Sr. Director: El síndrome de burnout o «estar quemado», conceptualizado como agotamiento y desilusión en el trabajo o sensación de no poder dar más de uno mismo a los demás, tras meses o años de dedicación, sin lograr las expectativas esperadas, está llamado a convertirse en un tema de candente actualidad y uno de los puntos que justifican las reivindicaciones de los médicos de atención primaria dentro de la plataforma de los «diez minutos».
Son diversas las escalas o instrumentos que se han empleado para intentar conocer la situación real de este problema; entre éstas cabe citar la escala de clima social en el trabajo (WES), el Hospital Anxiety and Depresión Scale (HADS), el Índice de Reactividad a Estrés (IRE-32), el cuestionario de Font Roja, etc.; de entre todos ellos, el cuestionario diseñado por Maslach y Jackson (MBI) constituye la escala de medida más conocida y frecuentemente utilizada (valora tres aspectos o dimensiones del desgaste profesional: la despersonalización (DP), la ausencia de logros personales (PA) y el agotamiento emocional (AE), si bien la Escala de Efectos Psíquicos del Burnout (EPB) de García y Velandrino (la primera diseñada para la medida del burnout en nuestro entorno sociocultural) parece ofrecer una mejor fiabilidad y mayor acuerdo con un carácter unidimensional del burnout cuyo núcleo es el agotamiento emocional.
Cualquier trabajador, independientemente de su ocupación, es susceptible de desanimarse y perder entusiasmo por su trabajo; sin embargo, la punta de lanza, o al menos las más estudiadas, son las profesiones que mantienen un contacto directo con la gente, especialmente las del ámbito social, educativo y sanitario; no obstante, son pocos los estudios que abordan dicho tema en el personal médico de primaria de nuestro país y no siempre con la misma escala, circunstancia que dificulta aún más las comparaciones. A este respecto, queremos reseñar que en 1997 realizamos un estudio sobre burnout en los 45 médicos de atención primaria del área urbana de Cáceres utilizando el cuestionario MBI en su versión castellana, de forma autoadministrada y anónima, al que contestaron 35 facultativos (tasa de respuesta, 77,7%), cuyos resultados fueron posteriormente comunicados1. Nuestras medias fueron significativamente superiores respecto al estudio de Atance en Guadalajara2 (en el que participaron 45 médicos de primaria con una tasa de respuesta global del 87,4%) en las Escalas de Ausencia de Logros (34,6 ± 8,4 frente a 22,48 ± 2,66; p < 0,001) y Agotamiento Emocional (22,5 ± 12,8 frente a 11,64 ± 3,69; p < 0,001) e inferiores en la de Despersonalización (7,6 ± 6,2 frente a 10,24 ± 2,36; p < 0,05) y muy próximas a las del estudio de Tenerife3 al mostrar éste medias de 7,34, 36,37 y 24,7 para las Escalas de Despersonalización, Ausencia de Logros y Agotamiento Emocional, respectivamente.
La comparación con otros estudios4-6 en cuanto a proporción de facultativos con niveles altos de desgaste en cada una de las escalas se muestra en la figura 1, si bien en este caso se hace necesario hacer alguna consideración: aunque en el estudio de Asturias4 la tasa de respuesta fue del 61,35% (contestaron 497 médicos de un total de 810), en el de Zaragoza5 fue del 50,34% (responden al cuestionario 144 médicos de un total de 286), mientras que en el de Madrid, recientemente publicado en Atención Primaria6, es del 44,3% (de un total de 354 contestan 157, y de estos últimos son 95 los facultativos de medicina correspondiendo el resto a enfermeras o auxiliares).
Hay que tener en cuenta que tasas de respuesta inferiores al 60% son cuestionables en cuanto a la representatividad de los resultados y, siguiendo a Mangione, inaceptables por debajo del 50% (menos de la mitad de los encuestados potenciales), por lo que resultaría necesario estimar el sesgo de no respuesta; en nuestro caso, la ampliación del estudio a todos los médicos de la provincia obtuvo una tasa de respuesta del 62%, lo cual nos hizo replantear en su momento la publicación del estudio definitivo al pensar que los resultados no eran lo suficientemente representativos. Evidentemente, una forma de reducir o prevenir dicho sesgo consiste en realizar varias oleadas de envíos de los cuestionarios o/y un recordatorio. Una vez detectado el posible sesgo, éste podría estimarse analizando determinadas características diferenciales entre los que responden y los que no lo hacen, sobre todo si éstas tienen una influencia potencial en el tema del estudio (edad, sexo, presión asistencial, estabilidad laboral, años de trabajo...) o bien proceder a encuestar por otro método (¿entrevista?) a una muestra representativa de los que no responden ajustando los resultados por el sesgo de no respuesta, lo cual en los estudios anteriores5,6 parece difícil, dado el carácter anónimo del cuestionario, si es que no se puede identificar de ninguna forma a los que no responden.
De cualquier forma, es el momento oportuno, si no necesario, de empezar a conocer el verdadero alcance de nuestro «desgaste profesional» promoviendo estudios en nuestra atención primaria pero con una buena planificación.