetas que ofrecen servicio de transporte colectivo a una población bastante diversa de comerciantes, estudiantes, empleados de hoteles, restaurantes y casas de descanso, campesinos, artesanos, mochileros e inmigrantes de diverso tipo y nacionalidad. Esa vía es punto de acceso y motor de una economía turística bastante diversificada que crece y se expande con fuerza.
El turismo es incierto. Depende de factores al mismo tiempo visibles e incontrolables, depende del paisaje y las mareas, de la calidad del ambiente, la abundancia de recursos y de estrategias de apertura y promoción del territorio controladas por agencias y redes sociales que operan con independencia de las poblaciones locales. Una parte importante de la incertidumbre que caracteriza a la economía turística deriva de la especial tensión entre su naturaleza potencialmente extractiva y depredatoria, y su dependencia del paisaje biocultural sobre el que inevitablemente impacta. Los términos en que se manifiesta y procesa esa tensión abren una constelación de problemas para la investigación sociológica y la ecología política. En este trabajo se presenta un estudio de caso organizado alrededor de dos preguntas cuya respuesta puede iluminar algunos aspectos de esa tensión: ¿cómo se implantó el turismo como fuerza estructuradora del espacio? y ¿qué tipo de consecuencias y riesgos socio ambientales se han generado?
Un destino turístico supone la emergencia de un espacio material, simbólico y en constante transformación, creado por relaciones de acceso, proximidad, transitabilidad, propiedad, etc., que se articulan con mayor o menor dificultad con la oferta de servicios de alojamiento temporal, comida y esparcimiento, base de la economía turística. En el caso que se desarrolla más adelante, en la costa sur de Oaxaca, la implantación del turismo se dio en el marco de una lucha por las playas que ha adoptado diversas formas y que aún hoy está vigente. Esta lucha se refiere al deslinde entre lo público, lo colectivo, lo comunal y lo privado; a la extensión y control de los servicios públicos; a la regulación y la política ambiental; al valor y titularidad de los recursos; a la definición de riesgos y la distribución de daños ambientales.
El riesgo ofrece un punto de abordaje fructífero para pensar la articulación dinámica entre el turismo y las condiciones socioambientales que lo acompañan. En particular la perspectiva de los estudios sobre riesgo de desastres es útil para iluminar los procesos y relaciones estructurales que subyacen al tipo y distribución de los daños asociados con fenómenos peligrosos. Como se discute en el apartado siguiente, en el análisis del riesgo la vulnerabilidad constituye una posición dentro de una estructura de relaciones materiales y cognitivas que incluyen, pero no se reducen a, la exposición geográfica a alguna amenaza, sino que tiene que ver también con la capacidad de delimitar e influir en la economía política que define esa misma estructura de relaciones.1 Parte de dicha influencia reside en la identificación y definición de los peligros y los daños, así como en la capacidad de orientar los recursos sociales y la selección de estrategias de desarrollo ambientalmente pertinentes y justas.
El marco de referencia en el que se plantean con frecuencia los problemas ambientales del turismo es hoy el cambio climático.2 Preocupa especialmente la falta de reconocimiento del riesgo y de los costos asociados con amenazas que se presume impactarán de forma directa a la también llamada “industria turística”, como ondas de calor, sequía y aumentos en el nivel del mar, así como el conflicto social y la estabilidad económica.3 Como se pone en evidencia en el caso que se presenta a continuación, eventos extremos como ciclones y huracanes destacan por su impacto en la población, el paisaje y la infraestructura; bajo ciertas condiciones de vulnerabilidad, el impacto de una amenaza puede reordenar y reorientar la distribución de activos, promoviendo el desplazamiento o la integración de grupos, propiciando o minando la expansión de la economía turística.4 Con todo, como lo plantearon Rosenzweig y sus colaboradores, el resultado de la compleja naturaleza de las interacciones existentes entre turismo, sistema climático, ambiente y sociedad, dificulta aislar los impactos directos observados del clima sobre la actividad turística.5
Este trabajo recoge una parte de los resultados de un proyecto sobre industrias turísticas, cambio climático y riesgo de desastres en la costa sur del estado de Oaxaca. La investigación incluyó la recolección de información etnográfica entre 2012 y 2013; la revisión y sistematización de información documental tanto referida a las variables ambientales como a información socio-demográfica; el análisis de escenarios de cambio climático y la realización de seis talleres con habitantes y prestadores de servicios, durante los cuales se mapearon afectaciones ambientales, se discutieron los problemas de planeación vinculados con la expansión de la oferta turística y las tendencias de desarrollo local. En el siguiente apartado se presenta el marco de referencia general relacionado con el riesgo y la vulnerabilidad, y se definen las presiones dinámicas. En la tercera sección se describe el proceso de expansión del turismo en una localidad específica, Zipolite, con la finalidad de dar cuenta de la complejidad social involucrada en la construcción de un destino turístico y se ofrece un panorama de las observaciones y preocupaciones recogidas durante los talleres sobre las amenazas y daños vinculados con el ambiente y el clima. Enseguida se describen de forma sucinta las presiones dinámicas que dan lugar al riesgo. En el cuarto y último apartado ofrece una breve reflexión sobre la naturaleza ambivalente de los procesos expuestos, así como sobre los obstáculos y potencialidades para un desarrollo incluyente y sostenible del turismo en la zona de estudio.
La construcción del riesgoVulnerabilidad, amenazas y riesgo constituyen una tríada conceptual de ya larga tradición en los estudios socio ambientales.6 Los trabajos ya clásicos de Piers Blaikie, Terry Cannon e Ian Davis7 y de los varios investigadores latinoamericanos agrupados desde principios de la década de los noventa en La Red8 proporcionan un marco de referencia ampliamente utilizado. Los principios básicos que subyacen a esta perspectiva y que son particularmente relevantes en este trabajo, pueden sintetizarse en los siguientes puntos:
- 1)
Los desastres son el resultado de procesos de desarrollo y su probabilidad no depende sólo del impacto de fenómenos peligrosos.
- 2)
El riesgo de desastre es un proceso de articulación entre amenazas y vulnerabilidad, por lo tanto, es variable en tiempo y espacio. Aunque los desastres pueden ser concebidos como momentos de “actualización del riesgo” en los cuales se hace evidente el carácter material de los procesos que lo constituyen (ocupación y uso de suelo, estrategias productivas, tecnología, organización), el riesgo se refiere a un tipo de evaluación en el que intervienen elementos cognitivos y morales que deben ser críticamente analizados. Las nociones positivistas del riesgo fundamentadas en análisis probabilísticos de algunas amenazas y de algunos elementos infra-estructurales, suelen reflejar y reproducir el status quo, en tanto desestiman, entre otros, aquellos factores socio políticos difícilmente modelables pero que determinan en mayor medida la desigual distribución de los daños en una población (ver al respecto la discusión de Ribot en este volumen).
- 3)
La distinción analítica entre amenaza y vulnerabilidad no se corresponde punto por punto con la diferencia entre factores ambientales y factores sociales. A veces la amenaza es resultado de la interacción entre procesos sociales y la dinámica geofísica, tal es el caso de las inundaciones, las sequías y los deslizamientos, entre otras posibles. Inversamente, diversas variables “bio-físicas” son parte constitutiva de la vulnerabilidad –tal es el caso de la relativa complejidad ecosistémica; de procesos metabólicos o de la constitución misma de los organismos vivos.
- 4)
La vulnerabilidad se entiende como capacidad de resistir y recuperarse del impacto de una amenaza. Si bien uno de sus aspectos destacables y evidentes es el nivel y tipo de exposición, se trata de un complejo de disposiciones económicas, políticas y cognitivas. La vulnerabilidad en sí misma constituye un problema específico distinguible de las cadenas causales de las amenazas.
En otros trabajos9 hemos revisado algunos aspectos referidos a estos puntos, en particular en lo concerniente a la vulnerabilidad. En principio y dado el uso generalizado del concepto, hemos planteado que en el marco del riesgo de desastre el análisis de vulnerabilidad debe orientarse por su relación con las amenazas, lo que implica al menos comprender la multiplicidad de formas de exposición; asimismo, la vulnerabilidad debe situarse en el sistema de relaciones sociales de las que depende. Así pues, los análisis que evalúan la vulnerabilidad con base sólo en agregados estadísticos referidos al ingreso (sin referencia a las necesidades y patrones de consumo y/o a la dinámica productiva), al acceso a servicios de salud (cuya calidad no se analiza) o a la educación formal (cuyos contenidos no son tomados en cuenta) no consiguen dar cuenta de la complejidad dinámica del concepto. Para avanzar en este sentido hemos propuesto pensar a la vulnerabilidad como una estructura para poner atención en su carácter relacional (y hasta funcional), no sólo en cuanto a la relación entre vulnerabilidad y amenaza sino también las intersecciones entre actores y, fundamentalmente, el hecho de que no es posible modificar las condiciones de vulnerabilidad de un grupo o sector de la sociedad sin afectar las relaciones de subordinación y exclusión social que en general suponen el beneficio de otros actores. Si bien cabría discutir con mayor profundidad el asunto, la estructura de vulnerabilidad que hemos propuesto podría concebirse como una estructura causal a la manera en que la define Ribot (en este volumen). Sin embargo, él presta particular atención a la dimensión temporal de la causalidad, mientras que aquí quisiéramos subrayar su aspecto espacial. La estructura de vulnerabilidad emerge como el conjunto estable de relaciones socio espaciales, es decir forma parte del proceso de constitución de los distintos espacios que componen la compleja trama de relaciones de ocupación, segregación y cognición. Centralización, fraccionamiento, separación, subordinación, integración, apropiación, entre otras, son categorías que permiten definirla.
