Aunque no se puede hablar todavía de una tendencia inequívocamente favorable, en los últimos años hemos empezado a entrever algunos signos esperanzadores en la evolución de la epidemia de tabaquismo en nuestra sociedad. Este nuevo patrón vendría marcado por una notable disminución del consumo entre los varones, que en el conjunto del Estado ha pasado del 54,7 al 43,5% entre 1987 y 19951,2. La disminución se debe fundamentalmente a abandonos del hábito en adultos jóvenes, y por lo tanto a abandonos relativamente precoces, observados especialmente en los niveles socioeconómicos más elevados. Sin embargo, el descenso en el consumo entre los varones se ve en parte neutralizado por un incremento entre las mujeres, a expensas sobre todo de los grupos de nivel socioeconómico más bajo3. Así, entre 1987 y 1995, la prevalencia de fumadoras en la población general pasó del 22,9 al 24,5% en 19951,2. Estas tendencias dispares han sido observadas en otros países desarrollados, y son coherentes con el modelo de difusión propuesto por Lopez et al4, según el cual la epidemia entre las mujeres se manifiesta con un cierto retraso respecto de los varones. Según este modelo, podemos esperar que la tendencia creciente entre las mujeres se mantenga durante unos años, aunque es de esperar que no llegue a alcanzar los niveles de consumo de los varones en la fase de máxima prevalencia (alrededor del 60%). Al mismo tiempo, entre los jóvenes la situación parece haberse estabilizado, después de algunos años de disminución. Es especialmente alarmante observar a los 16 años un consumo diario muy superior entre las muchachas (33%) que entre los jóvenes (19%), reflejando quizás la influencia de unos modelos sociales femeninos que fuman cada vez más5.
Junto a los datos que se observan en el conjunto de la sociedad, hay que llamar la atención sobre un fenómeno de gran relevancia: el tabaquismo entre los profesionales sanitarios parece haber disminuido de forma notable en los últimos años. En este sentido, debemos destacar los datos de Catalunya, donde la prevalencia de consumo entre los médicos se ha reducido del 55,1 al 31,4% entre los varones y del 43,6 al 31,1% entre las mujeres entre 1982 y 1996, una disminución espectacular ya que supone una reducción del 43 y 29%, respectivamente. En otras profesiones sanitarias se observa una tendencia similar, aunque menos acusada, especialmente entre los diplomados universitarios de enfermería (DUE), colectivo en el que la prevalencia es todavía elevada (53% entre los varones y 38% entre las mujeres)6. En cualquier caso, la reducción observada en el consumo entre los estudiantes de profesiones sanitarias7 es también un indicador de que nos hallamos ante un cambio cualitativo en las actitudes de éstos ante el tabaquismo.
Las tendencias observadas entre los profesionales sanitarios, y especialmente entre los médicos, pueden tener un gran impacto, desde la doble vertiente del llamado «rol modélico» (el mensaje que se transmite a través del comportamiento), y de la adopción de un papel más activo en convencer a sus pacientes de los beneficios para la salud de no fumar. La importancia potencial del rol modélico es enorme, y supone un cambio radical respecto de una situación en la que había entre los profesionales una disociación entre lo que aconsejaban a sus pacientes y su propia conducta. El tabaquismo entre los médicos era visto por la población con perplejidad, ya que parecía negar el mensaje «oficial» (el tabaco perjudica seriamente la salud.... «pero, si los médicos fuman, será que no es tan malo»), produciendo una extraña mezcla de complicidad y desconfianza. En realidad, el «retraso» en el inicio de la tendencia decreciente entre los profesionales sanitarios es absolutamente esperable, y se debe, entre otros factores, al enorme poder adictivo, que explica que un abandono a los 40 años de edad sea un abandono «precoz», puesto que típicamente el hábito tabáquico se mantiene hasta que ya se ha manifestado patología relacionada, después de 30 o más años fumando. Junto al papel fundamental de las actitudes hacia el tabaquismo y de la motivación para dejar de fumar, hay que destacar también que en los últimos años ha surgido un elevado número de iniciativas desde la Administración, los colegios y las sociedades profesionales que han estimulado y facilitado el abandono del tabaquismo entre los profesionales sanitarios, programas que en general han tenido un éxito notable8.
A pesar de su enorme importancia, la trascendencia del cambio de actitudes y comportamiento de los profesionales sanitarios no radica solamente en el efecto directo sobre los usuarios de sus consejos y su rol modélico como no fumadores para estimular a los fumadores a dejar de fumar. Las sociedades profesionales como la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC) pueden y deben sumarse, como ha sucedido en otros países, a las coaliciones, formales o informales, que luchan por el control del tabaquismo, desde una perspectiva propia. Entre las actividades que pueden desarrollar en esta dirección, podemos incluir desde la necesaria formación (y sensibilización) de sus miembros, el desarrollo de materiales educativos y documentos de apoyo a las intervenciones, el fomento de la investigación, la adopción de políticas y programas específicos encaminados a asegurar el cumplimiento de las normativas respecto al consumo de tabaco en centros sanitarios, o el apoyo a las organizaciones o grupos de organizaciones que luchan desde una perspectiva más institucional por el avance de las medidas normativas y por la difusión de los mensajes educativos adecuados. En este contexto debemos situar la creación de grupos de trabajo sobre el tabaquismo en la semFYC y en sus sociedades federadas, que nacen para avanzar en esta dirección. El grupo de abordaje del tabaquismo (GAT) de la semFYC nació a partir de un encuentro entre profesionales interesados en el XVI Congreso de esta sociedad, que se celebró en noviembre de 1997 en Granada. Un año después, el grupo ha iniciado algunas actividades, que nos permiten ser optimistas para el futuro. Entre estas actividades hay que destacar la revisión de las guías de actuación para profesionales, y la participación en el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT). Respecto a las guías, los esfuerzos del grupo de trabajo se encaminan a valorar la adecuación y actualidad, así como las ventajas e inconvenientes de las numerosas guías que se han publicado en nuestro país durante los últimos 15 años. Por otro lado, el GAT ha participado muy activamente en los trabajos del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo, que en muy poco tiempo se ha ido consolidando como una verdadera coalición antitabaco, no sólo de sociedades y grupos profesionales sino también de expertos y personas especialmente sensibilizadas en este campo.
Sin duda, estamos sólo al comienzo de un largo recorrido: el enorme poder adictivo de la nicotina, y los grandes beneficios obtenidos en los crecientes mercados de los países en desarrollo, mantendrán por desgracia la presencia del tabaco en los primeros puestos entre los enemigos de la salud. Sin embargo, parece haber lugar para la esperanza: finalmente los profesionales sanitarios, y en este caso los miembros de la semFYC, han asumido su insustituible papel como colectivo. Esperamos contar en esta nueva etapa con la colaboración y el apoyo de todos.