La profesión docente resulta cada vez más compleja, los rápidos cambios en las sociedades de las últimas décadas -particularmente la globalización de la economía, las comunicaciones y el avance vertiginoso del conocimiento y la tecnología- han generado fuertes exigencias a sus sistemas educativos,1,2 por lo que la preocupación por ¿cómo debe ser y actuar el profesor? y ¿cuáles sus características personales y profesionales?, son preguntas siempre abiertas. El perfil del docente como profesional de la educación, así como sus competencias y funciones ocupan constantemente la teoría y la práctica educativa. Por ello, nos encontramos frente a un problema teórico-práctico difícil de abordar.3
La profesión médica es una de las pocas que contempla claramente la exigencia de una formación amplia y sistematizada que se lleva a cabo en el propio contexto laboral una vez finalizado el período universitario;4 la formación de profesionales médicos es de gran interés social, pues da como resultado una buena asistencia sanitaria.
De forma esquemática, la educación médica se puede clasificar en tres fases: 1) formación de pregrado o licenciatura; 2) período de posgrado o de formación de especialistas, y 3) formación médica continua; el periodo de posgrado transforma al médico en especialista, este proceso es denominado “sistema de residencias”.5
Los profesionales de la salud, con frecuencia desempeñan un doble rol: realizar actividades asistenciales y actividades docentes.6 Por tanto, una evaluación docente, debe contemplar dos factores: la complejidad de la práctica docente y el aislamiento en que tradicionalmente se realiza esta actividad,7 así, la evaluación de la efectividad de la docencia es un aspecto en el que se considera fundamental determinar la calidad con la que se llevan a cabo diversas funciones de enseñanza, esenciales para realizar una variedad de recomendaciones y decisiones académicas y administrativas.8 La formación debe incluir experiencias que alienten la reflexión sistemática sobre las propias acciones; la reinterpretación de las situaciones presentadas, dándole al currículo el carácter de un conjunto de posibilidades más que de normas, en las que la evaluación continúa del propio aprendizaje; y la comprobación de las implicaciones y de la validez del conocimiento en situaciones pragmáticas, que incluyen una evaluación ética.9
La evaluación del profesorado es definida como la valoración sistemática de la actuación, o las calificaciones del rol profesionalmente definido,10 así como el análisis e interpretación de información que se realiza de manera formativa, integral y participativa para la retroinformación del proceso enseñanza-aprendizaje.11 Determina la calidad académica del profesor, del participante y la adquisición de diferentes tipos de habilidades. Con base en el perfil docente, la enseñanza de la Medicina, en virtud de los avances específicos en el conocimiento de la enfermedad y de los medios para su prevención y control, en el entorno cultural y social, en la organización de los servicios y en las metodologías educacionales, ha experimentado transformaciones que derivan y se corresponden con nuevos perfiles profesionales.12 Por lo que, cuando se habla del perfil profesional del profesorado, se hace referencia al conjunto de competencias que identifican la formación de una persona, para asumir en condiciones óptimas las responsabilidades propias del desarrollo de funciones y tareas de una determinada profesión.13
Sugerencia de citación: Castañeda-Sánchez O, Martínez-Anota I. La competencia docente en Medicina Familiar: una asignatura pendiente. Aten Fam. 2016;23(4):117-118.