Entender al riesgo como proceso emergente de la estructura de relaciones económicas, políticas, simbólicas y espaciales, implica comprender que los análisis probabilísticos de amenazas abordan sólo un aspecto del problema (el más o menos probable impacto de un fenómeno). No sólo los análisis de riesgo-amenaza suelen seleccionar sólo aquellas variables modelables (generalmente referidas a la dinámica geofísica o, en el caso de riesgos de tipo antropogénicos, las características de la infraestructura expuesta y los procedimientos de control), sino que son incapaces de integrar los aspectos valorativos, los problemas dinámicos de la desigualdad y, por supuesto, el carácter histórico del proceso de construcción del riesgo. Todo análisis de riesgo (positivista o constructivista, probabilístico o posibilístico) supone una selección de daños relevantes y objetos o sectores dignos de protección. Esta selección de lo que se puede llamar daños intolerables que deben ser prevenidos o minimizados la realizan de forma cotidiana todos los actores que de una u otra forma participan en el proceso de construcción del riesgo. Aquí la diferencia entre expertos y legos, propietarios y trabajadores, dirigentes y subalternos, viejos y jóvenes, cobra particular importancia en cuanto la selección y cuantificación de daños suele hacerse desde muy distintas posiciones y con diferentes intereses. Así pues, como lo demuestra un análisis auspiciado por la Secretaría de Turismo sobre vulnerabilidad en destinos turísticos10 en lo que se refiere a riesgos asociados con amenazas propulsadas por el cambio climático, la política suele preocuparse por aquellas que directa o indirectamente supongan daños que modifiquen el conjunto de intereses de los que depende el ejercicio del poder (que atraigan a la opinión pública o que activen la movilización social; que afectan nodos críticos de infraestructura, negocios o inversiones que representan una fuente de recursos para la gestión pública). Otros daños pasan entonces desapercibidos. La política de atención de desastres se focaliza en grandes amenazas y la formulación de estrategias para atender el riesgo intensivo, mientras que el riesgo extensivo –es decir aquel que se concreta en daños de poca magnitud pero recurrentes y que afectan a grandes sectores de población–11 suele pasar desapercibido dado que tales políticas requieren de procesos de aseguramiento, vigilancia y planeación sistemáticos y colectivos y, sobre todo, de intervenir y modificar las “presiones dinámicas” del riesgo. La creciente ansiedad pública sobre el cambio climático no parece sugerir que el tema de los pequeños pero frecuentes daños, sea considerado en los proyectos de inversión y, peor aún, parece reforzar la atención sobre los grandes fenómenos, sobre grandes crisis cuya dinámica y origen se establecen en un horizonte abstracto e inasible.
El caso que se desarrolla a continuación muestra que las preocupaciones locales sobre el clima, y el ambiente biofísico en general, no se refieren tan sólo ni necesariamente a la posibilidad de grandes catástrofes, sino que se orientan a los pequeños daños que con frecuencia afectan a los prestadores de servicios en entornos donde las capacidades de acumulación y protección son muy limitadas. Por sobre todas las cosas, los pequeños y medianos desastres, asociados directamente con la degradación ambiental y no con grandes amenazas, requieren solidaridad y organización para la atención de daños que se distribuyen de forma extensiva, aunque desigual entre la población.
A mediados de la década de los noventa se dio a conocer en español lo que se ha convertido en uno de los esquemas dominantes para pensar el riesgo de desastre: el modelo presión y liberación.12 En este modelo, la vulnerabilidad resulta de la progresiva articulación entre causas (estructurales) de fondo, presiones dinámicas y condiciones de inseguridad. Las causas de fondo derivan de la economía política que determina los mecanismos de formación de valor y la distribución de los recursos productivos a nivel local y global. Entre esos se cuenta el poder y el control de los recursos públicos, así como las ideologías que orientan la interpretación de los fenómenos, de los daños y sus causas. De acuerdo con Blaike y sus colegas, las causas de fondo se materializan en presiones dinámicas, es decir, “[…] procesos y actividades que ‘traducen’ los efectos de las causas de fondo en vulnerabilidad de condiciones inseguras. Las presiones dinámicas canalizan las causas de fondo hacia formas particulares de inseguridad que tienen que considerarse en relación con los tipos de amenazas que afronta la gente”.13 Si bien este modelo es ampliamente utilizado para describir la importancia de los factores sociales en el análisis de riesgo, es menos común el esfuerzo por estudiar de forma crítica las presiones dinámicas, las cuales suelen ser remplazadas por índices de bienestar o pobreza.14 Al margen de la utilidad y necesidad de información estadística pública adecuada, la sustitución de presiones dinámicas por índices de bienestar produce un doble ocultamiento: obscurece el carácter dinámico –histórico– de los procesos a los que se está apelando y excluye el análisis crítico de las presiones mismas, de los intereses y relaciones que les dan lugar.
Las causas de fondo no son siempre, o necesariamente, externas e inmutables, se articulan de forma dinámica con el orden local. Los intereses externos se imponen con mayor o menor éxito y están también condicionados por procesos de mediana y larga duración que circunscriben las opciones posibles. Por supuesto, las presiones dinámicas son abstracciones en el sentido de que reducen la complejidad al señalar tendencias, prácticas o conflictos que orientan, encausan o dislocan la producción del riesgo. ¿Bajo qué condiciones se instauró el turismo?, ¿cuáles son los daños atendibles?, ¿qué papel juegan los distintos actores y actividades?, ¿cuál es el futuro probable y cuál el deseable?
El breve estudio de caso que ocupa los siguientes apartados se enmarca conceptualmente en el conjunto de principios hasta aquí presentados, que se refieren a lo que se puede denominar la ecología política del turismo. El análisis es de carácter parcial dado que se centra en el aspecto político del problema y desde ahí define presiones dinámicas que, necesariamente, se deben movilizar en otras dimensiones de la vida social. Estas presiones no son irresistibles y no están exentas de provocar conflictos. Entre las formas en que se presenta el conflicto están el daño ambiental, la exposición y el enfrentamiento de amenazas.
Producción de la playa y construcción del riesgo ambientalEn este apartado se aborda, primero de forma breve, el contexto político que promueve al turismo como alternativa de desarrollo en México y se refiere a uno de sus aspectos primordiales: la apertura e integración de territorios, paisajes y lugares a la economía turística. En segundo término, se ofrece un panorama sobre la conformación como destino turístico de Zipolite poniendo particular atención en la colonización de la playa y los problemas relacionados con la propiedad. Finalmente se ofrece un recuento que identifica de forma sumaria las presiones dinámicas del riesgo.
La política de desarrollo turísticoLo que se puede denominar la industria del turismo comenzó a implantarse en México a mediados del siglo pasado durante la presidencia de Miguel Alemán Valdés (1946-1952) quien desde su campaña presidencial promovía la “carta turística” como proyecto relevante para desarrollar al país.15 Ya en la década de los setenta, con la creación del Fondo de Promoción e Infraestructura Turística (1969) y luego con la creación de Fondo Nacional del Fomento al Turismo (1974) se consolidó una política nacional de desarrollo del sector. Tal política permitió al país “aprovechar el dinamismo del turismo internacional en las últimas décadas y situarse en octavo lugar en el ranking de destinos turísticos a nivel internacional”.16 En la actualidad el turismo representa alrededor del 9% del pib nacional. Aun cuando más del 80% de la derrama turística es de origen nacional, es la tercera fuente de captación de divisas del exterior después del petróleo y las remesas.17 El turismo, además, tiene un peso relativo elevado en las economías de algunos estados como Guerrero, Quintana Roo, Baja California sur y Oaxaca.18 El apoyo al turismo por parte de gobiernos federales y estatales ha tenido continuidad transexenal y se le reconoce como prioridad nacional.19 Instituciones como el Banco Interamericano de Desarrollo identifican al turismo como “un sector que ofrece oportunidades para enfrentar los desafíos de las regiones que presentan la mayor influencia de pobreza y los menores índices de desarrollo humano –que coinciden con las que han permanecido al margen del crecimiento de las exportaciones y de la atracción de capitales”.20 La idea de que el turismo es un motor de desarrollo local se fundamenta en cifras económicas: se suele destacar su capacidad de atracción de inversión privada –que alcanzó 12 mil millones de dólares en México en el periodo 2000-2005– y la creación de empleo con oportunidades para mujeres y joìvenes quienes al final de ese período representaban 53% y 23% respectivamente del empleo total en el sector.21 Como es común, sin embargo, las externalidades derivadas del turismo (agotamiento de recursos, modificaciones del paisaje, exclusión y marginación social) no suelen ser consideradas parte integral del modelo de desarrollo.22
El proyecto de desarrollo turístico tuvo como punta de lanza la creación y promoción de cinco Centros Integralmente Planeados (cip), uno de los cuales es Bahías de Huatulco. En esta estrategia, el rol primordial del Estado fue y continúa siendo la apertura del territorio mediante infraestructura de comunicaciones. La conectividad es central para el desarrollo del turismo en gran escala y la forma en que tal conectividad evoluciona define los ritmos, las formas y alcances que adopta un proyecto de desarrollo específico. El transporte es determinante para la producción de destinos en cuanto condiciona la cantidad, ritmo y tipo de turistas que pueden arribar a un determinado lugar y orienta el flujo de recursos e inversiones. La conectividad no se produce al margen de las condiciones geográficas: el trazo de caminos y carreteras, la localización de puertos y estaciones responde a criterios de posibilidad tecnológica insoslayables; sin embargo, su lógica, es decir los criterios que guían la selección de alternativas de inversión, los objetivos y las necesidades que permiten concentrar esfuerzos en una u otra dirección tiene un carácter eminentemente político. Esta lógica constituye una de las causas estructurales de fondo de las presiones dinámicas que dan lugar al riesgo.
