En este trabajo se realiza una revisión crítica de las variables asociadas a la violencia en las relaciones de noviazgo de los adolescentes. Se han identificado más de 30 variables y se han agrupado en función de su papel precipitante, facilitador, modulador o inhibidor de las agresiones y de la victimización. Aunque muchas de estas variables se han relacionado consistentemente tanto con la violencia cometida como con la violencia sufrida, otras generan controversia por su relación poco consistente con este tipo de violencia, entre ellas, el sexo, el origen étnico, el lugar de residencia, la estructura familiar, el estatus socioeconómico o la exposición a videojuegos y medios de comunicación con contenido violento. La delimitación de los factores de riesgo de violencia y un mayor conocimiento de la función que desempeñan resultan fundamentales para la implementación de programas de prevención en entornos educativos, así como para aumentar la eficacia y la efectividad de los ya existentes.
This paper presents a critical review of factors related to adolescent dating violence. More than 30 variables were found and then clustered into risk, protective, and modulator factors. Although most of these factors have been consistently associated with dating violence (perpetration, victimization, or both) some of them (e.g., sex, ethnic, residence, family structure, socioeconomic status, and exposure to violent video-games or media) show controversial results. The identification of key factors may lead to a more accurate knowledge of adolescent dating violence in order to implement more effective and efficient intervention programs.
Los conflictos son inevitables en cualquier sistema relacional e inherentes a las relaciones de pareja (Echeburúa y Corral, 1998; Linares, 2006), que pueden devenir en interacciones violentas cuando no se resuelven de manera adecuada o cuando alguno de los miembros de la pareja ejerce una función dominante, controladora o de posesividad sobre el otro. Las relaciones de noviazgo de los adolescentes y jóvenes no son ajenas a estos comportamientos agresivos como ya se señaló en la investigación considerada pionera sobre violencia en el noviazgo (Makepeace, 1981). En este trabajo, el 21.2% de los participantes habían sufrido amenazas o agresiones físicas directas y el 61.5% conocían casos de violencia contra la pareja. A pesar de que los estudios de los últimos 30 años ofrecen una gran disparidad en los datos de prevalencia de las diversas formas de violencia (física, psicológica y sexual) cometida y sufrida en el noviazgo (véanse, Jackson, 1999; Leen et al., 2013; Lewis y Fremouw, 2001; Teten, Ball, Valle, Noonan y Rosenbluth, 2009), existe un amplio acuerdo sobre la elevada frecuencia de incidentes violentos en las relaciones de los adolescentes y un consenso generalizado sobre su gravedad social, fundamentalmente por las consecuencias sobre la salud física y psicológica de las víctimas (Ackard, Newmark-Sztainer y Hannan, 2003; Centers for Disease Control and Prevention, 2012; Eshelman y Levendosky, 2012; Teten et al., 2009).
Aunque se han realizado algunas revisiones sobre prevalencia, modelos teóricos, factores asociados y programas de intervención en la violencia en el noviazgo (e.g., Capaldi, Knoble, Shortt y Kim, 2012; Cornelius y Resseguie, 2007; González, Muñoz-Rivas y Graña, 2003; González-Ortega, Echeburúa y Corral, 2008; Jackson, 1999; Leen et al., 2013; Lewis y Fremouw, 2001; Offenhauer y Buchalter, 2011; O’Keeffe, 2005; Rey, 2008; Rojas-Solís, 2013; Sebastián et al., 2010; Shorey, Cornelius y Bell, 2008; Shorey, Stuart y Cornelius, 2011; Vézina y Hébert, 2007; Wekerle y Wolfe, 1999), parece necesario describir con detalle la función desempeñada por las numerosas variables que se han relacionado con este tipo de violencia. En general, las variables asociadas a la violencia pueden ejercer un papel precipitante (provocando o acelerando un episodio violento), facilitador (incrementando la probabilidad de cometer o sufrir agresiones), mediador/modulador (moderando la relación entre una o más variables con la violencia) o inhibidor/protector (disminuyendo la probabilidad de agredir o protegiendo contra las agresiones). Dilucidar el papel o la función que juegan las diferentes variables asociadas a la violencia en el noviazgo (en adelante VN) parece ser de suma importancia a la hora de diseñar programas preventivos e incrementar su eficacia y efectividad.
El presente trabajo se plantea con un afán integrador con el objetivo principal de realizar una revisión crítica de las diferentes variables que se han asociado a la violencia cometida y sufrida en las relaciones de noviazgo de los adolescentes y el papel que desempeñan, considerando fundamentalmente los tres marcos teóricos más relevantes en este ámbito de estudio: la teoría del aprendizaje social, la teoría del apego y la teoría feminista (Jackson, 1999; Shorey et al., 2008; Wekerle y Wolfe, 1999). Para ello, se combinaron estrategias de búsqueda en fuentes formales (i.e., bases de datos electrónicas y referencias bibliográficas en artículos) e informales (i.e., contacto personal con investigadores y entidades especializadas). En concreto, se consultaron las siguientes bases de datos electrónicas: PsycInfo, Medline, E-Journals, Academic Search Premier, Scopus y Web of Science. Las búsquedas documentales se realizaron sin restricciones idiomáticas y el período de análisis se extendió hasta diciembre de 2013.
