En un artículo publicado recientemente en esta revista, Gil y Solano1 muestran que los profesionales de enfermería presentan dificultades cuando deben atender a ciertas comunidades culturalmente distintas, especialmente a gitanos e inmigrantes. En casos como este, las diferencias culturales entre trabajadores de salud y pacientes son evidentes y por lo tanto resulta más sencillo reconocer las dificultades que surgen en la atención en salud. Pero, ¿qué sucede cuando las diferencias no son tan evidentes y los profesionales de salud se enfrentan a otros pacientes que, sin tener otra nacionalidad, ser de distinta raza o haber migrado, poseen creencias, valores y costumbres distintas? Es así como los países poseen una gran diversidad interna que se materializa en diferencias entre zonas rurales y urbanas, entre niveles sociales, entre creencias religiosas o según la orientación sexual, entre otros. Estas características, al igual que la migración o las diferencias raciales, también pueden generar confusión o choque en muchos profesionales de la salud, lo que finalmente repercute en un trato inequitativo en salud2,3.
Para enfrentar esta realidad, además de los protocolos existentes, los trabajadores de salud primaria (TSP) deben poseer competencia cultural (CC) para lograr enfrentar estos nuevos desafíos1,4. Esta competencia se define como las habilidades que deben poseer los TSP para adaptarse a las necesidades específicas de cada usuario5. Si bien este enfoque se ha desarrollado predominantemente en EE. UU.3, en otros países, como es el caso de España1, también existe un interés creciente por esta temática, aunque en Sudamérica, y particularmente en Chile, este enfoque es aún incipiente. En este contexto se planteó un estudio que tuvo como objetivo evaluar las percepciones que tienen los profesionales de salud de atención primaria en Chile respecto a la competencia cultural.
Desde un paradigma constructivista se realizó un estudio de caso que contempló la realización de 3 grupos focales con trabajadores de salud de atención primaria en 3 comunas de Santiago de Chile, reclutando a 29 personas, que participaron previo consentimiento informado (tabla 1). Se realizó un análisis temático de la información con el programa Nvivo 11. Se contó con la aprobación del Comité de Ética de la Universidad del Desarrollo de Chile.
Descripción sociodemográficas de participantes de este estudio
Participantes total n=29 | Información sociodemográfica |
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Grupo focal Comuna La Granja, Santiago, Chile (n=11) | Sexo: 8 mujeres y 3 varones |
Rango de edad: 24-57; promedio: 34,8 años | |
Profesión Matrona: 1 Enfermera (o): 4 Médico: 2 Kinesiólogo: 2 Nutricionista: 2 | |
Grupo focal Comuna La Pintana, Santiago, Chile (n=12) | Sexo: 8 mujeres y 4 varones |
Rango de edad: 20-63; promedio: 36,2 años | |
Profesión Matrón: 1 Enfermera: 1 Médico: 2 Nutricionista: 1 Psicóloga: 1 Auxiliar de enfermería: 3 Trabajadora social: 1 Secretaria: 1 Odontólogo: 1 | |
Grupo focal Comuna San Ramón, Santiago, Chile (n=6) | Sexo: 5 mujeres y 1 varón |
Rango de edad: 28-54; promedio: 40,7 años | |
Profesión Enfermera (o): 3 Médico: 1 Nutricionista: 1 Tecnólogo médico: 1 |
Dentro de los hallazgos, los TSP destacan la necesidad de contar con herramientas que les permitan una atención culturalmente pertinente con los usuarios; dicha necesidad se hace aún más patente al enfrentar a grupos de usuarios que desafían el abordaje tradicional, como los crecientes grupos de migrantes extranjeros, que usualmente tienen tradiciones y creencias culturales diversas, a lo cual se suma la barrera lingüística con poblaciones haitianas y coreanas. Adicionalmente, los TSP destacan algunas barreras de atención con poblaciones locales que, pese a compartir un entorno cultural similar, lo que podría facilitar su atención, dados sus grupos de pertenencia particulares, generan rechazo; entre ellos se encuentran, por ejemplo, los usuarios privados de libertad sentenciados por delitos tales como abuso de menores u homicidio. En este contexto, los TSP reconocen que no poseen las competencias para brindar una atención sensible y culturalmente pertinente.
A partir de estos resultados se concluye que el enfoque de competencia cultural debe considerar un concepto de cultura amplio e inclusivo que contemple a toda la población en su conjunto y que los TSP requieren un adecuado entrenamiento que les permita enfrentar la atención en salud a poblaciones cada vez más diversas. Dicho entrenamiento debe enfocarse al desarrollo de habilidades específicas tales como la sensibilidad cultural, la no discriminación y el autoconocimiento, entre otras, las cuales pueden ser integradas incluso en etapas tempranas de la formación profesional6.
FinanciaciónEsta carta fue desarrollada con fondos del proyecto FONIS n.o SA16i0182 «Desarrollo de un Instrumento para medir el nivel de Competencia Cultural en Trabajadores de Salud en Chile».