Abrir y conectar la costaEl desarrollo de lo que se puede concebir hoy como el Corredor Puerto Escondido-Huatulco (cpeh) se caracteriza por una gran intensidad en inversión pública orientada a abrir y organizar el territorio en función del turismo. Hasta 1960 las comunicaciones en la costa oaxaqueña estaban centradas en el trasiego de materias primas (principalmente café) acaparado sobre todo en Puerto Ángel y en menor medida Huatulco y Puerto Escondido, lo que organizaba un flujo lento de mercancías y personas hacia la costa desde la sierra donde se asientan los pueblos que operaban como reguladores del comercio.23 La comunicación en la costa (en su mayor parte entre rancherías) y el transporte de productos agrícolas o de consumo local dependía de sendas, veredas y caminos de terracería (algunos aún vigentes), aun cuando tempranamente una compañía local de aviación realizaba viajes entre Puerto Ángel y las localidades de mayor envergadura con encomiendas de café, azúcar y pescado.
Huatulco fue el cip que más tardó en consolidarse, lo cual puede relacionarse con varias condiciones como las particulares dificultades geográficas que representó su construcción o la resistencia social que enfrentó el proyecto por parte de las comunidades locales, como fue el caso de Coyula.24 Un primer impulso se dio a principios de los ochenta cuando se abrieron dos aeropuertos y se concluyó el tramo de carretera costera que conecta Puerto Escondido con Huatulco (1983). El camino que conectaba Pochutla con Puerto Ángel quedó a mitad de distancia entre esos dos polos aunque las condiciones de acceso aún eran difíciles y no fue sino hasta 1993 que se pavimentó la carretera entre Puerto Ángel y Pochutla. A partir de ese momento el flujo de turistas se incrementó en casi toda la franja de la costa, sin embargo los lugares que desde principios de los setenta habían logrado colocarse en el circuito turístico nacional en una combinación familiar –mochilero, fueron los primeros atractores de visitantes en la búsqueda de lugares alternativos al modelo corporativo que ostenta Huatulco o el urbano popular de Puerto Escondido y rápidamente lograron consolidar una incipiente economía estacional en la cual los primeros residentes parecían mantener el control del suelo y de su trabajo. Una de esas localidades era Zipolite.
La implantación de dos grandes accesos produjo los esperables cambios en la organización general del territorio. La larga relación sierra-costa en la que la primera concentra el control político y administrativo está sujeta ahora a tensiones que antes no existían. Aun hoy tres de las cinco cabeceras municipales del corredor (Mixtepec, Colotepec y Tonameca) están pobremente conectadas con la línea de costa donde proliferan hoteles, casas y ranchos de descanso. Esto supone una limitación en el control que son capaces de ejercer los municipios sobre sus territorios, con consecuencias negativas en cuanto a la distribución de los beneficios, la operación de servicios, la planeación y la regulación y, en el peor de los casos, la emergencia de una dinámica centrífuga que tiende a separar la franja costera de los centros administrativos municipales.
La construcción de un destino: ZipoliteZipolite es una Agencia de Policía ubicada en la zona costera de Oaxaca que depende del municipio y distrito de San Pedro Pochutla y forma parte del cpeh. Colinda al poniente con Mazunte y al oriente con Puerto Ángel. Como se mencionó ya, hasta principios de la década de los setenta, la franja costera del sur de Oaxaca era una zona más bien aislada, situada en la periferia de los centros urbanos que mediaban económica y políticamente entre la costa y la sierra como Pochutla o Juquila. Las bahías y las pocas planicies costeras circundadas por un macizo montañoso que en apenas 50 kilómetros alcanza los 2500 metros de altitud, eran lugares de muy difícil acceso y periféricos a las economías cafetalera, agrícola y forestal que se extienden hacia la zona montañosa. Con todo, ya a finales del siglo xix se despachaban café, algodón y otras mercancías desde Puerto Ángel que era, además, un centro pesquero relevante.
El asentamiento urbano de Zipolite está a 3km del centro de Puerto Ángel, y juntos forman una sola mancha urbana en la actualidad. Sus límites se entretejen y aunque cada población tiene definidos sus cotos de desarrollo turístico, Puerto Ángel tiene injerencia en algunos asuntos locales como es el abasto de agua. La tenencia de la tierra es comunal. En la localidad hay una oficina de Bienes Comunales y las decisiones se toman mediante asambleas comunitarias en las que participan comuneros y avecindados, los últimos con derechos de voto limitados. La población, 1,059 personas en 2010 de acuerdo con inegi, se distribuye en ocho colonias cada una de las cuales tiene un comité. El comité es la modalidad de organización más socorrida y a nivel localidad existen comités de agua, salud, limpieza de playa, escuelas, entre otros. Litoral, planicie y lomeríos arenosos bajo la selva media caducifolia conforman este asentamiento que está a 26 metros sobre el nivel del mar y cuya playa, de 1,500 metros de largo por 25 metros de ancho, es mayormente reflectiva, con fuerte oleaje, sedimento grueso y pendiente pronunciada bajo el agua, aunque también tiene secciones disipativas, mixtas y otras donde el oleaje rompe directamente en las rocas.
La memoria local indica que Zipolite no tuvo habitantes sino hasta los años cincuenta del siglo pasado, cuando algunas familias se asentaron en la playa.25 Entre mediados de la década de los treinta y los sesenta se produjo un proceso de colonización de las costas del Pacífico por parte de agricultores de subsistencia en el marco de una lucha agraria que en la región costa de Oaxaca se extendió hasta los años ochenta.26 La colonización fue un proceso socio ambientalmente arduo. Muchos de estos colonizadores no eran pescadores sino campesinos sin tierra o trabajadores de los ranchos con cuyos dueños –algunos de ellos comuneros– mantenían relaciones clientelares que, a veces, se expresaban en términos de lazos familiares. La familia extensa constituyó la forma de organización de los primeros residentes y un vínculo relevante entre Zipolite, Puerto Ángel y Pochutla, y alrededor de cabezas de familia como la tía Susana o el tío José se tejieron redes de parentesco que mediaron el fraccionamiento y distribución del suelo en la década de los ochenta. La conformación del poblado y la distribución de derechos estuvieron mediadas también por un complejo proceso agrario que inició el 18 de marzo de 1953 cuando se reconocieron los bienes comunales de San Pedro Pochutla.
El 22 de junio de 1953 se publicó en el Diario Oficial de la Federación una resolución presidencial que otorgaba 73,978 hectáreas a los comuneros. La ejecución de dicha resolución, es decir el deslinde del territorio correspondiente, se realizó en 1970, año clave en la historia de Zipolite y la región en su conjunto. El retraso tuvo varias causas entre las que se cuentan el tortuguismo imperante en la reforma agraria, la falta de información precisa sobre el territorio y de recursos para producirla y un amparo de la comunidad aledaña de Santa María Tonameca que reclamaba una sección de las tierras otorgadas a Pochutla.27 La ejecución y el deslinde se produjeron pues en julio de 1970, unos meses después del Gran Eclipse Solar de 3 minutos y 28 segundos (7 de marzo de 1970) que atrajo atención nacional e internacional sobre una franja de 153 kilómetros en la que se encuentra Zipolite. El hermoso paisaje de bahías de la costa sur de Oaxaca se abrió a científicos, ingenieros, aventureros y políticos que fueron todos de alguna forma detonadores de lo que ahora constituye un corredor turístico consolidado, aunque en lo que se refiere a la propiedad de la tierra los políticos, la política y el poder, han sido factores especialmente relevantes.
La formación del corredor turístico enclavado hoy en la costa de Oaxaca dependió en parte de su incorporación a la agenda desarrollista que enarbolaban los gobiernos nacionales desde mediados de siglo xx y que tenía ya al turismo como estrategia relevante. La implantación del desarrollo turístico como objetivo político cristalizó en la expropiación, el 14 de noviembre de 1970, por parte del gobierno del estado de Oaxaca, de la franja costera de la comunidad de Pochutla (1,560 hectáreas, incluyendo Zipolite) para transferirla a un Fondo de Desarrollo Turístico e Industrial de Puerto Ángel y Anexos. Esto implicó una separación de facto entre Puerto Ángel y la cabecera en la que entraron en juego diversos intereses y se tensaron los vínculos entre las élites locales. Con el Fundo se dio un primer proceso de venta de grandes terrenos a empresarios, rancheros y políticos con quienes los residentes y poco después los comuneros no tardaron en disputar la playa. A mediados de 1976 comenzó a desarrollarse un conflicto por la sesión de un terreno para construir una escuela que fue escalando al grado de que tres años más tarde el ejército ocupó la localidad y se giraron órdenes de aprehensión contra 28 comuneros que trataban de mediar entre el dueño del terreno y los residentes que, entonces, debieron huir hacia el monte. Para ese entonces las irregularidades en el deslinde, la ejecución y la expropiación –que violaba el principio de inafectabilidad de la propiedad comunal– ponían en cuestionamiento la legalidad del Fundo. De acuerdo con un participante, la gente de Zipolite logró obtener el apoyo de diversas organizaciones campesinas estatales y nacionales y, en particular, de quienes controlaban la producción de mariguana y amapola en la zona montañosa, quienes financiaron tanto las gestiones legales como una campaña mediática que hacia julio de 1979 había llegado a los periódicos nacionales. Al margen de la necesidad de estudiar con detalle la composición de los grupos de poder económico y político que operan en la Sierra, resulta claro que el Fundo se impuso en un territorio sobre el que existían intereses diversos, no sólo los de los de la comunidad de San Pedro Pochutla. Finalmente, la escalada mediática afectó al entonces Secretario de Educación, quien fuera gobernador de Oaxaca cuando la creación del Fundo, y precipitó la intervención de la Secretaría de la Reforma Agraria, que terminó por anular el decreto del gobierno del estado y ordenó la devolución de las tierras a la comunidad de Pochutla. De forma notable, este cambio no afectó de la misma forma a todos los “propietarios”, dado que algunos pasaron a ser reconocidos como comuneros y lograron conservar los terrenos que habían comprado.