Previamente a la descripción de la función desempeñada por las diferentes variables se revisan algunos aspectos sobre la conceptualización y el desarrollo o curso de la VN. Finalmente, se plantean algunas implicaciones prácticas sobre la prevención de estas dinámicas violentas.
Conceptualización de la violencia en el noviazgoAunque la VN es un fenómeno mucho menos estudiado que la violencia contra la pareja en adultos (violencia íntima en la pareja, VIP) o la violencia de género (VG), en los últimos años han ido surgiendo diferentes definiciones (ver ejemplos en la tabla 1) que, esencialmente, son muy similares a las que se hacen de la VIP. En cualquier caso, no existe un consenso sobre el término, pudiendo incluir un amplio rango de conductas, desde las amenazas y el empleo de tácticas de control, poder o dominación hasta las agresiones verbales, físicas y sexuales (Jackson, 1999; Leen et al., 2013; Lewis y Fremouw, 2001; Wolfe, Wekerle, Scott, Straatman y Grasley, 2004).
Definiciones de violencia en las relaciones de noviazgo
Fuente | Definición |
---|---|
Sugarman y Hotaling (1989) | “El uso o la amenaza de la fuerza física o el control restrictivo con el propósito de causar dolor o daño en otro”. |
Wolfe et al. (1996) | “Cualquier intento de controlar o dominar física, sexual o psicológicamente a otra persona, causándole algún nivel de daño”. |
Lavoie, Robitaille y Hébert (2000) | “Cualquier comportamiento que es perjudicial para el desarrollo o la salud de la pareja al comprometer su integridad física, psicológica o sexual”. |
Public Health Agency of Canada (2006) | “Todo ataque intencional de tipo sexual, físico o psíquico, de un miembro de la pareja contra el otro en una relación de noviazgo”. |
Anderson y Danis (2007) | “La amenaza o el uso efectivo del abuso físico, verbal o sexual por un miembro de una pareja sobre el otro en el contexto de una relación de noviazgo”. |
Shorey et al. (2011b) | “La ocurrencia de agresiones físicas, psicológicas o sexuales entre los miembros de una pareja en el noviazgo”. |
Children's Safety Network (2012) | “Un patrón de conducta controladora mostrado por un adolescente sobre otro, en una relación de noviazgo”. |
Leen et al. (2013) | “El abuso físico, sexual o psicológico/emocional de la pareja, incluyendo las amenazas, en una relación de noviazgo”. |
En el constructo “violencia en las relaciones de noviazgo” es posible identificar tres elementos esenciales subyacentes: (1) la amenaza o la provocación (intencionada) de un daño real, ya sea físico, psicológico o sexual, (2) el control o el dominio de un miembro de la pareja (mediante amenazas o tácticas coactivas/coercitivas) y (3) que las amenazas, las coacciones, el control, la dominación o el daño se produzcan en el seno de una relación de noviazgo. En cuanto al primer elemento, hay que matizar que la intencionalidad de causar daño no siempre está presente en una acción violenta (véase Carrasco y González, 2006) y, en este sentido, la auto-defensa es un motivo de agresión a la pareja frecuentemente esgrimido por las mujeres (Follingstad, Wright, Lloyd y Sebastian, 1991; Foshee, Bauman, Linder, Rice y Wilcher, 2007; Harned, 2001; Lewis y Fremouw, 2001; Straus, 2008). El segundo elemento (i.e., el control o el dominio del otro miembro de la pareja) es común a la VIP en adultos y a la VG, de tal forma que las conductas de abuso y maltrato suelen ir dirigidas a la obtención o al mantenimiento del poder, de la autoridad y/o del control de la relación, así como al sometimiento de la víctima (Amor et al., 2010; Echeburúa y Corral, 1998). Finalmente, el hecho de que la coacción o la agresión se produzca durante una “relación de noviazgo” ha generado cierta controversia por dos motivos: en primer lugar, porque el término dating no tiene una clara traducción al español, aunque una buena interpretación sería «salir con alguien» (Ortega, Ortega-Rivera y Sánchez, 2008) y, en segundo lugar, porque no hay acuerdo con respecto al tiempo que ha de durar una relación para que se considere noviazgo. Así, algunos autores hablan de un día (Harned, 2001) mientras que otros amplían este periodo de tiempo mínimo a un mes (Magdol, Moffitt, Caspi y Silva, 1998). En lo que sí hay un amplio consenso es en considerar que cuando se habla de «relaciones de noviazgo» se hace referencia a jóvenes y adolescentes, quedando al margen las relaciones entre adultos solteros, separados, viudos o divorciados.
