El absceso cerebral es un proceso supurativo focal dentro del parénquima cerebral con una patogenia y etiología diversa, siendo la cerebritis el estadio clínico más precoz. Actualmente, los abscesos cerebrales piógenos son con frecuencia (30 a 60%) infecciones mixtas. Los estreptococos aislados con más frecuencia pertenecen al grupo Strep. milleri, Staph. aureus, los cuales se aíslan aproximadamente en 15% de los pacientes, sobre todo tras un traumatismo craneal o neurocirugía.1 Los bacilos aerobios gramnegativos se aíslan, a menudo en cultivos mixtos, en 16 a 30% de los pacientes. Las bacterias anaerobias son patógenos especialmente prevalentes en el contexto de una otitis o una enfermedad pulmonar crónica. Alrededor de 70 a 80% de los pacientes tiene un factor predisponente identificable para presentar un absceso cerebral, que con frecuencia determina la localización del absceso cerebral.2 Los factores predisponentes pueden englobarse en tres contextos clínicos diferentes: infección de estructuras parameníngeas contiguas (40–50%), traumatismo craneal y neurocirugía (10–25%) y foco de infección distante con diseminación hematógena (20–30%). El inicio de los síntomas suele ser insidioso en la mayoría de los casos, los síntomas más llamativos reflejan la existencia de una lesión ocupante intracerebral y la elevación de la presión intracraneana.3 La introducción de la tac y la irm ha revolucionado el diagnóstico, determinando tamaño, localización y fase evolutiva. La irm parece más sensible que la tac en la fase de cerebritis. Tan pronto como se establezca el diagnóstico debe iniciarse antibioticoterapia. Los antibióticos deben administrarse por vía parenteral a altas dosis, siendo el régimen empírico inicial más recomendado la asociación de penicilina G (15–20 millones de unidades diarias) y metronidazol (600–1200mg/8 h), pudiendo añadirse una cefalosporina de tercera generación en los abscesos cerebrales de origen ótico, en los que se aíslan con frecuencia bacilos aerobios gramnegativos. El tratamiento quirúrgico debe ser individualizado, estableciéndose indicación, momento y método quirúrgico, en función del estadio y localización del absceso, situación neurológica del paciente, y resultados del seguimiento clínico y radiológico. La cirugía no está indicada si hay mejoría clínico-radiológica con tratamiento médico en la fase de cerebritis. Si la tac muestra un absceso cerebral encapsulado, de cierto tamaño y accesible, si persiste o crece tras antibioticoterapia o si hay deterioro neurológico o hipertensión endocraneal severa, se debe intervenir quirúrgicamente.4
Este artículo debe citarse: Martínez-Castillo E, Chacón-Pizano WL, Mejía-Rodríguez O. Absceso cerebral. Aten Fam. 2013;20(4):130.