La arteriopatía periférica, tanto sintomática como subclínica, causa una gran disminución de la capacidad funcional y la calidad de vida, provoca amputaciones de miembros y aumenta el riesgo de muerte. Estos pacientes tienen más probabilidad de presentar otras enfermedades isquémicas cardiovasculares, como infarto de miocardio e ictus. Es, de hecho, un marcador de enfermedad aterotrombótica en otros territorios vasculares.
En las personas con diabetes, la prevalencia de arteriopatía es mayor. Se localiza sobre todo en zonas distales (territorio femoropoplíteo y tibial), a diferencia de otros factores de riesgo, como el tabaquismo e hipertensión, asociados con enfermedad en los vasos aorto-ilio-femorales. Debido a esta localización de la enfermedad y su asociación con neuropatía, que reduce la sensibilidad de las extremidades inferiores, los pacientes con diabetes son diagnosticados más tarde de arteriopatía periférica. En el momento de la aparición de los síntomas presentan un mayor riesgo de amputación y otras enfermedades cardiovasculares letales.
El estudio de Bundó et al caracteriza muy bien el perfil de riesgo vascular del paciente diabético con arteriopatía sintomática o asintomática. Es un trabajo realizado en España en el ámbito de la atención primaria, con un seguimiento de 6 años de pacientes con diabetes y arteriopatía, en el que se demuestra la elevada prevalencia de enfermedad clínica y subclínica, que pasa del 6,9 al 21,4% al medir el índice tibio-braquial (ITB) en todos los diabéticos conocidos de su centro. El seguimiento de estos pacientes permitió observar un aumento de la morbimortalidad cardiovascular y una mayor probabilidad de complicaciones microvasculares y macrovasculares de la diabetes: cardiopatía isquémica, ictus, insuficiencia cardíaca, neuropatía y retinopatía, así como úlceras cutáneas. No se encontró un aumento de nefropatía quizá porque esta asociación precisaba un mayor número de casos en el estudio. Finalmente, se recomienda la incorporación de esta técnica a la práctica clínica diaria.
El ITB es un método no invasivo, cuantitativo y fiable de diagnóstico, así como predictor pronóstico de arteriopatía periférica. Está validado en relación con la prueba diagnóstica de referencia, la angiografía, con una sensibilidad del 95% y una especificidad de casi el 100% para un punto de corte de anormalidad < 0,91. Este método tiene también limitaciones, al dar resultados falsamente negativos en algunos pacientes sintomáticos con estenosis aortoilíaca moderada y en personas que presentan arterias calcificadas, difícilmente comprimibles, como sucede en personas mayores y algunos pacientes con diabetes.
La American Diabetes Association recomienda la medición de ITB en pacientes con diabetes mayores 50 años de edad y la repetición de la prueba cada 5 años si es normal, con el objetivo de adelantar el diagnóstico subclínico e iniciar la aplicación de medidas preventivas que eviten la amputación1,2. Sin embargo, atendiendo a las recomendaciones preventivas del PAPPS (adaptación de la Guía Europea de Prevención Cardiovascular) se deberían realizar pocos cambios, en cuanto a agresividad terapéutica y especiales cuidados de los pies, ante el paciente con diabetes, tenga o no arteriopatía3. Recordemos que la guía sitúa la diabetes tipo 2 y la tipo 1 con microalbuminuria en el grupo de alto riesgo cardiovascular, con recomendaciones de tratamiento similares a la arteriopatía periférica establecida. La impresión general es que la aplicación de estas recomendaciones es subóptima y que el diagnóstico de arteriopatía refuerza una actitud más agresiva por parte del médico. En el estudio SMART se realiza un cribado de enfermedad cardiovascular asintomática, con técnicas de imagen no invasivas, en pacientes clasificados de alto y bajo riesgo según la citada Guía Europea de Prevención Cardiovascular. En él sólo se encuentra un ITB < 0,90 en 5 pacientes de los 545 clasificados inicialmente de bajo riesgo. O sea, sólo se reclasifica a un 0,91% de pacientes de bajo riesgo a alto riesgo por el diagnóstico de arteriopatía subclínica4.
La medición del ITB en atención primaria es factible. La ejecución de la técnica dura 10-15 minutos, pero para su utilización sistemática sería necesario que la enfermería asumiese esta tarea. El ITB permite realizar el diagnóstico de arteriopatía, conocer un valor basal y hacer una estadificación pronóstica de la enfermedad. Su seguimiento nos permite conocer la evolución de la enfermedad y es un factor pronóstico de mortalidad cardiovascular (Bundó et al). De todos modos, es difícil recomendarlo como prueba de cribado, ya que el diagnóstico de arteriopatía no debería modificar la actitud terapéutica, salvo que en investigaciones futuras se clasifique la diabetes con arteriopatía como de muy alto riesgo, variando de este modo los objetivos del tratamiento o se utilicen tratamientos diferentes para este grupo de diabéticos. Insistir en que el médico cumpla las recomendaciones de las guías sería más lógico que introducir esta prueba como cribado en la actualidad.
Líneas futuras de investigación son la presencia de ITB anormal en pacientes con glucemia basal alterada o intolerancia a la glucosa5. Éstos tienen un riesgo vascular menor y un ITB anormal podría condicionar un cambio de actitud terapéutica. Otra línea posible es determinar la significación pronóstica de un ITB alto, ya que en algunos estudios también se ha asociado con un aumento de la mortalidad cardiovascular6.