En cuanto a la naturaleza y estructura de la VN, en los últimos años se han distinguido tres posiciones diferentes: (a) presenta la misma estructura que la violencia ocurrida en parejas casadas o que conviven (e.g., Laner y Thompson, 1982), (b) tiene similitudes y diferencias con VIP en adultos (e.g., Carlson, 1987) y (c) se entiende como un constructo diferente de la VIP (Follingstad, Bradley, Laughin y Burke, 1999; Stith, Smith, Penn, Ward y Tritt, 2004), representando en este último caso la posición mayoritaria. Los partidarios de la primera y segunda posición indican que hay factores de riesgo idénticos/similares asociados a la VN y VIP, como por ejemplo el abuso del alcohol, déficits en habilidades de comunicación o una historia de violencia intrafamiliar (véase Shorey et al., 2008). Por el contrario, los partidarios de la tercera consideran que la VN difiere de la VIP en adultos fundamentalmente por dos motivos: (1) la VN no siempre desemboca en agresiones de pareja en el matrimonio o cuando se inicia la convivencia y (2) no todos los maltratadores en las parejas adultas han tenido comportamientos agresivos en el noviazgo. Además, las relaciones en las parejas casadas se caracterizan por la presencia de una unidad familiar con una economía común y por la frecuente presencia de hijos, generalmente ausentes en las relaciones de noviazgo en adolescentes. Por otro lado, hay factores muy específicos en la VN que no influyen en la VIP en adultos, como por ejemplo la presión de los iguales e incluso el mayor peso de los roles de género y de las conductas de dominación de los chicos hacia las chicas (Shorey et al., 2008).
Desarrollo y curso de la violencia en el noviazgoLa VN comienza de manera gradual y progresiva y su desarrollo y mantenimiento está condicionado por la presencia de ciertos factores de riesgo. Inicialmente se manifiesta a través de agresiones psicológicas soterradas, como por ejemplo humillaciones, aislamiento, actitudes hostiles y otras interacciones coactivas que buscan el poder y el control sobre la pareja (Arias, Samios y O’Leary, 1987; Sugarman y Hotaling, 1989). Estas primeras agresiones psicológicas pueden preceder, darse de manera independiente o coexistir con la violencia física (Pozueco, Moreno, Blázquez y García-Baamonde, 2013) y constituyen un factor de riesgo precursor de la VIP en la edad adulta (González-Ortega et al., 2008; Jackson, 1999; Murphy y O’Leary, 1989). En este sentido, el inicio precoz de la violencia parece estar estrechamente relacionado con su gravedad y cronicidad (Castellano, García, Lago y Ramírez de Arellano, 1999; Smith, White y Holland, 2003).
En relación a su mantenimiento, la presencia de mitos o creencias sobre la relación de pareja, la exposición a modelos de violencia o las características de la relación (e.g., antigüedad, nivel de compromiso, edad de sus integrantes) serán elementos favorecedores de su continuidad y permanencia. Es bastante habitual que las primeras agresiones en el noviazgo no conduzcan a la ruptura de la relación sino que ésta permanezca sobre la base de ciertas ideas como, por ejemplo, “el amor lo puede todo” (González y Santana, 2001) y otros mitos o creencias fuertemente arraigadas sobre el amor romántico. De esta forma, muchos adolescentes consideran las agresiones como algo inherente a la relación (Avery-Leaf, Cascardi, O’Leary y Cano, 1997), minimizándolas e incluso negándolas, sobre todo cuando tienen un carácter esporádico (Arriaga, 2002). Así, las agresiones físicas (e.g., bofetadas, golpes o puñetazos) como una forma de solucionar conflictos se consideran como una práctica “normal” por muchas parejas de novios (Hird, 2000). También existe cierta aceptación social de determinados estereotipos, como “el hombre agresivo” o “la mujer que abofetea al hombre” (Harned, 2001), probablemente debido a la exposición a modelos violentos en la familia y a patrones agresivos potenciados por el cine, la publicidad, internet e incluso algunos medios de comunicación social (Foshee, Ennet, Bauman, Benefield y Suchindran, 2005; O’Keeffe, 1998).
Otras características relevantes en el curso de la VN son la duración de la relación, el nivel de compromiso, la consolidación o “seriedad” de ésta y la edad de los integrantes de la pareja. Así, cuanto más antigua es una relación de noviazgo y mayor es el contacto y la intimidad sexual, más se incrementa el riesgo de agresiones a la pareja (Giordano, Soto, Manning y Longmore, 2010), sobre todo de tipo psicológico (Blázquez-Alonso, Moreno-Manso y García-Baamonde, 2012). Relacionado con lo anterior, cuanto mayor es el nivel de compromiso o seriedad en la relación sentimental existe más riesgo de conflictos (Menesini y Nocentini, 2008), es decir, son más probables los episodios de violencia en una pareja «consolidada» que en las relaciones informales (Arias, Samios y O’Leary, 1987; Hanley y O’Neill, 1997). El mayor compromiso en la relación puede aumentar el riesgo de violencia al darse una mayor implicación, emociones más intensas y más oportunidades para que surja el conflicto (Cleveland, Herrera y Stuewig, 2003). En cuanto a la edad, la frecuencia de las agresiones parece decrecer en las parejas más mayores (Fritz y O’Leary, 2004; Jackson, Cram y Seymur, 2000; Smith et al., 2003), de tal forma que el mayor riesgo de violencia se produciría entre los 20 y los 25 años (O’Leary, 1999).
