Ocular perforations require an action depending on the findings observed. Additionally, the closeness of the orbit to the nasal cavity and the anterior cranial fossa requires any collateral damage in these spaces to be ruled out. The presence of a penetrating ocular injury associated with ipsilateral rhinorrhoea in which the presence of β2-transferrin—a highly specific and sensitive marker to identify cerebrospinal fluid—is detected, obliges to suspect and locate any possible leakage. A case is presented in which this unbound protein is detected in post-traumatic rhinorrhoea with an origin in the eyeball, making the diagnosis of a CSF leak into a false positive.
Las perforaciones oculares precisan de una actuación acorde a la severidad de los hallazgos. Adicionalmente, la vecindad de la órbita a la cavidad nasal y a la fosa cerebral anterior obliga al menos a descartar daño asociado en estos espacios. La coexistencia de una herida ocular penetrante con secreción nasal homolateral en la que se detecta β2-transferrina—marcador de alta especificidad y sensibilidad para presencia de líquido cefalorraquídeo (LCR)—obliga a sospechar y localizar una fístula del mismo. Presentamos un caso en el que la detección de esta proteína desializada en una rinorrea postraumática tenía su origen en el propio globo ocular y convirtió el diagnóstico de fístula de LCR en un falso positivo.
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