Palabras pronunciadas por Manuel Cárdenas Loaeza* en la Ceremonia de Homenaje en que se impuso el nombre de Rafael Mendez Martínez, al Departamento de Farmacología del Instituto Nacional de Cardiología Ignacio Chávez.
Es para mí un honor y una satisfacción dirigir a ustedes unas palabras en este homenaje a Don Rafa, agradezco en lo que significa, al señor Director y al Dr. Pastelín esta oportunidad.
Tuve el privilegio de recibir las enseñanzas y colaborar con el maestro Mendez, tanto en el Laboratorio Experimental como en Farmacología Clínica, nuestras familias fueron cercanas y convivimos en múltiples ocasiones en nuestros domicilios, en viajes en México y en el extranjero, y me hizo además la confianza y el honor de que fuera su médico de cabecera.
Estoy seguro que puede haber voces más autorizadas que la mía para esta encomienda, pues si bien pueden existir personas que le tengan el mismo cariño, respeto y admiración, no hay ninguno que los tenga más.
Para entender la polifacética personalidad del Dr. Mendez, del científico, del político, del intelectual, amigo y compañero de García Lorca, de Buñuel, de Dalí, de Moreno Villa, de José Clemente Orozco y de Sandoval Vallarta, con lo que va implícito su interés por la literatura, la cinematografía, la pintura y que recibió las enseñanzas directas de Ortega y Gasset y Unamuno en filosofía, hay que hacer referencia a su vida en España y en México.
A los 22 años obtuvo el grado de Doctor en Medicina en la vieja facultad de San Carlos. En la facultad había sido discípulo de Ramón y Cajal, y de Don Teófilo Hernando, de quien fue alumno Interno por Oposición en la Cátedra de Terapéutica y por cuya recomendación ingresó a la Residencia de Estudiantes, fundada por Cajal, en donde se relacionó con los personajes citados; su compañero de habitación fue nada menos que Severo Ochoa, Premio Nobel de Medicina, y comenzó a trabajar en Farmacología Experimental con su querido Maestro Don Juan Negrín.
A los 29 años de edad es Catedrático Numerario por oposición de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Medicina de Sevilla, el más joven de España.
Se forjó así la rara mezcla que configuró la personalidad de Don Rafael, un científico e investigador apasionado, preocupado e inquieto por su trabajo en sus horas de sueño y descanso, y un humanista involucrado en la literatura, la pintura, la arquitectura, la historia, el cine y todas las manifestaciones del intelecto humano. Terminados sus estudios en España y con becas de la Junta para Ampliación de Estudios que presidía Don Santiago Ramón y Cajal, fue a trabajar a Edimburgo con el profesor A. J. Clark por dos años, donde publicó varios trabajos. Estuvo en Berlín un año con Trendelemberg.
Su contacto con Sevilla y sus relaciones familiares desarrollaron en el Maestro otro aspecto de su polifacética personalidad, su afición por la tauromaquia, el flamenco y los gitanos, y su amistad con las figuras en esos campos.
Cuantas veces pasamos en privado veladas inolvidables con Sabicas, Lola Flores, Manolo Caracol, la Contrahecha, Cagancho o Luis Miguel Dominguín, todos ellos lo sentían uno de los suyos y lo llamaba Rafaelito.
En 1936 los cuatro Jinetes del Apocalipsis desatan su furia en España, azuzados por la Bestia Fascista. El Dr. Mendez fiel a sus convicciones y por su lealtad a su maestro Negrín, participó activamente en el bando de la legalidad. Su actuación podría dar lugar a varios guiones para películas cinematográficas de acción. Se le envió a Oran, París, Nueva York y Washington a comprar armas y material de guerra con enormes sumas en millones de dólares y para cumplir su misión tuvo que tratar con banqueros, gánsteres, el FBI, jefes de partidos políticos y, cómo él mismo dijo, con otras gentes del mal vivir. A su nombre el Banco de España depositó en Francia, Inglaterra, Estados Unidos y México 27 millones de dólares, de aquellos dólares. Liquidó todas las cuentas al centavo y al terminar su encomienda, ya que estaba en peligro de ser encarcelado.
Al volver a España, el joven científico fue nombrado Director General de Carabineros con cuarenta mil hombres a sus órdenes; imaginemos lo que eso sería para el hombre de paz y absolutamente desconocedor del arte castrense. Después fue Subsecretario de Gobernación, de él dependían la policía, las fuerzas del interior y el servicio de inteligencia con su información secreta. Aprovechó ese puesto para salvar la vida de muchas personas.
Resulta todo ello tan inverosímil que él mismo decía que le costaba creerlo. Asimismo burla, burlando, hacía referencia a su derecho al trato de Excelencia que le correspondía, desde que el Rey de España le otorgó la Gran Cruz del Mérito Civil en 1981, como un reconocimiento a su labor y una rectificación a las acusaciones injustas.
Al terminar la guerra, marchó a Francia en donde se entabló contra él un proceso de extradición por el gobierno del cuartelazo, encabezado por Franco. Lo acusaba, o ironía de las ironías, de ladrón y asesino. Las autoridades francesas le recomendaron, para evitar complicaciones, salir de Francia. Se dirigió a los Estados Unidos y a través del Comité de Ayuda a la República Española formada por Cannon, recibió la oferta de investigador en Farmacología en Harvard con el profesor Otto Krayer, con quien había colaborado en Alemania. Los otros tres instructores eran Gordon Moe, Earl Wood y George Acheson. Ahí tuvo por primera vez relación de amistad con mexicanos: Rosenblueth, Sandoval Vallarta, Carrillo Flores y Graef Fernández. Cuatro años después, fue invitado a ser profesor de Farmacología en la Universidad Loyola en Chicago.