Variables asociadas a la violencia en el noviazgoDurante estos últimos años se ha puesto de manifiesto la existencia de numerosas variables asociadas a la VN, aunque algunas son muy específicas de la adolescencia (e.g., la influencia de los iguales con comportamientos violentos contra su pareja) y la mayoría de ellas son similares o iguales a las que afectan a las parejas adultas (véanse Lewis y Fremouw, 2001; Shorey et al., 2008; Wekerle y Wolfe, 1999). En la ya clásica revisión sobre la VN de Lewis y Fremouw (2001), los autores diferenciaron cinco grupos de factores (sociodemográficos, históricos, clínicos o intrapersonales, interpersonales y contextuales) y resaltaron la importancia de distinguir los factores relacionados con la agresión cometida (perpetración) de los relacionados con la agresión sufrida (victimización). En una revisión sistemática más reciente sobre factores de riesgo en la VIP que incluyó 58 trabajos con adolescentes (Capaldi et al., 2012), identificaron factores de riesgo: (a) demográficos (i.e., edad, género, estatus socioeconómico, raza/grupo étnico, aculturación y estrés), (b) contextuales (i.e., barrio, comunidad y escuela), (c) familiares (i.e., exposición a la VIP en la familia de origen, maltrato en la infancia y hábitos de crianza), (d) relacionados con los iguales (i.e., relaciones con iguales antisociales y apoyo social), (e) psicológicos y conductuales (i.e., problemas de conducta, conducta antisocial, ira y hostilidad, trastornos de personalidad, depresión, intentos de suicidio, problemas de autoestima y consumo de alcohol y de drogas,) y (f) de tipo cognitivo (i.e., atribuciones hostiles, actitudes y creencias).
Todos estos factores asociados a la VN, no obstante, podrían aglutinarse en dos grandes categorías para simplificar su estudio: (a) factores (inter)personales (de tipo biológico, conductual, psicológico y relacional) y (b) factores situacionales (relacionados con el entorno físico, histórico, familiar, económico, social y comunitario). Además, se pueden agrupar en función del papel desempeñado con respecto a la violencia (i.e., precipitante, facilitador, mediador/modulador, e inhibidor/protector) como se vio anteriormente (véase figura 1).
En las tablas 2 y 3 se presentan las diversas variables (inter)personales y situacionales según su relación con la violencia cometida o con la violencia sufrida. También se ha creado una categoría denominada «variables inconsistentes» en la que se incluyen todas aquellas sobre las que no existe un claro consenso entre los investigadores acerca de su papel e implicación en relación con la VN.
Factores (inter)personales relacionados con la agresión cometida y sufrida en el noviazgo
Papel de la variable | Nombre de la variable | AC | AS |
---|---|---|---|
Precipitante | Consumo de alcohol y de drogas | * | |
Facilitador | Consumo de alcohol y de drogas | * | |
Embarazos no deseados | * | ||
Estrategias afrontamiento de distracción/distanciamiento | * | ||
Celos y conductas controladoras | * | ||
Conducta antisocial | * | ||
Empatía baja | * | ||
Hostilidad | * | ||
Ira | * | ||
Actitudes favorables a la violencia | * | * | |
Actitudes negativas sobre la mujer | * | * | |
Alteraciones de la personalidad | * | * | |
Alteraciones psicopatológicas | * | * | |
Antecedentes de violencia de pareja | * | * | |
Autoestima baja | * | * | |
Conductas sexuales de riesgo | * | * | |
Déficit habilidades comunicación | * | * | |
Déficit solución problemas | * | * | |
Estereotipos de género | * | * | |
Ideación y conductas suicidas | * | * | |
Problemas escolares y bajo rendimiento académico | * | * | |
Modulador | Actitudes favorables a la violencia | * | * |
Afecto negativo | * | * | |
Autoestima | * | * | |
Edad | * | * | |
Empatía | * | * | |
Estereotipos de género | * | * | |
Estilo de apego | * | * | |
Protector | Autoestima elevada | * | * |
Empatía elevada | * | * | |
Habilidades de comunicación y de solución de problemas | * | * | |
Percepción de autoeficacia | * | * | |
Rendimiento académico positivo | * | * | |
Inconsistente | Desconexión moral | * | * |
Origen étnico | * | * | |
Satisfacción en la relación de pareja | * | * | |
Sexo | * | * |
Nota. AC=agresión cometida, AS=agresión sufrida.
Factores situacionales relacionados con la agresión cometida y sufrida en el noviazgo
Papel de la variable | Nombre de la variable | AC | AS |
---|---|---|---|
Precipitante | Estrés psicosocial | * | |
Facilitador | Maltrato y abuso sexual en la infancia | * | * |
Violencia intrafamiliar | * | * | |
Violencia en la comunidad | * | * | |
Influencia de iguales violentos con sus parejas | * | * | |
Apoyo social bajo | * | * | |
Hábitos crianza disfuncionales | * | * | |
Estrés psicosocial | * | ||
Protector/ inhibidor | Apoyo social | * | * |
Hábitos de crianza positivos | * | * | |
Inconsistente | Lugar de residencia | * | * |
Estructura familiar | * | * | |
Estatus socioeconómico | * | ||
Medios comunicación/videojuegos | * | * |
Nota. AC=agresión cometida, AS=agresión sufrida.
