Hace un año señalaba con atención dos situaciones en el escenario de la salud global. La referencia era hacia el desempeño de dos países como Estados Unidos y España en torno a la importancia de su sistema sanitario y la medicina de familia1. Ambos países con un objetivo en común que España había alcanzado y debía sostener, y Estados Unidos desea lograr: la cobertura universal en servicios de salud.
Cobertura universal expresa equidad y formaliza a una buena parte de la justicia social en el sentido de que todos los ciudadanos tengan acceso a atención y cuidados de salud.
¿Qué pasó un año después con Estados Unidos y España?En Estados Unidos el año 2012 es año de elecciones. La reforma sanitaria aún tiene mucho para avanzar hacia una implementación concreta y ha minado el crédito político del presidente Obama en un país donde las proyecciones del gasto sanitario se sitúan en casi el 20% para 2020 y donde pocos se plantean la salud como un derecho.
En España la situación es peor que un año atrás. España venía invirtiendo menos dinero en salud que la media de la Unión Europea2, incluso que la Organizacion for Economic Co-operation (OECD)3, además, se están efectuando recortes que replantean la «universalidad» de su sistema sanitario. La quita de este derecho a los inmigrantes ilegales y la introducción del copago no solo perjudica a los más pobres sino que crea nuevos pobres4. En Estados Unidos, el copago aumentó las hospitalizaciones en mayores de 65 años, así como la estancia hospitalaria; en España pone en juicio las posibilidades de igualdad5.
España tiene buenas razones para garantizar la universalidad como una forma de garantizar los derechos humanos y, por extensión, la seguridad ciudadana. El recuerdo de la guerra, la pobreza y el racionamiento aún está fresco; de esta manera la salud, como la educación, deben ser vistas como un beneficio para la sociedad y no como un beneficio personal. Ambas son determinantes sociales que garantizaran un curso de vida donde los ciudadanos podrán tener las mismas oportunidades de crecimiento, trabajo y desarrollo. Así como el desempleo no debe ser considerado una elección personal o un estilo de vida, la salud debe ser vista como un recurso vital para el desarrollo de un país.
Este mes se celebra en Brasil la Conferencia de Naciones Unidas Río + 20, donde el desarrollo sostenible, concepto citado por primera vez en el Informe Brundland6, coordinado por quien luego sería directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), será el tema central. Por desarrollo sostenible se entiende aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Frente a esto me permito dos observaciones de cara al futuro inmediato: así como hace un año sugerimos atención a Estados Unidos y España, sus sistemas de salud y la medicina familiar, hoy es necesario señalar el desarrollo del sistema único de salud en Brasil, cuyo objetivo es lograr la cobertura universal basada en atención primaria. Brasil cuenta con voluntad política para esto, en Estados Unidos aún es escasa, mientras que en España la desorientación y el doble mensaje prevalecen.
Otro punto de análisis es qué importancia le dará el gobierno de España al bienestar de sus ciudadanos y las futuras generaciones que hoy con los recortes ven en la cobertura universal amenazados sus derechos, expresión de igualdad de oportunidades. Esto debe ser motivo para señalar dos crisis en ciernes para la salud pública de España: la de los inmigrantes y la de la joven generación sin empleo ni estudios.
Pensar en estos dos colectivos de ciudadanos y por extensión en todos, no es solo pensar en equidad y justicia social, es pensar como hoy piensa el mundo y sus líderes que en Río + 20 celebran su cumbre de cara a un futuro más solidario.
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