res. Directores: Los analgésicos opiáceos constituyen un recurso farmacológico considerado a menudo como infrautilizado1, aunque en los últimos años se ha venido detectando un incremento notable de su uso. Un estudio de ámbito nacional señala que el consumo de analgésicos opiáceos se ha quintuplicado desde 1985 a 19942. En la Región Sanitaria de Tarragona el consumo prácticamente se ha duplicado entre 1992 y 19953. Este aumento posiblemente puede haberse visto favorecido por cambios legislativos que facilitan la prescripción de los fármacos estupefacientes.
Por otra parte, estos incrementos vienen en gran parte condicionados por la aparición de fármacos libres de restricciones burocráticas en su prescripción (tramadol, dihidrocodeína), así como por la aparición de especialidades farmacéuticas orales de morfina, el fármaco considerado de referencia dentro del grupo de los analgésicos opiáceos. Sin embargo, a pesar del aumento detectado en la utilización de morfina por la disponibilidad de formas orales de liberación controlada, continúa cuestionándose su relativamente baja utilización3.
Las fuentes anteriormente citadas recogían los datos de utilización de opiáceos de bases de datos que incluyen las dispensaciones de especialidades farmacéuticas en receta oficial del Sistema Nacional de Salud, aunque por limitaciones de diseño de los procesos de facturación de recetas estas bases de datos no especifican los opiáceos prescritos y dispensados como componentes de fórmulas magistrales. Además, en nuestra región sanitaria existen otras vías de indicación y suministro de fármacos estupefacientes a los pacientes ambulatorios desde los hospitales públicos.
Estas consideraciones hicieron que se plantease la posibilidad de que la cuantificación en el uso de estupefacientes fuese inferior a la real, y se valoró qué cantidad de opiáceos eran indicados y utilizados por estas vías.
Por este motivo, se revisaron todas las fórmulas magistrales facturadas a nuestra región sanitaria durante 1997 que contenían en su composición un opiáceo, y también se requirió a todos los hospitales públicos de la región que nos facilitasen la relación de estos fármacos que habían sido indicados en sus consultas específicas (oncología, unidades de dolor, etc.) y que habían sido dispensados desde sus servicios de farmacia hospitalaria durante ese año. Los datos obtenidos fueron convertidos a dosis diarias definidas por millón de habitantes y por día (DHD), tomando como dosis diarias definidas las recomendadas por la OMS4.
Los resultados obtenidos se muestran en la tabla 1. Llama la atención el hecho de que se prescriba casi tanta morfina en fórmulas magistrales como en especialidades farmacéuticas registradas, así como el considerable suministro que se realiza desde los hospitales. Las dos vías «alternativas» de indicación y suministro solamente afectan a la morfina, y aumentan el porcentaje de ésta en DHD del 10,5 al 20,5% respecto a todos los opiáceos.
Con esta comunicación no se pretende valorar la idoneidad de las posibles vías de administración y diferentes formas farmacéuticas, ni el uso de la morfina respecto a otros analgésicos opiáceos, alguno de los cuales, en nuestra opinión, son utilizados comúnmente en indicaciones diferentes de la morfina en la práctica real. Tampoco se pretende negar la infrautilización de morfina, sobre todo si comparamos nuestros datos con los de otros países5. Aun teniendo en cuenta que nuestros datos relativos a la prescripción de morfina mediante fórmula magistral y al suministro hospitalario a pacientes ambulatorios puede no ser extrapolable a otros ámbitos geográficos, el principal objetivo de esta comunicación es alertar sobre la posible cuantificación por defecto que de manera relevante se produce cuando se olvidan todas las vías posibles de prescripción y/o suministro de morfina. En nuestra región sanitaria (de aproximadamente 435.000 habitantes), tener en cuenta esas otras vías supone que se duplique la cantidad de este fármaco respecto a contabilizar solamente las especialidades farmacéuticas.