La mayoría de las variables estudiadas están asociadas tanto a la agresión cometida como a la agresión sufrida; sin embargo, hay variables que solo incrementan el riesgo de victimización, como por ejemplo las estrategias de afrontamiento basadas en la distracción o en el distanciamiento (Bird, Stith y Schladale, 1991; Coffey, Leitenberg, Henning, Bennett y Jankowski, 1996) y otras que aumentan el riesgo de agredir, tales como la ira, la hostilidad, los celos, las conductas controladoras y la conducta antisocial (Bookwala, Frieze, Smith y Ryan, 1992; Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010; Foshee, Reyes y Ennett, 2010; Gorman-Smith, Tolan, Sheidow y Henry, 2001; O’Leary y Slep, 2003; Parrott y Zeichner, 2003; Sebastián et al., 2010).
Variables que pueden precipitar la violencia en el noviazgoEn cuanto a los factores (inter)personales, el papel precipitante del alcohol y de otras drogas a la hora de ejercer agresiones contra la pareja parece ser un hecho indubitado (véase, por ejemplo, Echeburúa y Corral, 1998). Su actuación como un detonante en el desencadenamiento de episodios violentos ha sido recogido en numerosos estudios (Muñoz-Rivas, Gámez-Guadix, Graña y Fernández 2010; Rapoza y Baker, 2008; Shorey et al., 2011a,b; Silverman, Raj, Mucci y Hathaway, 2001; Stappenbeck y Fromme, 2010).
De la misma forma, en relación a los factores situacionales hay abundante literatura que pone de manifiesto el papel precipitante del estrés psicosocial en la VN (Chase, Treboux y O’Leary, 2002; Hokoda, Galván, Malcarne, Castañeda y Ulloa, 2007; Marshall y Rose, 1987).
Variables que pueden facilitar la violencia en el noviazgoLas variables precipitantes en la comisión de agresiones (i.e., consumo de alcohol y de drogas y estrés psicosocial) también pueden desempeñar un papel facilitador en la victimización y así se ha constatado en diferentes trabajos como Haynie et al. (2013), Marshall y Rose (1987) o Ramissetty-Mikler, Goebert, Nishimura y Caetano (2006). Junto a ellas, los siguientes factores (inter)personales y situacionales también pueden facilitar las agresiones y la victimización: (1) algunas alteraciones psicopatológicas como la depresión (Banyard y Cross, 2008; Foshee et al., 2011; Haynie et al., 2013; Holt y Espelage, 2005; Howard y Wang, 2003a; O’Keeffe, 2005; Schnurr y Lohman, 2013) o determinados trastornos de la personalidad como el límite y el antisocial, (Magdol et al., 1997; Warkentin, 2008; White y Widom, 2003), (2) los celos y las conductas controladoras (Bookwala et al., 1992; Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010; Follingstad et al., 1991; Jackson et al., 2000), (3) los antecedentes de violencia contra otras parejas y la conducta antisocial (Deal y Wampler, 1986; Gorman-Smith et al., 2001; O’Leary y Slep, 2003; Sebastián et al., 2010; Smith et al., 2003), (4) la ideación suicida y los intentos de suicidio (Ackard y Neumark-Sztainer, 2002; Banyard y Cross, 2008; Eshelman y Levendosky, 2012; Foshee, Benefield, Ennett, Barman y Suchindran, 2004; Howard y Wang, 2003a, 2003b), (5) las conductas sexuales de riesgo (Howard y Wang, 2003a, 2003b; Silverman et al., 2001) y los embarazos no deseados (Hagan y Foster, 2001), (6) la influencia de los iguales que ejercen la violencia contra sus parejas (Arriaga y Foshee, 2004; Connolly, Friedlander, Pepler, Craig y Laporte 2010; Foshee et al., 2011; Foshee et al., 2013; Olsen, Parra y Bennet, 2010; Schnurr y Lohman, 2013), (7) el maltrato y el abuso sexual en la infancia (Cyr, McDuff y Wright, 2006; Foshee et al., 2004; Foshee et al., 2005; Rapoza y Baker, 2008; Wekerle et al., 2001; Wekerle y Wolfe, 1998) y (8) la exposición a la violencia en la comunidad y en la escuela (Gorman-Smith et al., 2001; Hagan y Foster, 2001; Malik, Sorenson y Aneshensel, 1997; O’Keeffe y Treister, 1998).
Variables que pueden facilitar o inhibir la violencia en el noviazgoPor otro lado, en función del grado o nivel de intensidad con el que se manifiesten determinadas variables, éstas podrán facilitar las agresiones o la victimización o bien ejercer un papel inhibidor o protector, como es el caso de las habilidades de comunicación y de solución de problemas de las que disponga el sujeto (Zurilla, Chang y Sanna, 2003; Foshee et al., 2008). De igual manera, Banyard y Cross (2008) y Schnurr y Lohman (2013) refieren que si la persona presenta un bajo rendimiento académico o tiene problemas escolares se incrementará el riesgo de agredir a su novio/a; por el contrario, Foshee et al. (2011) y O’Keeffe (1998) afirman que dicho riesgo será menor si el rendimiento académico es positivo. Asimismo, se ha encontrado una mayor probabilidad de agredir en el noviazgo si se ha crecido en un entorno familiar bajo la influencia de unos hábitos de crianza disfuncionales caracterizados por el control autoritario, el castigo físico, el afecto negativo, la carencia de afecto, la negligencia o una baja implicación parental (Chase, Treboux y O’Leary, 2002; Magdol et al., 1998; Miller, Gorman-Smith, Sullivan, Orpinas y Simon, 2009); sin embargo, los hábitos de crianza positivos en los que hay una estrecha relación con los padres parecen ejercer un papel protector contra la violencia (Chase et al., 2002; Ehrensaft et al., 2003; Leadbeater, Banister, Ellis y Yeung, 2008).