En 1984 se otorgó un amparo a Tonameca y, finalmente, en 1986 se emitió una segunda resolución presidencial dotando con 37,256 hectáreas a 2,519 comuneros de Pochutla y con 24 mil a la comunidad de Tonameca.28 El desmantelamiento del Fundo implicó un reparto entre viejos y nuevos comuneros, además de la consolidación, a partir de los grandes lotes recuperados, de las colonias que colindan con la playa (Roca Blanca, Palmas, Playa del Amor y Centro) y que son las que cuentan hoy con los mejores servicios. Después de la reforma constitucional de 199129 y, al amparo del cambio generacional, el proceso de lotificación y expansión de la mancha urbana se aceleró dando lugar a la conformación de otras cuatro colonias (Lomas, Los mangos, Las cascadas y Vistas del mar) de traza más irregular. La enmienda dinamizó los intercambios e incrementó el atractivo y seguridad de tal forma que cada vez más foráneos han podido establecer una residencia temporal o un negocio en el área urbana ahora definida con mayor claridad –aun cuando la informalidad continúa siendo parte importante de las transacciones.30
Además del problema agrario, hacia finales del siglo pasado dos hechos cimbraron a la región y ayudaron a la preponderancia del turismo. El primero fue la veda impuesta por el gobierno nacional a la captura y comercio de la tortuga golfina. La veda de la tortuga fue un punto de inflexión en la expansión turística en la costa de Oaxaca porque impactó en la economía de muchas familias y también porque abrió un nuevo flujo, desde el gobierno central, de recursos materiales e institucionales. La veda tuvo relevancia particular aquí porque incorporó definitivamente a la localidad aledaña de Mazunte al circuito turístico con la apertura del Museo de la Tortuga (1994) y porque ayudó a implantar el tema de la sustentabilidad en el área.31
La colonización fue un proceso arduo en términos propiamente socio ambientales. El clima, la geografía y la selva impusieron una lucha que aún hoy es un componente importante de la identidad de quienes se consideran originarios frente a quienes llegaron con el turismo. Parte de esa identidad originaria tiene que ver con la pesca, actividad que se lleva a cabo en pequeña escala y con métodos tradicionales pero que, aún antes del turismo, fue impulsada por el Estado como estrategia de desarrollo. El apoyo del Estado a la pesca se concretó en el fomento al cooperativismo y la instalación de infraestructura de procesamiento como plantas refrigeradoras.32 La pesca, junto con la explotación de la tortuga, llegó a dominar la economía de la zona entre las décadas de los sesenta y setenta gracias a la promoción estatal y la organización de cooperativas.
Como se mencionó, ya los primeros colonos buscaban tierra, mientras que las playas y el mar no eran objeto de control o apropiación, eran –y aún hoy lo son en cierta medida– bienes comunes en todo el sentido del término. La ausencia de una larga tradición que incluya no sólo técnicas de captura, sino un conocimiento profundo de la dinámica de las especies, sus usos, así como de algún conjunto de normas –de una economía moral– adaptada a las condiciones ecológicas puede relacionarse con la merma de poblaciones que hoy enfrentan los pescadores (además de la explotación a gran escala que se lleva a cabo mar adentro). En tanto para los pescadores es la playa más que la tierra el medio fundamental de sustento, la especulación sobre el suelo y la expansión urbana no resultan especialmente problemáticos– hasta que los derechos sobre la playa son cuestionados.
La pesca es una parte importante del paisaje biocultural que los turistas buscan, por lo que se trata de una actividad que produce beneficios colectivos no sólo en cuanto a volúmenes de captura y venta sino en términos difícilmente cuantificables de atractivo turístico.33 Las cooperativas pesqueras fueron el antecedente de las actuales cooperativas que ofertan paseos y otros servicios turísticos. La pesca hoy convive o se articula con una oferta de servicios (paseos recreativos, alumbramiento de tortugas, contacto con la vida marina) que incrementa las demandas a un ecosistema frágil sometido a muchas tensiones.
La veda estaba en línea con la política de protección ambiental durante la última década del siglo pasado estuvo acompañada de la promoción de organizaciones no gubernamentales que gestionaban proyectos y que canalizaban recursos públicos hacia algunas localidades. En la actualidad existen organizaciones de base local importantes (por ejemplo la Red para la Protección de Humedales de Oaxaca) y el cuidado ambiental es un eje para la apropiación o gestión colectiva de la oferta de turismo sustentable. Sin embargo, a la luz de la expansión general de la oferta de alojamientos con servicios que implican un intenso uso de agua, electricidad y otros recursos, así como de los problemas de manejo de residuos y de la gestión de las playas, el éxito de la política ambiental en la regulación de las actividades es más dudoso que el que tuvo en la implantación de una ideología ambientalista. Además, en cuanto fuente de recursos públicos y turísticos, el tema ambiental abre un espacio de competencia entre las localidades. Resulta importante notar también que en general la oferta de actividades ecoturísticas tanto por la costa como hacia la sierra se organiza en redes que atraviesan las fronteras entre localidades y, aunque sea de forma parcial, modifica la naturaleza, valoración y disposición de los recursos apropiables en el contexto de la economía turística.
Un segundo momento de inflexión se produjo luego del impacto del huracán Paulina el 7 de octubre de 1997, que destruyó la mayor parte de Zipolite (entre muchas otras localidades y ciudades afectadas). Paulina reveló la extensa vulnerabilidad de la costa del Pacífico sur mexicano, componente fundamental del riesgo que se venía construyendo con la ocupación desordenada del espacio, acompañada de procesos de marginación y exclusión social que se expresaban en la formación de barriadas en zonas de deslave o inundables, o el desarreglo de flujos hídricos en un entorno geológico y ecosistémico sumamente frágil.
Si bien Paulina, un evento de gran magnitud a nivel regional, puso en evidencia la fragilidad de los asentamientos, al mismo tiempo, impulsó al turismo como proyecto de desarrollo local. Para los habitantes de larga data en la zona, Paulina marcó un antes y un después en lo que a turismo se refiere, notando en todos los casos un incremento sustancial en la afluencia de turistas. Paulina confirmó que los grandes desastres generan una reconfiguración del mapa socio-territorial de las localidades al desplazar a antiguos pobladores pobres y abrir la oportunidad para nuevas inversiones, recomponiéndose además la infraestructura carretera y de comunicaciones. En Paulina se pueden distinguir varios procesos relevantes:
- 1)
Recomposición de la oferta y de los agentes que la promueven. Dada la magnitud de la destrucción, una parte importante de los servicios de hospedaje tuvieron que ser reconstruidos en su totalidad. Se verificaron cambios en los materiales y técnicas de construcción con una reducción importante de los alojamientos más rústicos y el incremento de estructuras de concreto más resistentes. Esto transformó al mismo tiempo el tipo de oferta y los agentes que la promueven, incrementándose la participación de inversiones foráneas (nacionales e internacionales).
- 2)
Reconsideracioìn de la planeación y nuevas inversiones. Después del desastre, gobiernos y comunidades revisaron y en algunos casos crearon reglamentos de construcción. En un complejo proceso de reacomodo, el desastre propició una reconsideración positiva del turismo como alternativa económica al tiempo que desplazó a los agentes tradicionales que lo venían sosteniendo debido a las dificultades enfrentadas durante el proceso de reconstrucción.
- 3)
Apertura de espacios. Los dos procesos anteriores están vinculados con la afluencia de inversión pública en la zona, en particular la ya referida al transporte. Dado que los impactos incluyeron afectaciones severas a los manglares y a zonas de cultivo más expuestas, se facilitaron las condiciones para una expansión del turismo hacia áreas antes inaccesibles u orientadas a la producción agrícola.
Paulina puso de manifiesto que la vulnerabilidad no se reduce sólo a exposición por localización, sino que tiene que ver con una posición frente a los recursos (materiales e institucionales) que facilita o dificulta el enfrentamiento de una amenaza. La economía turística demostró ser suficientemente fuerte para recomponerse y aún más afianzarse luego del impacto del huracán. Sin embargo, la capacidad de resistir y recuperarse de la pérdida de activos y las dificultades de capitalización en el contexto de una aún incipiente economía turística de temporal aceleró, en lugar de contener, la ocupación de lomeríos y otras zonas amenazadas.
Amenazas y daños ambientalesEl turismo se ha desarrollado como un complejo social que incluye muchas y muy distintas historias y conflictos personales, colectivos e institucionales. Sin lugar a dudas el atractivo liberal del lugar tiene que ver con el hecho de que fue adoptado por parte de un peculiar grupo de hippies y universitarios que llegaron para observar y festejar el gran eclipse, y que se quedaron por distintos motivos en sincronía con lo que sucedía en otros puntos de la costa como Puerto Escondido. La adopción fue sin embargo doble. También las familias que habían llegado la década anterior adoptaron a los turistas y nuevos residentes nacionales y extranjeros, quienes de una u otra forma modificaban la relación de fuerzas entre grandes propietarios, comunidades y colonos en el contexto de la lucha por la tierra. Desde entonces se abrió un proceso de ocupación de la playa que no ha estado exento de problemas entre los que se cuentan las amenazas ambientales.
