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Vol. 1. Núm. 1.
Páginas 423-437 (enero 2013)
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Soler Arechalde María Ángeles
Instituto de Investigaciones Filológicas, Universidad Nacional Autónoma de México
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La Historia sociolingüística de México, dirigida por Rebeca Barriga Villanueva y Pedro Martín Butragueño, vio la luz a principios del año 2010, año de grandes conmemoraciones para nuestro país y también para El Colegio de México, la casa editorial de esta obra, ya que en 2010 cumplió 70 años de su fundación y lo ha celebrado con una serie de interesantes publicaciones, entre las que se encuentra la que reseñamos aquí.

Se trata de una obra monumental, dividida en dos volúmenes —valga la redundancia— bastante voluminosos. El primero, correspondiente al México prehispánico y colonial, está conformado por doce capítulos, precedidos por un Prefacio y un Prólogo (referentes al total de la obra), más una sección de índices del volumen, todo ello en 694 jugosas páginas; por su parte, el segundo volumen reúne diez capítulos, en los que se aborda el México contemporáneo (siglos xix al xxi), más una sección final de índices analíticos de los dos volúmenes (de temas, lenguas, términos comentados, personajes y autores y topónimos), preparados por Carlos Ivanhoe Gil Burgos, todo ello distribuido en las 626 páginas restantes, lo que da un total de 1328 páginas sin desperdicio alguno por la cantidad de información, ideas y comentarios que aportan los veintitrés autores,1 connotados especialistas en los temas sobre los que disertan en esta obra.

Los dos volúmenes están pulcramente editados, ambos con hermosas portadas, el primero con un enconchado2 referente a la Conquista titulado Xicotenga viene a hacer las paces y el segundo con un grabado del Palacio de Iturbide realizado por Casimiro Castro.

Como sucede con todas las obras de carácter colectivo, ésta también refleja diversidad de intereses, de posiciones teóricas, de estilos de escritura. La extensión de los artículos es muy variable; algunos tienen más de cien páginas y otros apenas rebasan las veinte, aunque hay que señalar que la mayor parte de ellos cuentan con entre cincuenta y sesenta páginas.

Los temas abordados son muchos y diversos, reflejo de la variedad y complejidad lingüística de nuestro país, en el que conviven hoy día —y desde hace ya mucho tiempo-la lengua española, las lenguas indígenas y algunas lenguas extranjeras habladas por migrantes residentes en México, más aquellas lenguas con las que se tiene contacto por necesidades de la vida moderna.

Cada capítulo viene acompañado de una abundante y actualizada bibliografía, muy útil para aquellos interesados en iniciar o continuar una investigación sobre algún tema en particular.

No es una obra para leerse de corrido; más bien es una obra de consulta, una especie de enciclopedia o diccionario al que se acude para investigar sobre algún asunto en específico. En general, el lector quedará satisfecho con la información y análisis que allí se presentan.

Una vez concluida la lectura de todo el texto me queda la sensación de que existe mayor información, de que se ha trabajado más a lo largo de los años sobre los aspectos históricos, culturales y sociales, que sobre los aspectos lingüísticos o sociolingüísticos. En muchos puntos de los capítulos, al referirse a alguna cuestión lingüística, sus autores comentan: “sobre esto se sabe poco”, “esto no se ha investigado”, como es el caso del trabajo de Villavicencio, sobre el siglo xix, o el de Martín Butragueño, referido al proceso de urbanización en el país del siglo xx en adelante. En este sentido, se podría elaborar —a partir de esta obra— una agenda de los pendientes sobre el estudio de las lenguas y los hablantes en México tanto en los siglos precedentes como en la actualidad. En resumen: hacen falta muchos lingüistas y sociolingüistas en nuestro país.

Me concentraré en reseñar el volumen 2 de la Historia sociolingüística de México, pues en esta misma revista, Julio Serrano se ocupa del volumen 1. Este volumen 2, como ya lo hemos señalado, trata de los siglos xix, xx y lo que llevamos del xxi. Los dos primeros capítulos están dedicados al siglo xix y los otros ocho a los siglos posteriores.

