El síndrome del «hombro doloroso» es un motivo frecuente en la consulta de atención primaria. Un 10-20% de la población presentará alguna vez esta enfermedad1.
Todavía no se han establecido de modo adecuado los mecanismos etiopatogénicos2,3. Unas veces hay claros antecedentes de sobrecarga mecánica o lesiones traumáticas, pero otras veces no los hay o el paciente no recuerda causas que lo justifiquen. También es más frecuente en algunas entidades clínicas, caso de la diabetes, sin que se conozca claramente el mecanismo.
El abordaje terapéutico conservador pasa por diferentes opciones4: tratamiento farmacológico basado principalmente en antiinflamatorios no esteroides (AINE) y analgésicos, infiltraciones con corticoides depot y anestésicos y fisioterapia.
No hay todavía criterios clínicos claros acerca de cuándo utilizar cada una de ellas, si se debe optar o no por varias opciones simultáneamente y en qué orden.
Tampoco ninguna de ellas son infalibles, por lo que queda a juicio de cada facultativo, que dependerá de su formación y experiencia, elegir una u otra opción terapéutica.
Por este motivo, se abren y se deben abrir también otras vías de investigación que posibiliten un tratamiento adecuado con menor índice de riesgos.
Sorprendentemente, a pesar de la elevada incidencia de esta patología, apenas hay estudios bien estructurados que comparen todas estas alternativas5.
En el artículo referenciado se hace una comparación de un tratamiento que ha demostrado ser superior a placebo, como es la infiltración periarticular6, con otra opción más novedosa, como es la aplicación de parches de nitroglicerina en la zona de dolor.
Con los resultados obtenidos en dicho estudio no podemos hablar de otra opción más en el tratamiento ya que no se ha logrado el beneficio clínico esperado y además ha producido un elevado número de abandonos por los efectos adversos.