La identificación y valoración de las amenazas se despliegan en marcos amplios de sentido que tienen que ver con la experiencia de afectación, con información especializada, con la organización institucional, las actividades económicas, así como con expectativas y formas situadas de evaluar los cambios en el entorno. En junio de 2013, como parte del proyecto sobre desastres, cambio climático y turismo, se llevaron a cabo una serie de reuniones con habitantes de Puerto Escondido, San Agustinillo, Mazunte, Zipolite y Zapotengo vinculados a la oferta turística. Esta actividad tuvo dos objetivos centrales: el primero y más relevante fue promover la discusión pública sobre calentamiento global y desarrollo turístico. En segundo término, se buscó también recabar información sobre el tipo de afectaciones, la percepción del riesgo y las estrategias de planeación, con el fin de detectar las presiones dinámicas y para saber en qué medida el cambio climático forma parte de tales presiones desde la perspectiva de quienes habitan en la zona.34 ¿Cómo se presentan estas amenazas identificadas a nivel global para la población de la costa Oaxaqueña?
Temperatura. De acuerdo con los modelos presentados en el Atlas de Cambio Climático de Oaxaca35 se espera un incremento de alrededor de 1 grado centígrado en la temperatura ambiente para el período 2015-2030 y de aproximadamente 2 grados para el período 2030-2050. Para la población dicha variación es poco significativa y hasta llega a considerarse positiva en el caso de la temporada invernal.
Nivel del mar. Zavala36 identificó un incremento sustancial del nivel del mar en la costa de Oaxaca debido a la presencia de una onda Kelvin durante el mes de julio. Asimismo, evaluó para Puerto Ángel incrementos anuales de entre 1.7 y 11.7mm, lo que supondría (si es que la tendencia se mantiene uniforme) un incremento promedio de 10cm por cada década. Una vez más se trata de un cambio mínimo para los parámetros de la población local acostumbrada a variaciones intra-anuales asociadas con eventos recurrentes como el “mar de fondo” y afectaciones estacionales y puntuales en las palapas más cercanas a la playa.
Erosión y cambios en la costa. La erosión y la acumulación de arena en la línea costera es una de las mayores amenazas que enfrentan las playas. Estos procesos están asociados tanto a un incremento en la intensidad de huracanes y tormentas como a la urbanización no planificada de las playas. Bancos de arena, deslaves sobre la playa, ruptura del ciclo de apertura y cierre de barras, además de provocar daños estructurales en algunas construcciones, transforman el paisaje y disminuyen su atractivo. Los procesos erosivos también se articulan con infiltraciones en el subsuelo provocando contaminación y salinización de los mantos acuíferos. La acumulación de material de construcción, tierra y arena obstruyen las salidas de agua provocando anegaciones. Si bien estos procesos se vinculan de forma directa con la ocupación de la playa, son vistos como “naturales” y existe oposición a la regulación de la ocupación de la playa.
Eventos hidro meteorológicos. Entre las amenazas más relevantes en toda la región costa de Oaxaca destacan los fenómenos climatológicos. Si bien en lo que se refiere a huracanes y tormentas las predicciones no son de mayor número sino de mayor intensidad, para los pobladores son la amenaza más visible y publicitada y sobre la que se tiene mayores previsiones. Por su impacto en el territorio puede generar cambios sustanciales en los arreglos socioeconómicos y, aunque suelen ser ocasiones de pérdida, no pasa desapercibido el hecho de que son también períodos en los que el status quo se consolida o se transforma y se ponen a prueba la solidaridad y los compromisos tácitos entre familias, barrios y grupos, así como tensan las relaciones con los distintos niveles de gobierno. Los huracanes y tormentas son momentos de exposición, donde las localidades y la región en su conjunto llaman la atención del Estado y la nación, como sucedió luego del impacto de Paulina. Son entonces fenómenos que se instalan en la memoria colectiva, marcan la historia común y delimitan el territorio y las alianzas que lo mantienen integrado. La exposición a fenómenos hidrometeorológicos está en general altamente asociada con la localización y el tipo de construcción para fenómenos como huracán, tormenta, inundación y deslave; pero para el caso menos visible –y aun así muy destacado– de la sequía, sus efectos se distinguen mucho entre prestadores de servicio, agricultores y población en general.
Amenazas biológicas. En un entorno de rápido cambio, para la población local, la desaparición de especies, la deforestación y la contaminación derivan del crecimiento urbano y la sobreexplotación. La reducción de flora y fauna tanto terrestre como marina son los asuntos más visibles, en las localidades más pequeñas se percibe con mayor intensidad la extinción de especies o la aparición de especies invasoras. Se trata del único tema que se percibe directamente vinculado con la expansión urbana y del turismo.
Cambio climático/del entorno. En general la información sobre cambio climático es dispersa y proviene de los medios masivos de comunicación. No existen programas oficiales de divulgación, ni es un tema debatido con frecuencia entre la comunidad. El problema del agua es el tema más urgente. Se perciben variaciones en el régimen de lluvia, con sequías más prolongadas.
Fragilidad y presiones dinámicasZipolite y muchas otras bahías y playas del sur oaxaqueño son lugares de recreo y encuentro para los habitantes de Pochutla y sus alrededores desde hace mucho tiempo. Además, los puertos, playas y bahías no han estado exentos de la influencia de agentes y grupos diversos residentes en la sierra para los que la costa es un espacio económico relevante y para quienes la apertura y progresiva instauración del turismo, con su dinámica centrífuga, es al mismo tiempo una oportunidad y un conflicto. La breve descripción del conflicto sobre la propiedad de la tierra da cuenta en parte de esto, aunque es preciso puntualizar que el conflicto no sólo se refiere a la propiedad del suelo sino también a la naturaleza misma del espacio que se va construyendo, en la cual la playa misma es punto neurálgico. La disputa por la playa se refiere entonces no sólo a la propiedad de solares y terrenos en la zona urbana, sino al carácter público o colectivo del bien que representa en el contexto de la economía turística, asunto que tiene como horizonte al Estado.
En su papel de regulador del régimen de propiedad, de inversor en infraestructura y de mediador en las relaciones económico políticas que sostienen e impulsan la expansión turística, el Estado opera como mediación primaria entre causas de fondo y riesgo, es decir, canaliza las presiones dinámicas. El rol del Estado, sin embargo, es ambivalente en al menos tres sentidos: en principio, como se puso de manifiesto en el conflicto sobre el Fundo, incluye diversos niveles de gobierno y su accionar no es unívoco dado que resulta de tensiones entre distintos grupos (locales, regionales y nacionales) que no siempre están alineados. En segundo lugar, en lo que se refiere a la gestión de inversiones y del marco institucional, sus sucesivas intervenciones se traslapan (reforma agraria, explotación pesquera, promotor del turismo corporativo y luego del turismo alternativo, y más recientemente protector del ambiente y del desarrollo sostenible). En tercer lugar, promueve y representa intereses públicos y privados, promueve ideas sobre el bien común que se expresan de forma diversa en distintos lugares y escalas. En tal sentido más que un actor, resulta más apropiado entender al Estado como marco en el que se organizan las presiones dinámicas del riesgo.
La naturaleza misma de la colonización, un proceso signado por relaciones clientelares, por las tensiones entre Puerto Ángel y Pochutla y por los intereses de grupos situados en la sierra, si bien contuvo o dificultó por algún tiempo el dominio del turismo, luego de la reforma de 1992 que legalizó y aseguró la figura de avecindado, terminó por facilitar el proceso. Aun cuando las transacciones y acuerdos sean muy diversos, se puede afirmar que, en lugar de promoverse la gestión colectiva del espacio turístico, emergió la competencia entre residentes empobrecidos preocupados por vender mejor que sus vecinos y en asociarse con aquellos inversores más acaudalados o poderosos siguiendo la tradición clientelar heredada de los tiempos de la colonización. El carácter periférico de la costa en relación con la economía agroforestal de la sierra, el inmediatismo, la desinformación, el desinterés o, al contrario, el interés privado de quienes a nivel local, regional y estatal apoyaban el proceso de colonización, fueron también elementos que facilitaron y hoy promueven la privatización de terrenos. El carácter de “frontera” de la colonización estuvo signado por el desarraigo y por la ausencia de alguna noción sobre lo común que se refleja en el hecho de que el terreno que hace las veces de plaza, parque o cancha de futbol, sea un páramo que probablemente sea fraccionado si es que el empuje del turismo se mantiene. Además de ese espacio, casi un baldío al centro de la localidad que recuerda la lucha contra el Fundo: sólo la franja de 20 metros de playa bajo resguardo federal es propiamente pública,37 y aún esa franja está en constante tensión frente a la expansión turística.
Visto desde la perspectiva local, uno de los aspectos más conmovedores del gran proyecto de desarrollo turístico no es su carácter extractivista, lo que lo identifica con el conjunto de intervenciones estatales en pos del desarrollo, sino la forma en que se entretejió en la vida y los intereses de los colonos quienes, en principio, controlaban el acceso a los terrenos de la playa. A medida que las familias crecieron, fraccionaron y transfirieron sus terrenos de acuerdo con necesidades cada vez más particulares y mezquinas. Ciertos lugares que antes se consideraban poco valiosos por su inaccesibilidad o por no ser más que zonas rocosas en las que, con los recursos locales, resultaba imposible asentarse de forma permanente, fueron los primeros en ser transferidos por los residentes originales a precios irrisorios. Sin embargo, los compradores resultaron estar mejor posicionados en lo que se refiere a la dinámica del turismo. Sus gustos y expectativas sobre el paisaje, la sustentabilidad y los servicios están ecualizados con los valores y expectativas cosmopolitas de visitantes nacionales e internacionales. Estos nuevos agentes cuentan además con recursos suficientes para instalar una residencia o un pequeño “hotel boutique” suspendido en un risco. Así pues, algunos miembros de las extensas familias originarias han visto que un solar por el que recibieron hace 15 años unos pocos miles de pesos, se oferta hoy en cientos de miles de dólares quedando entonces totalmente fuera de su alcance. Así se va produciendo la segregación socio-espacial.