En el mismo título del capítulo “Entre una realidad plurilingüe y un anhelo de nación. Apuntes para un estudio sociolingüístico del siglo xix” preparado por Frida Villavicencio, está el tema principal de este trabajo, la tensión entre las lenguas indígenas y el español. Es una interesante investigación, muy amplia y documentada sobre la historia, las cuestiones antropológicas y sociales, culturales y de la vida cotidiana por un lado y las lenguas coexistentes por el otro, durante el siglo Está dividido en cuatro secciones: 1. El contexto histórico. 2. Las nuevas condiciones sociales de comunicación. 3. El perfil sociolingüístico prevaleciente en la sociedad mexicana del siglo xix y 4. Las políticas lingüísticas establecidas por los regímenes decimonónicos.

Sociolingüísticamente, el periodo está marcado por la desfuncionalización y la desaparición de lenguas indígenas (californiano, lipano, concho, chuchón, guasave, po-chuteco, tubar y chiapaneco, p. 775) y por la búsqueda de una “lengua nacional”, que trae consigo la promoción del español en las escuelas y su afianzamiento para integrar a la nación.

Se trasluce, a través de los comentarios de la autora, que es un periodo poco estudiado desde el punto de vista lingüístico. Son muchos los puntos donde comenta que hay poca información o que no la hay, como sobre la convivencia entre el español y las lenguas indígenas, sobre las situaciones comunicativas, sobre el uso de las lenguas, sobre el bilingüismo, sobre la mujer como depositaría y transmisora de la lengua, sobre la posibilidad de que el español fuese utilizado como lengua franca en ese medio plurilingüe y pluricultu-ral, sobre la forma en que estas situaciones se manifiestan en la literatura costumbrista de la época. En fin, hay aquí toda una nómina de pendientes por investigar, temas muy interesantes para tesis, proyectos, artículos, etcétera.

El siguiente capítulo es una delicia, está muy bien escrito y muy bien documentado. Se titula “En busca de una lengua nacional (literaria)” y su autor es Rafael Olea Franco. Nos habla de una situación de ambivalencia muy interesante que se presentó a los escritores e intelectuales hispanoamericanos una vez consumada la Independencia: por una parte, la lealtad a la lengua española, herencia verbal de siglos, y por la otra, la necesidad de independizarse incluso lingüísticamente de la antigua metrópoli. Esta situación se ilustra siempre con la polémica entablada por Andrés Bello (mantener la tradición en la lengua) y Domingo Faustino Sarmiento (incluir los usos locales). Algunos, como Bello, se preocupaban porque el español pudiera fragmentarse como le sucedió al latín. Otros, como Sarmiento, por lograr la independencia total. Para rastrear esta situación en nuestro país, Olea Franco analiza tres novelas mexicanas de la época: El Periquillo Sarniento, Astucia y Los bandidos de Río Frío.

En la primera, encuentra las dos posturas: una, normativa, referida al narrador, la otra, permisiva, referida a los personajes; por medio de la segunda, se introducen muchos mexicanismos como paparruchada, mosquearse, cursiento (en muchos casos el narrador [Fernández de Lizardi] aclara “como decimos acá”), se registran a través de la lengua diferentes niveles socioculturales, se marcan diferencias en la pronunciación, aparecen términos del argot.

En Astucia, la historia que se narra es, supuestamente, testimonial y a través de la lengua el autor, Luis G. Inclán, intenta darle verosimilitud. Olea comenta que Francisco Pimentel critica esta forma de escribir, señala que aparecen palabras indígenas, arcaísmos, palabras alteradas en la forma, fallas de sintaxis, palabras con otro sentido, locuciones ilógicas; con esta crítica nos da una lista de rasgos lingüísticos interesantes; para Olea Franco “representan parcialmente la enorme creatividad del español en el México decimonónico” (p. 813). Muestra de la creatividad total, de los juegos con la forma, es la siguiente frase “yo te cantaritos con quien querubines casaca esa tepistoca” (yo te contaré con quien quiere casarse esa buena moza). García Icazbal-ceta utilizó esta novela como fuente para su inconcluso diccionario de mexicanismos.