Variables que pueden facilitar o modular la violencia en el noviazgoOtras variables pueden facilitar o modular la asociación entre algunos factores y la VN. Así, por ejemplo, un estilo de apego inseguro, caracterizado por la ansiedad o la evitación, tiende a incrementar la probabilidad de agredir (Bookwala y Zdaniuk, 1998; Follingstad, Bradley, Helff y Laughlin, 2002; Rapoza y Baker (2008) y el apego inseguro también a modular las relaciones entre otras variables, como la violencia intrafamiliar o las actitudes favorables a la violencia con las agresiones en el noviazgo (Grych y Kinsfogel, 2010). En otros estudios se ha puesto de manifiesto que los estereotipos de género y las actitudes favorables a la violencia facilitan las agresiones (Castellano et al., 1999; Parrot y Zeichner, 2003; Shen, Chiu y Gao, 2012) y la victimización en las mujeres (Foshee et al., 2004) y median sobre la relación existente entre variables situacionales de carácter sociodemográfico y familiar con la VN (Foshee et al., 2008). De igual manera, el afecto negativo, caracterizado por la ira y por la hostilidad, facilita la agresión y modula las relaciones de variables como la violencia intrafamiliar observada o el maltrato en la infancia con la VN (White y Widom, 2003; Wolf y Foshee, 2003; Wolfe, Wekerle, Reitzel-Jaffe y Lefebvre, 1998). Finalmente, la edad también parece modular la violencia cometida y sufrida en el noviazgo, de tal forma que hay más interacciones violentas en la adolescencia media-tardía, decreciendo de manera notable a partir de los 25 años (Arriaga y Foshee, 2004; Fritz y O’Leary, 2004; Jackson et al., 2000; O’Leary, 1999; Palmetto, Davidson, Breitbart y Rickert, 2013). Así y todo, las consecuencias en el plano físico y emocional de la violencia son más graves en las personas de más edad, especialmente en el caso de las mujeres (Ackard, Eisenberg y Neumark-Sztainer, 2007; Archer, 2000; Harned, 2001; Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007a).
Variables que pueden facilitar, modular o inhibir la violencia en el noviazgoLa autoestima y la empatía pueden facilitar la violencia o inhibirla pero también pueden ejercer un efecto modulador al relacionarse con terceras variables. Así, por ejemplo, una baja autoestima se ha asociado a un mayor riesgo de agredir a la pareja (Deal y Wampler, 1986; Magdol et al., 1997) y de ser agredido/a (Ackard y Neumark-Sztainer, 2002; Foshee et al., 2004; O’Keeffe y Treister, 1998); por el contrario, una buena autoestima puede actuar como un factor protector (Lewis y Fremouw, 2001; O’Keeffe, 1998). Además, la autoestima puede mediar entre factores como los hábitos de crianza y la VN (Pflieger y Vazsonyi, 2006). Por su parte, el desarrollo de la empatía constituye un aspecto fundamental para inhibir los impulsos agresivos (Richardson, Hammock, Smith y Gardner, 1994); sin embargo, una baja empatía o su carencia incrementa sobremanera la probabilidad de agredir (Blázquez-Alonso et al., 2012; Warkentin, 2008). Pero la empatía también puede modular la relación entre las actitudes de justificación de la violencia y la autoeficacia con la VN (Wolfe et al., 2004) o entre variables como la observación de violencia intrafamiliar y la VN, de manera que una mayor empatía disminuye el riesgo de que los adolescentes que han sido testigos de violencia intrafamiliar maltraten a su pareja durante el noviazgo (McCloskey y Lichter, 2003).
Variables cuya relación con la violencia en el noviazgo es poco consistenteEs controvertido el papel que juegan algunas variables con respecto a la VN, muchas de ellas profusamente estudiadas (i.e., sexo, origen étnico, satisfacción en la relación de pareja, lugar de residencia, estatus socioeconómico y estructura familiar). Así, por ejemplo, la literatura ofrece datos contradictorios en relación con el sexo y la prominencia de agresiones sufridas o cometidas por hombres y mujeres (Arriaga y Foshee, 2004; Fiebert, 2004; Foshee et al., 2009; Foshee, 1996; Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007a; Muñoz-Rivas, Graña, O’Leary y González, 2007b; Straus y Ramírez, 2007). Además, frecuentemente la violencia tiene un carácter bidireccional, esto es, ambos miembros de la pareja se agreden mutuamente (Cyr et al., 2006; Gray y Foshee, 1997; Harned, 2001; Haynie et al., 2013; Lewis y Fremouw, 2001; Rubio-Garay, López-González, Saúl y Sánchez-Elvira-Paniagua, 2012; Straus, 2008). Por ejemplo, en un estudio transcultural en 32 países (Straus, 2008) se encontró que el 68.6% de las agresiones fueron de tipo recíproco, predominando incluso en las sociedades tradicionalmente caracterizadas por la dominación del hombre sobre la mujer. Así y todo, parece ser que, independientemente de quien comience la agresión, la violencia ejercida por los hombres es más peligrosa y las consecuencias para la salud son mucho más graves y devastadoras para las mujeres (Archer, 2000; Arriaga y Foshee, 2004; Harned, 2001; Jackson, 1999; Muñoz-Rivas et al., 2007b).