Si bien cada uno de estos elementos es susceptible de un análisis cuidadoso, lo que es importante resaltar aquí es que la colonización, el conflicto contra el Fundo y el actual proceso de urbanización en conjunto problematizan la relación entre lo público, lo comunal y lo privado, lo cual a su vez condiciona la valoración tanto del paisaje como de los daños ambientales que se van acumulando y por el contrario parece favorecer las presiones dinámicas que dan lugar al riesgo ambiental que, de forma esquemática y con base en la discusión hasta aquí desarrollada, se refieren a:
Apertura e integración del espacio. En la misma medida en que la inversión en transporte ha sido central para el despliegue de la industria turística en sus diversos tipos, es uno de los ejes fundamentales de la construcción del riesgo de desastre, sobre todo porque la ampliación de la conectividad no ha estado acompañada de una efectiva planeación y regulación de los cambios en el uso del suelo en las zonas aledañas a las carreteras. La atracción que ejerce la línea costera ha dado lugar además a que gran parte de los caminos atraviesen arroyos y avenidas de agua que están secos durante gran parte del año o, en algunas ocasiones, por períodos más largos. De forma característica los pequeños desastres vinculados al régimen hidrometeorológico en la zona involucran bloqueos y/o destrucción de tramos completos de carreteras y daños en las construcciones. Salvo en el caso de grandes desastres como Paulina, estos daños se acumulan entre los residentes más pobres y con menor capacidad de recuperación, además de no ser atendidos por autoridades estatales o federales preocupadas, por el contrario, por afianzar al turismo.
Cambio de uso de suelo. El acelerado y poco regulado cambio de uso de suelo es el proceso más destacado en lo que se refiere a la producción de riesgo. La ocupación de playas incide en los procesos erosivos, pérdida de suelos, invasión de lagunas, pérdida de vegetación y fauna, contaminación y sobreexplotación de mantos acuíferos. Asimismo supone procesos de expulsión de la población de bajos recursos hacia zonas de pendiente y altamente expuestas y la formación de tugurios en zonas periurbanas. El cambio de uso de suelo supone también la desaparición de actividades productivas que complementen o equilibren las economías locales e incrementan su dependencia.
Extractivismo y externalización de costos. Una de las características centrales de los procesos de desarrollo en las economías capitalistas es el proceso conocido como externalización de costos, es decir, una dinámica en la que la inversión de capital legitima la apropiación y explotación privada de los recursos colectivos (suelo, agua, paisaje) y las ganancias, mientras que los costos ambientales y sociales de dicha explotación (contaminación, degradación, exterminio) son transferidas a la colectividad sin que el cobro de impuestos consiga, salvo muy contados casos, equilibrar la situación a nivel general.38 La persistencia de lo que se ha denominado aquí lógica de frontera (el primero que llegó, el que desmonta, el que sometió o domesticó a la naturaleza tiene derechos por sobre cualquier otro) supone la ausencia de un discurso legítimo sobre lo que constituye los bienes comunes y públicos (playa, agua, flora y fauna) lo que dificulta también la definición de derechos y la planificación. Es de estos bienes colectivos que depende de manera fundamental el éxito del turismo, por tanto deben estar fuertemente sujetos a una regulación colectiva. El desarraigo y el espíritu de frontera que acompañaron a la colonización favorecen el extractivismo, lo mismo que las sucesivas intervenciones gubernamentales en pos del desarrollo. Aquí se debe incluir además las dificultades para capitalizar los beneficios y la ausencia de mecanismos colectivos de financiamiento y aseguramiento más allá de las transferencias estatales.
Migración y cambio cultural. El crecimiento del turismo supuso cambios demográficos tanto por la llegada de pobladores de otras regiones del estado, el país y el mundo, que con esfuerzo se adaptan a las condiciones específicas de la costa y desplazan a las poblaciones de larga data. Un efecto importante de esta recomposición social, con resultados ambivalentes, es la transformación de patrones de consumo, de actividades productivas hacia los servicios y una recomposición de los horizontes simbólicos, de la memoria colectiva sobre riesgos ambientales (desastres pasados y peligros existentes) y la pérdida de nociones de pertenencia arraigadas al territorio, elementos todos fundamentales para los procesos de adaptación. La pérdida o ausencia de conocimiento ambientalmente localizado (por ejemplo el referido al tipo de construcción) puede ser un factor importante en la disminución de las capacidades de regulación que se suman a los problemas generados por nuevas formas de diferenciación social basadas en la participación dentro de la economía turística.
Redes, valores y dinámica del turismo. Como se mencionó al principio el turismo es incierto en tanto depende en gran medida de un conjunto de elementos sobre los que quienes ofertan servicios tienen muy poco control. Un incremento sostenido de turistas puede derivar en una pérdida de atractivo o un cambio negativo en el tipo mismo de visitantes. La incidencia de redes sociales, el comportamiento de empresas de transporte y servicios, la apertura de nuevos destinos con similares características son todos aspectos que forman parte de un sistema inestable. Fundamentalmente es importante destacar aquí, sin embargo, el cambio de valores de los turistas y la contradictoria tensión entre la búsqueda de paisajes naturales y la demanda de servicios que implican un uso intensivo de recursos, así como la presión hacia la ocupación de sitios frágiles (laderas, lagunas, franja costera) que ofrecen una experiencia de inmersión en la naturaleza.
Contingencia, riesgo y ambivalenciaExiste una profunda ambivalencia con respecto a las capacidades colectivas de enfrentar y reponerse del impacto de amenazas ambientales. Por un lado, se percibe una elevada confianza que deriva de procesos de recuperación anteriores y de la constancia en la afluencia de turistas, de las inversiones públicas en infraestructura y del creciente número de inmigrantes (nacionales e internacionales). Por otro lado, se señalan constantemente las limitaciones en las capacidades de regulación y control de los cambios ambientales, la imposibilidad de establecer reglas para el uso de los recursos y una creciente desigualdad y conflictividad en un entorno caracterizado por una elevada competencia que obstaculiza de forma constante los acuerdos regulatorios. En Zipolite, como en otras localidades pequeñas, se cuenta con estrategias colectivas de ayuda y salvataje puntuales cuando procesos de erosión de la costa ponen en peligro algunas palapas o locales y pervive un espíritu cooperativo que se activa con rapidez ante la presencia de amenazas de envergadura. Asimismo, en temporadas de afluencia turística, se organizan brigadas de limpieza y vigilancia que denotan un interés por el bien común que es, sin lugar a dudas, la mayor fuente de seguridad para los miembros más expuestos. El problema de quién tiene el derecho a regular y quién se debe sujetar a las regulaciones es una constante fuente de conflictos ante la evidencia flagrante de que quien cuenta con recursos económicos o políticos suficientes puede hacer lo que le venga en gana.
En un breve ensayo titulado Los dos pilares de la ética moderna, y siguiendo una tradición ya consolidada, la filósofa Agnes Heller39 coloca el tema de la contingencia como uno de los puntos de inflexión de los que emergió la sociedad moderna. La contingencia (indeterminación, ambivalencia) señala el hecho de que las cosas pueden ser de una forma distinta a la que son, que existen consecuencias no buscadas de la acción, que la comunicación debe hacerse cargo del hecho de que los participantes pueden hacer selecciones que no están predeterminadas. Heller señala tres aspectos de la experiencia de la contingencia: el primero es el que llama contingencia cósmica, que resulta de la sustitución de la providencia por las ciegas leyes de la naturaleza. La ciencia reemplaza a la religión como explicación dominante del mundo, como la proveedora de la verdad. Sin embargo, como lo atestiguan las proyecciones de cambio climático, la ciencia no ofrece una visión unitaria del mundo, sus afirmaciones están sujetas a la falsación y sus verdades no se orientan a formular una ética para la vida moderna. Las afirmaciones de la ciencia circulan en la sociedad y son apropiadas y reformuladas –a veces negadas– en el proceso de fundamentación de decisiones que pueden ser siempre decisiones distintas. Es así que hoy, mujeres y hombres, organizaciones y comunidades deben apropiarse de la ciencia en un proceso de continua apelación transformadora y anti-dogmática. El segundo aspecto de la contingencia es social y deriva de la deconstrucción y reconstrucción de las jerarquías o estamentos que dominaban el orden social en occidente. El lugar de nacimiento deja de ser el momento fundacional, la marca, de la posición social de las personas, el nacimiento aparece –al menos en lo que se refiere a la disposición del mundo– más como accidente que como telos, destino. Más que como un edificio, el orden social es hoy una red de posibilidades, una red sin destino. Finalmente, y en concordancia con sus otros dos aspectos, la contingencia asume hoy un carácter existencial. Como lo atestigua el enorme volumen de literatura de autoayuda, la identidad misma de mujeres y hombres es mutable, hasta se puede elegir o cambiar. Las consecuencias del emplazamiento de la contingencia son muchas y variadas, pero Heller apunta en su trabajo hacia una en particular: a medida que las certidumbres se desvanecen, la responsabilidad por nuestro carácter moral se incrementa. Dado que ninguna institución, norma o valor puede resistir el juicio absoluto de la razón, ya que siempre es posible encontrar argumentos razonables en contra, se instaura una ética de la personalidad, cuyo contenido no es otra cosa que el devenir en, convertirse en ciudadano o miembro activo de la comunidad. La ética de la personalidad tampoco es unitaria, es la del ciudadano frente al Estado; la de la crianza en la familia; la del consumidor en el mercado. Es además electiva, la persona en el proceso dialógico del devenir construye sus posturas. En esta circunstancia lo común, aquello que mantiene unidos a los seres humanos, tampoco está predeterminado, es contingente y requiere de una constante reproducción, no es algo que esté ahí para ser tomado.
