La brusca irrupción de la pandemia por coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad conocida como COVID-19, ha supuesto para los servicios sanitarios una situación de máxima exigencia. El 15 de marzo, cuatro días después del primer fallecido en Extremadura, se declaró en España el Estado de Alarma, instando a un rápido y necesario cambio de la atención sanitaria a la población. En pocos días la atención primaria (AP) reformó sus funciones, cambió la organización de los Centros de Salud y alteró su accesibilidad para dar prioridad a la avalancha de casos sospechosos de infección y a la detección de contactos estrechos, sin descuidar la seguridad del resto de pacientes y de los trabajadores de los centros1.
En los dos últimos meses, los profesionales de AP hemos realizado un gran esfuerzo para detectar y seguir tanto los casos comunitarios como los aparecidos en centros residenciales, cumpliendo con la vigilancia epidemiológica, colaborando en el estudio de seroprevalencia impulsado por el Ministerio de Sanidad y procurando el mínimo impacto sobre nuestros pacientes crónicos. Nuestro trabajo ha favorecido el abordaje precoz de posibles complicaciones de esta enfermedad, evitando el colapso hospitalario.
Como muestra de ese esfuerzo, exponemos la casuística por COVID-19 atendida en una unidad básica asistencial del Centro de Salud urbano «Zona Centro» de Cáceres. La unidad está atendida por un médico de familia, una enfermera y una residente de 4.° año de MFyC. El cupo consta de 1.390 pacientes, entre los que se incluyen 69 de una residencia de ancianos (de un total de 90). La media de consultas diarias en estos dos meses, incluyendo consultas telefónicas, administrativas, a demanda y programadas (presenciales y domiciliarias), videollamadas y telemedicina ha sido de 34.
Se han atendido un total de 79 casos sospechosos. Fueron confirmados 18: 8 por PCR y 10 por pruebas serológicas. La media de edad fue de 64,8años con predominio de mujeres (68,4%). Hubo 8 pacientes hospitalizados y 3 fallecidos. Entre sospechosos y contactos estrechos se han vigilado 163 pacientes. Hemos observado características epidemiológicas coincidentes con la casuística descrita en otros entornos2-4.
En la tabla 1 se pueden apreciar las diferencias epidemiológicas de los casos según su procedencia comunitaria o internos en residencia de ancianos.
Casos sospechosos y confirmados de COVID-19 atendidos entre el 3 de marzo y el 8 de mayo de 2020 en residencia de ancianos o en comunidad
Variables | Residencia (n=32) | Comunidad (n=47)a | Significación estadística (p) |
---|---|---|---|
Edad | |||
<60 | 0 (0,0%) | 33 (70,2%) | <0,001 |
60-70 | 1 (3,1%) | 9 (19,1%) | |
>70 | 31 (96,9%) | 5 (10,6%) | |
Sexo | |||
Mujeres | 24 (75%) | 30 (63,8%) | ns |
Hombres | 8 (25%) | 17 (36,2%) | |
Fases según el Estado de Alarma | |||
Previa | 1 (3,1%) | 5 (10,6%) | 0,026 |
Confinamiento | 31 (96,9%) | 35 (74,5%) | |
Fase 0 de desconfinamiento | 0 (0,0%) | 7 (14,9%) | |
Duración de los síntomas, días | |||
<7 | 13 (40,6%) | 23 (48,9%) | ns |
7-14 | 8 (25%) | 15 (31,9%) | |
15-50 | 10 (31,1%) | 8 (17%) | |
>50 | 1 (3,1%) | 1 (2,1%) | |
Síntomas | |||
Tos | 24 (75%) | 17 (36,2%) | 0,001 |
Disnea | 10 (31,3%) | 6 (12,8%) | 0,045 |
Fiebre | 11 (34,4%) | 22 (46,8%) | ns |
Odinofagia | 5 (15,6%) | 8 (17%) | ns |
Diarrea | 3 (9,4%) | 9 (19,1%) | ns |
Náuseas/vómitos | 0 (0,0%) | 5 (10,6%) | ns |
Anosmia/disgeusia | 0 (0,0%) | 3 (6,4%) | ns |
Astenia | 1 (3,1%) | 7 (14,9%) | ns |
Cefalea | 0 (0,0%) | 8 (17%) | ns |
Mialgias | 2 (6,3%) | 7 (14,9%) | ns |
Días hasta el alta epidemiológica | |||
<14 | 0 (0,0%) | 21 (45,7%) | <0,001 |
15-50 | 28 (93,3%) | 23 (50%) | |
>50 | 2 (6,7%) | 2 (4,3%) | |
Comorbilidades de riesgo | 23 (71,9%) | 16 (34%) | 0,001 |
Casos confirmados | |||
PCR | 5 (15,6%) | 3 (6,38%) | ns |
Serología | 7 (21,8%) | 3 (6,38%) | ns |
Derivados a urgencias | 4 (12,5%) | 3 (6,4%) | ns |
Neumonía | 4 (12,5%) | 1 (2,1%) | ns |
Hospitalizados | 4 (12,5%) | 1 (2,1%) | ns |
Muertos COVID-19 | 2 (6,3%) | 1 (2,1%) | ns |
ns: no significativo.
Además de las lógicas diferencias entre ambos grupos, motivadas por las diferentes edades, morbilidad, hacinamiento, etc., nos gustaría destacar que la mayor parte de los casos se han producido durante el periodo de confinamiento (83,5%) y solo el 8,9% durante la fase 0 de desescalada (ninguno de la residencia), lo que indica la explosividad del brote y el posible efecto contenedor del aislamiento de casos, del estudio de contactos y de las medidas de distanciamiento social. La rápida respuesta de la AP se refleja en que intervenimos en el día o antes de 3días en los casos sospechosos en la residencia, mientras que los de procedencia comunitaria contactaron con AP entre 7 y 10días después de iniciados los síntomas. Resaltar también que el porcentaje de pacientes totales derivados a urgencias hospitalarias fue del 8,8%, una muestra del esfuerzo terapéutico realizado desde nuestro medio.
Los datos que mostramos son un buen ejemplo del importante papel de filtro de la AP en los primeros meses de la pandemia, de las tareas realizadas y de las que nos quedan por realizar, porque, además de mantener la alerta ante nuevos casos, es necesaria la vigilancia periódica de pacientes con enfermedades crónicas susceptibles de empeorar debido a las secuelas del aislamiento, la incomunicación o la inmovilización, y recuperar progresivamente la normalidad asistencial, introduciendo las mejoras organizativas aprendidas en esta dramática experiencia5,6.
Finalmente, decir que un aspecto no menor ha sido poner en práctica medidas preventivas para proteger las relaciones humanas, mantener la estabilidad emocional y contener la ansiedad, tanto de los pacientes como en el centro de salud, mejorando así el bienestar del entorno.