En Los bandidos de Río Frío, nos dice Olea Franco, Payno “quiso compendiar el panorama social, cultural, político y lingüístico del México de la primera mitad del siglo xix” (p. 819). Para los aspectos lingüísticos, Payno incluye muchos mexicanismos, además de comentarios y aclaraciones sobre giros del lenguaje popular dentro del texto y en notas al pie; y asimismo añade al final de la obra un glosario. García Icazbalceta también lo utilizó para su proyecto de diccionario.

Cierra este capítulo de la Historia sociolingüísti-ca con las siguientes palabras de Olea Franco: “los autoresmexicanos del siglo xix fueron más creativos literaria y lingüísticamente cuando adoptaron el ideal […] irrealizable […] de escribir como hablaban” (p. 836).

El siguiente artículo trata de la variación dialectal de las lenguas indígenas. Su autora es Yolanda Lastra, su título, “La diversidad lingüística: variación dialectal actual”. Al iniciar su disertación, Lastra señala que se ocupará exclusivamente de las lenguas indígenas, dejando de lado el español y otras lenguas de inmigrantes llegados a México después de la Conquista. En la primera parte, hace un excelente resumen de la historia de los estudios de variación en el mundo, desde los neogramáticos y la dialectología tradicional hasta nuestros días con la nueva dialectología, la geolingüística y la tipología. Comenta los avances tecnológicos que hoy en día auxilian en la investigación lingüística y a esto contrapone lo que llama “la triste realidad”, refiriéndose a lo poco que sabemos sobre la variación al interior de las lenguas mexicanas, a causa de muchos factores, uno de ellos, muy importante “la diversidad lingüística sumamente compleja en el país” (p. 847). Ilustra su trabajo apoyada en datos de las lenguas yutoaztecas y otopames además del zapoteco y el purépecha. Los datos del náhuatl y del otomí se basan en sus estudios y lo demás en los de otros autores. Ilustra su trabajo con abundantes ejemplos, mapas de la distribución de variantes, tablas y cuadros. Su conclusión final es que “intentar correlacionar las variantes dialectales con su distribución geográfica exaspera a los investigadores porque estas no son evidentes”; este es un rasgo peculiar de las lenguas mesoamericanas, aunque cree que es un fenómeno presente en otras lenguas de otros lugares con un asentamiento poblacional tan prolongado como el de Mesoamérica. Hay menor variación en lugares donde los asentamientos son más recientes (inglés de Australia o de Estados Unidos); y en Europa, donde los asentamientos son muy antiguos, el factor que modifica esto es la estandarización de las lenguas, que no se ha dado en el caso de las lenguas mexicanas (pp. 875-876).

A este capítulo le falta una contraparte, la variación del español en México, a pesar de que existe mucha información al respecto, como los trabajos del doctor Lope Blanch, el Atlas Lingüístico de México, etcétera. En principio se tratará en un tercer volumen de esta historia, que está en preparación.

K. Zimmermann en “Diglosia y otros usos diferenciados de lenguas y variedades en el México del siglo xx: entre el desplazamiento y la revitalización de las lenguas in-domexicanas” hace una revisión de la historia del concepto de diglosia, que ha tenido diversas interpretaciones en diferentes autores, y también comenta sobre los usos diferenciados de lenguas en México desde la Colonia hasta nuestros días. Se apoya en datos de otomíes, zapotecos y yaquis. Comenta que la situación de contacto entre el español y las lenguas mexicanas desde tiempos de la Conquista ha favorecido al español en detrimento de las otras lenguas, que han visto reducida su funcionalidad y están en peligro de extinción o ya han desparecido. Además, desde un punto de vista estructural han sufrido fuertes influencias. Mientras tanto, el español se ha convertido en lengua internacional. Para que sobrevivan las lenguas indígenas, señala Zimmermann, son necesarias políticas lingüísticas que favorezcan la revitalización y que estas lenguas se modernicen. Y que los hablantes las usen y desaparezca la connotación alto-bajo presente en la situación diglósica de hoy en día en México.