La contingencia es el escenario, mejor aún, el medio en el que emerge el futuro como asunto sobre el que es necesario discutir. En un mundo estanco no tendría ningún sentido preguntarse sobre causas y consecuencias, sobre alternativas ni, por supuesto, sobre el sentido y relevancia del bien común. Lo común –aquello que nos une– es la referencia indispensable para construir futuro (es decir proyectos, intenciones, estrategias, orientaciones) aun en entornos donde la individualidad es el valor preponderante. Abrir el futuro no es sólo reconocer la contingencia, es crear en ese medio sentidos que permitan que de entre todas las posibilidades algunas sean mejores que otras, algunas sean más asequibles o deseables. La evaluación del riesgo es una estrategia para avanzar en tal dirección.
¿Cómo construir lo común en un contexto de falencia institucional, de flujo constante de extranjeros, de apropiación y desgaste del entorno? Algunas intervenciones “desde arriba” (vedas, zonificaciones, organizaciones de la sociedad civil ambientalistas, museos) no han sido suficientes en tanto no han ido acompañadas de un empuje “desde abajo”. Ahí donde la población ha buscado organizarse y regular, con mayor o menor medida las cosas han ido avanzado (por ejemplo en localidades como La Ventanilla, Mazunte o Zapotengo). Han emergido organizaciones ancladas en lo local que prometen que no todo está dicho en lo que se refiere a la protección ambiental del corredor (por ejemplo, la Red de los Humedales de la Costa de Oaxaca, que en 2014 recibió el Premio al Mérito Ecológico). La desarticulación entre la sierra y la costa es un proceso que se aceleró en las últimas dos décadas. Se trata de un proceso multidimensional y contencioso. Comunidades que tratan con dificultades de mantener la tierra mientras se desplazan hacia la sierra; municipios con administraciones débiles y con dificultades para promover proyectos comunes; narcotráfico y una federación que ofrece políticas no siempre bien alineadas, que a veces apuntala un proyecto turístico excluyente y discriminatorio; a veces fondea inversiones parciales contra la pobreza y otras más se erige como protectora de un ambiente desacralizado y des-socializado. También es una zona donde se construyen proyectos, que atrae recursos intelectuales y materiales orientados por preocupaciones productivas y ecológicas, donde emergen propuestas culturales y de comunicación, donde se trazan caminos y se organizan grupos solidarios, donde la diversidad se abraza y se nutre. Así pues, se trata de un territorio ambivalente y fluido, donde el futuro se abre apenas.
El presente del corredor cpeh puede ser justamente descrito como ambivalente. La ambivalencia es un concepto muy cercano al de riesgo pero que apunta con mayor precisión al problema del orden. Salvo en las alineadas calles de Huatulco, y aún ahí, el turismo se instala como poder diferenciador sobre el territorio, los ecosistemas, las comunidades. La ambivalencia no es tanto sobre el futuro sino sobre el presente, sobre la identidad y la autoridad, sobre la definición misma del estado de cosas. ¿La costa de Oaxaca vive un momento de crisis o de bonanza?, ¿quiénes tienen la palabra, quienes deciden? Más importante aún, ¿quiénes son locales y quienes no?, ¿qué da más derecho, una larga estancia o una ética de la conservación? La ambivalencia se vincula también con lo extraño o extranjero,40 señala un lugar que no es ni adentro (el espacio de los amigos) ni afuera (el de los enemigos). Se trata, sin lugar a dudas, de problemas que abierta o sordamente se discuten todo el tiempo en las pequeñas localidades.
En el año 2013 una tormenta tropical de poca magnitud fue la ocasión para que se produjera un derrumbe sobre la playa más pequeña de Zipolite. El derrumbe se produjo porque se construyó sobre la parte más delgada de la ladera del brazo de sierra que entra al mar. Esa pequeña playa, inaccesible en marea alta, era el lugar ideal para el ocasional nudista, para tomar el sol por la tarde en un pequeño rincón, al mismo tiempo accesible y aislado de la zona más concurrida. El derrumbe arruinó la playa y la vista, dado que quedaron vigas de cemento colgando, varillas de acero oxidadas y debris de la construcción. Resulta irónico que el primer y mítico hotel de Zipolite (Shambala), cuyos dueños se dicen cuidadores del cerro que se presume alberga restos prehispánicos, donde se ofrecen clases de yoga y se hacen de forma anual ritos de purificación, fuese justo el que tratara de expandirse sobre el delgado vértice de un cerro arenoso que la vegetación apenas mantiene estable. Sin lugar a dudas, la demanda por parte de los turistas de una cercanía total, de una inmersión oceánica, guió a quienes primero con tiendas de campaña y luego con cemento trataron de instalarse allí. El derrumbe era altamente probable, como lo es aún en muchos otros puntos sensibles de la costa, fue uno más de los pequeños y previsibles desastres que año con año se presentan en Zipolite. Es así que no es el hecho mismo lo destacable, sino lo que delata: indiferencia, ausencia de una noción de la playa como espacio común, colectivo más allá de las inspiradas búsquedas espirituales (muy válidas) de los individuos.
La playa, y la naturaleza que la rodea, son recurso común en las pequeñas localidades ecoturísticas. Su valor paisajístico, su relativo aislamiento, su tranquilidad son fundamentales para toda la comunidad. Cuando se construyen edificios de más de dos pisos que modifican los vientos y reducen la intensidad de las olas (como en Zicatela); cuando se gana terreno al mar para consolidar la carretera (como en San Agustinillo); cuando se ocupan las lagunas y se sobre explota el manto acuífero (como en Mazunte); cuando los hoteles arrojan sus desechos y contaminan la playa (como en Puerto Escondido y Puerto Ángel), pero también cuando se cierra el acceso a las bahías para instalar un campo de golf (como en Huatulco) las consecuencias ambientales no son otra cosa que el resultado de una ausencia, no de un sujeto (la mítica comunidad), sino de un horizonte colectivo; de un mapa de lo común sobre el cual se pueden trazar diferencias y zonas, acciones y proyectos.
Doctor en Geografía por el King's College London, es profesor titular “A” de tiempo completo, en el Centro de Estudios Sociológicos, FCPyS, UNAM. Líneas de investigación: Riesgo e incertidumbre, sociología ambiental.
El trabajo de Wilbanks –en Wilbanks, T. J., P. Romero Lankao, M. Bao, F. Berkhout, S. Cairncross, J. P. Ceron, M. Kapshe, R. Muir-W ood, y R. Zapata-Marti (2007), “Industry, settlement and society”, en Parry, M. L., O. F. Canziani, J. P. Palutikof, P.J. van der Linden, y C. E. Hanson (eds.), Climate Change 2007: Impacts, Adaptation and Vulnerability, Cambridge University Press, Cambridge, sobre turismo, asentamientos y sociedad, proveyó de una evaluación substancial del impacto del cambio climático en el contexto del IPCC. Ahí, el turismo es identificado como una actividad humana sensible al clima, mientras que los autores concluyen que la vulnerabilidad de las industrias al cambio climático es, en general, mayor en localidades de alto riesgo, particularmente las costeras y ribereñas, y en localidades cuyas economías están muy vinculadas con recursos sensibles al clima tales como la agricultura y la explotación forestal, o las demandas de agua y el turismo. Aunque estas vulnerabilidades tienden a ser locales, son muchas y van en aumento, Wilbanks, et al. (2007), op. cit., p. 359.
Jones, Andrew y Michael Phillips (2011), Disappearing Destinations. Climate Change and Future Challenges for Coastal Tourism, CAIB, Cambridge, p. 1. En cuanto a los diversos reportes que abordan los sistemas costeros desde una perspectiva centrada en los procesos ambientales vinculados con el cambio climático, es generalmente aceptado que las playas están experimentando las consecuencias adversas de amenazas relacionadas con el nivel del mar, lo que supondrá en las próximas décadas erosión creciente en las zonas costeras. En su análisis de los efectos del clima en la recreación y el turismo, Nicholls, –Nicholls, Robert J., Poh Poh Wong, Virginia Burkett, Jorge Codignotto, John E. Hay, Roger F. McLean, Sachooda Ragoonaden y Colin D. Woodroffe (2007), “Coastal systems and low-lying areas”, en Martin L. Parry, Osvaldo F. Canziani, Jean P. Palutikof, Paul J. van der Linden and Clair E. Hanson (eds.), Climate Change 2007: Impacts, Adaptation and Vulnerability. Contribution of Working Group II to the Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 317-331–, identificaba como fuertes las siguientes amenazas: incrementos en la temperatura del aire y del mar; aumento del nivel del mar; eventos extremos (tormentas, ondas); erosión (nivel del mar, tormentas, ondas) y, efectos biológicos como cambio de ecosistemas y en la composición o presencia de especies. En el caso de México el trabajo editado por Botello, Villanueva-Fragoso, Gutiérrez, y Rojas en 2010 sobre vulnerabilidad al cambio climático de las zonas costeras del país, ofreció una perspectiva empíricamente fundada de los cambios y afectaciones que son ya patentes y que, sin estar causalmente vinculadas al calentamiento global, inciden en la vulnerabilidad de los sistemas costeros frente a cambios en el clima –véase Botello, Alfonso V., Susana Villanueva-Fragoso, Jorge Gutiérrez, y José L. Rojas Galavitz (eds.) (2010), Vulnerabilidad de las zonas costeras mexicanas ante el cambio climático, gobierno del estado de Tabasco, Semarnat-INE, UNAM-ICMyL, Universidad Autónoma de Chapingo, México–. En concordancia con lo que se plantea a nivel global, los diversos trabajos señalan problemas referidos a salinización de mantos freáticos, contaminación y erosión de la franja costera; recogen observaciones sobre impactos en la vegetación y fauna, resaltan la vulnerabilidad de manglares y zonas de anidación de tortugas, así como discuten los saldos negativos que la sobreexplotación de los recursos pesqueros tiene en las localidades en las que se asienta el turismo. Asimismo, se plantea que entre los efectos del cambio climático están las variaciones en la frecuencia, intensidad y dinámica de huracanes en todo el litoral con importantes consecuencias en la erosión costera por aumentos en el nivel del oleaje durante las tormentas.