Los resultados de las investigaciones tampoco son concluyentes con respecto al origen étnico (Foshee et al., 2010; Makin-Byrd, Bierman y Conduct Problems Prevention Research Group, 2013; Malik et al., 1997), puesto que las diferencias encontradas en la agresión cometida y sufrida en diferentes subpoblaciones étnicas podrían deberse tanto a la diversidad racial en sí misma como a la influencia de otros factores sociodemográficos como el lugar de residencia o el estatus socioeconómico (véanse Offenhauer y Buchalter, 2011; Vézina y Hébert, 2007).
Con respecto a la satisfacción en la relación de pareja, se trata de un constructo con un peso relevante en la dinámica y evolución de la relación y que podría ser tanto una consecuencia (Bookwala, Frieze y Grote, 1994; Follette y Alexander, 1992) como un factor de riesgo en la aparición de interacciones violentas en la pareja (Fernández-Fuertes y Fuertes, 2010; Katz, Washington y Coblentz, 2002; O’Keeffe, 1997).
En el caso del estatus socioeconómico, el lugar de residencia y la estructura familiar, algunos trabajos muestran un mayor riesgo de cometer y sufrir agresiones en personas con estatus socioeconómico bajo (Foshee et al., 2009; Hird, 2000; O’Keeffe, 1998), residentes en zonas urbanas (Hickman, Jaycox y Aronoff, 2004), pertenecientes a familias monoparentales (Foshee et al., 2004; Foshee et al., 2009) o cuyos padres están divorciados (Billingham y Notebaert, 1993; Malik et al., 1997); por el contrario, otras investigaciones informan de una relación débil entre el estatus socioeconómico y la VN (Vézina y Hébert, 2007), de una mayor probabilidad de VN en zonas rurales (Marquart, Nannini, Edwards, Stanley y Wayman, 2007; Spencer y Bryant, 2000) y en barrios desfavorecidos (Karriker-Jaffe, Foshee, Ennet y Suchindran, 2009), o bien que el divorcio de los padres no constituye una variable con un peso relevante en las agresiones en el noviazgo (Billingham y Gilbert, 1990; O’Keeffe, Brockopp y Chew, 1986).
Por último, en lo que se refiere a variables poco estudiadas, como la desconexión moral (DM) o la influencia de los medios de comunicación y videojuegos, la investigación no está exenta de controversia. En relación con la primera, un estudio exploratorio sobre la relación entre la DM y las agresiones en el noviazgo en adolescentes (Rubio-Garay, Carrasco y García-Rodríguez, en prensa) reveló una relación significativa entre la DM y la perpetración de agresiones en los varones y en el grupo de participantes más jóvenes (16 a 18 años). Además, la relación entre la justificación moral y la violencia ejercida estuvo modulada por la deshumanización de la víctima. En cuanto a los contenidos violentos en los medios de comunicación y videojuegos, una línea de investigación asentada considera un mayor riesgo de violencia tras la exposición a estos contenidos (véase Anderson y Warburton, 2012, para una revisión). Sin embargo, la escasa investigación realizada hasta el momento sobre la relación de la exposición a este tipo de contenidos y la VN ofrece resultados desiguales: mientras que Connolly et al. (2010) informan de una relación positiva entre el uso de medios de comunicación agresivos y la VN, otros autores (Fergusson, San Miguel, Garza y Jerabeck, 2012) no encuentran una relación significativa entre ambas variables. La heterogeneidad de resultados en estas relaciones probablemente sugiere el necesario efecto de otras variables moduladoras (e.g., personalidad, contexto facilitador) que actúan conjuntamente con la exposición a contenidos violentos.
Implicaciones para la prevenciónLa principal implicación práctica derivada de esta revisión es la delimitación de las variables relevantes que pueden prevenir la aparición de la VN. En este sentido, se hace evidente la necesidad de implementar programas de prevención primaria en entornos educativos y comunitarios que contemplen la atención y, si es posible, la modificación de las principales variables recogidas. Algunos de los programas diseñados hasta la fecha han mostrado su eficacia al disminuir las agresiones físicas, psicológicas y sexuales en el noviazgo, así como la victimización frente a los grupos de no tratamiento, produciendo efectos positivos a corto y a largo plazo en: (a) cambio de actitudes y conductas con respecto a la violencia, (b) modificación de los roles tradicionales y de los estereotipos de género, (c) desarrollo de habilidades de comunicación, de resolución pacífica de conflictos y de solución de problemas y (d) una mejora en la autoestima (véanse, Cornelius y Resseguie, 2007; Leen et al., 2013, para una revisión). En la figura 2 pueden verse los componentes más frecuentemente incluidos en los programas de prevención primaria para las agresiones en el noviazgo. La eficacia de tales programas se vería incrementada trabajando algunos aspectos relacionados con el consumo y abuso de alcohol y sustancias psicoactivas que, como se ha visto, precipitan las conductas agresivas e incrementan la victimización (Shorey, Rhatigan, Fite y Stuart, 2011; Shorey, Stuart et al., 2011).