Nuevamente su carrera científica tomaba bases firmes y el porvenir parecía asegurado. Todo se disipó con la muerte de su adorada esposa, historia de amor que también podría servir como tema de una novela romántica. Quedó con dos niños Rafael de seis años y María de dos, una vez más todo se derrumbó.
En esa circunstancia, rodeado de nuevo por ruinas, recibió del Maestro Chávez el ofrecimiento, por indicación de Arturo Rosenblueth, de incorporarse al Instituto de Cardiología.
Llegó a México en 1946, en el remanso de paz, de amistad y de trabajo que le dio el Instituto, rehízo su vida. Conoció a Marga Blanco y se casó con ella, tuvo un hijo mexicano, Juan Pablo. En el Instituto fue Jefe de Departamento, Jefe de División y Subdirector de Investigación, luego fue Coordinador General de los Institutos de Salud, en esta su casa vivió hasta su muerte. Aquí llevó a cabo su labor científica más trascendente.
La obra científica del Dr. Rafael Mendez no necesita de elogios desmedidos, habla por sí sola y por el hecho conocido de que se le considera internacionalmente, como uno de los grandes investigadores y maestros de la farmacología cardiovascular.
Sus trabajos le permitieron elaborar todo un cuerpo de doctrina sobre los digitálicos y son los artículos sobre investigación con mayor impacto en la literatura médica, realizados en México. Las citas que de estos se hacen suman cientos y se encuentran en los más connotados libros de texto: la V Edición del Goodman y Gilman incluye doce, el Fish y Surawicz treinta y uno, y es bien sabido que cuando las investigaciones se incluyen en los libros de texto, es que han pasado la controversia y se aceptan como doctrina que se transmite a los estudiantes. Sus trabajos sobre antiarrítmicos son clásicos y su importancia quedó plasmada al solicitarle el Comité Editorial del Annual Review of Pharmacology la elaboración de un extenso artículo sobre el tema en 1970.
Para la elaboración de dichos estudios desarrolló técnicas precisas y nuevos modelos experimentales.
Consideraciones semejantes podrían hacerse de su otra línea de investigación, la medicación coronaria y los receptores adrenérgicos.
La labor de enseñanza y de formación de farmacólogos del profesor Mendez continuó en México y fue el cimiento firme para la creación de la Farmacología Mexicana, que ocupa ahora un lugar destacado a nivel mundial. Sus alumnos pronto destacaron, se desperdigaron por el mundo, y son destacados profesores y jefes de departamento lo mismo en Monterrey, Guadalajara, México, León y Veracruz, que en Nueva York, La Habana, Caracas, Buenos Aires y Glasgow.
Sería imposible mencionarlos todos, pero aún con la conciencia de ser injusto no puedo dejar de señalar a los aquí presentes: Juan José Mandoki, Pablo Rudomín, Jorge Aceves, Gustavo Pastelín y Fermín Valenzuela. A estos nombres añadiría los de Antonio Morales, David Erlij, Rafael Rubio, José Jalife y los de nuestros inolvidables Emilio Kabela y Carlos Mendez, cuya pérdida prematura nunca lamentaremos suficientemente.
Como ser humano Don Rafael fue modesto, alejado de cualquier exhibicionismo, y ayudó de manera callada, generosa y totalmente desinteresada a todos los que se le acercaron y prodigó su sabiduría, sin pedir nada a cambio. A esas cualidades se unían las que el Maestro atribuyó a Don Quijote, "caballero del ideal, defensor de los humildes, crítico de los poderosos, resumen de los valores humanos de la libertad".
Agregaría yo, que todo ello bien pudo decir como el inmortal manchego al que tanto se parecía aún su físico, "podrán hechiceros, malandrines y encantadores quitarme la ventura y la fuerza pero el ánimo nunca".
Fue Don Rafa un patriota, patriota de dos patrias, México y España. Por ello dispuso que la mitad de sus cenizas quedaran en México y la otra mitad en España.
Al recibir el Premio Nacional de Ciencias dijo: "Por eso, los desterrados españoles nos hemos integrado totalmente a México, y por eso nos sentimos profundamente mexicanos. Porque no es el momento de la llegada ni la antigüedad de la ascendencia lo que marca el amor a México. En el proceder ante México y en el amor a México, no tiene por qué ser más mexicano aquél que conserva pura su sangre indígena que el que desciende de un abuelo asturiano o andaluz, y tan mexicanos como aquellos nos sentimos algunos de los que, aún no habiendo nacido en México, nos hemos integrado totalmente a este país ejemplar en su hospitalidad; los que hemos sido colmados de cariño por México y nuestros entrañables amigos mexicanos y correspondemos con amor y lealtad a nuestro país y a las responsabilidades que nos han confiado. Tenemos hijos y nietos nacidos en México a los que hemos inculcado el amor a México. Y formamos parte de México en todos sus avatares, en sus penas y en sus alegrías, en sus gracias y en sus infortunios".78
Correspondencia: Juan Badiano Nº 1, Col. Sección XVI, Delegación Tlalpan. C.P. 14080. México, D.F., México.
Correo electrónico: carman_14050@yahoo.com.mx
Recibido el 16 de diciembre de 2011;
aceptado el 4 de enero de 2012.