Se ha señalado además que en condiciones de cambio climático un incremento en la frecuencia de eventos de gran magnitud supone que existe menos tiempo para que los sistemas físicos y humanos se recuperen completamente, lo cual puede dar lugar a una degradación ambiental en el largo plazo –Hall, C. M. (2006), “Tourism urbanization and global environmental change”, en Gossling, S. y Hall, C. M. (eds.), Tourism and Global Environmental Change: Ecological, Economic, Social and Political Interrelationships, Routledge, Londres, p.14–.
Véase Rosenzweig, Cynthia, Gino Casassa, David J. Karoly, Anton Imeson, Chunzen Liu, Annette Menzel, Samuel Rawlins, Terry L. Root, Bernard Seguin, and Piotr Tryjanowski (2007), “Assessment of observed changes and responses in natural and managed systems”, en Martin L. Parry, Osvaldo F. Canziani, Jean P. Palutikof, Paul J. van der Linden and Clair E. Hanson (eds.), Climate Change 2007: Impacts, Adaptation and Vulnerability, Cambridge University Press, Cambridge, p. 111; por su parte, Hall concluye que existe muy poca literatura sobre estas relaciones en cualquier escala –Hall, M. (2011), “Climate change and its impacts on tourism. Regional assessments, knowledge gaps and issues”, en Jones y Phillips (eds.), op. cit., pp. 17-18.
Koko, Warner (2007), Perspectives on Social Vulnerability, Universidad de las Naciones Unidas, SOURCE 6/2007.
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SECTUR (2014), Estudio de la vulnerabilidad y Programa de adaptación ante la variabilidad climática y el cambio climático en diez destinos turísticos estratégicos, así como propuesta de un sistema de alerta temprana a eventos hidrometeorológicos extremos. Sección XI, vulnerabilidad del destino turístico Huatulco, SECTUR, ANIDE, CESTUR, CONACYT, México.
Mansilla, Elizabeth (2012), “Análisis de riesgo extensivo, urbanización de los riesgos y su expansión territorial en América Latina” y “Análisis de riesgo extensivo e intensivo en México”, Naciones Unidas, Global Assessment Report on Disaster Risk Reduction Background Papers.
Por ejemplo, CENAPRED (2006), “Evaluación de la vulnerabilidad física y social”, en Guía básica para elaborar Atlas Estatales y Municipales de riesgo y peligros, SEGOB, CENAPRED, México.
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INEGI (2016): “Estadísticas a Propósito del Día Mundial del Turismo (27 de septiembre)” http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/2016/turismo2016_0.pdf / Ver también: INEGI: PIB y Cuentas Nacionales de México, 2017, en: http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/cn/tur/
López, Jasarela y González Carmen (2012), Numeralia (turismo) en Bien Común y gobierno, núm. 204-205, dic 2011/enero2012, Fundación Rafael Preciado, México.
El presupuesto probado para el sector turístico en el sexenio anterior pasó de 1227.3 millones en 2006 a 4165.4 millones en 2011. Sin embargo, la política de apoyo al sector es de larga data, ver al respecto el reporte analítico realizado por el Centro de Estudios Superiores en Turismo de la Secretaría de Turismo en el año 2000 –CEST (2000), Estudio de gran visión del turismo en México: Perspectiva 2020. Reporte Analítico, México, Secretaría de Turismo–. Documento en línea. http://www.fec-chiapas.com.mx/sistema/biblioteca_digital/estudio-de-gran-vision-del-turismo-en-mexico-perspectiva2020.pdf).
Reina, L. (coord.) (1988), Historia de la cuestión agraria mexicana. Estado de Oaxaca, México, Juan Pablos Editor, Gobierno del Estado de Oaxaca, Centro de Estudios Históricos del Agrarismo en México, 2 volúmenes.
El reclamo de Tonameca no dio lugar a conflictos graves y más bien derivaba de la naturaleza de la primera resolución que, como en otras latitudes, agrupó comunidades o desconoció la diversidad existente en el terreno. La probidad de la demanda de Tonameca fue reconocida por Pochutla sin que mediara la violencia y hacia mediados de la década de los sesenta los límites entre ambas comunidades quedaron claramente establecidos.
Con respecto a la resolución de 1953 se perdieron poco más de 12 mil hectáreas aduciendo que hubo errores en el deslinde, sin embargo, se trata de una franja que eventualmente pasaría a formar parte de la zona afectada para la creación de Huatulco.
Sobre las consecuencias legales de la reforma al artículo 27 constitucional, véase Pérez C., Juan (2002), El nuevo sistema de propiedad agraria en México, Textos y Contextos, México; y Rubio C., Ignacio (2017), La flor y la promesa, FCPyS, UNAM, México.
La compra de un solar implica un traspaso de derechos y la “aceptación”, previa aportación, por parte de los comuneros del nuevo avecindado. En algunos casos quienes traspasan los derechos son extranjeros o personas que obtuvieron reconocimiento en el primer período de expansión turística y cuyo estatus es ambiguo. Con todo, en términos de lotificación y catastro la situación es más o menos clara.
Las localidades aledañas de Mazunte y San Agustinillo se conformaron como Zipolite a mediados del siglo xx, sin embargo se dedicaban fundamentalmente a la explotación de la tortuga. En San Agustinillo se estableció un matadero de tortugas y una procesadora de carne, caparazones y aceite. Esta industria, que prosperó unas tres décadas primero bajo auspicio público, luego privatizada y finalmente a cargo de las cooperativas, que luego debieron enfrentar la crisis producto de la sobreexplotación y que hoy participan en el cultivo de huevos y liberación de crías- actividades que se incorporan a la oferta turística. La industria de la tortuga no sólo daba trabajo a las pequeñas poblaciones locales, sino que atraía mano de obra de una amplia región de la costa y fue luego de la agricultura, un importante atractor de personas hacia la costa. La explotación tortuguera fue, para algunos, la época de oro de la economía local. El museo que llega a recibir hasta 2 mil personas algunos días de semana santa, hace labores de difusión y educación ambiental con cientos de escuelas de la región.
De acuerdo con Sorroza –Sorroza, C. (1992), “Las cooperativas pesqueras de Oaxaca: ¿situación de crisis o proceso de debilitamiento estructural?”, en F. Rivas (coord.), El mar y sus recursos en la Cuenca del Pacífico. Aportes de la Universidad de Colima IV, PORTES, Revista Mexicana de la Cuenca del Pacífico, vol. 4, Universidad de Colima, Red Nacional de Investigadores sobre la Cuenca del Pacífico, Colima– ya hacia 1991 la crisis en las industrias y las cooperativas pesqueras en Oaxaca era un hecho. Sin embargo, a pesar de su carácter económicamente marginal en el contexto nacional o regional, la pesca es una actividad que se realiza aun productiva y cotidianamente en las playas del corredor turístico. En 2009 el atlas de localidades pesqueras del estado de Oaxaca registró en la franja PE-H un total de 63 localidades con actividad pesquera, de las cuales 24 eran de captura y 26 de desembarco (incluyendo los puertos importantes como Escondido, Ángel y Huatulco, así como algunas localidades serranas). Por otra parte, y a nivel estatal, la Carta Nacional Pesquera, publicada en el Diario Oficialde la Federación en diciembre de 2010, indicaba 21 especies en explotación en la costa del estado entre las que destacan los peces marinos de escama cuya producción pasó de menos de 2 mil a poco maìs de 4 mil toneladas en el periìodo 1997-2003. Por otro lado, entre 1986 y 2007, el 3.4% de la captura total en el Pacífico de corvinas y berrugatas se realizó en costas de Oaxaca; así como el 12.54% de huachinangos y pargos, el 22.77% de jureles y medregales; el 3.84% de lenguados, el 4% de lisas, el 9.08% de robalos, el 2.01% de sierras. En casi todas las especies reportadas, el año 2003 marcó un incremento sustancial en la explotación pesquera del estado, aún cuando su posición en el contexto nacional continúe siendo marginal.
Dorado y atún son especies codiciadas, pero los restaurantes ofrecen cualquiera de las múltiples variedades capturadas en el día. Aunque en Puerto Ángel se concentra la oferta de pescado, en temporada alta casi todos los días de la semana por la mañana pescadores recorren la zona ofreciendo pescado y en algunas ocasiones pulpo u otras especies cuya abundancia es muy variable.
Los talleres, en los que participaron un total de 70 personas, se realizaron entre el 2 y el 8 de junio de 2013. Para una lista completa de participantes y comentarios ver Rubio C., Ignacio (2015), “Análisis socioterritorial del riesgo de desastres”, en Salomón González (comp.), La dimensión espacial en las ciencias sociales, UAM-C, México.
Zavala, J., R. de Buen, R. Romero, y F. Hernández, 2010, “Tendencias del nivel del mar en las costas mexicanas”, en Botello et al., (eds.), Vulnerabilidad de las zonas costeras mexicanas ante el cambio climático, México, Gobierno del Estado de Tabasco, SEMARNAT-INE, UNAM, Universidad Autónoma de Chapingo.
Definidas como Zona Federal Marítimo Terrestre. Art. 119 fracción I de Ley General de Bienes Nacionales, Diario Oficial de la Federación, 20 de mayo de 2004.
Barnes, Peter (2003), Capitalism, the Commons, and Divine Right, H. Hannum (edit.), E. F. Schumacher Society, Massachusetts.
Bauman, Zigmunt (1996), “Modernidad y ambivalencia”, en Josetxo Beriain (comp.), Las consecuencias perversas de la modernidad, Anthropos, Barcelona, pp. 91-96.