Estas cuestiones entroncan con el siguiente capítulo, dedicado a las “Lenguas originarias en riesgo: entre el desplazamiento y la vitalidad”, de Martha Muntzel. La autora hace una revisión del concepto de desplazamiento lingüístico y de las condiciones que lo propician, en especial en el caso de las lenguas de México, para descubrir tendencias generales y manifestaciones individuales. Muntzel comenta que este tema se ha vuelto importante en los estudios lingüísticos en los últimos años, a causa del acelerado proceso de desaparición de lenguas en el mundo y a la necesidad de documentarlas antes de que se esfumen. Revisa distintas situaciones y cambios estructurales en las lenguas. Presenta una lista de lenguas mexicanas en peligro, cuya descripción y revitalización son urgentes; y describe los casos de dos lenguas mexicanas que ya han desaparecido: el pirinda de Michoacán y el cuitlateco de Guerrero, aportando datos inclusive del “último hablante” de cada una de estas lenguas (alrededor de los años 40 del siglo xx). Emplea tablas y mapas para ilustrar sus argumentaciones. La autora propone integrar factores internos y externos para comprender mejor el fenómeno de desplazamiento.

Se dice que cuando muere una lengua, con ella muere una cultura y una visión de mundo; los datos que aporta Muntzel, en la parte final de su trabajo, respecto a las lenguas en el mundo, son terribles para un lingüista. En 2001 había alrededor de 6 912 idiomas en el mundo; en 2005, 204 de esas lenguas tenían menos de diez hablantes y otras 344 menos de cien hablantes; juntas representan casi el 10% del total de lenguas, lo que quiere decir que en un corto tiempo se habrá perdido un 10% de esta riqueza de la humanidad. Y para 2101 se calcula que se habrá perdido la mitad de las lenguas del mundo. Conclusión: es urgente hacer algo.

“El proceso de urbanización: consecuencias lingüísticas” es el capítulo con el que Pedro Martín Butragueño contribuye a este segundo volumen. Se trata de un trabajo extenso, con muchísima información, tablas, mapas, cuadros, amplia bibliografía, en el que se analiza el proceso de urbanización sufrido en muchos países durante el siglo xx ylasinfluenciasdeesteprocesoenlasituaciónlingüísticadelos pueblos. Se revisa en específico la situación en México, donde dos de cada tres mexicanos, hoy en día, vivimos en una ciudad.

El capítulo se divide en varias partes. En la primera, se proporciona información social y demográfica relacionada con el desarrollo urbano en México en el siglo xx. La urbanización ha sido impresionante, aunque las diferencias entre la ciudad de México (prototipo de centro urbano desde la época prehispánica) y las otras ciudades mexicanas sigue siendo muy grande en cuanto a extensión y número de habitantes (10 millones frente a 1 millón). Dice el autor que el terreno para emprender estudios de sociolingüística es de lo más fértil. En la siguiente sección, se describen los más importantes fenómenos sociolingüísticos relacionados con la vida en una ciudad. Señala el autor que, desde el punto de vista lingüístico, las ciudades mexicanas son universos poco conocidos (p. 1018) y que haría falta una generación completa de sociolingüistas urbanos para empezar a conocer estos universos (p. 1019). Revisa conceptos como centro y periferia, contactos lingüísticos y contactos dialectales, pues en las ciudades lo normal es el contacto entre personas que hablan distintas lenguas o distintas variedades de una misma lengua. En la ciudad de México encontramos hablantes de lenguas indígenas, de otras lenguas (inglés, francés, italiano, árabe, japonés, chino, yiddish, alemán, etcétera) y de otros dialectos del español, tanto de otros lugares del país como de otros países hispanohablantes. Un amplio campo por estudiar, al que se unen cuestiones como el análisis de las actitudes y la influencia de los líderes lingüísticos. Finalmente, en la tercera parte se presentan casos concretos de lo que puede estudiarse desde la perspectiva sociolingüística y de lo que podemos aprender con respecto a la lengua y sus hablantes. Los casos presentados son la asibilación de /r/ y el debilitamiento de /s/, la variación léxica, el léxico de origen indígena y las formas de tratamiento.

