Sr. Director: Más allá de las brillantes y profundas reflexiones de artículos como los de Tizón1 y Borrell-Carrió2, lo que realmente da sentido al modelo biopsicosocial es aplicarlo en la práctica. Y, a pesar de que los manuales de atención primaria3 siguen proponiendo una perspectiva biopsicosocial, la verdad es que, como se cita en otro interesante artículo4, el abordaje sistemático de la dimensión psicoemocional de enfermar es una práctica poco extendida entre los médicos de familia. También otros importantes aspectos conceptuales permanecen en los textos, pero apenas se han concretado en la realidad o están en franca regresión (atención familiar y comunitaria, trabajo en equipo). En el último año hemos asistido a la extinción de los grupos tipo Balint, tanto en el ámbito de nuestro equipo de trabajo como en el de la formación de los médicos residentes; la implantación de una historia clínica informatizada5 con un formato rígido pensado para el enfoque biologista ha representado otro paso atrás.
Y, sin embargo, intentar lo que en los textos de atención primaria se llamaba, quizás ingenuamente, el abordaje holístico del paciente y su enfermedad nos llevó hace años de la formación biologista a la formación psicoanalítica, y debemos decir que afrontar la consulta diaria de médico de familia con este bagaje cambia toda la perspectiva6. Por ejemplo, muchas exploraciones complementarias se hacen innecesarias al quedar rápidamente atrás y desaparecer las quejas somáticas que llevaban al paciente a la consulta y ponerse de manifiesto los conflictos emocionales que estaban ocultos, inconscientes para él detrás de esa queja somática. La experiencia es altamente satisfactoria para los pacientes, que pueden ir poniendo palabras a sus malestares, y muy alentadora también para el profesional. Sin embargo, en nuestro entorno esta experiencia resulta casi «personal e intransferible» excepto para iniciados. Valga en todo caso esta carta como testimonio.