Asimismo, la inclusión de elementos de prevención secundaria como el apoyo psicológico a las víctimas (O’Keeffe, 2005) contribuirían a amortiguar los efectos nocivos de la violencia, fundamentalmente en aquellas personas que no cuentan con apoyo social de familiares y amigos (Banyard y Cross, 2008; Cleveland et al., 2003; Foshee et al., 2011; Holt y Espelage, 2005). Finalmente, sería recomendable que la prevención secundaria de este tipo de programas se dirigiese también al tratamiento de los agresores.
ConclusionesDe la revisión realizada en este trabajo se deriva que, a pesar de la inexistencia de una definición operacional consensuada sobre la VN, se tiende a considerar un constructo en sí mismo con bastantes similitudes con la VIP en adultos y con graves consecuencias para la salud global y el funcionamiento interpersonal de los adolescentes (Ackard et al., 2003; Banyard y Cross, 2008; Centers for Disease Control and Prevention, 2012; Haynie et al., 2013; Muñoz-Rivas et al., 2007a; Shorey et al., 2008; Silverman et al., 2001; Teten et al., 2009). El conocimiento cada vez mayor de estas dinámicas agresivas, gracias al importante corpus de investigación empírica acumulado en los últimos años, permite sacar algunas conclusiones con respecto a su desarrollo, curso y variables asociadas:
- 1.
El empleo de la violencia durante el noviazgo como una manera habitual de resolver conflictos aumenta claramente el riesgo de cometer agresiones posteriores, sobre todo a partir del momento en que la pareja comienza a convivir (Carlson, 1987; O’Leary y Slep, 2003; Wekerle y Wolfe, 1999). En este sentido, resulta especialmente alarmante que muchos adolescentes consideren las agresiones físicas y psicológicas como prácticas «normales» para la resolución de los conflictos e «inherentes» a la propia relación de pareja (Avery-Leaf, Cascardi, O’Leary y Cano, 1997; Harned, 2001; Hird, 2000; Wekerle y Wolfe, 1999).
- 2.
El riesgo de agresiones en el noviazgo es más elevado en las relaciones con mayor antigüedad, compromiso y «seriedad», probablemente por la mayor implicación emocional y la presencia de más oportunidades de conflicto (Blázquez-Alonso et al., 2012; Giordano et al., 2010; Menesini y Nocentini, 2008).
En la literatura se han citado más de tres decenas de factores de tipo (inter)personal y situacional asociados a la VN que podrían precipitar, facilitar, modular/mediar o inhibir las agresiones y la victimización. La mayor parte de estas variables son comunes a la violencia cometida y sufrida, aunque otras ejercen su influencia sólo en la comisión de agresiones (e.g., ira, hostilidad, celos y conducta antisocial) o son propias de la victimización (e.g., baja autoestima, estrategias de afrontamiento basadas en la distracción o el distanciamiento y embarazos no deseados). Entre las variables que la literatura ha relacionado más estrechamente con la VN se pueden citar: (a) las actitudes de justificación de la violencia, (b) la influencia de los iguales, (c) la exposición a la violencia dentro de la propia familia o en la comunidad, (d) una historia de maltrato físico y psicológico, de abuso sexual y de hábitos de crianza negativos, (e) los estereotipos tradicionales de género, (f) un déficit de habilidades sociales y de comunicación, (g) un manejo inadecuado de la ira, (h) una baja autoestima, (i) el consumo de alcohol y otras drogas, (j) una historia personal de agresión, (k) la falta de empatía y (l) la carencia de apoyo social (Children's Safety Network, 2012; Hendy et al., 2003; Lewis y Fremouw, 2001; O’Keeffe, 2005; Olsen et al., 2010). Sin embargo, otras variables presentan una relación poco consistente con este tipo de agresiones y han suscitado controversia entre los investigadores, tales como el sexo, el origen étnico, el lugar de residencia, la estructura familiar o el estatus socioeconómico (Children's Safety Network, 2012; Makin-Byrd et al., 2013).
El diseño e implementación de programas de prevención primaria y secundaria es una de las principales implicaciones prácticas que se derivan de esta revisión. A pesar de que en estudios previos se han incorporado a los programas preventivos algunas de las variables citadas en esta revisión y han mostrado su eficacia, se sugiere la inclusión y el trabajo con otros factores de riesgo que podrían enriquecer y aumentar la eficacia y efectividad de tales programas.
Finalmente, señalar que aunque la presente revisión incluye numerosas referencias tras la exploración de las principales bases de datos de investigación, solo responde a una primera aproximación bibliográfica sobre las variables relevantes asociadas a las VN. Futuros trabajos deberían llevar a cabo otras revisiones que incorporasen las nuevas aportaciones en este campo de investigación. Sin embargo, el elevado número y heterogeneidad de variables que se han asociado a la VN complica en gran medida la realización de una revisión sistemática, fundamentalmente por el gran número de descriptores que habrían de utilizarse para poder optimizar una correcta ecuación de búsqueda de los trabajos pertinentes.
Conflicto de interesesLos autores de este artículo declaran que no tienen ningún conflicto de intereses.