Rebeca Barriga Villanueva nos presenta en “Una hidra de siete cabezas y más: la enseñanza del español en el siglo xx mexicano” la compleja problemática de esta tarea, que no ha rendido los frutos esperados, tanto en su aplicación a quienes tienen como lengua materna el español como a los hablantes de lenguas indígenas, a quienes se les enseña como segunda lengua. Equipara el asunto con una hidra de siete cabezas, debido a su naturaleza multifactorial: por el carácter plurilingüe de México, por su pasado histórico, por la lengua en sí, por problemas con los niños, con los maestros, con las políticas lingüísticas cambiantes de los gobiernos en turno, por los métodos de enseñanza y por los libros de texto, por la situación general del país y por la combinación de todos estos factores.

El capítulo se divide en tres secciones. En la primera, se revisan los acontecimientos históricos que han influido en la problemática desde la Colonia. En la segunda, se analizan materiales didácticos, libros de lectura, métodos de enseñanza, planes y programas de estudio y los libros de texto gratuitos en sus diferentes versiones. En la última parte se habla de los resultados alcanzados cuyo panorama, en palabras de la autora, es desolador, y lo ha sido desde la Colonia hasta nuestros días. Y peor para los hablantes de lenguas indígenas que para los hispanohablantes. Para todo el análisis se basa en la enseñanza en la escuela primaria.

El trabajo está ilustrado con abundantes tablas, esquemas, cuadros comparativos, estadísticas, muestras de cartillas de métodos y de portadas de textos. Se complementa con abundantes notas a pie de página y con una amplia bibliografía. Barriga Villanueva cierra su capítulo “subrayando la necesidad de repensar la forma de enseñar la lengua, que trascienda la política y la pobreza, vista la lengua como parte intrínseca del individuo y como la columna que vertebra su pensamiento y su sentimiento” (p. 1180).

La influencia de los modelos foráneos en la lengua, a través de la moda, el comercio, los negocios, la ciencia, la literatura, etcétera, es el tema tratado por José Moreno de Alba en “El papel de los modelos culturales: el tránsito del galicismo al anglicismo en el español mexicano”. En este breve capítulo se revisan los préstamos léxicos del inglés y del francés al español general y al español de México en específico. El autor comenta que en el drae 2001 se registran tres veces más galicismos que anglicismos.

El contacto del francés y del español data del siglo xi y se ha mantenido a través del tiempo, a veces con mayor intensidad. Por el contrario, la influencia del inglés es tardía, a partir del siglo xviii, aunque se ha incrementado muchísimo a partir del siglo xx. Moreno de Alba ilustra estas aseveraciones con abundantes ejemplos, tanto de galicismos como de anglicismos.

En el caso de México, comenta, la influencia del francés se da desde el periodo colonial, pero su momento más intenso está en el porfiriato, entre las clases medias y altas. Sin embargo, observa que la influencia es menor que en otras variedades del español como el peninsular y el argentino, por ejemplo. Y esta influencia se ve desplazada por la del inglés después de los primeros años del siglo xx.

Considero que haría falta una revisión de los conceptos de galicismo y de anglicismo y de los criterios con los que se determina que lo son: por su origen primigenio o por la lengua a través de la que pasan a otra. Me explico. Por ejemplo, la palabra cheque es de origen árabe pero pasó al español a través del inglés; entonces ¿es arabismo o es anglicismo? Tal vez por estos problemas en este capítulo la palabra turista se registra como galicismo (p. 1199, abajo), y también como anglicismo (p. 1201, a la mitad).

