Con el objetivo de evaluar la aptitud clínica1 en residentes de medicina familiar durante su proceso formativo en la atención de pacientes con los problemas dermatológicos superficiales más comunes y construir un instrumento válido y confiable, se realizó un estudio transversal comparativo2. En la población de estudio se incluyó a 37 residentes de la especialidad de medicina familiar, de los que 19 alumnos son del primer año, 14 del segundo y 4 del tercero.
El instrumento se construyó a partir de cinco casos clínicos reales condensados, que se exploran a partir de nueve indicadores: reconocimiento de factores de riesgo, reconocimiento de indicios clínicos, integración diagnóstica, uso de recursos terapéuticos, daño yatrogénico por omisión o comisión, medidas de seguimiento, acciones preventivas y criterios de interconsulta. La fiabilidad alcanzada con Kuder-Richardson 21 fue de 0,86 y con la U de Mann-Whitney por semipartición, 0,56. Las posibles respuestas esperables por azar fueron calculadas con base en la fórmula de Pérez Padilla y Viniegra.
No se encontró diferencia significativa entre los diversos grados de la especialidad. Al comparar a los residentes de primer grado con los de segundo, se encontró que p=0,49, y entre los de segundo y tercero, p=0,38.
El estudio valoró la aptitud del médico residente de medicina familiar para tomar decisiones en la solución de casos clínicos de las dermatosis más frecuentes.
La conclusión que puede inferirse es que la aptitud clínica3,4 no está lo suficientemente desarrollada en los médicos residentes de medicina familiar, lo que permite cuestionar que la vinculación entre teoría y práctica sea real; también favorece vislumbrar que los procesos formativos para los médicos en formación deben ser replanteados a fin de que puedan desarrollar una actitud y una aptitud encaminadas a la crítica5 que permita superar el quehacer asistencial de nuestra población derechohabiente (tabla 1).