La acción normalizadora de los medios de comunicación sobre las lenguas es el tema tratado por Raúl Ávila en “Las lenguas y los medios: una historia de más de cinco siglos”. El proceso de normalización se inicia con Gutenberg y la imprenta en el siglo xv, que favorece la estabilización de las lenguas europeas en su versión escrita. La radio y la TV en el siglo xx colaboran en la estandarización de la lengua oral. La promoción de una lengua unitaria y nacional es propósito de los estados y los medios de comunicación contribuyen a lograrla. En los últimos años aparece Internet, que viene a transformar las comunidades lingüísticas y a crear nuevas identidades nacionales. Ávila comenta que a pesar de la trascendencia del uso de la lengua en los medios, no ha sido considerado suficientemente en las políticas lingüísticas de muchos países (p. 1225).

Analiza el uso de la lengua española en los medios. Señala que hay una clara tendencia a la uniformidad, a reducir la variación tanto en cuestiones fonéticas como léxicas; pero no a adoptar un modelo único sino a conformar un español común entre todos. En cuanto a las lenguas indígenas, están marginadas de los medios a no ser por las radios regionales en donde, además, la mayor parte de la programación es en español. Por otra parte, el inglés es la lengua más difundida en los medios internacionalmente. Hay una situación con dos caras en Hispanoamérica: de un lado, la preocupación por la influencia del inglés y los anglicismos en el español; del otro, la falta de conciencia de la misma comunidad ante la imposición del español a los grupos hablantes de lenguas indígenas.

El capítulo final de este volumen, “Significado y filiación de las políticas de lenguas indoamericanas. ¿Diferente interpretación y regulación de las hegemonías socio-lingüísticas?”, corre paralelo con el capítulo 12 del primer volumen. 3 En éste, Héctor Muñoz comenta las políticas lingüísticas actuales en relación con la atención a grupos minoritariosy a lenguas minoritarias, específicamente el caso de las lenguas indígenas en México. En la primera parte, el autor hace una revisión histórica y se remonta al Renacimiento en España, Francia e Inglaterra, hasta llegar al multicultura-lismo contemporáneo, en el que a pesar de las regulaciones referentes a los derechos culturales no han desaparecido las condiciones de discriminación, marginalidad y racismo hacia grupos minoritarios. Revisa diferentes tipos de políticas, convenciones y normativas: proteccionismo, igualdad de oportunidades, enfoque cultural. Algo muy importante que ha surgido en los últimos años ha sido la evaluación de los resultados: no sólo elaborar y normar políticas sino aplicarlas, revisar si “realmente logran lo que se espera de ellas” (p. 1247). En la segunda parte del capítulo se comenta la Ley sobre Derechos Lingüísticos para el sector indígena, decretada en México en marzo de 2003, la reforma educativa correspondiente y la creación del inali, en el marco de un Estado en transición democrática.

Estamos a la espera de un tercer volumen de la Historia sociolingüística de México, en el que se incluirán también temas muy interesantes, como se señala en el Prefacio del volumen I: babelización de algunas regiones, dialectología del español, el otro México (el de Estados Unidos), la frontera sur, la importancia de México en el mundo hispánico, la literatura en lenguas indígenas.

Felicitamos a los directores y a todos los autores de esta gran obra que, ya en este momento, se está convirtiendo en un texto de consulta imprescindible para todos aquellos interesados en conocer más e investigar sobre las relaciones entre las lenguas y sus hablantes en la historia de México.

Hay un capítulo con dos coautores —Estrada y Grageda— y dos capítulos escritos por el mismo autor, Martín Butragueño.

Técnica tradicional de los enconchados: “sobre un soporte de tabla, se coloca una base de lienzo (aunque no en todos se cumple esto). Se incrustan conchas mejor o peor talladas, dependiendo de la habilidad del artista, que posteriormente pueden ir pintadas o no. Una vez realizado este proceso, se pinta al óleo el resto del cuadro, dejando el enconchado en las zonas no expresivas de la obra”, en www.tic2.org/Laura/Trabajos/Enconchados/MuseoAmerica.htm [consultado el 27 de marzo de 2012].

Dora Pellicer, “Lenguas, relaciones de poder y derechos lingüísticos”, pp. 605-658.

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